12 | Aunque no me recuerdes
Camden no me suelta la mano en cuanto entramos en la habitación 405.
Sigo igual de aterrada que hace un rato, pero la visión de mi abuela recostada sobre la cama me tranquiliza un poco. Noto como su pecho sube y baja en señal de que está respirando sin necesidad de aporte de oxígeno.
Tardo un par de minutos en arrancar y encaminarme hasta colocarme a su lado. Tomo con cuidado una de sus manos y la acaricio con suavidad. Sus ojos permanecen cerrados, pero soy consciente de que en el momento en que los abra no me va a reconocer.
Ese pensamiento me taladra el pecho.
Me suelto de Camden y mi otra mano la deslizo por su mejilla. Dejo que pase el tiempo mientras me dedico a contemplar a Nina. De un momento a otro veo como sus ojos se abren con lentitud, como si le costara adaptarse a la luz natural. Parpadea un poco y su mirada se centra en la mía, por un instante siento que sabe quién soy.
—Ly...
Es tan solo un susurro, pero mi corazón se llena de alegría en cuanto esa simple palabra escapa de sus labios.
—¿Quién es Ly? —pregunta Camden que ahora se ha sentado en uno de los sillones que ocupan la habitación.
—Yo. —Me mira sin entender, a lo que añado—: Mi abuela me llamaba así cuando era pequeña, porque me encantaba pasarme las noches observando las estrellas. Hay una constelación que se llama Lyra, de ahí ese apodo.
Soy incapaz de controlar las lágrimas.
Me giro hacia Camden y siento su mirada fija en mí. Sabe lo que está pasando por mi cabeza en este mismo momento, pero hay algo más. No necesito preguntarle, para comprender de qué se trata.
—Me hace feliz que al menos haya sido su primer pensamiento al despertar, aunque después siga sin acordarse de mí —hablo sin soltar la mano de mi abuela.
Sus ojos han vuelto a cerrarse, así que decido sentarme junto a Camden y permitir que descanse.
Durante varios minutos permanecemos en silencio. No me molesta, es solo que no escuchar nada provoca que mi cabeza se ponga a dar vueltas y los pensamientos negativos siempre terminan apareciendo. Es como si estuvieran escondidos, alerta, esperando el mejor momento para salir a la luz.
Noto que las lágrimas amenazan con salir y me obligo a retenerlas.
Estoy tan cansada de llorar.
Camden toma mi mano y siento un suave apretón. No sé por qué está aquí conmigo, no sé por qué se molesta tanto en apoyarme y en darme ánimos. Pero me hace feliz que se quede junto a mí, aunque me aterra demasiado porque siento que me estoy empezando a acostumbrar a tenerle cerca.
Se está colando en mi vida, rompiendo esas barreras que alcé cuando volví a Moonlight.
Lo peor de todo es que yo no estoy haciendo nada para evitarlo.
De un momento a otro la puerta se abre y los dos alzamos la cabeza. Mi madre se encuentra a escasos metros de nosotros. Su mirada se posa en Nina antes de centrarse en mí. Me levanto del sofá y en cuanto llego a su lado la rodeo con los brazos. Ambas permanecemos así durante varios minutos.
A veces no somos conscientes de lo necesario que es un abrazo.
—Nina... —susurro. Pronunciar su nombre duele—. Nina no está bien, mamá.
Se aparta un poco de mí y vuelve a centrar su mirada en mi abuela. No lo dice, porque ella no es de expresar mucho sus emociones, pero está tan jodida como yo. Solo que mi madre siempre ha sido más fuerte. Ella siempre ha sabido mantener las apariencias aunque el mundo se estuviera derrumbando a su alrededor.
Me gustaría ser como ella, tener esa fortaleza.
Sus pasos son firmes hasta que llega a la cama donde reposa Nina. Agacha su cabeza y deposita un beso sobre su frente. Después su mirada se dirige a Camden que sigue sentado en el sofá.
—Gracias —murmura—. Gracias por cuidar de mi madre y de Siena.
Camden se pasa una mano por el pelo algo avergonzado.
—No es nada. Su hija necesitaba a alguien a su lado en este momento y no quería dejarla sola. Además, Nina me importa mucho.
Siento que me voy a sonrojar como siga diciendo ese tipo de cosas y más delante de mi madre.
—No cualquiera lo hace, Camden. Tienes un gran corazón.
Es verdad.
