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Capítulo 14

Como cada tarde, fui hasta el acantilado con el anhelo de ver a Shasha. Habían transcurrido ya diez días desde su transformación y no había vuelto a saber nada de ella. Sin embargo, me aferraba a la esperanza de que apareciera para decirme si se encontraba bien y hablarme de su vida en el mar.

―¡Shasha! ¡Shasha! ―gritaba una y otra vez con todas mis fuerzas.

El oleaje se rompía contra las rocas cercanas al peñasco donde yo me hallaba. Di un paso adelante situándome en el borde de la gran piedra y, por un momento, pensé en que resbalaría y me caería al mar. Pero no retrocedí.

―¡Shasha! ¡Shasha! ―volví a gritar con mis lágrimas confundiéndose con las gotas de agua salada que se adherían a mi rostro.

Inesperadamente, una enérgica ola chocó contra mí y a punto estuve de caer pero, por suerte, conseguí agarrarme a una roca que tenía al lado y mantenerme en pie.

Y como el oleaje del mar se estaba volviendo cada vez más violento, me convencí de que la próxima ola me conduciría hasta la muerte. Sin embargo, no me movería de allí. Seguiría llamando a Shasha hasta que no me quedaran más fuerzas.

Y para mi sorpresa, tras unos instantes, el oleaje se apaciguó. Fue en ese momento cuando vi a Shasha emergiendo del mar como un delfín. Se apoyó con los brazos sobre el peñasco que estaba bajo mis pies, sonriéndome son su cautivadora sonrisa.

―Te he oído llamarme cada tarde, Aroa. Siento no haber podido venir antes, es que mi familia no me lo permitió.

―¡Shasha! ¿Estás bien? ―le pregunté ansiosa sin creerme aún que realmente fuese ella.

―Sí, estoy bien ―me respondió con voz suave y tranquilizadora.

Suspiré aliviada. Con la fuerza de sus brazos, Shasha se dio impulso y se sentó sobre el peñasco. Yo me quedé absorta contemplando sus senos desnudos y su cola de pez con brillos irisados.

―¿Y tú, Aroa, estás bien?

Salí de mi ensimismamiento y me senté a su lado. Me sorprendió que el miedo que ella me producía hubiera desaparecido por completo. Ahora, en cambio, Shasha me hacía sentir segura. Incluso en ese momento en el que en sus ojos había aquellos destellos dorados que tanto me inquietaron en días anteriores.

―He estado muy preocupada por ti desde que desapareciste en el mar.

―Ya no te preocupes más, estoy bien, de verdad. He regresado con mi familia y además la Reina del Mar vino desde muy lejos para verme esta mañana. En cuanto me miró me dijo que no había visto nunca antes un amor tan intenso reflejado en los ojos de una sirena. Por eso me permitió venir a hablar contigo ―hizo una pequeña pausa y después musitó―. Aunque ya no me será permitido subir de nuevo a la superficie.

La amargura me invadió por completo.

―¿Cuánto tiempo tenemos? ―Le pregunté con la voz rota por el dolor.

―No mucho, Aroa ―me respondió ella con una ligera sonrisa asomando en sus labios.

―Pareces feliz, Shasha ―le dije con tristeza pues no podía entender esa felicidad que parecía emanar de ella.

―Sí, soy feliz. Sé que es difícil de entender, pero voy a intentar contártelo todo para que me comprendas.

»Yo siempre he sido una sirena y desde muy joven escuchaba las historias que contaban las otras sirenas sobre los humanos. Decían que erais unas criaturas muy malignas que aniquilábais todo a vuestro paso. Sin embargo, aquellas afirmaciones no me convencían y quise comprobar por mí misma cómo erais en realidad.

»Por eso, una vez, en otro mar lejano, me acerqué a la orilla y, sin ser descubierta, pude ver a tres mujeres que bailaban y reían. Me pareció algo tan bello que deseé con todas mis fuerzas ser humana para tener dos piernas y poder bailar.

»Poco a poco empecé a odiarme a mí misma por ser una sirena y no una humana. Cada día aumentaba mi obsesión con el baile y mi deseo se volvió cada vez más fuerte. Traté de olvidarme de ello, pero no podía. Me atormentaba no poder bailar como las mujeres que había visto. ¡Yo quería ser como ellas!

