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Epílogo

El tercer día, el amanecer trajo consigo a los alejandrinos capitaneados por el Rey Darel y el caballero Cupiz. Las tropas de Alejandría cayeron sobre los leales de Varg con brutalidad, y durante cinco días los enfrentamientos se extendieron a lo largo y ancho del Reino.

Cuatro días después, los hombres del Rey Samel y la Reina Eva de Frío Acero irrumpieron por el sur en el Reino, se unieron a las tropas de Darel y juntos exterminaron la amenaza.

Darel y Elaya fueron coronados Reyes a los ojos de los Dioses, señores de las tierras y únicos gobernadores del nuevo reino de los Reyes Alejandrinos.

A partir de entonces, concentradas en el corazón del reino, las tropas empezaron a extenderse y visitar absolutamente todos y cada uno de las granjas, aldeas, pueblos y ciudades que conformaban la larga extensión que era Reyes Muertos en busca de información.

Días después, empezó la caza de los leales del Rey Solomon.

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Dos semanas después del fin de la batalla, Willhem logró llegar por fin a los muelles donde los barcos de Shanya partirían en breves momentos. Durante todo el trayecto había dudado poder llegar a tiempo, pero los Dioses volvieron a sonreírle. Willhem desmontó, metió en una de las cajas de suministro el cuerpo decapitado de Julius con ambas piezas juntas, y se alejó sin que nadie hubiese llegado a darse cuenta de su presencia.

Tres horas después, situado en lo alto de una de las colinas a lomos de Témpano, alzó la mano como despedida cuando los barcos zarparon con Julius oculto en la bodega.

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Christoff despertó unos meses después del fin de la batalla. Habían sido muchos días los que había permanecido en una habitación sin recibir visita, pero cuando abrió los ojos, alguien aguardaba a su lado con su mano bien sujeta entre las suyas.

-    ¿Llego tarde?

-    Muy tarde.

El hombre trató de incorporarse, pero ella le detuvo. Las heridas eran muy graves, y aún tendría que pasar bastante tiempo antes de que pudiera volver a ser el mismo de siempre.

-    Tranquilo... no hay prisa.

-    ¿Qué ha pasado?

Se encogió de hombros, dubitativa. Eran muchísimos los acontecimientos vividos en los últimos tiempos, pero dado que no las había presenciado en primera persona, prefirió que lo escuchara directamente de labios de uno de los protagonistas. La mujer abandonó la sala. Cuando volvió iba acompañada de Dorian.

Se saludaron con un suave apretón de manos.

-    Te necesitamos, Christoff.- dijo el artista.- Los sureños están ayudando a pacificar el nuevo reino, pero tememos que Ámbar se esté organizando para enfrentarse a nosotros. Suena estúpido, pues somos tres reinos contra uno pero esos estúpidos se creen tocados por los Dioses.- soltó una risotada.- Imbéciles. En fin, te necesitamos al frente de los hombres.

-    Y lo hará, pero no aún.- apuntilló la mujer.- Necesita descansar.

Christoff sonrió y asintió ligeramente, totalmente de acuerdo. El poeta, divertido ante el comportamiento protector de la mujer, no pudo evitar soltar una risita aguda.

-    Es el instinto maternal.- bromeó.- Tienes que ver al crío. Es un primor.

-    Con unos padres así, ¿Qué esperabas?- respondió ella entre risas.

-    Symon se va a alegrar.- aseguró Christoff con una amplia sonrisa en el rostro.- Ansiaba poder tener un sobrino.

Los muchachos fruncieron el ceño. La muchacha bajó la mirada, se cubrió el rostro con la mano y se disculpó. Una vez fuera de la sala, lloró amargamente. Mientras tanto, perplejo, Christoff no necesitó más que ver las reacciones de sus compañeros para comprender lo ocurrido.

Se incorporó a pesar de las heridas.

- Dioses... ¿es cierto? ¿Ha muerto?

Dorian asintió con amargura.

-    Me temo que sí. Acabó con Varg y con Julius, pero le costó la vida.

-    Maldición. ¿Y donde...? ¿Dónde está?

-    Con Gabriela. Visítale más tarde, a estas horas imagino que su hermana está con él.- sonrió con tristeza.- Va cada día.

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- No me parece bien.- se quejó Darel con los brazos cruzados sobre el pecho.

Arabela ni tan siquiera se molestó en responder. A pesar del tiempo que ya había transcurrido aún no había llegado la noche en el que, al cerrar los ojos, el rostro de su hermano acudiera a su memoria.

Le echaba mucho de menos, aunque sabía que era lo que él había deseado siempre. La vida era demasiado insustancial bajo su punto de vista. Ahora, estuviera donde estuviera, estaría bien. Gabriela se ocuparía de él, claro... ¿pero quien iba a cuidar ahora de ella?

