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Capítulo cuatro: Sombras en la Noche, El Rastro de la Marca

Estoy cansada. No del esfuerzo físico, ni siquiera del miedo constante que me ha seguido como una sombra desde aquella noche. Estoy cansada de vivir atrapada en una jaula invisible, construida por mis propios miedos y recuerdos.

Siempre pensé que nunca sería capaz de construir algo propio. Que mi vida sería una existencia prestada, un simple intento de sobrevivir día tras día, viendo pasar los años como si no fueran míos. Pensaba que ser madre era un lujo que alguien como yo no podía permitirse.

Pero entonces, una noche, mientras observaba las flores en el jardín, lo entendí. Mi madre dio su vida para protegerme, no porque fuera fuerte o porque tuviera todas las respuestas, sino porque creyó en algo más grande que su miedo: creyó en mí. ¿Cómo podía yo no hacer lo mismo?

La decisión no fue fácil. Sabía lo que significaba traer una vida al mundo, un mundo en el que Kibutsuji existe, donde el mal puede tocar todo lo que amas. Pero entonces comprendí que mi miedo no podía ser el único legado que le dejara a este mundo.

Melissa no es solo mi hija; ella es mi decisión de romper el ciclo. De no vivir más bajo el yugo de Kibutsuji. De construir algo que él nunca podrá destruir, porque no puede tocar lo que nace del amor y la esperanza.

Mis pies están firmes ahora. Lo que siento no es valentía, ni siquiera determinación. Es algo más sencillo, más humano: es amor.

Miro a Kibutsuji a los ojos. No espero ganar. No espero sobrevivir. Pero sí espero que, al menos por esta vez, yo sea la barrera que lo detenga de no ponerle un dedo encima a mis seres queridos.

Por ti, Melissa, me detendré. Por ti, enfrentaré esto. Por ti, haré lo que nunca pensé que podía hacer.















































11 MESES ATRÁS:

El sol se alzaba lentamente sobre el jardín, proyectando sombras suaves sobre las flores de glicineas que Giyomi había cuidado durante meses. Mientras acariciaba las hojas de una pequeña planta que aún no florecía, sintió una punzada de melancolía. Había dedicado tanto tiempo a proteger estas flores, a asegurarse de que tuvieran todo lo necesario para crecer fuertes, pero nunca había considerado lo que significaba realmente verlas florecer.

Se inclinó sobre una de las macetas y comenzó a hablar en voz baja, como si las plantas pudieran escucharla.

-Cuando era niña, mi madre solía decirme que las flores más hermosas son las que florecen en medio de las tormentas -murmuró, con una sonrisa amarga -. Pero nunca entendí lo que eso significaba. -

Se detuvo, recordando a su madre. Su valentía, su amor incondicional... y su sacrificio. Había hecho todo lo posible para protegerla de ese monstruo, incluso cuando sabía que no había escapatoria. Giyomi sintió un nudo en la garganta, pero no dejó que las lágrimas cayeran esta vez. En su lugar, permitió que los recuerdos se transformaran en algo más: un deseo.

''Mi madre lo entendió. Ella sabía que incluso en la oscuridad más profunda, hay algo que vale la pena proteger.''

Se levantó, dejando la maceta a un lado, y dirigió su mirada hacia la casa. El calor del sol se sentía como una promesa, como si el día le estuviera ofreciendo una nueva oportunidad. David estaba adentro, seguramente leyendo o trabajando en algún proyecto, y la idea de su presencia constante le dio un extraño consuelo.

En ese momento, algo se rompió dentro de ella, no como un cristal que se hace añicos, sino como una pared que finalmente cede al peso del tiempo.

-Ya no puedo seguir asi-dijo en voz baja, casi como un susurro para sí misma- No quiero pasar el resto de mi vida huyendo o escondiéndome. Quiero... quiero algo real. Algo que valga la pena proteger. -

La idea fue tomando forma lentamente en su mente, como una semilla que finalmente encuentra tierra fértil. No era solo el deseo de tener un hogar con David, sino de construir algo más grande que su miedo, algo que ni siquiera Kibutsuji pudiera destruir.

Esa noche, mientras cenaban juntos, Giyomi dejó que el silencio hablara por ella hasta que reunió el valor para decirlo.

-David - comenzó, con las manos temblorosas pero la voz firme -, he estado pensando... ¿alguna vez te has imaginado cómo sería tener una familia? -

David alzó la vista, sorprendido por la pregunta.

-¿Una familia? - repitió, intentando leerla a través de su expresión-. ¿Te refieres a nosotros dos... y algo más? -

Ella asintió lentamente.

-Sí. Algo más. Algo que sea nuestro. -

Su esposo se quedó en silencio un momento, el sabía el riesgo que esto significa, en su mente varias preguntas se empezaron a formar. ¿podrá Giyomi aguantar esa carga? ¿Qué hay si ella se arrepiente durante su etapa de maternidad?

Esas y muchas otras cosas pasaron por la mente de David, la preocupación de no poder hacer algo contra lo que ellos ni siquiera sabían que era exactamente.

David respiró profundamente, apartando el plato frente a él y entrelazando las manos sobre la mesa. -Es una idea hermosa, Giyomi. Pero...- su voz titubeó por un instante -no puedo evitar preguntarme si sería justo para ti.-

Ella frunció ligeramente el ceño.

-¿A qué te refieres?-

David desvió la mirada, como si las palabras fueran un peso que apenas podía sostener.

-Lo que hemos pasado... lo que todavía enfrentamos. No quiero que algo como lo que pides esté marcado por el miedo. ¿Qué pasaría si no podemos proteger lo que construimos?-

El silencio se extendió entre ellos como una cuerda tensa. Giyomi se inclinó ligeramente hacia él, su voz tranquila pero firme.

-David, entiendo tus dudas. Pero no quiero que ese hombre siga controlando cada decisión que tomemos. Ya he perdido demasiado por su culpa, y no pienso seguir perdiendo más. No quiero que nuestras vidas acaben sin que nosotros hayamos cumplido con nuestras metas.- David la miró con intensidad, como si viera una parte de ella que había estado escondida durante años.

-¿Estás segura? Esto no es solo un deseo pasajero, Giyomi. Si hacemos esto, será para siempre.-

Ella asintió, su determinación cristalizándose en su mirada. -Es para siempre, David. Porque quiero algo más grande que mi miedo. Quiero algo que valga la pena luchar, algo que no pueda arrebatarnos, no importa lo que pase.-

Giyomi se inclinó hacia adelante, tomando una de las flores del jarrón. La sostuvo entre sus dedos, girándola lentamente.

-David, ¿alguna vez pensaste en... cómo sería nuestra vida si todo esto terminara? Si no tuviéramos que preocuparnos por lo que hay ahí fuera.-

Él la miró, con una mezcla de sorpresa y ternura.

-Sí, lo he pensado. Más de una vez. Pero... -su voz se suavizó- creo que también he aprendido a valorar lo que tenemos ahora. Por imperfecto que sea.-

Ella asintió, guardando esas palabras en su corazón.

El tiempo paso y la casa estaba en calma, con solo el leve crujir de la madera acompañando la noche. David se había retirado a dormir, pero Giyomi no podía hacerlo aún. Había algo inquietante en el aire, algo que la mantenía despierta. Tal vez era la luna llena que parecía observarla a través del ventanal, o quizá eran los recuerdos que todavía pesaban en su pecho.

