08 | Katherine Sallow
Observo la factura de la luz que se encuentra encima de la mesa y aunque por momentos aparto la mirada de ella, siempre acabo centrándola de nuevo. Suelto un quejido antes de dejar caer la cabeza sobre la mesa. A punto he estado de golpear con ella la taza de café y derramarlo todo, por suerte no ha ocurrido nada.
Necesito buscar un trabajo urgente.
El dinero que gané sirviendo copas durante varios meses los fines de semana se está agotando, además, no era algo estable. Y aunque con la novela voy a ganar algo de dinero, no da lo suficiente como para mantener los gastos de una casa. Medito durante varios minutos qué ofertas de trabajo puede haber en Moonlight, cuando una imagen viene a mi cabeza.
Hace una semana pasé por enfrente de una librería y había un cartel colgado en la puerta demandando a alguien. Tal vez esa podría ser una buena opción, además, trabajaría mano a mano con libros y eso es un punto a favor. Después de pensarlo un rato, me decanto por ir esta tarde a echar un vistazo. Ojalá el cartel siga colgado aún en la puerta.
Pese a que el tema de la factura me ha hecho descentrarme un poco, me he levantado con bastante energía y con muchas ganas de sentarme a escribir. Tengo que avanzar la novela como sea.
Una vez termino de desayunar, coloco la taza en el fregadero, abro el grifo y dejo caer un poco de agua hasta que se llene. Es algo que me enseñó mamá desde que era muy pequeña: «No dejes los recipientes sin agua porque se resecan y luego cuesta más limpiarlos». Nada como un buen consejo de tu madre.
Después de terminar en la cocina, voy a por el portátil que se encuentra encima de mi escritorio y vuelvo al salón. Me tumbo en el sofá, y cuando doy con la postura más cómoda, abro la tapa y espero a que se inicie la sesión. Sé que a algunas personas les puede resultar incómodo trabajar tumbadas, pero a mí me agobia demasiado pasarme horas sentada en una silla, además, que de esta manera me fluye mejor la inspiración, y cuando se trata de escribir una novela, la inspiración es algo clave.
Justo en estos momentos, mientras las palabras vienen a mí, hay algo que me taladra el corazón.
A pesar de que fui a la universidad para estudiar Astronomía, desde pequeña las letras siempre ha formado parte de mi vida. Mi padre era un poco reticente a ello porque me veía tan feliz escribiendo que se imaginaba que terminaría estudiando una carrera de letras, por eso se llevó una gran alegría cuando le comenté mi decisión de estudiar Astronomía. Sé que en el fondo lo hice un poco para complacerle y hay días en que me arrepiento de ello. En cambio mi madre me apoyó siempre.
Pero la persona que siempre estuvo ahí cuando de crear historias se trataba, era Nina. Gracias a ella nació mi pasión por la lectura. Cada vez que escribía un relato ella estaba ahí para disfrutarlo conmigo. Por eso me duele tanto saber que cuando termine de escribir la novela no voy a poder compartirla con ella.
No merece la pena.
Esa voz en mi cabeza otra vez.
Por una parte sé que tiene razón, que a veces no merece la pena llorar por algo que se escapa de nuestro control, pero es justo eso, la impotencia de no poder controlarlo lo que hace que me venga abajo.
Alejo de mí todos esos pensamientos y vuelvo a centrar mi atención en la novela.
Estoy a punto de prepararme la comida cuando escucho un maullido. El sonido no parece lejano. Me giro en la dirección de donde ha venido y me topo cara a cara con un gato. Si no me hubiera pasado más veces, podría asumir que se trata de un gato callejero, pero sé que su dueña está cerca. Más específicamente, justo en la casa de al lado.
Como ha ocurrido en varias ocasiones, el timbre no tarda en sonar.
Tomo el minino entre mis brazos y este se deja acariciar cuando paso una mano por encima de su lomo. Suelta un ronroneo en señal de que le gusta.
Al otro lado de la puerta se encuentra Katherine Sallow.
—Hola, vecina.
Tiene esa sonrisa de no haber roto un plato en su vida. Pero conozco a la clase de personas como ella. Lo del gato no ha sido una casualidad. Lo ha hecho más veces. Siempre se deja la ventana de su cuarto abierta y este sale por ella, y trepando por el árbol que ocupa parte de la separación de nuestras casas, se termina colando por la ventana de mi habitación.
—Te has vuelto a dejar la ventana abierta. —Extiendo los brazos para entregarle a Silver.
El gato hace ademán de aferrarse a mis brazos porque siento sus garras clavarse en ellos. Y le compadezco un poco. Pasar tiempo con Katherine debe ser agotador. Veo como lo toma entre sus brazos y yo espero paciente a que se dé la vuelta en dirección a su casa.
Pero las cosas nunca salen como queremos.
—Gracias por traerme a Silver —voy a responder cuando vuelve a hablar—. Por cierto, ¿no tendrás levadura? Estoy haciendo un bizcocho y claro, justo cuando me he puesto a hacer la masa he visto que no tenía... Qué gracioso, ¿no? ¡Cómo vas a hacer un bizcocho sin levadura!
Una pequeña parte de mí me dice que le cierre la puerta en las narices y que continúe con mis tareas. Pero Katherine no se da por vencida tan fácilmente y de un momento a otro veo como se cuela en mi casa. Durante unos segundos soy incapaz de reaccionar.
—¡Eh! —La llamo cuando veo que se dirige a la cocina como si se encontrara en su propia casa. No soporto las confianzas que se toma, no somos amigas—. Katherine, no puedes colarte en mi casa de esa manera, tienes que respetar mi privacidad.
Durante varios segundos noto como me ignora, así que harta de su juego me acerco hasta ella y le arrebato de las manos el sobre de levadura que sostiene. Si quiere hacer un bizcocho, que se vaya al supermercado a comprar los ingredientes y que me deje de tocar las narices.
—¡Qué haces! —se queja cuando le quito el sobre.
Eso parece haber llamado su atención, porque sus ojos se encuentran ahora mirando fijamente a los míos. No le ha gustado mucho lo que he hecho, pero ella se lo ha buscado.
—Quiero que te largues de mi casa.
Por un momento creo que va a decir algo, pero termina por cerrar la boca. Mejor, no tengo ganas de escuchar sus tonterías además de aguantar su presencia. Echa un último vistazo a mi casa y a mí, y con Silver en brazos se dirige hacia la puerta de entrada para cruzarla y así alejarse de mi vista.
Suelto un suspiro cuando Katherine ha desaparecido. Realmente esa chica es demasiado agotadora, aún no me puedo creer como ese pobre gato la soporta.
¡Hola!
No ha pasado mucho desde la última vez que actualicé, pero ya tenía ganas de publicar nuevo capítulo.
¿Qué os ha parecido?
¿Qué pensáis de Katherine?
¿También creéis que Silver quiere escapar?
A mí este dúo me fascina, y me encanta escribir sobre ellos. Aún no sé cómo de importantes van a ser en la trama, pero ojalá más escenas así.
He pensado publicar capítulo los sábados, quizá no todos, pero al menos cada dos semanas. Es el mejor día que tengo, así que espero que no sea problema.
¡Os leo en comentarios! 🌠💙
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