¿asesiné a mi hijo?.
A medida que me sentaba en la mesa, la calidez del ambiente contrastaba con la incomodidad que comenzaba a invadirme. Todos parecían disfrutar del desayuno, riendo y compartiendo historias, mientras yo intentaba encontrar mi lugar entre las dos familias.
La revelación de que Eros era el hermano gemelo de Atreus aún resonaba en mi mente, y la sensación de haber sido engañada por unos minutos me dejaba un nudo en el estómago. No sabía si reírme o enojarme, y esa ambivalencia hacía que mi sonrisa se sintiera forzada.
Mientras servía un poco de café, no podía evitar escuchar las conversaciones alrededor de mí. Mis suegros comentaban sobre los planes del fin de semana, mientras que mi propia familia hablaba sobre lo que habían hecho la noche anterior. Me esforzaba por participar, pero las palabras se sentían como si estuvieran atrapadas en mi garganta. Cada bocado de comida que tomaba me parecía más pesado, y el sabor se desvanecía en mi boca.
Era como si hubiera una barrera invisible entre nosotros. La risa y la alegría de los demás me contrastaban de tal manera que me sentía como una intrusa en una celebración ajena. Miré a Atreus o mejor dicho Eros, esperando que me lanzara una mirada reconfortante, pero él estaba completamente sumergido en la conversación con su hermano y su familia, ajeno a mi creciente incomodidad.
— "Bueno, los pancakes están deliciosos.— intento comentar, pero mi voz suena más apagada de lo que había querido. La conversación se reanudó rápidamente, pero yo seguía sintiéndome fuera de lugar. .
Con cada minuto que pasaba, me preguntaba si podría relajarme y disfrutar de la compañía, o si esa incomodidad seguiría acechándome a lo largo de la mañana.
— No comas eso, tiene mango..— Emre, me quita de las manos la tarta. No me había percatado que había en la mesa.
— Lo siento, no lo sabía.— se disculpa, Hera. Mi cuñada.
— No te preocupes..— le sonrió.—.., estás cosas suelen suceder.
— Tienes razón.
— ¿Cuántos años tienes?.
— Veintiuno, ¿Y tú?.
— Igual..— me alegro.
— Dios Santo, ¡Que emoción!..— chilla.—.., no sabe cuánto me alegra tener una cuñada de mi edad.—Atreus, de repente, se levantó de su asiento, interrumpiendo la armonía del momento.
Tenía una expresión seria en su rostro, todos se dieron cuenta de que algo importante estaba por suceder. El bullicio se detuvo, y una tensión palpable se apoderó del aire.
— Escuchen todo, — comenzó, su voz resonando con una firmeza que me heló la sangre.— "Quiero ser claro sobre esto: todo lo que hemos estado viviendo es una farsa".— Sus palabras cayeron como un rayo en un día soleado, y mi corazón se detuvo por un segundo.
— "Yo no quiero casarme con ella"— continuó, señalándome con un gesto que me hizo sentir como si me despojara de mi dignidad. —"Nunca quise hacerlo. Puedo y quiero mantener la empresa sin necesidad de una esposa".— La incredulidad llenó la sala, mientras sus familiares intercambiaban miradas de sorpresa y confusión.
El silencio era ensordecedor. La revelación de Atreus cortó la atmósfera festiva que había predominado hasta ese momento, dejando a todos en estado de shock. Mi mente corría a mil por hora, tratando de procesar la magnitud de sus palabras.
La familia de Atreus, que había estado disfrutando del desayuno, ahora lo miraba como si estuvieran presenciando un drama inesperado. Su madre frunció el ceño, y su hermano Eros parecía tan atónito como yo.
— El matrimonio ya está fijado, quieras o no. Ambos deben casarse, lo juraron.
Y era verdad. Yo por mi parte había aceptado la solicitud.
— Atreus..— Está vez es su madre quien lo llama.—.., tú mismo la elegiste.
— Si, Pero eso fue mucho antes de enterarme que ella misma mato a su hijo..— aquellas palabras hicieron eco en mi cabeza.