Caminó hacia el jardín descalza, permitiendo que el césped frío le acariciara los pies. El aire nocturno era fresco, casi cortante, pero no buscó refugiarse en el abrigo de la casa. En su lugar, se dirigió hacia el rincón más apartado, donde las glicinias se alzaban como una barrera natural, un santuario privado que había construido con cuidado.

Allí, rodeada de la fragancia dulce de las flores, se dejó caer sobre el banco de piedra. Cerró los ojos y dejó que el silencio se llenara con los ecos de su propia mente.

"¿Qué es lo que realmente quiero?", se preguntó por enésima vez. Había pasado días y noches reflexionando sobre el futuro, sobre lo que significaba formar una familia. Pero esta vez, algo era diferente.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas, y dejó que sus pensamientos fluyeran libremente.

"No puedo negar que tengo miedo", admitió para sí misma. "Miedo de no ser suficiente, de no poder proteger lo que amo. Pero también tengo miedo de seguir viviendo así... incompleta. ¿Qué clase de vida es esta si no estoy dispuesta a arriesgarme por algo más grande que mi miedo?"

El susurro del viento pareció responderle, moviendo las glicinias con delicadeza. Fue entonces cuando recordó algo que su madre le había dicho alguna vez: "La valentía no es la ausencia de miedo, sino la decisión de enfrentarlo por algo que amas."

Esa frase, enterrada en su memoria durante tanto tiempo, resurgió con una claridad que le robó el aliento.

"Tal vez... tal vez ser madre no sea solo un acto de esperanza", pensó, con las palabras de su madre resonando en su mente. "Tal vez sea mi forma de demostrar que no importa lo que él me haya arrebatado, todavía puedo elegir. Todavía puedo construir algo hermoso."

Giyomi se levantó lentamente del banco, sintiendo cómo una nueva energía la recorría. Miró hacia la casa, donde David dormía ajeno a su lucha interna, y sintió una oleada de gratitud por su paciencia, por su amor. Pero esta decisión era suya, solo suya.

Volvió a entrar en la casa, moviéndose en silencio hasta llegar a la habitación. David estaba de lado, respirando profundamente, con una expresión tranquila que contrastaba con la tormenta que ella había sentido. Se sentó en la cama, acariciando suavemente su cabello mientras susurraba, más para sí misma que para él:

-he tomado una desición.-

No necesitó respuestas, ni grandes gestos. Por primera vez en mucho tiempo, su determinación no tambaleó.

A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Giyomi miró a David y, con una sonrisa serena, le dijo:

-Creo que estoy lista.-

David la observó con atención, comprendiendo de inmediato lo que quería decir. No dijo nada al principio, pero su sonrisa se amplió, llena de orgullo y algo de alivio.

-Entonces vamos a hacerlo bien- respondió, sosteniéndole la mirada



//Ese pequeño intercambio, tan sencillo como poderoso, selló la decisión de ambos. Esa misma noche del 18 de enero del 2003 la pareja se uniría en cuerpo y alma.//





Meses después llego el embarazo, cuando Giyomi confirmó que estaba embarazada, la noticia no llegó con la ligereza de la alegría simple, sino con una mezcla de emociones complejas. Había lágrimas en sus ojos, pero también un brillo de esperanza que no había mostrado en años. David, por su parte, la abrazó con una firmeza que parecía querer transmitirle toda la fuerza que necesitara.

Por supuesto que la noticia del embarazo no tardó en llevar a David y Giyomi a un consultorio médico. Querían asegurarse de que todo estuviera en orden y, sobre todo, proteger la vida que estaban comenzando a construir. David, siempre meticuloso, había investigado los mejores médicos de la zona, y el Dr. Garaki parecía tener excelentes referencias además de portar con varias especialidades en la carrera médica.

El consultorio del doctor era modesto pero impecable. Las paredes estaban decoradas con diplomas y fotografías de agradecimiento de antiguos pacientes. Garaki, un hombre de baja estatura y rostro amable, los recibió con una sonrisa afable.

-Señora Giyomi, señor David, es un placer conocerlos. Por favor, siéntense- dijo mientras indicaba un par de sillas frente a su escritorio.

Giyomi notó algo extraño en su sonrisa, pero lo atribuyó a su propio nerviosismo. Mientras tanto, Garaki los observaba atentamente, aunque su mirada, por un instante, pareció detenerse más de lo necesario en Giyomi.

-Bien, vamos a empezar con los exámenes de rutina- continuó el doctor, ajustando sus gafas -. Queremos asegurarnos de que todo esté en orden. El embarazo es una etapa maravillosa, pero también delicada.-

Durante las siguientes semanas y meses, las visitas al consultorio se hicieron más frecuentes. Garaki siempre mantenía una actitud profesional, pero en los momentos en que Giyomi o David no lo miraban, su rostro adquiría un matiz sombrío.

Una tarde, mientras revisaba los resultados de unos análisis, Garaki hizo un comentario aparentemente casual:

-Es fascinante, señora Giyomi. Sus niveles de regeneración celular parecen ser extraordinarios. No es algo común, pero puede ser una ventaja en este proceso.-

Giyomi frunció el ceño, extrañada.

-¿Eso es malo?-

-Oh, no, para nada- respondió Garaki, con una sonrisa tranquilizadora -. Solo es... peculiar. Pero no hay de qué preocuparse.-

David, siempre protector, inclinó la cabeza.

-¿Peculiar cómo? ¿Deberíamos preocuparnos por algo?

-Nada de eso, señor David- respondió Garaki rápidamente, buscando restar importancia a sus propias palabras-. Más bien es una curiosidad médica. Todo indica que el embarazo marcha perfectamente.-

Durante el segundo trimestre de embarazo, la consulta médica marcó un giro inesperado.

Era una tarde tranquila, y el sol se filtraba débilmente por las cortinas del consultorio. Giyomi y David llegaron como de costumbre, listos para otra revisión. Durante el examen físico, Garaki ajustó sus guantes y revisó cuidadosamente la espalda de Giyomi.

-Voy a examinar su presión arterial. Relájese, por favor- indicó, mientras tomaba el estetoscopio.

Sin embargo, al apartar un poco la tela de su blusa, sus ojos se detuvieron en algo que le llamó la atención: un patrón irregular en la piel de Giyomi, casi oculto bajo la curva de su cuello y extendiéndose hacia su hombro.

La marca del lirio.

Garaki entrecerró los ojos y permaneció inmóvil por unos segundos, pero Giyomi, al notar su silencio, se inquietó.

-¿Sucede algo, doctor?- preguntó, girando un poco la cabeza para mirarlo.

El médico volvió a su profesionalismo habitual de inmediato, sonriendo levemente mientras fingía despreocupación.

-Oh, nada grave. Es solo... una marca peculiar, señora Giyomi. ¿La ha tenido siempre?-

Giyomi dudó. Tocó el área con la mano, sintiendo la familiaridad del relieve bajo sus dedos.

-No, no es algo con lo que nací. Apareció hace años... en una época muy difícil.-

David frunció el ceño, recordando cómo esa marca parecía un reflejo de los horrores del pasado de Giyomi. Garaki asintió con aparente interés académico, pero sus ojos brillaban con algo más: una curiosidad que no correspondía con el contexto casual de la conversación.

Pero Giyomi no pudo evitar sentirse vulnerable. La manera en que Garaki había observado la marca le provocó una sensación de exposición, como si el médico hubiera descubierto algo que no debía saber.