Shasha dejó de hablar y su rostro se ensombreció. Tras unos instantes, continuó diciendo:

―Aun sabiendo que no debía hacerlo, lo hice, Aroa. Acudí a Medéndala, la Bruja del Mar, para que me convirtiera en humana. Yo sabía que se trataba de una sirena muy peligrosa y perversa. Aun así, le pedí ayuda porque sabía que era la única que podía satisfacer mi deseo.

»Lo que no me esperaba era que me obligaría a hacer un pacto: si siendo humana me enamoraba de alguien, tendría que entregarle a esa persona. En caso de que no cumpliera con mi parte yo volvería a ser una sirena para siempre, por lo que no podría volver a bailar.

»No sé como pude hacerlo, pero lo cierto es que nada me importaba más que tener dos piernas para poder bailar. Así que sin dudar, hice el pacto con Medéndala.

Shasha empezó a llorar. Yo no dije nada, pero podía sentir su dolor dentro de mí corazón.

―Aroa, ¡lo siento tanto! Todo el peligro que corriste fue por mi culpa.

―Tú me salvaste, eso es lo único que me importa.

Una leve sonrisa apareció de nuevo en los rosados labios de Shasha y continuó diciendo:

―La Bruja del Mar me convirtió en humana y me dejó en la orilla de esta playa, pero en ningún momento mencionó que bloquearía mi memoria para que no pudiese recordar nada de mi pasado como sirena.

»Por suerte, doña Elvira me cuidó como una madre. Si no hubiese sido por ella, no sé que habría sido de mí. ¿Cómo está?

―Muy triste, te echa mucho de menos al igual que yo, Shasha.

Ella suspiró y, tras unos instantes, continuó hablando:

―Antes de conocerte pensaba que bailar era lo más importante para mí. Hasta que llegó aquella noche en la que enfermé, fue entonces cuando recuperé mis recuerdos. Y en cuanto desperté, me di cuenta de que bailar no era lo más importante. No, no lo era. Tú eras lo más importante, Aroa.

Rompí a llorar.

―No llores, porque todo va a estar bien ―me dijo acariciando mi cabello.

―¿Cómo puedes decir eso? Si ya no vamos a poder estar juntas nunca más.

―Nunca digas nunca ―replicó y con su delicado dedo índice recogió una de las lágrimas que rodaba por mi mejilla.

―Escúchame, Aroa, la Reina del Mar me dijo que nuestros corazones están unidos por un hilo invisible y que ese hilo jamás podrá ser cortado ni arrancado. Por eso, pase lo que pase, siempre habrá una conexión entre las dos. Además, nuestro destino es estar juntas.

―¿Qué quieres decir?

―Que la vida es un ciclo. Todo empieza y termina y luego vuelve a empezar, pero de una forma totalmente diferente. ¿De verdad crees que siempre estaremos separadas la una de la otra?

Yo no supe que responderle. Sentía que había algo de razón en sus palabras. Pero me costó imaginar una vida juntas en un futuro. No quería esperar y no deseaba separarme de ella.

―¿Y no podría convertirme yo en una sirena? Propónselo a la Reina del Mar.

Shasha negó con la cabeza.

―No, Aroa. No cometas el mismo error que yo queriendo ser alguien que no eres solo para satisfacer tu deseo. Si quieres encontrar la felicidad no la busques fuera sino dentro de ti. Porque ni ser la mejor profesora del mundo, ni vivir al lado del mar, ni siquiera tenerme a tu lado te dará la felicidad que buscas. La felicidad la encontrarás cuando te aceptes a ti misma y aprendas a amarte tal y como eres, aunque sientas que siendo quien eres no puedes alcanzar lo que más deseas.

Yo no supe qué decirle, cómo replicar. No entendía del todo sus palabras pero tocaron mi corazón de la misma manera que tocaba mi corazón su forma de bailar cuando era humana. Ella continuó diciéndome:

―Las sirenas decían que los todos los humanos eran monstruos pero yo veía que muchas sirenas eran monstruos también. Porque, Aroa, hay sirenas que utilizan el don de nuestra voz para atraer a los humanos hacia la muerte.

