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VENTISEI

Camino sin saber muy bien a donde me dirijo, lo último que recuerdo es estar en el coche de camino al gimnasio, algo se cruzó en mi camino y yo no supe reaccionar a tiempo. El coche volcó. Ahora vago entre la oscuridad, entre recuerdos, me siento como si me encontrase en una especie de limbo.

A lo lejos escucho una voz, una voz que hace que se me pongan los pelos de punta.

"Ya van diez días desde que tuviste el accidente, ahora me hago cargo de Sergio, te echa muchísimo de menos. Yo...he denunciado a Gabrielle, ahora está pendiente de juicio, me gustaría que pudieses acompañar mientras salgo a declarar ante el juzgado."

La voz de Pedri se escucha como si fuese el eco que se genera en las cuevas, lejos. A pesar de eso mi corazón se siente un poco mejor, saber que es él el que está cuidando de mi hermano me tranquiliza un poco más. Frente a mi aparece una puerta de color marrón, está desgastada por el tiempo y el pomo está un poco oxidado, lo giro y la puerta se abre dejando ver una habitación.

Y no una habitación cualquiera.

De repente estoy en la que solía ser mi habitación en casa de mis abuelos en Valencia. Me siento en la cama y miro a mi alrededor, me doy cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas, ya no cuelgo todos mis premios de baile, ya no me apasiona tanto estudiar mucho para ser un orgullo para mis padres, ya no voy a todos los partidos de Ferran, y sobre todo, mi abuelo ya no está aquí para entrar a mi habitación con un vaso de leche y galletas porque sabe que no estoy bien. Lo que antes era nostalgia ahora se ha convertido en un sentimiento de tristeza, ¿Realmente merece la pena despertar? Sería egoísta, dejaría a Sergio solo ante un mundo cruel, tendría que crecer como lo hice yo.

La puerta se abre y una cara conocida se sienta a mi lado.

— ¿Cómo está mi niña más bonita?

—Están siendo días duros, abu.

— No quieres regresar, ¿Eh?

Mi abuelo me sonríe como siempre, con esa tranquilidad que te da la sabiduría de los años, me mira esos ojos que reflejan el amor que un abuelo siente hacia su nieta.

— ¿Puedo irme contigo?

— ¿No crees que es un poco pronto, cariño? Escúchame, lo estás haciendo muy bien, pero tienes a gente que espera que despiertes, no solo ese chico o tu hermano, tus amigos también, te queda un camino largo, aunque a veces duela es parte de la vida.

— Pero, nos volveremos a ver ¿No?

— Voy a estar siempre a tu lado, del de los dos.

Mi abuelo me acaricia la cara y se levanta, me extiende una mano para que lo acompañe, yo le agarro la mano y dejo que me guie hasta la puerta, la abre dejando ver el resplandor blanco de lo que supongo que será la salida.

— Recuerda, el dolor es parte del proceso que llamamos vida.

Le doy un beso en la mejilla y el se despide con la mano. Me adentro en la luz y siento que mi cabeza empieza a dar vueltas, mis brazos y piernas empiezan a temblar. Mi vista se nubla, dejo que mi cuerpo se rinda antes esta sensación de cansancio.

Escucho ruido de fondo, palabras que no llego a conectar.

Abro mis ojos, encontrarme con esa mirada nada mas despertar es algo para lo que no estaba preparada, Pedri parece tardar un poco en reaccionar, pero en cuanto me ve con los ojos abiertos algo de él se despierta, parece como si fuese un perro que recibe a su amo después de un largo día de trabajo. Pero, lejos de la realidad veo como se acuerda de la situación que existe entre nosotros.

— Vete.

— Déjame explicarte...

— Que te vayas. - mi voz sale más quebrada de lo que me gustaría.

— Porfavor... - suplica.

Y con tan solo esa mínima súplica consigue que ceda, con tan solo ver esos ojos marrones que carecen del brillo que solían tener me hace querer mandar todo a la mierda y abrazarlo para no soltarlo más. Pero, me merezco una explicación.

Le hago una mueca para que me lo explique.

— La primera noche que pasaste en Qatar todavía no habíamos hablado, fue a la mañana siguiente cuando me acorraló a la salida del entrenamiento, me dijo que si no me alejaba de ti y aceptaba volver con ella te haría daño, la dije que no, pero, pero me agarró del cuello y de pronto me vi otra vez como solía estar hace un año y medio. - Pedri comienza a sollozar por lo bajo, pero continua. - Y es muy fácil decir que podría haber pedido ayuda, pero, ¿Cómo le digo yo a mi madre que la chica que vino varias veces a casa, de la que su hijo estaba tan enamorado lo ha estado maltratando por tanto tiempo? ¿Tú le dirías a tu hermano eso? ¿No, verdad?

No digo nada, ha dado en el clavo, jamás le he dicho nada de lo que ha pasado en casa ni tampoco de que madera está hecha su querida familia. Supongo que es normal cuando se trata de alguien a quien amas, recuerdo la primera vez que Ferran se lesionó jugando a fútbol, esa tarde le encubrí diciendo que había sido jugando conmigo porque le habían castigado sin futbol por una semana.

— Aun así, eso no justifica que dijeses lo que me dijiste.

— No te haces a la idea, cada palabra quemaba, pero tenía que hacerlo, por nosotros.

Le miro directamente para comprobar si me está mintiendo, por primera vez me tomo el tiempo suficiente como para fijarme en el, su pelo está revuelto, todavía lleva el kit de entrenamiento, por lo que adivino que habrá venido directamente de la concentración. Se nota que no a dormido en lo que parecen semanas, por lo menos no lo bien que se debería, tiene unas grandes ojeras bajo sus ojos y está mucho más delgado de lo que recordaba.

Aunque a pesar de todo eso, sigue teniendo la misma mirada, esa misma esencia ue me asegura que no está mintiendo.

— Irene, cuando te dije que solo eras tú era cierto, solo tengo ojos para ti, para tu forma de ser, para tu manera tan bonita de querer, para esa sonrisa que me vuelve loco y para cada cosa insignificante que hagas, estoy completamente entregado a ti, nunca fue Gabrielle, nunca fue otra que no seas tu.

No me sale decir nada, Pedri siempre ha conseguido provocar esa sensación en mi, el hacerme quedar petrificada, sin saber como seguir.

— Y sé que esos pensamientos intrusivos no te dejan creerme, pero déjame volver a intentarlo, conocernos por una segunda vez, el chico que amaba el futbol y la chica que dejó de ver el baile como un sueño.

Mi cabeza da vueltas, quizás demasiada información en poco tiempo. Pedri toma una de mis manos dudoso, yo le miro, a pesar del daño, de las promesas rotas de las puñaladas invisibles se que iría a la guerra por él, iría a un jodido tiroteo por él.

— ¿Me amarías a pesar de todas mis cicatrices, de mis inseguridades y de todas mis imperfecciones?

— Te amaría con eso y con más, esos detalles son los que te hacen ser quien eres, te hacer ser tú, mi Irene.

Con eso me hace sonreír, le digo que tal vez esta segunda oportunidad nos sirve para amarnos más y mejor, bueno, amarnos que es lo que cuenta. Parece como si lo que le digo fuese como un milagro porque me sonríe como si ese momento fuese el último.

Y me abraza.

No me besa, me abraza.

Me da uno de los abrazos mas delicados del mundo, como si fuese un trozo de porcelana que en cualquier momento se fuese a romper, y como siempre, Pedri ha sabido que mas que un beso, necesitaba un abrazo, un abrazo de los que curan.

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