Así pues, paso el segundo trimestre donde todo transcurrio con normalidad, hasta llegar el último trimestre del embarazo.

Unas semanas antes del gran día, David y Giyomi se encontraban en la sala, disfrutando de una tranquila noche de finales de septiembre. La mecedora que David había colocado junto al ventanal se balanceaba suavemente, con la mujer sentada en ella, acariciando su vientre. La bebé estaba particularmente activa esa noche, con movimientos que arrancaban pequeñas risas de su madre.

-Parece que nuestra pequeña está practicando para alguna maratón- comentó David, observándola desde el sofá con una sonrisa.

-Definitivamente tiene tu energía- respondió Giyomi, devolviéndole la sonrisa.

David se incorporó un poco, tomando un cuaderno que había estado usando para anotar ideas para el nombre de su hija. Durante las últimas semanas, habían ido descartando y añadiendo nombres, pero aún no habían encontrado el que resonara con ambos.

-Bien, creo que es momento de decidirlo, ¿no crees?- dijo David mientras hojeaba el cuaderno.

Giyomi asintió, apoyando su espalda en la mecedora mientras miraba el techo con una expresión pensativa.

-¿Qué tenemos hasta ahora?-

David leyó en voz alta algunos de los nombres que habían considerado.

-Tsukako... pero no sé si es demasiado tradicional para nosotros.-

Giyomi ladeó la cabeza, considerando el nombre por un momento antes de negar suavemente.

-Es hermoso, pero siento que no es... su nombre.-

David continuó.

-Hanako... un nombre dulce y sencillo.-

-Demasiado común- replicó Giyomi con una pequeña risa-Aunque en parte me gusta. -

David rio entre dientes y pasó al siguiente.

-Kathleen. Pensé en este porque tiene un aire internacional, algo que podría representar nuestras raíces mezcladas. -

Giyomi frunció ligeramente el ceño mientras meditaba.

-Es bonito, pero siento que suena un poco distante. Quiero algo más... cercano. Algo que pueda decirle y sentir que está lleno de amor.-

David cerró el cuaderno y se inclinó hacia ella con una sonrisa juguetona.

-Bueno, entonces, ¿qué sugieres?-

Giyomi se quedó en silencio por un momento, mirando por la ventana hacia el cielo nocturno. Tenia un nombre ya en mente desde hace tiempo.

-Melissa. -

David parpadeó, sorprendido.

-¿Melissa? -

-Sí- respondió ella, girándose hacia él con una leve sonrisa-. Es un nombre suave, pero fuerte al mismo tiempo. En el fondo algo me dice que nuestra pequeñita será alguien muy afectiva y creo que le quedaría perfecto.-

David asimiló el nombre por unos instantes antes de sonreír ampliamente.

-Melissa... Me gusta. Es hermoso-

Giyomi asintió, sintiéndose segura de su elección.

-Entonces, Melissa será.-

David se inclinó para besarla en la frente y luego posó una mano sobre su vientre.

-Melissa, pequeña, ya tienes tu nombre. Y créeme, es tan especial como lo serás tú.-

La noche continuó con una paz reconfortante, y aunque aún faltaban unos días para el nacimiento, ambos sintieron que al menos habían resuelto una parte importante de la llegada de su hija.



1 de octubre del 2003

El día llegó con un amanecer tranquilo. Las primeras contracciones comenzaron justo antes del amanecer, suaves al principio, pero aumentando en intensidad a medida que pasaban las horas. David, que había preparado todo con antelación, mantuvo la calma mientras ayudaba a Giyomi a respirar y se aseguraba de que estuvieran listos para salir al hospital.

-Estás haciendo un trabajo increíble, Giyomi- le dijo mientras la ayudaba a sentarse en el auto.

El viaje al hospital estuvo marcado por el silencio, roto solo por las palabras de aliento de David y las respiraciones controladas de Giyomi. Al llegar, el equipo médico los recibió con rapidez, llevándola a una habitación preparada para el parto.

Las horas siguientes fueron un torbellino de emociones. Giyomi apretó la mano de David con fuerza, a medida que las contracciones se intensificaban también lo hacie el agarre en la mano de David, en un punto la mujer llego a romper la mano de su esposo haciendo que este de un quejido de dolor, aguantando un grito.

Finalmente, con un último esfuerzo, los primeros llantos de Melissa llenaron la habitación. El sonido fue como un bálsamo, borrando el cansancio y el dolor en un instante. Cuando la colocaron en los brazos de Giyomi, ella apenas pudo contener las lágrimas.

-Hola, Melissa- susurró, su voz temblando de emoción -Te estábamos esperando.-

David, de pie junto a ella, no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla mientras acariciaba suavemente la cabeza de su hija.

-Es adorable.-

El momento no le duró mucho a David, ya que el doctor garaki había entrado a la habitación,

-Veo que el parto fue intenso, su mano me lo dice todo- decía mientras soltaba un aleve risa, risa que causo un mal presentimiento en David.

Giyomi asintió, incapaz de apartar la mirada de su hija. En ese momento, sintió que todo lo que había pasado, cada miedo y cada sacrificio, valía la pena. Garaki se llevo a David fuera de la sala para tratar su mano.

-Se que la emoción de ver a su hija es enorme, pero no podrá cargarla con la mano rota, ¿no cree? -

David asintió, a este punto ya no sentía el dolor de su mano, cosa que Garaki no paso por alto, tal vez la fuerza aplicada de la mujer debió afectar algún nervio. Investigaría esto durante la noche.

El doctor llevo a David a una pequeña sala para tratar su mano, en ambiente entre ambos era algo tenso, ninguno habló. El doctor sabía que David tenia cierta desconfianza en el y lo mismo aplicaba para David, el hombre no era ningún tonto.

Desde que el doctor puso su vista en la marca del lirio David supo que algo no estaba bien, las atenciones Garaki ponía sobre la marca eran inusuales, pero no podía decir nada, no había pruebas o algo que pudiera respaldar su desconfianza.

Más tarde, esa noche, mientras Melissa dormía en su cuna junto a la cama de Giyomi en el hospital, las cosas parecían ir de maravilla, promesas de un futuro brillante y esperanzador, todas esas palabras y promesas que van a cumplirse ¿no?

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27 de octubre del 2003

En el oscuro rincón del hospital, el despacho del Dr. Garaki parecía más un laboratorio clandestino que una oficina médica. Frascos llenos de líquidos traslúcidos y extraños descansaban en los estantes, algunos con formas indistinguibles flotando en su interior. Un monitor parpadeaba intermitentemente, proyectando sombras inquietantes en las paredes grises.

El doctor estaba inclinado sobre su escritorio, sus dedos enguantados sosteniendo una fotografía ampliada de la marca de Giyomi. Bajo una lupa iluminada, los patrones complejos de la marca se deslizaban como si fueran laberintos vivos.

-Es... extraordinario - susurró, su voz reverberando en el silencio opresivo de la habitación. Con una mano temblorosa, tomó una pluma y comenzó a trazar las formas, anotando palabras en su libreta: "Patrones orgánicos activos... posibles propiedades regenerativas... origen desconocido."

En la pantalla del monitor, los escaneos rudimentarios de la marca se proyectaban con líneas rojas que delineaban el tejido. Era un enigma que desafiaba toda lógica médica.

-No es una cicatriz. Es un sistema. - murmuró, su tono cargado de asombro y algo más oscuro, casi como un deseo inconfesable.

