DÍA 4: Boda
Una mujer rubia de estatura pequeña vestida con un elegante vestido verde junto a unos tacones de color dorado esperaba pacientemente al otro lado de la puerta a que las estilistas terminaran de arreglar a su hijo. Ese día todo el mundo iba de arriba abajo en la Iglesia, después de todo una boda estaba teniendo lugar. No pudo evitar que una sonrisa boba adornara su rostro al pensar eso, quien le iba a decir hace diez años que su rebelde hijo adolescente iba a llegar a contraer matrimonio con el chico que vivía en el piso de arriba. Tiene que confesar que en algún momento había perdido la fe y además el hijo de los Baji no le caía del todo bien al principio, sobre todo porque por su culpa, su hijo comenzó a formar parte de una pandilla sin siquiera haber alcanzado los 15. Cada vez que se iba de casa vistiendo ese, para ella, espantoso uniforme negro con un manji dorado bordado, ella no conseguía pegar ojo en toda la noche, pero cuando le veía irse, siempre en compañía del vecino de arriba, podía ver en su hijo una expresión que se le hacía conocida, sí, es expresión la vio reflejada hace mucho tiempo en el espejo, cuando ella conoció al padre de Chifuyu y le gustase o no, tenía que admitir que su difunto esposo guardaba una increíble similitud con el futuro marido de su hijo.
Si que es cierto que hace algún tiempo leyó en algún libro que los hijos solían casarse con personas que compartiesen alguna similitud con sus padres, pero nunca creyó que fuese cierto hasta el día de hoy. El día en que entregaría a su pequeño bebé de ojos azules al hombre que le cuidaría toda su vida. Quería estar ahora mismo junto a su bebé pero sabía que estaba tan nervioso que solo sus amigos le conseguirían tranquilizar así que ella se quedaría allí esperando a que su precioso hijo saliese vistiendo un elegante traje blanco.
Nada podría acabara saliendo mal el día de hoy.
— ¡¡Todo va a salir mal el día de hoy!! — gritó Chifuyu dentro de la habitación.
A una hora de casarse, ¿cómo era su estado mental? Pues al borde de un ataque de nervios. Ni siquiera estaba vestido del todo, se había negado a terminar de vestirse hasta que Takemichi terminara de alisar su pelo completamente aunque eso le hubiese hecho ganarse una constante mirada de desesperación por parte de Mitsuya.
— Takemichi, ¿te queda mucho?
— Chifuyu, ya te he dicho que es imposible alisarte más el pelo. A este paso te lo acabaré quemando.
— ¡Pero es que sigue teniendo volumen! No me voy a casar hasta que mi pelo esté completamente liso.
— ¿Puedes dejar ya eso? — preguntó un Mitsuya que había descubierto la enorme paciencia que poseía — Tu pelo está bien, ponte el traje de una vez.
— No... todavía no.
— ¿Por?
— ¡¿Qué haré si he engordado y no me cabe?! ¡Ayer me comí un donut!
— Oh, no, te comiste un donut, seguro que el culo te ha engordado un montón — se burló Nahoya mientras cotilleaba en la maleta de Chifuyu y sacaba una prenda negra casi transparente — Vaya, vaya, Chifuyu, ya vienes preparado para la luna de miel.
— ¡Hermano! — Souya le regañó.
— ¿Qué? Es bueno que venga preparado, así se asegura de que el soldadito de Baji funcione correctamente esta noche.
— Ay, dios... ¡¡Es cierto!! ¡Takemichi! — se giró angustiado para mirar a su amigo — ¡¿Qué hago si no consigo que Keisuke tenga una erección en nuestra noche de bodas?! ¡Eso es un mal augurio! ¡A lo mejor por no hacerlo en nuestra luna de miel estaremos destinados al divorcio!
— ¿Te quieres callar? — arto ya de tanto drama, Mitsuya golpeó la rubia cabellera con su mano — ¿Qué Baji no va a tener una erección? ¿Se te ha olvidado que una vez se le puso dura porque le sonreíste?
— Ay... oye, que eso ha dolido.
— Eres un dramático, ¿lo sabías? — recibiendo la plancha del pelo de parte de Takemichi, Mitsuya comenzó a darle un último alisado a su pelo — Es el día más importante de tu vida, haz el favor de tomártelo con calma.
— Es más fácil decirlo que hacerlo.
— Por dios, mírate bien en el espejo — cuando acabó con su pelo, Mitsuya le tomó el rostro por detrás y le enderezó para que pudiese mirra bien su reflejo en el espejo — Estás precioso, Baji comenzará a babear nada más verte.
— ¿Tú crees?
— Claro que sí.
