PUNTUALIDAD
Me he levantado muy temprano, no quiero llegar tarde, no me gusta la impuntualidad, creo que me he vestido muy formal pero me siento cómoda y me gusta cómo me veo.
Me veo profesional y eficiente, he puesto en mi bolso, artículos personales los básicos, maquillaje solo necesario solo para lo que me he puesto en el rostro y un peine, también las llaves de la casa y en las misas están la de mi auto, no pienso llevar el camaro, si no mi otro bebé.
Me he equipado bien no se sabe cuándo tendrás una comida de negocios y que no estés presentable sería terrible.
Y ahora estoy conduciendo hacia mi primer trabajo ¿Cuál será mi primera tarea como asistente?
Tengo un horario muy bueno, pues salgo de trabajar a las cinco de la tarde, pero tengo que estar al pendiente del teléfono en todo momento, también he traído mi tablet por si en algún momento la necesito.
Conduzco feliz y un poco nerviosa hacia el edificio, uno de los más grandes que hay en Miami.
Muestro mi credencial de la empresa al portero y entro en el estacionamiento, busco el lugar que me han asignado y cuando lo encuentro un precioso Ferrari a lado del mío, color negro como la noche, unos buenos rines, todo brilla, me gustaría competir con ese auto.
Tomo mi bolso y bajo, pongo la alarma de mi bebé y empiezo a caminar hacia el ascensor, he dejado mi cabello suelto pero bien peinado, al entrar en el ascensor busco la última planta.
No me había percatado que la mayoría de los autos que hay en el estacionamiento son negros y la minoría son grises, el mío es el único rojo que hay, así que no podre confundirlo como en las historias románticas y películas.
Esta esa típica cancioncitas de ascensor y eso me da risa, lo viviré todos los días. Al salir del ascensor tropiezo con un señor algo mayor, pero muy simpático y educado.
—Buenos días, soy la asistente del señor Dominick — digo a su secretaria.
—Ahora la anuncio — marca un solo número y me mira, porque me inspecciona tanto ni que tuviera piojos — pasa, te está esperando.
Asiento con un movimiento de cabeza, y camino hacia donde se encuentra en la oficina, paso por alto el alisar mi atuendo y toco la gruesa puesta de madera caoba.
Paso y ahí está mi jefe, con un impecable traje negro y corbata gris, bien peinado, viendo hacia la ventana, con las manos cruzadas por la espalda. Camino hasta quedar en el mismo asiento de ayer.
—Buenos días señor Dominick — el sigue sin dar la vuelta y yo sigo de pie con mi bolso sosteniéndolo con mi ante brazo.
—Las personas están cambiando y yo sigo quedándome en el pasado, sigo extrañando a mi esposa — ¡Oh por dios! ¡Es su día sensible! ¿Qué hago?
—El que la extrañe no significa que usted permanezca en el pasado, significa que la extraña, que aun la quiere, que la ama, el extrañar solo nos recuerda lo que la persona significa para nosotros — el señor se da la vuelta y tiene los ojos vidriosos, signo de que quiere llorar pero que no se lo permite.
—Qué pena que en tu primer día de trabajo este en esta situación — pobre hombre debió querer mucho a su esposa ¿Qué le habrá pasado?
—No se preocupe señor, estaré para lo que necesite — sigo permaneciendo de pie frente a su escritorio entre los dos sillones.
—Siéntate por favor, tu primera tarea será familiarizarte con nuestros competidores, posibles inversionistas o clientes, hacer planes de trabajo para las reuniones, tu eres mi ojos y mis oídos en la empresa, no me gusta tener sorpresa y si pasa algo quiero enterarme, me gusta el capuchino con dos de azúcar y las galletas de mantequilla, siempre como aquí, nadie me espera en casa.
—Muy bien señor, ahora mismo me pondré con ello, a mí también me pasa lo mismo, nadie me espera en casa.
Mi jefe me mira como si no entendiera, en su rostro veo que quiere preguntar pero no lo hace la pregunta, salgo de su oficina y entro en mi lugar de trabajo, que está a lado de la oficina de mi jefe.
Reviso las muchas docenas de carpetas mientras tengo puesta música en la computadora.
No sabía cuánto había pasado desde que hable con mi jefe, los gritos en su oficina me desconcentraron de mi labor, me quede atenta para tratar de entender lo que decían pero no pude, quise tratar de continuar con mi trabajo pero me fue imposible pues los gritos se volvieron más fuertes. Cerré la carpeta en la que estaba trabajando y fui a la oficina de mi jefe.
La puesta de su oficina estaba medio cerrada por lo que no hice ningún ruido cuando entre, me quede atenta. El que estaba gritando es mi padre. Solo me quede en la entrada, cerca de la puerta.