Una vibración ligera lo sacó de sus pensamientos. El teléfono en su escritorio brillaba con un número que reconoció al instante. Sintió un frío que le recorrió la espalda mientras levantaba el auricular.

-Garaki - respondió con voz tensa.

Al otro lado, la voz de Muzan Kibutsuji llegó como un susurro afilado que parecía atravesarlo.

-¿Tienes algo para mí? -

Garaki tragó saliva.
-Sí, señor. La marca está activa. Su energía se intensifica con el embarazo. Podría ser la clave que usted busca. -

Un silencio pesado cayó entre ellos antes de que Muzan hablara de nuevo.
-Envía un informe completo. Pero antes de eso, quiero verte en persona. Kurogiri ya está en camino. -

La llamada terminó abruptamente, y Garaki apenas tuvo tiempo de responder cuando el aire de su despacho comenzó a ondularse. Una grieta oscura se abrió en el centro de la habitación, y el sonido grave de aire siendo desgarrado lo hizo retroceder instintivamente.

De la oscuridad emergió Kurogiri, envuelto en bruma negra, su porte elegante pero imponente.
-El Maestro te espera. -

Garaki tomó su libreta y las fotografías antes de cruzar el portal. Al otro lado, el ambiente cambió drásticamente.

La Fortaleza Infinita era un espacio distorsionado y opresivo, con escaleras que no llevaban a ninguna parte y paredes que parecían moverse como si respiraran.

Muzan lo esperaba, sentado en su trono bajo una tenue luz roja. Sus ojos destellaron cuando Garaki se acercó y colocó los documentos sobre la mesa.

-Háblame. -

El doctor hizo una reverencia antes de explicar sus hallazgos, su voz temblorosa al describir cómo la marca parecía evolucionar. Muzan escuchaba en silencio, su mirada fija como un depredador estudiando a su presa.

-Impresionante, Garaki. Pero no suficiente. Convéncelos de regresar al hospital después del nacimiento. Esa niña podría ser la clave. -

Garaki asintió frenéticamente, el sudor resbalando por su frente.
-Haré lo necesario, señor. No sospecharán nada. -

Muzan se inclinó hacia adelante, y su voz se convirtió en un susurro cargado de amenaza.
-Si fallas, Garaki, descubrirás lo que significa ser verdaderamente reemplazable. -

Cuando el doctor regresó a su despacho, su mente ya estaba trabajando en un plan. Había mucho en juego, pero también sabía que este misterio era su oportunidad de trascender la ciencia y la medicina ordinarias.

Cuando Garaki regresó a su despacho, su mente ya trabajaba en las palabras precisas que utilizaría. Un giro más en su red de intrigas había comenzado.

El doctor Garaki saco varios documentos y carpetas, hojeaba su carpeta de notas mientras su mirada se dirigía hacia la ventana del consultorio. Desde allí podía observar a Giyomi, quien sostenía a Melissa con ternura en sus brazos, y a David, quien les acariciaba la cabeza a ambas con una sonrisa protectora. La familia estaba a puertas del hospital, listos para ir a la primera consulta de su hija.

El médico había aprendido a observar a las personas con precisión quirúrgica; cada gesto, cada palabra, era una ventana a sus miedos y deseos más profundos.

-Una niña como ella... tan especial - murmuró, casi para sí mismo, mientras recordaba la marca en el cuello de Giyomi. Un símbolo que Kibutsuji le había instruido investigar a toda costa -Si ella heredó algo de esa maldición, debo asegurarme de descubrirlo antes que alguien más lo note. -

El hombre ajustó sus gafas y escribió unas palabras en su libreta. Luego, ensayó mentalmente sus argumentos:

Preocupación por la salud a largo plazo: "La niña nació un poco más pequeña de lo esperado. Quizás sería prudente monitorear su desarrollo mensual. Mejor prevenir que lamentar." Confianza médica: "Ustedes ya conocen mi experiencia con este tipo de casos. Puedo garantizarles que estoy preparado para cualquier situación." Aliviar preocupaciones de los padres: "Será una revisión rápida. Nada invasivo, pero necesaria para asegurarnos de que Melissa crezca fuerte y saludable." Interés científico disfrazado: "Es posible que ciertas características genéticas relacionadas con la marca de la madre puedan influir en el crecimiento de la niña. Nada preocupante, pero fascinante desde un punto de vista médico."

El doctor sabía que no podía apresurar las cosas; Giyomi y David eran padres atentos y amorosos, pero también desconfiados cuando se trataba de la seguridad de su hija. Haría falta sutileza, y él era un maestro en ese arte.

El doctor preparo su consulta, colocó su equipo en orden, se puso su bata y se sentó pacientemente a esperar a la llegada de sus pacientes.

Cuando Giyomi y David entraron al consultorio del Dr. Garaki vieron estaba decorado con un aire de antigüedad, con muebles de madera oscura y libros de medicina perfectamente alineados en una estantería. Había un leve aroma a desinfectante, pero también un extraño toque a lavanda que resultaba tranquilizador. El médico una sonrisa que intentaba ser cálida, se sentaba detrás de su escritorio, revisando unos papeles mientras David y Giyomi esperaban con Melissa en brazos.

Melissa, curiosa, intentaba alcanzar el estetoscopio que colgaba del cuello del doctor.

-Vaya, parece que alguien tiene espíritu de exploradora - comentó Garaki con una risa suave -. ¿Cómo ha estado la pequeña? -

-Muy bien, gracias. Aunque a veces tiene un poco de dificultad para dormi - respondió Giyomi mientras acariciaba el cabello de Melissa.

Garaki asintió, tomando notas en un pequeño cuaderno.

-Es bastante común en los recién nacidos, especialmente cuando empiezan a desarrollar patrones más regulares de sueño. Pero déjenme hacerle una revisión general para asegurarme de que todo esté en orden. -

El médico tomó a Melissa con cuidado, colocándola sobre una camilla pequeña con una manta suave. Comenzó a revisarla con movimientos meticulosos pero gentiles, murmurando pequeños comentarios como "excelente tono muscular" y "muy saludable". Melissa observaba al doctor con ojos grandes y brillantes, emitiendo pequeños balbuceos mientras él hacía su trabajo.

-Tiene un desarrollo perfecto hasta ahora. Es evidente que están haciendo un excelente trabajo como padres - dijo Garaki, devolviéndole la bebé a Giyomi.

David sonrió con orgullo.

-Hacemos lo mejor que podemos. -

Sin embargo, mientras el médico hablaba, sus ojos parecían fijarse por un momento en el cuello de Giyomi, justo donde la marca.

-Es una bebé que va a desarrollarse de poco a poco, sin duda. Por eso creo que sería ideal que la trajeran a consultas mensuales. -

David frunció ligeramente el ceño, curioso por la sugerencia.

-¿Mensuales? ¿Es necesario? Pensamos que serían revisiones más espaciadas. -

Garaki inclinó ligeramente la cabeza, adoptando un tono persuasivo pero profesional.

-Por supuesto, las revisiones estándar suelen ser cada tres meses. Pero he notado que, en algunos casos, los niños con ciertas características únicas, como Melissa, pueden beneficiarse de un seguimiento más cercano. Esto asegura que cualquier pequeño cambio en su desarrollo pueda ser identificado a tiempo y tratado si es necesario. -

Giyomi parecía un poco desconcertada.

-¿Características únicas? ¿Algo que deberíamos preocuparnos? -

Garaki levantó una mano para calmarla.