— Sí... gracias, Mitsuya — con una débil sonrisa, Chifuyu agradeció al chico que actuaba como madre del grupo — ¿Crees que él está tan nervioso como yo?
— Bueno, él es mayor, seguro que lo está afrontando de la manera más madura posible.
A unas habitaciones de distancia, Baji se encontraba, al igual que Chifuyu, preparando su atuendo y su aspecto para su inminente boda. Tal y como comentó Mitsuya, él lo llevaba con muchísima más calma.
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡NECESITO QUEMAR UN COCHE! — intentó salir corriendo de la habitación, pero Draken se lo impidió.
— ¡¡¿Qué haces?!! ¡¡Que hoy te casas!!
— ¡¿Y?! ¡EL DÍA DE MI GRADUACIÓN QUEMÉ DOS TAXIS!
— ¡BAJI! ¡QUE NO, PESADO! — Draken tiró de él con fuerza para evitar que saliese — ¡Mikey, dile algo!
— Oye Baji, ¿te relajaría si le pregunto a Takemitchi como es la ropa interior que va a llevar Chifuyu?
— ¡¿Cómo va eso a...?!
— Bueno... tal vez.
— Genial, pasa foto — Kazutora se asomó detrás de Mikey pero Baji comenzó a estrangularlo.
— ¡Ni se te ocurra!
— ¡Tranquilo, Baji, que te despeinas!
— ¡AH! ¡Joder! — rendido, Baji se dejó caer a la silla de la habitación — Estoy que me subo por las paredes. ¿Qué haré si se arrepiente y huye? ¿Y si se da cuenta de que hay miles de hombres mejores que yo?
— Pero Baji...
— Nah, necesito tomar el aire — Baji esquivó la mano de Draken y salió de la habitación. Como él ya estaba completamente vestido y arreglado, no le hacía falta quedarse en la habitación, solo debía vigilar el no mancharse y acudir al altar antes de que la boda comenzase.
No se molestó en dar muchas vueltas y se dirigió al bar más cercano a la iglesia, una vez allí, pidió un trago sin mucho alcohol. No quería que al besar a Chifuyu este pusiese mala cara al saborear el amargo licor en sus labios. Su mente era un completo caos en este momento, por supuesto que amaba a Chifuyu, pero había tantas preguntas, la primera de todas era ¿iría todo bien? ¿Qué hacía si no era así? Si su matrimonio no funcionaba y se estropeaba, entonces no solo perdería a Chifuyu como esposo, sino que le perdería a él como tal. Desaparecería de su vida y sus amigos se dividirían en dos bandos porque no podrían seguir siendo amigos de ambos. ¿O acaso podrían llegar a disfrutar de una separación amistosa? ¡¿Cómo era que ni se había casado y ya estaba pensando en su divorcio?!
— ¡AAAAH! ¡JODER! — revolvió su pelo frustrado.
— Oye, que te despeinas, deja de hacer eso — una voz conocida sonó a su lado, al fijarse en quien era, se encontró con el aburrido rostro de su futura suegra bebiendo una copa de ron — ¿Se puede saber qué miras?
— No, es que... eres la viva imagen de Chifuyu antes de que empezara a babear por mí.
— ¿Insinúas que mi hijo es un baboso? — con la punta de su tacón pisó con fuerza el pie de Baji.
— ¡Ay, ay, ay! ¡No, no, Chifuyu no babea!
— Eso está mejor — tras pegar un trago a su bebida, apoyó su rostro en su mano y se le quedó mirando — ¿Qué haces aquí fuera? ¿No deberías estar en la iglesia?
— Sí... debería estar allí.
— Como planees desaparecer, quiero que sepas que te perseguiré hasta el mismísimo infierno.
— Nunca lo he dudado y no pienso desaparecer, no podría dejar tirado a Chifuyu el día de su boda.
— ¿Ah? ¿El día de su boda? Hablas como si no tuviese nada que ver contigo — comenzó a menear su vaso, haciendo que el choque del hielo contra el cristal causase pequeños ruidos. La mujer no pudo evitar quedándose mirando el perfil de Baji, definitivamente era muy parecido al padre de Chifuyu — Oye, ¿qué te pasa? Me lo puedes decir.
— ¿Eh?
— Bueno, en unos cuantos minutos pasaré a ser tu suegra, ten más confianza conmigo.
— Es que... nada, simplemente tengo miedo de estropear todo. De joder mi matrimonio y de que Chifuyu me odie para siempre.
— ¿Habéis peleado hace poco?
— Que va, los últimos meses han sido una nube para mí. Me levantaba, mi rubio me hacía el desayuno, iba al trabajo, volvía a casa, organizábamos la boda, lo hacía con Chifuyu, quedábamos con nuestros amigos, lo volvíamos a hacer, nos escapábamos los fines de semana a algún sitio rural, lo hacíamos una vez más...