—¿Por qué le has dado trabajo? No eres el único con una empresa grande en Miami — ¿Mi jefe será competidor de mi padre en los negocios? Esa duda empezó a darme mucho en lo que pensar.
—En mi empresa puedo emplear a quien yo quiera, tu hija me ha demostrado tener muchas cualidades, no puede depender de ti siempre.
—¿Cualidades? No me hagas reír, solo es una niña mimada, se ha ido pero volverá, está acostumbrada a las mejores cosas, no sobrevivirá.
Camino hasta dónde está mi jefe y me quedo a su lado, me siento enojada, que poco me conoce, siempre me ha despreciado el por qué no lo sé y ahora ya no me interesa saberlo como antes.
—Papá, será mejor que te retires, llamare a seguridad si no lo haces, no tienes por qué venir a mi trabajo — lo miro con decisión y determinación, no pienso amilanarme.
Mi padre no hace a lo que le digo, sigue gritando, faltándonos al respeto, le vale que sea su hija. Pensé que ya no podría dañarme nada que venga de mi padre pero lo que acaba de decir, me ha enojado por completo.
—¡Se acabó! No voy a permitir que le sigas faltando al respeto a Victoria — mi jefe dan un duro golpe con él la mano en su escritorio.
Tomo el teléfono de presidencia y llamo a seguridad, cuelgo y miro a mi padre como jamás pensé que lo haría, con odio.
Los hombres de seguridad llegan y cuando no les hace caso, lo toman por la fuerza, al salir todavía se escuchan los gritos de mi padre, los insultos y las difamaciones hacia mi persona.
Me quedo ahí parada viendo hacia la puerta, siento como se cristalizan mis ojos por las lágrimas que quieren salir, parpadeo algunas veces para alejarlas como siempre lo hago.
Me ha tachado de ser una cualquiera, me ha acusado de usar mi cuerpo para obtener el trabajo, eso podría esperarlo de todos menos de él, pero ahora me queda claro que en todos estos años no he significado nada para él.
Siento la mano de mi jefe sobre mi hombro, pero no hago caso, ni siquiera presto atención a lo que dice, como hacerlo, como mirar a alguien, sobre todo a tu jefe cuando te han avergonzado de la peor manera y más si esa persona es tu padre.
—Victoria, Victoria, sé que lo que ha pasado ahora pondría motivo de despido en otro trabajo pero, yo no voy hacer nada, seguirás con tu trabajo, ha sido un primer día bastante fuerte e inusual pero, las experiencias nos hacen más fuertes.
—Señor Dominick, gracias por sus palabras, le pido disculpas por el comportamiento de mi padre — lo miro a los ojos, es un hombre fuerte para su edad, tiene un poco abultado su estómago, pero solo ligeramente, tiene algunas canas en ese cabello negro y sus ojos café, casi color miel.
Salgo de la oficina de mi jefe y vuelvo a la mía, sigo con mi trabajo, a las dos, he avanzado mucho, el teléfono ha sonado varias veces para realizar propuestas de trabajo, antes de la una he salido de la oficina y he ido a uno de los restaurantes más cercanos, he pedido dos comidas para llevar, conozco al chef y por eso ha hecho una excepción conmigo, después paso al Starbucks y compro tres cafés. He llegado justamente a las dos de la tarde a la oficina. Le dejo un café a la secretaria que me mira aun con mala cara pero lo acepta, en una pequeña concina, en plato la comida y cuando termino después de anunciarme con golpecitos en la puerta entro a la oficina de mi jefe y dejo la comida en su escritorio junto con el café.
—Espero le guste la comida de hoy, pero como no me ha dicho que es lo que le gusta comer, me he atrevido hacerlo por mi cuenta — mi jefe levanta el rostro para mirarme.
—Gracias, Victoria — vuelve a mirar los papeles en los que está trabajando y yo doy la vuelta para irme.
Al entrar en mi oficina, empiezo a comer mientras sigo trabajando, reviso, contratos, estrategias de los próximos trabajos y nuevas adquisiciones que tendrá la empresa, pero esta vez sigo trabajando sin música.
Para cuando termina mi día de trabajo estoy un poco más relajada, apago mi computadora, tomo mi bolso y salgo de mi habitación., camino hasta el ascensor. Al llegar al estacionamiento, le quito el seguro a mi auto y entro en él. Mis padres me habían comprado un auto pero en negro, tan aburrido e igual a todos los autos de las familias influyentes, así no me gusta, me gusta tener mi propio sello, ser identificada de otra manera además de ser una Daddario. Pongo música en el auto con un volumen bastante alto y empiezo a conducir, incorporándome a las calles, mientras tarareo las canciones, paso a lado de varios autos.
Cuando estoy en la entrada el portón se abre automáticamente y se cierra detrás de mí, camino hasta dejarlo al pie de las escaleras de mi casa.
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