-Nada en absoluto de qué preocuparse. Es más bien un enfoque preventivo. Los niños que muestran niveles altos de curiosidad y actividad, como Melissa, a veces desarrollan patrones de crecimiento ligeramente diferentes. No es algo malo, pero un seguimiento más cercano puede ayudarnos a entender mejor su desarrollo. -

David intercambió una mirada con Giyomi, quien parecía ligeramente más tranquila.

-Entiendo su preocupación- añadió el médico, con un tono más cálido -Mi única intención es garantizar que Melissa crezca sana y fuerte. Además, cualquier duda que tengan como padres siempre puede resolverse en estas consultas -

David asintió lentamente.

-Está bien. Si eso asegura que nuestra hija esté en las mejores condiciones, entonces haremos las consultas mensuales-

Garaki sonrió, satisfecho.

-Es la decisión correcta. Estoy seguro de que Melissa seguirá creciendo fuerte y saludable-

Mientras los padres se preparaban para marcharse, el médico se despidió amablemente, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Había algo en la familia, especialmente en Giyomi y esa marca en su cuello, que despertaba su interés más allá de lo profesional.

Al cerrar la puerta detrás de ellos, Garaki se dirigió a su escritorio y anotó algo en su cuaderno, su rostro sereno pero con un destello de intriga.

La familia no tardo en regresar a su casa después de su consulta con Melissa, las cosas parecía ir bien, su hoja gozaba de buena salud al momento y Giyomi tuvo una recuperación rápida después de del parto, después de unas horas, finalmente habían llegado a su hogar.

















13 de noviembre del 2003

Durante la noche, el hogar de la familia estaba envuelto en una cálida penumbra. La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando destellos plateados en los muebles del salón. Era una noche tranquila, y la rutina diaria había culminado en una velada de cuidados amorosos hacia Melissa.

David estaba sentado en el sofá, sosteniendo a Melissa en brazos mientras intentaba calmarla con suaves movimientos de vaivén. La niña emitía pequeños balbuceos, con los ojos medio cerrados, luchando contra el sueño. Giyomi entró al salón con un biberón recién preparado, el vapor ascendiendo como una fina neblina.

-¿Está más tranquila? - preguntó en voz baja mientras se sentaba junto a David.

-Un poco. Creo que solo quería un poco de atención - respondió David con una sonrisa cansada, pero tierna.

Giyomi se inclinó hacia Melissa, acariciando suavemente su mejilla.

-Es increíble cómo puede pasar de estar tan inquieta a lucir tan pacífica en cuestión de segundos. -

David asintió, ofreciéndole el biberón a Giyomi para que alimentara a Melissa. Mientras la pequeña bebía con calma, Giyomi comenzó a tararear una suave melodía, una que solía cantarle su madre cuando era niña. La escena irradiaba tranquilidad, una pausa en el caos que normalmente acompañaba a la paternidad.

Después de alimentar a Melissa, la pareja trabajó en equipo para preparar todo para la noche. David envolvió a la niña en una mantita suave mientras Giyomi ordenaba el pequeño moisés junto a su cama.

-¿Sabes? Me gusta cómo estamos logrando encontrar un ritmo juntos- dijo Giyomi mientras colocaba un peluche al lado del moisés.

David rió suavemente.

-Somos un buen equipo. Aunque admito que me sigues ganando cuando se trata de calmarla. -

-Bueno, tú eres el experto en hacerla reír. -

Ambos rieron en voz baja, intentando no despertar a Melissa mientras la colocaban con cuidado en el moisés.

Pero su tranquilidad se rompió a mitad de la noche.

Un grito agudo y doloroso despertó a Giyomi y David de golpe. Era Melissa. Ambos se levantaron de inmediato, su instinto parental activado por completo.

-¿Qué pasa? - preguntó David mientras encendía la luz de la habitación.

Giyomi ya había levantado a Melissa en brazos, tratando de calmarla. Pero algo estaba terriblemente mal. La bebé lloraba con una intensidad que nunca habían escuchado, su rostro enrojecido y su cuerpecito arqueado por el dolor.

-¡David, mira esto!- exclamó Giyomi con horror.

En el pequeño cuello de Melissa, justo donde normalmente se mostraba la piel suave y perfecta de un bebé, comenzó a aparecer un extraño patrón. Era una marca, similar a la de Giyomi, pero más tenue y pequeña. Aun así, parecía brillar débilmente, como si algo dentro de ella estuviera reaccionando.

-¡Esto no puede ser posible!- dijo David, su voz llena de incredulidad y preocupación.

-Está llorando de dolor. Tenemos que hacer algo. -

Sin pensarlo dos veces, David se puso una chaqueta y envolvió a Melissa en una manta mientras Giyomi lo seguía.

-Llevémosla al Dr. Garaki. Él sabrá qué hacer -

Los padres se subieron a su auto, en el camino Giyomi intentaba calmar a su hija, pero era imposible, Melissa seguía llorando y la zona de la piel donde estaba apareciendo la marca se notaba de un color rojizo, la piel se estaba irritando. Pasados los minutos los padres finalmente llegaron al hospital y no dudaron en ir lo más rápido al consultorio del doctor, quien después de ser informado de la situación acepto la visita inesperada sin dudarlo.

A pesar de la hora, el Dr. Garaki los recibió con su habitual calma. Al escuchar los llantos de Melissa y observar la marca en su cuello, adoptó una expresión que mezclaba profesionalismo con un leve interés mal disimulado.

-Es bueno que la hayan traído de inmediato- dijo, mientras les hacía señas para que entraran al consultorio.

Colocó a Melissa sobre la misma camilla pequeña de la consulta anterior, sus manos expertas revisando cada detalle mientras murmuraba preguntas sobre el momento en que comenzó el llanto y cualquier otra señal inusual.

-Es la marca... - murmuró Giyomi, apenas en un susurro.

Garaki levantó la vista, como si analizara la conexión entre lo que observaba en Melissa y lo que sabía sobre Giyomi.

-Es peculiar. Esta marca parece activa, pero no completamente desarrollada. Es posible que esté reaccionando a algo interno o externo. -

David frunció el ceño, inseguro de cómo procesar la situación.

-¿Qué significa eso? ¿Está en peligro? -

Garaki negó con la cabeza, adoptando un tono tranquilizador.

-No necesariamente. Pero para entender completamente lo que está ocurriendo, sería prudente hacerle algunos estudios. Lo ideal sería que se quedaran aquí un par de noches para poder monitorearla de cerca y realizar los exámenes necesarios. -

Giyomi apretó a Melissa contra su pecho, mirando a David en busca de apoyo.

-¿Es realmente necesario? - preguntó, con evidente angustia.

-Entiendo que esto puede ser difícil, pero es lo mejor para ella. Estas reacciones son inusuales, y cuanto antes sepamos más, mejor podremos actuar para garantizar su bienestar. -

David suspiró, colocando una mano en el hombro de Giyomi.

-Lo haremos. Si esto asegura que nuestra hija esté bien, haremos lo que sea necesario. -

Garaki asintió con satisfacción.

-Entonces, prepararé todo para que se queden. Les prometo que haré todo lo posible para cuidar de Melissa y descubrir qué está ocurriendo. -

Mientras el médico los guiaba a una habitación contigua preparada para recibirlos, sus pensamientos permanecían enfocados en la marca.