¿¡Que!?.
¿¡Por qué!?.
— No puedo estar con alguien así, capaz quiera asesinar a nuestros hijos en un ataque de ira.
Mientras Atreus continuaba hablando, mis pensamientos comenzaron a desdibujarse. Su voz resonaba en mis oídos, pero las palabras se sentían como si provinieran de un lugar lejano. El mundo a mi alrededor se desvanecía lentamente, y todo lo que podía concentrar era el eco de su acusación.
"Ella misma mato a su hijo.".
Esas palabras se clavaron en mi pecho como dagas. Un frío helado recorrió mi cuerpo, mientras mi mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
"No puedo estar con alguien así, capaz quiera asesinar a nuestros hijos en un ataque de ira".
La incredulidad me ahogaba. Recordaba vívidamente el día en que perdí a mi hija, el dolor desgarrador de caer por las escaleras y cómo ese accidente había cambiado mi vida para siempre. No había nada ni nadie a quien culpar, solo un trágico giro del destino.
—¡Pero no fui yo!"— exclamo, aunque mi voz sonaba distante, como si viniera de otro mundo.— "Fue un accidente. No hay nada que me haga culpable de eso".— Mi corazón latía con fuerza, mientras la realidad de su declaración se asentaba en mi mente.
La confusión se apoderó de mí. El tiempo parecía haberse detenido, y cada segundo se sentía como una eternidad. Las risas y conversaciones que una vez llenaron la cocina ahora eran ecos lejanos, y me encontraba atrapada en un torbellino de emociones. La rabia, la tristeza y la desesperación se entrelazaban en mi interior, haciendo que perdiera la noción de lo que realmente estaba sucediendo a mi alrededor.
— ¿Cómo puedes pensar eso de mí?¿Cómo pueden creer eso de mí?.,— murmuro, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar. El dolor de su acusación se sentía tan real como el vacío que había dejado la pérdida de mi bebé.
La sensación de la sangre fluyendo por mi pierna llegó como una ola de terror, helando mi corazón. Era cálida y espesa, y con cada gota que caía, sentía que un pedazo de mi alma se desvanecía.
El dolor en mi vientre se intensificaba, y la angustia me envolvía como una sombra oscura. Sabía que algo no estaba bien, pero la realidad de la situación era demasiado abrumadora para procesar. En mi mente, se desataba un torbellino de miedo y ansiedad. La imagen de la vida que había esperado con tanto anhelo se desdibujaba ante mis ojos.
¿Qué está pasando?, me preguntaba en un susurro, mientras la sangre seguía fluyendo, como un recordatorio cruel de lo que estaba en juego. La terrorífica sensación de perder a mi bebé me paralizaba, y la desesperación comenzaba a apoderarse de mí. Miré a mi alrededor, buscando respuestas que no llegaban. La confusión y el horror se mezclaban en mi mente, y no sabía qué hacer.
El tiempo parecía moverse de manera extraña; cada segundo se estiraba y encogía a la vez. Sentía que estaba atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. La idea de perder a mi hija, antes de siquiera conocerla, me llenaba de un terror indescriptible. La angustia se convirtió en un grito silencioso que resonaba en mi interior.
"Por favor, no", imploré sin palabras, sintiendo que mi corazón se rompía en mil pedazos. La desesperación me envolvía, y cada latido se sentía como un recordatorio de lo que estaba a punto de perder.
Finalmente, el terror se convirtió en realidad. La bebé muerta salió de mi vientre, y en ese instante, una profunda tristeza me inundó. La pérdida era devastadora, y la angustia de no poder hacer nada para cambiarlo me dejó completamente desolada.
— ¡¡Esra!!¡¡Cálmate!!..— podía escuchar a lo lejos como me llamaban, cómo gritaban mi nombre. Pero no podía salir de mis pensamientos, sentía sus patadas, la sangre y el dolor por no escucharla llorar.
¡¡Yo la mate!!
¡¡Yo asesine a mi hija!!.
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