—Gracias, Siena —contesta este guiñándome un ojo.
—¿Por qué? —No sé a qué se refiere.
—Por nada. —Se ríe. Después se levanta del sofá y se encamina hacia la puerta de la habitación—. Será mejor que me vaya, además, tengo que volver a la residencia. Espero que Nina se mejore.
—Adiós, Camden. Y gracias de nuevo por todo lo que has hecho —le responde mi madre.
Inconscientemente mi mirada se posa en él. Vuelve a guiñarme el ojo antes de salir por la puerta y cerrarla. Hasta que no se ha ido no caigo en la cuenta de a qué se refería cuando me ha dado las gracias.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Lo de antes. Lo dije en voz alta cuando creía que solo estaba pensándolo para mí. Me hace sentir un poco idiota.
Nada más entrar en casa, lo primero que me encuentro es ruido de fondo. Margaret ya habrá vuelto a casa del trabajo. Sé que me va a odiar en cuanto se entere de que no le avisé de lo de Nina, pero tiene que entender que no es una situación fácil para mí, y aunque Margaret es uno de los mejores apoyos que tengo, necesitaba mi espacio.
—¡Marga!
Nada. No contesta. Seguramente se encuentre colocando sus cosas en la habitación. Estos dos últimos días la casa parece una leonera. Hay cajas por todos lados a causa de la mudanza. Sé que es pasajero, pero me agobia ver tanto desastre. Supongo que ese control del orden lo he sacado de mi madre.
En cuando abro la puerta de su habitación, veo como Marga está colocando un montón de libros sobre una estantería. Me resulta curioso lo desordenada que es, pero lo maniática que es cuando se trata de los libros. Siempre los ordena por color, dice que así se ve más bonita la estantería.
Me acerco a ella y toco su hombro. En cuanto se gira comprendo el porqué no me había oído cuando llegué: está con los auriculares puestos. Abre los ojos de par en par y pega un salto hacia atrás como si mi contacto le hubiera pillado desprevenido.
—¡Mierda! —Se quita ambos auriculares y los deja sobre el escritorio—. Casi me matas del susto.
Por un momento siento ganas de reír, pero enseguida mi cara se pone seria. Margaret nota eso porque se acerca hasta mí para rodearme con los brazos. Durante varios segundos no dice nada.
—Nina... —sollozo en su hombro—. Le ha dado un infarto, Marga.
Ella toma un poco de distancia y me mira a la cara. En sus ojos veo el reflejo de una pregunta que sabía que me iba a hacer «¿Por qué no me has dicho nada?». En cambio sus labios pronuncian otra cosa:
—¿Cómo está? ¿La has visto?
—Estable, al menos de momento. Mamá me dijo que me viniera a casa a descansar, pero esta noche me quedo a dormir en el hospital.
—Tenías que haberme dicho algo. —No suena a reproche—. No tenías por qué estar sola.
—No lo estaba. —Inmediatamente me arrepiento de haber dicho eso.
Margaret alza una ceja, divertida.
—¿Ah, no?
—Borra esa sonrisa. —Niego con la cabeza—. Camden trabaja en la residencia en la que está mi abuela, estaba allí por ella, no por mí.
—Camden... —pronuncia su nombre lentamente, como saboreándolo y eso me provoca un escalofrío—. ¿Te digo la verdad? No lo creo, Siena.
—No me gusta, si es lo que estás pensando.
Vuelvo a repetírmelo mentalmente. No puede gustarme, no quiero que me guste. Mi vida es demasiado complicada ahora mismo como para sumar el amor a la lista.
Entonces, ¿por qué estos últimos días cuando me voy a dormir, Camden es el último pensamiento que cruza por mi cabeza?
¡Hola!
Tal y como pregunté el otro día por twitter en una encuesta, hoy os traigo un nuevo capítulo, así llevamos mejor entre todos esta cuarentena 😄.
¿Qué os parecido el capítulo?
¿Tenéis algún apodo?
¿Qué pensáis que sienten Camden y Siena? ¿Surgirá algo entre ellos?
Me ha dado mucha pena escribir este capítulo, imaginarme la situación de Nina me toca el corazón, y aunque esta novela también tiene humor y no todo es drama, una gran parte de ella está llena de momentos como este.
Trataré de ponerme con el próximo capítulo cuanto antes. De igual forma, prestad atención a mi cuenta de twitter porque por ahí iré informando.
Os leo en comentarios 🌠💙
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