Garaki caminó delante de David y Giyomi, guiándolos por un pasillo iluminado tenuemente hacia una habitación. Sus pasos resonaban con un ritmo medido, casi como si estuviera planeando cada movimiento con precisión. La pareja lo seguía en silencio, con Melissa dormida en brazos de Giyomi, sus suaves quejidos aún presentes pero menos intensos.

-Aquí podrán descansar - dijo Garaki, abriendo la puerta de una habitación pequeña pero acogedora. Había una cama matrimonial y un sillón, además de una cuna ya preparada en un rincón.

-Gracias, doctor- respondió David, mirando alrededor con una mezcla de cansancio y desconfianza.

Garaki asintió, sus ojos fijos en Melissa por un momento antes de continuar.

-Si me permiten, necesito llevar a la pequeña Melissa a una sala de monitoreo para realizarle algunos exámenes preliminares. Será rápido, lo prometo. -

Giyomi apretó a Melissa contra su pecho, su instinto maternal al borde del rechazo.

-¿Es realmente necesario? - preguntó con voz temblorosa.

-Sí, señora. Solo será un momento. Necesito verificar si hay alguna reacción física o interna que explique lo que ocurrió y vista la situación actual, tendré que hacerle exámenes para ver lo que esta sucediendo -

David colocó una mano en el hombro de Giyomi, tratando de transmitirle seguridad.

-Confiaremos en el doctor. Será por su bien. -

Con evidente renuencia, Giyomi entregó a Melissa a Garaki, quien la sostuvo con cuidado.

-Pueden descansar. Volveré en cuanto termine. -

Garaki salió de la habitación con Melissa en brazos, cerrando la puerta suavemente tras él. Pero en cuanto giró en el pasillo, su rostro adquirió una expresión completamente diferente: satisfacción mezclada con un oscuro interés.

Por su parde David tuvo un mal presentimiento, -Ya regreso, iré a buscar un baño- menciono mientras salía del cuarto, Giyomi lo vio ero no dijo nada , su preocupación por Melissa era mayor en ese momento.

David al salir noto que todo el lugar estaba en silencio, era normal, pues eran las 4:45 de la mañana, la familia había llegado al hospital de improviso. David siguió caminando hasta que a lo lejos escucho los quejidos de su pequeña, guiándose por ese sonido comenzó a caminar hacia dicha dirección con cautela, el hombre bajaba gradas y recorría pasillos.

En un momento dado cruzo con otro pasillo, pero a partir de ahí los quejidos de Melissa se hicieron tenues, David entonces acelero el paso para no perder el rastro, los leves ruidos lo llevaron frente a una puerta, esta decía "Dr.Garaki" la oficina personal del doctor. Por un momento dudo en si entrar o no, pero algo dentro de el le gritaba que entrara, pero se arrepentiría de saber lo que estaba a punto de ocurrir adentro de esa habitación.

Después de recorrer el hospital, Garaki entró en su laboratorio personal, una sala fría y estéril con paredes de acero y una luz blanca brillante que iluminaba cada rincón. Colocó a Melissa en una pequeña cama equipada con correas y sensores, asegurándose de que estuviera cómoda, aunque su rostro reflejaba más curiosidad científica que preocupación.

-Ahora, pequeña... Veamos qué secretos escondes. -

Activó una serie de monitores que comenzaron a registrar sus signos vitales, mientras los patrones de la marca en su cuello se proyectaban en una pantalla cercana.

Satisfecho con las primeras lecturas, Garaki salió apresuradamente del laboratorio, cerrando la puerta con llave detrás de él y dejando a Melissa en la cama que ahí se encontraba. Se dirigió a otra sala contigua, donde un antiguo teléfono con un diseño peculiar y runas grabadas descansaba en un escritorio. Levantó el auricular, marcando una combinación específica de números.

Un portal se volvió a abrir, Kurogiri entonces sin hablar llevo al doctor ante Muzan, quien esperaba pacientemente, al ver al doctor este dudó, pues aun no era la fecha estimada para entregar su reporte, amenos que Garaki trajera noticias relevantes

-¿Qué ocurre, Garaki? - era Kibutsuji.

-Señor Kibutsuji, he confirmado lo que sospechábamos. La hija de la mujer con la marca... ha desarrollado algo similar. No es idéntica, pero comparte ciertas propiedades con la marca de los cazadores de demonios. -

Hubo un momento de silecio, hasta que Muzan soltó una leve risa.

-Interesante. Parece que el destino tiene un extraño sentido del humor. ¿La mujer está ahí también? -

-Sí, está con su esposo, pero no parecen saber lo que significa realmente esta marca. La niña reaccionó con un dolor significativo. Sospecho que hay una conexión directa con la marca del lirio. -

-¿La marca del lirio? - Kibutsuji repitió, como si probara las palabras en su lengua. Luego, su voz adquirió un tono más serio-. Es una versión primitiva de la marca de los cazadores de demonios, pero igual de poderosa. Aumenta las capacidades físicas de su portador de manera drástica, pero también trae consecuencias inevitables: desgaste físico y, eventualmente, la muerte si no se controla, eso en el caso de la marca del lirio. -

-Eso explicaría lo que ocurrió con el esposo de la mujer - continuó Garaki -. Según mis observaciones, en un episodio anterior, Giyomi rompió la mano y parte del antebrazo de su esposo... accidentalmente. -

Muzan soltó una carcajada corta.

-Accidente o no, esa fuerza no es natural. Su marca fue la causa de esa fuerza, y parece que la niña también ha heredado algo de ese poder. -

Hubo un breve ruido antes de que Muzan hablara de nuevo, esta vez con alguien más.

-Kurogiri, prepárate. Llévame a donde están ellos. -

Garaki frunció el ceño, nervioso.

-¿Se presentará aquí, maestro? -

-Por supuesto. No desperdiciaré esta oportunidad de observar personalmente esta anomalía. Además, me interesa ver cómo reacciona la mujer ante mi presencia. -

-Entendido, maestro. Prepararé el laboratorio para su llegada. -

Muzan colgó sin despedirse, dejando a Garaki con una sensación mezcla de emoción y ansiedad.

David por su parte no podía creer lo que escucho.

El hombre avanzó con sigilo por los pasillos del consultorio, había entrado a la oficina de Garaki sin que este se diera cuenta. Lo que vio le heló la sangre. Melissa estaba acostada en una pequeña cama en el centro de la habitación,pero en las paredes habían fotos de varias personas, aparentemente muertas, pero dotas con la característica de tener la misma marca que tiene Giyomi.

David regreso a ver a Melissa, el rostro de su pequeña estaba sereno, pero David podía ver el tenue resplandor de la marca en su cuello.

-Melissa... - susurró, luchando contra el impulso de entrar de inmediato.

Permaneció escondido mientras Garaki hablaba con alguien a través de un extraño dispositivo. Aunque la voz de la otra persona no era visible, su tono autoritario y frío llenaba la sala.

-La marca del lirio podría ser la clave para la perfección que he buscado durante siglos - decía la voz, que David no sabía que pertenecía a un conocido para Giyomi -. Esta niña, con su conexión, es una pieza valiosa. No podemos perderla. -

David apretó los puños, su mente se llenaba de ira y confusión. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué Melissa era importante para ellos?

Cuando Garaki terminó la llamada, salió del laboratorio en dirección a otra sala. David aprovechó el momento para entrar rápidamente y tomar a Melissa en brazos. La cubrió con una manta que encontró cerca, asegurándose de que estuviera abrigada y protegida.