— Para — hizo una mueca de disgusto — Deja de mencionar que te follas a mi hijo.
— Perdona, suegrita.
— No te pases — le advirtió con una mirada severa — ¿Y bien? Si tan buena ha sido la vida hasta ahora, ¿por qué debería cambiar algo?
— ¡No lo sé! No puedo saber nada del futuro y por eso mismo me da tanto miedo. Yo solo... no sé qué es lo que quiero escuchar.
La señora Matsuno bajó la vista hasta su copa. Sabía, por boca de la madre de Baji, que este había crecido sin padre y era una pena total porque en momentos como estos era en los que su presencia más se necesitaba porque, aunque no tuviesen las palabras correctas, simplemente escucharlos hablar podría calmar totalmente tus nervios. Pero el padre de Baji no está y el de Chifuyu tampoco.
— Vaya mierda — comentó en voz baja y pegó un trago largo que dejó su copa vacía — ¡Escúchame, Baji Keisuke! ¡Te vas a llevar a mi hijo, el mejor chico que existe en este puto mundo! ¡¿Sabes cuántas personas matarían por estar en tu lugar?! ¡Deja de pensar en mierda de "y si sale mal"! ¡Si piensas esas cosas y ni te has casado, entonces tu puto matrimonio estará destinado al fracaso!
Baji se quedó sin palabras, ya había escuchado a la madre de Chifuyu gritar, sobre todo cuando les pillaba con las manos inquietas en el sofá de su casa cuando volvía de trabajar, pero este no había sido un grito cualquiera como el de "¡Las cochinadas no se hacen en el salón!", había sido un grito que no tenía reproche ni enfado real detrás, parecía incluso que le quería animar.
— Suegrita... ¡ay! — se volvió a quejar al sentir otro golpe con el tacón.
— Ya no eres un maldito mocoso, Baji Keisuke y Chifuyu tampoco. Vais a dar un paso muy importante, ¡no me vengas con mierdas de miedos o dudas! ¡Es el día más importante en la vida de mi hijo y como lo jodas te cortaré un huevo! ¡¿Me he explicado bien?!
— S-sí...
— ¡No te he oído!
— ¡Sí, señora! — como si de un militar se tratase, Baji se puso de pie y la saludó al estilo marine.
— ¡Pues vete a la iglesia y haz feliz a mi hijo, mierda!
— ¡A sus órdenes mi capitana!
La madre de Chifuyu negó con la cabeza mientras Baji se dirigía a la puerta.
— Ah, una cosa más.
— ¿El qué?
— Gracias – Baji le sonrió, ella se quedó en blanco por un momento e inevitablemente sus ojos se aguaron un poco, la sonrisa de Baji era dolorosamente nostálgica ya que le recordaba a la del hombre que más amo en su vida — Suegrita.
La felicidad de la mujer duró poco y se intentó quitar un tacón para lanzárselo al futuro novio, pero este ya había salido corriendo del bar. Cuando la hora de la ceremonia llegó, todos los invitados se reunieron en la iglesia. Baji estaba junto al cura en el altar esperando la ansiada llegada del rubio. Cuando las puertas se abrieron, Baji juró que casi tenía un infarto por el susto y por los nervios, pero al ver a Chifuyu vistiendo con un elegante traje blanco y un pequeño velo cubriendo su rostro, le hizo saber que todo había valido la pena. Como el padre de Chifuyu estaba ausente, la encargada de llevarle al altar había sido su madre, la cual, aunque era de las que más serenas se habían intentado mantener, ahora era de las que más nerviosa estaban. Cuando estuvieron ambos delante del de pelo azabache, el tiempo pareció congelarse para ella y es que se negaba a soltar a su niño hasta que sintió una de las manos de Baji sobre su cabeza.
— Tranquila, lo dejas en buenas manos.
— Si tú lo dices...
Finalmente soltó a Chifuyu y se dirigió a uno de los primeros bancos de la iglesia donde también se encontraba la madre de Baji.
— Crecen muy rápido ¿no crees?
— Sí... — la rubia miró con cariño como Baji levantaba el velo de Chifuyu y este apartaba la mirada nervioso.
Era el vivo reflejo de su matrimonio con el padre de Chifuyu y eso la hizo inmensamente feliz porque esperaba que fuese una señal de que su pequeño niñito fuese a ser tan feliz con Baji como ella lo fue con su esposo, estuviesen juntos el tiempo que estuviesen.
Hola!!! Cuarto día acabado.
Gracias por leer, os quiero y nos vemos en el quinto día.
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