Cada día iba a la misma hora a visitarle e informarle sobre los últimos acontecimientos. El nuevo reino estaba casi controlado, pero la guerra contra Ámbar parecía inminente.

-    ¿Me estáis escuchando?

Darel la había perseguido durante toda la mañana tras descubrir sus nuevos planes. Era un buen Rey, aunque algo inseguro bajo su punto de vista. Tenía buenos asesores, pero lo único que realmente necesitaba era un poco de confianza en si mismo. Con el tiempo, Darel y Elaya llegarían a ser muy conocidos si realmente eran capaces de vencer a Ámbar y dominar toda la isla.

Y para eso, no la necesitaban.

- Es imposible no escucharos, alteza.- replicó sin apartar la vista de la lápida.- No soy sorda aunque a veces lo desee.

- ¡Os necesitamos!

- ¿A mí?- sacudió la cabeza.- No, y lo sabéis.

- Pero tenemos una batalla pendiente.

- Y unos grandes aliados con los que contar.

- Pero vos...

- Deseo desaparecer, alteza. Respetad mi decisión.

Darel lanzó un bufido. A pesar de que en los últimos tiempos habían logrado establecer una buena relación había sido muy complicado tratar con ella tras tomar la decisión de abandonar la corte. 

-    A Elaya no le va a gustar. Vuestra hermana desea que os quedéis a su lado. Os necesita, y lo sabéis.

-    Me da igual. Ella sabe cuidar perfectamente de si misma, y sino, para eso estáis vos y Cupiz, ¿no?

-    Pensad en los niños entonces. ¿A dónde los vais a llevar? ¡Son recién nacidos! ¡Necesitan estabilidad!

Las dos hermanas habían dado a luz a sus hijos el mismo mes. Elaya había sido la primera, y su pequeño había nacido sano y fuerte, con una espesa mata de cabello rubio y grandes ojos de color azul. En honor a su abuelo, habían decidido llamarle Konstantin.

Pero no había sido el único. Unas semanas después, víctimas de un parto prematuro, nacieron los dos gemelos de Arabela. El primero en nacer, de ojos acerados y cabello rubio rojizo como su padre, había sido bautizado como Víctor. El segundo, de mirada astuta y cabello negro, fue llamado Symon.

-    No me voy de paseo.- replicó con el semblante aburrido.- Ya os lo dije. Voy a ocupar la fortaleza de Mondragón. Me gustan las vistas...

 Darel puso los ojos en blanco, con tristeza. Tomó asiento junto a ella en el banco de piedra y observó con detenimiento las distintas flores que decoraban las tumbas. Desde su vuelta a Alejandría, no había pasado día, lloviera o nevase, que no las visitara para pasar largo rato con ellos.

Pero no era en su hermano en lo único que pensaba.

Elaya creía que le había olvidado, pero él sabía que no. No había querido decírselo a su mujer, pero que quisiera ir a Mondragón no era precisamente una casualidad.

-    No va a volver.

-    Oh, claro que lo hará.- aseguró ella con cierto humor.- Volverá, y os aseguro que estará muy enfadado.

Suspiró. Sabía que seguir discutiendo no serviría de nada.

-    ¿Es definitivo? ¿Nos dejáis?

-    Siempre podéis venir a visitarme.- se burló con cierta diversión.

El Rey sacudió la cabeza con una sonrisa atravesándole el rostro. Depositó la mano sobre su hombro y ella se la estrechó, con complicidad.

-    Más os vale que cuidéis de mi hermana.- le advirtió.

-    ¿Y que va a ser de vos?

-    Tengo mucho trabajo acumulado, pero por el momento me instalaré allí. Willhem vendrá conmigo... se comporta como un auténtico padrazo con los niños. Y bueno, sé que no te gustará oírlo, pero imagino que Christoff no tardará demasiado en unirse a mí después de la batalla con Ámbar.- hizo un alto.- Se lo comenté a Dorian, pero él prefiere quedarse en la corte. Mondragón es demasiado tranquilo para él.

El hombre asintió.

-    ¿Y que vais a hacer a partir de ahora?

-    Bueno...- la mujer se encogió de hombros.- Tengo que criar a esos dos niños y prepararles para el día de mañana. Ellos me sustituirán, aunque para ello aún falta mucho.- sonrió.- Hasta entonces acabaré con el trabajo que mi madre no pudo hacer durante todo este tiempo. Hay muchos espíritus campando a sus anchas por la isla, y eso no está bien. Además... Betancourt sigue suelto. Apuesto a que Christoff estará encantado de que le asigne su búsqueda. Y después de todo eso simplemente me quedará vigilar el horizonte. Porque volverá algún día, os lo aseguro. Volverá. 

 

FIN

 

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