-No dejaré que te hagan daño, pequeña- murmuró, con determinación en sus ojos.

Mientras se dirigía a la puerta para salir, algo lo detuvo. Una luz dorada al fondo de la sala captó su atención. Era tenue al principio, pero creció en intensidad, pulsando de manera hipnótica. David se detuvo, su instinto le decía que se alejara, pero su curiosidad era más fuerte.

Avanzó hacia la luz, escuchando las voces que parecían resonar desde su interior. Eran las mismas voces que había oído antes: Garaki y el hombre misterioso.

David se asomo un poco para ver que era eso, grande fue su sorpresa al ver lo que estaba frente a el.

-¿Qué... es esto? - preguntó en un susurro, al ver que la luz parecía estar rodeada por una bruma oscura que se retorcía como si tuviera vida propia.

Con cautela, extendió una mano hacia la luz. Al tocarla, su brazo pareció atravesar un velo invisible. Del otro lado, pudo ver un lugar que desafiaba toda lógica. Era un pasillo interminable, rodeado de paredes que parecían moverse y cambiar de forma. Era oscuro y opresivo, pero había algo más: una energía que lo hacía sentir pequeño, insignificante.

-¿Es... otra dimensión?- murmuró, incrédulo.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba viendo, una voz resonó desde la bruma.

-Señor Muzan, alguien está intentando entrar a la fortaleza - era Kurogiri, quien informaba directamente a Muzan y Garaki.

David retiró su brazo de inmediato, su mente tambaleándose ante la idea de que lo habían descubierto.

-No... no puedo quedarme aquí.

Con Melissa aún en sus brazos, salió corriendo del laboratorio, sus pasos resonando en los pasillos mientras buscaba el camino de regreso. No podía dejar que lo atraparan. Su prioridad era llegar a Giyomi, sacarla de ese lugar y huir antes de que fuera demasiado tarde.

David irrumpió en la habitación como una ráfaga, cerrando la puerta tras él y colocando una silla contra el pomo para bloquearla. Su respiración era agitada, y la desesperación en sus ojos era evidente. Giyomi se levantó de la cama rápidamente, alarmada al verlo con Melissa en brazos.

-¡David! ¿Qué está pasando?- preguntó con voz temblorosa.

David, con Melissa aún dormida en su pecho, se acercó a Giyomi. Sus palabras salieron atropelladas, llenas de angustia.

-Giyomi, tenemos que salir de aquí. Ahora mismo. Este lugar no es seguro. Escuché a Garaki... y a otro hombre. Hablaron sobre ti y Melissa, sobre la marca. ¡Son ustedes a quienes buscan! -

Giyomi dio un paso atrás, su rostro palideciendo al escuchar aquello.

-¿Qué...? ¿Qué dices? -

David respiró profundamente, tratando de calmarse para explicar mejor.

-Ese hombre... su nombre, por lo que escuché es Muzan. Dijo que la marca que tienes es la clave para algo que ha estado buscando por siglos. Están obsesionados contigo y ahora también con Melissa. Vi algo... un portal extraño, como una entrada a otro mundo. No podemos quedarnos aquí, Giyomi. ¡Tenemos que salir ahora! -

Las palabras de David resonaron en su mente como un eco distante. Giyomi sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su mente inmediatamente relacionó el nombre de Muzan con el demonio que había destruido su vida años atrás.

-Muzan... - susurró, casi sin aliento, sus ojos reflejando un miedo profundo.

David se acercó a ella, colocando una mano en su hombro, intentando transmitirle seguridad.

-Te prometo que saldremos de aquí juntos. Encontraremos la manera. -

Sin embargo, Giyomi no podía dejar de mirar a su esposo y a su hija. Observó la forma en que David sostenía a Melissa, protegiéndola como si fuera su mayor tesoro. Pero también vio el terror en sus ojos, la ansiedad que lo consumía. Fue en ese momento cuando Giyomi supo que no todos podían salir de ahí con vida.

-David... - dijo, con una voz que paso de miedo a serenidad, Giyomi sabía lo que tenia que hacer para garantizar un futuro para su esposo e hija.

-¿Qué? ¿Qué pasa?- preguntó él, notando el cambio en su tono.

Giyomi lo miró fijamente, su expresión ahora decidida, aunque sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.

-Tienes que irte. Tú y Melissa. -

David parpadeó, confundido.

-¿Qué? No, no... no voy a dejarte aquí, Giyomi. -

Ella negó con la cabeza, su voz temblando ligeramente, pero llena de convicción.

-Escúchame. Si soy yo a quien buscan, entonces me quedaré aquí. Les daré lo que quieren. De esa manera, tú y Melissa tendrán la oportunidad de escapar.

David dio un paso atrás, horrorizado.

-¡No! No puedo hacer eso. No voy a abandonarte. ¡Somos una familia, Giyomi! No puedo... no puedo perderte. -

Las lágrimas finalmente escaparon de los ojos de David, rodando por sus mejillas mientras su voz se quebraba.

-David...- dijo Giyomi suavemente, colocando una mano en su rostro para secar sus lágrimas-. Tienes que ser fuerte, por Melissa. Ella te necesita más de lo que me necesita a mí. Si te quedas aquí, los tres moriremos.

David cerró los ojos, apretando los dientes mientras intentaba procesar lo que ella le estaba diciendo.

-No puedo... no puedo dejarte... - repitió, casi inaudiblemente.

Giyomi se acercó más, tomando su rostro entre sus manos y obligándolo a mirarla.

-Escucha, mi amor. Has sido mi roca, mi refugio, mi todo. Pero ahora te necesito más que nunca. No para salvarme a mí, sino para salvarla a ella. -

David negó con la cabeza, sus lágrimas cayendo sin control.

-No sé cómo hacerlo sin ti... -

Giyomi le sonrió, una sonrisa triste pero llena de amor.

-Eres más fuerte de lo que crees. Y Melissa necesita un padre fuerte, uno que la ame y la proteja como solo tú sabes hacerlo. -

Se inclinó hacia él y le dio un beso en los labios, profundo y cargado de todo lo que no podía poner en palabras. Al separarse, susurró:

-Vive por mí, David. Vive por ella. -

David, con el corazón roto, asintió lentamente. Sus ojos brillando con una mezcla de amor y tristeza -. Ahora vete, antes de que sea demasiado tarde. -

Con el corazón desgarrado, David tomó a Melissa en brazos y salió de la habitación. No miró atrás, sabiendo que si lo hacía, no tendría la fuerza para seguir adelante.

Giyomi se quedó sola, respirando profundamente mientras se preparaba para enfrentar lo que estaba por venir.

-Por favor, estén a salvo... - murmuró, sus ojos fijos en la puerta por la que habían salido las dos personas más importantes de su vida.

La habitación estaba envuelta en un silencio sepulcral. Giyomi se quedó inmóvil, mirando hacia la puerta por donde David había escapado con Melissa. Su corazón aún latía con fuerza, pero había un atisbo de alivio al saber que ellos estaban lejos de allí, aunque no sabía cuánto tiempo les quedaba antes de que el peligro los alcanzara.

De repente, un viento frío recorrió el cuarto, y una densa bruma oscura comenzó a materializarse en el centro de la habitación. Los sentidos de Giyomi se agudizaron, y su cuerpo reaccionó instintivamente, preparándose para lo peor. La bruma se arremolinó, formando un portal oscuro del que emergió una figura imponente.