»La Reina del Mar me explicó que cuando los humanos se hicieron a la mar capturaron a varias sirenas y se las llevaron y ya nunca volvimos a saber de ellas. La Reina del Mar se horrorizó tanto ante lo sucedido que nos dio el don de cantar. Pero ese don no era para hacer daño a ningún humano sino para defendernos. La idea era que mientras se quedaran hipnotizados con nuestro canto nos diese tiempo a huir de ellos. 

»Sin embargo, hubo una sirena, Medéndala, que empleó su canto para hacer el mal. Ella fue quien comenzó a cantar durante más tiempo del debido y eso hizo que la atracción de los humanos se hiciese tan fuerte como para saltar desde los barcos. Ella los arrastraba consigo al fondo del mar para ahogarlos y así, a cambio de sus almas, comenzó a adquirir magia oscura y se convirtió en la bruja más temible y peligrosa del mar. Después de esto algunas sirenas se pusieron a su servicio y comenzaron a hacer lo mismo que ella.

Las dos nos quedamos en silencio durante un momento, luego le pregunté:

―¿Y esa bruja tan terrible, Medéndala, no puede hacerte daño?

―No, Aroa. No puede porque su fuente de poder es su canto y el canto solo afecta a los seres humanos, no a las sirenas. Además, no le tengo ningún miedo.

―¿No la temes? ¿Cómo es posible? ―le pregunté sorprendida.

―Es por el amor que siento por ti. Gracias a ese amor me he convertido en alguien muy valiente.

―Creo que te entiendo, yo también siento que soy más valiente que antes ―le dije y ella me miró con dulzura.

―Por eso sé que conseguirás ser tan feliz como yo lo soy ahora. Desde el primer día que me miraste me hiciste sentir especial y única. Pero fue la noche en la que me volví a convertir en sirena cuando temí tanto que me vieras como realmente era... Y, sin embargo, no solo no me rechazaste sino que me miraste con más amor que nunca...

―Me salvaste la vida Shasha. Y además como humana eras hermosa, pero al verte como quien eres en realidad, pienso que eres mucho más hermosa aún. De hecho eres el ser más hermoso que he visto en toda mi vida.

Shasha acercó su rostro al mío y me besó en los labios con mucha dulzura. Después me dijo:

―¿Lo ves, Aroa? Por eso soy tan feliz. Porque no solo he conocido a Elvira sino que también te he conocido a ti y sois dos personas maravillosas. Porque siempre me habéis querido y me seguiréis queriendo.

»Se lo conté todo a la Reina del Mar. Y ella ha convocado una reunión con todas las sirenas para hacerlas saber que no todos los humanos tienen un mal corazón, que hay humanos terribles pero también hay humanos bondadosos como Elvira y como tú.

Entonces le dije con emoción:

―Shasha, voy a hacer lo mismo. Voy a contarles la verdad a todos los habitantes de Urbiot. Les diré que no todas las sirenas sois asesinas, sino todo lo contrario. Les hablaré de lo hermosas que sois muchas de vosotras y te podré de ejemplo.

―Eso es maravilloso, Aroa. No pierdas la esperanza, volveremos a vernos, confía en mí.

―¡Shasha, siempre confiaré en ti! ―esta vez las dos nos besamos apasionadamente y sentí una sensación extraña dentro de mí. A pesar de que aquel era un beso de despedida, tuve la sensación de que en realidad no era el último sino el primero de muchos besos que vendrían después.

Shasha se apartó despacio y me dijo cogiendo mi mano:

―Aroa, te quiero.

―Yo también te quiero, Shasha ―le dije con todo mi amor.

Shasha se zambulló en el agua y yo me quedé allí contemplando el mar un largo rato, sintiendo que dentro de mí algo había cambiado. Toda la angustia que sentía por no poder estar junto a Shasha había desaparecido. Y sentí el hilo del que me había hablado, este tiraba de mi corazón, provocándome algo así como unas suaves y cálidas cosquillas que me hicieron sonreír.  

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