Muzan Kibutsuji apareció con una calma inquietante, como si cada movimiento suyo estuviera calculado para imponer miedo. Llevaba un elegante traje negro, y su rostro, aunque refinado, irradiaba una sensación de peligro absoluto. Sus ojos carmesíes brillaban en la penumbra, y en sus labios se dibujaba una sonrisa que helaba la sangre.

-Bueno, bueno... - dijo Muzan, su voz suave, casi juguetona -. Qué agradable sorpresa encontrarme contigo, después de tantos años. -

Giyomi no respondió de inmediato. Su cuerpo estaba rígido, sus manos temblaban ligeramente, pero sus ojos estaban fijos en él. Lo reconocía. Cada fibra de su ser le gritaba que este era el demonio que había destruido su vida, el monstruo que había arrebatado a su familia en aquella fatídica noche.

-Muzan... - murmuró, su voz apenas un susurro, pero cargada de una mezcla de miedo y odio.

El demonio ladeó la cabeza, su sonrisa ensanchándose al escuchar su nombre.

-Ah, así que recuerdas mi nombre. Qué conmovedor. Han pasado tantos años, ¿no es así? - dijo con un tono burlesco, dando un paso hacia ella -. Has cambiado mucho. Ya no eres aquella niña llorosa que huyó de mí entre las llamas. -



Giyomi apretó los puños, su respiración se volvió más controlada. Dio un paso hacia adelante, luego otro, hasta que quedó frente a él, tan cerca que podía percibir el aura opresiva que emanaba del demonio.

Muzan la observó con curiosidad, levantando una ceja.

-Oh, ¿así que tienes el valor de acercarte? Que irrespetuosa... -

Los ojos de Giyomi estaban llenos de determinación mientras lo enfrentaba.

-No, ya no soy la misma - dijo, su voz firme, aunque sus palabras vibraban con la carga emocional de los recuerdos -. Aquella niña murió esa noche. Lo único que quedó fue alguien lleno de odio... odio hacia ti. -

Muzan dejó escapar una suave risa, como si las palabras de Giyomi le resultaran entretenidas.

-¿Odio hacia mí? Qué interesante. Y dime, ¿qué planeas hacer con ese odio? ¿Crees que puedes dañarme?- preguntó, acercándose ligeramente, inclinando la cabeza para observarla con curiosidad.

Giyomi sostuvo su mirada, sus labios temblaron por un instante antes de fruncirse en una expresión de ira contenida.

-No lo sé- admitió, su honestidad desconcertando brevemente a Muzan-. Tal vez no pueda hacer nada. Tal vez este sea el final. Pero lo que sí sé... - dijo, su voz ganando fuerza - es que no me arrodillaré ante ti y mucho menos ante un bastardo com otú. -

Muzan observó en silencio, su sonrisa desapareciendo brevemente mientras estudiaba a Giyomi.

-Valiente, pero insensat - respondió finalmente, con un tono casi decepcionado -. Tu odio no significa nada para mí, Giyomi. No eres más que una mortal que podría aplastar con un solo movimiento. -

Sin embargo, sus palabras no parecían intimidarla. Giyomi respiró profundamente, sintiendo una extraña calma que la llenaba al estar frente al demonio que tanto había temido durante años.

Muzan sonrió de nuevo, esta vez con un toque de diversión.

-Parece que tienes algo de valor, después de todo. Lástima que tu coraje sea inútil frente a mí. -

El aire en la habitación se volvió más pesado, y la presencia de Muzan parecía extenderse, como si su misma existencia tratara de aplastarla. Pero Giyomi permaneció firme, enfrentándolo con una mirada de acero.

















































David corría por los pasillos del hospital con Melissa en brazos, sus pasos resonaban con fuerza mientras su respiración era un eco frenético de su corazón desgarrado. La niña, envuelta en una manta, descansaba con los ojos cerrados, ajena al caos que rodeaba a su padre.

Cada esquina que doblaba parecía interminable, pero entonces lo vio: la señal que indicaba el estacionamiento. Un destello de esperanza lo invadió, aunque su pecho todavía ardía con el dolor de dejar a Giyomi atrás.

-Aguanta, Melissa... vamos a salir de aquí - murmuró, más para convencerse a sí mismo que a la pequeña.

Al empujar la puerta que daba al estacionamiento, la fría brisa de la noche lo golpeó. El lugar estaba vacío, salvo por su auto estacionado a unos metros. David corrió hacia él, abrió la puerta del conductor con dificultad y colocó a Melissa con cuidado en el asiento trasero, asegurándose de que la manta la cubriera por completo.

Se subió al auto, sus manos temblaban mientras insertaba la llave en el encendido. Justo cuando el motor rugió al arrancar, escuchó una voz detrás de él.

-¿Realmente crees que puedes escapar de aquí tan fácilmente? -

David sintió que la sangre se le helaba. Giró lentamente la cabeza hacia las puertas del hospital. Allí, bajo la tenue luz amarillenta, estaban el doctor Garaki y... algo más.

A su lado se encontraba una figura envuelta en un manto oscuro, con una presencia que parecía devorar la misma luz a su alrededor. Sus ojos, iluminados por un extraño brillo púrpura, lo observaron con indiferencia. Era Kurogiri.

-¿Qué... qué demonios...? - susurró David, el miedo apoderándose de cada fibra de su ser.

Garaki lo miró con una sonrisa fría y calculadora.

-Llévala lejos si quieres, pero no escaparás. No puedes protegerlas a ambas, señor padre. - dijo con un tono burlón.

David no esperó a escuchar más. Con un movimiento torpe pero decidido, pisó el acelerador y el auto avanzó con un chirrido de llantas.

Desde la entrada, Kurogiri giró hacia Garaki.

-¿Qué desea que haga, doctor? -

Garaki ajustó sus gafas, observando el vehículo desaparecer en la distancia.

-Manda al mejor rastreador que tenemos. No queremos errores esta vez, además, son contadas las veces que el falla. -

Kurogiri asintió y abrió un portal oscuro frente a ellos.

David conducía por las calles de la ciudad, sus manos firmes en el volante, aunque el temblor de sus dedos delataba el miedo que lo consumía. Miró rápidamente por el retrovisor, asegurándose de que Melissa seguía a salvo.

-Todo estará bien... todo estará bien... - repetía una y otra vez, como un mantra desesperado.

Pero no podía ignorar lo que había visto. Esa figura, ese ser que parecía una sombra con ojos, no podía ser humano.

-¿Qué está pasando...? ¿Qué demonios es todo esto? -dijo en voz baja, sus pensamientos llenos de confusión y terror.

De pronto, a lo lejos, algo captó su atención. Una bruma oscura comenzaba a materializarse en medio de la carretera, girando y arremolinándose como una tormenta en miniatura.

David presionó el freno, deteniendo el auto bruscamente. Su respiración se volvió errática mientras observaba cómo, desde esa neblina, emergía una figura.

Era un hombre alto, vestido con ropas tradicionales. Su presencia era imponente, casi irreal, como si no perteneciera a otra época y para empeorar las cosas, llevaba una katana envainada a un lado.

David tragó saliva, sintiendo el terror apoderarse de él una vez más.

-¿Qué... qué es eso...?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de David. Supo en ese momento que no estaba enfrentándose a un hombre común, no............. Mejor dicho, el hombre no enfrentaba a un humano.

Fin del capítulo.

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