QUATTRO
Me termino de preparar, resulta que Pedri ha organizado una quedada con Ferran sin ni siquiera comentarlo al valenciano, pero, Ferran no ha puesto queja alguna.
He decidido ponerme un conjunto sencillo compuesto de un vestido no muy corto y una cazadora vaquera. Me hecho un ultimo vistazo en el espejo antes de salir por la puerta, hacia mucho tiempo que no salia para pasar un rato libre, entre mis ensayos y que tengo que cuidar de mi hermano, a penas tengo tiempo para mi.
Ferran esta esperando apoyando en su coche mientras mira su telefono movil.
— Estás guapísima, patitas.
—Echaba de menos ese mote. - digo para después abrazarle en forma de saludo.
Ambos nos subimos en el coche y yo le pregunto a mi mejor amigo hacia dónde vamos, a lo que el me contesta que es una sorpresa.
La tarde está cayendo, por lo que dentro de poco el sol caerá también.
El valenciano aparca y me abre la puerta para invitarme a salir con él hacía lo que reconozco que es la laya más bonita que jamás he visto en todo el tiempo que llevo aquí en Barcelona.
— No es como las playas de Valencia, pero no está mal. - responde en un tono burlón.
— Esto es precioso.
— Las playas de Valencia dejaron de tener sentido desde que te fuiste, Irene.
— Te he echado tanto de menos, Ferrán. - digo para después enredar a mi mejor amigo entre mis brazos.
Ambos caminamos hasta casi rozar la orilla del mar, Ferran extiende una manta para sentarnos en ella, de la cesta que trae saca dos copas y una botella de lo que deduzco que es vino blanco. Nos sentamos mirando hacia el horizonte esperando a que atardezca.
Ferran me da una copa y me sirve un poco de vino.
— Por los viejos tiempos, patitas.
— Por los viejos tiempos, pesadilla.
Bebemos de nuestras copas y estamos unos minutos en silencio, disfrutando simplemente de la compañía del otro.
Nuestra amistad comenzó de la manera más espontanea posible, yo estaba en primero de primaria y Ferran estaba en tercero, por alguna extraña razón el empezó a hablarme, todos los días, quizás en algunos casos se volvía un poco pesado, pero, al final caí en sus encantos y me convertí en su amiga.
Como ha cambiado todo.
— ¿Y cómo te va? Esta vez de verdad.
— Sigo bailando, me va bien supongo.
— Pedri me dijo que ayer te fue a buscar al entrenamiento.
Mi mandíbula se tensa, de toda la gente que se podría haber entrenado de lo que pasa allí, espero que no haya sido el, espero que el canario no le haya dicho nada porque no me apetece dar explicaciones.
— Ya, lo llame a él por defecto.
— Conmigo no tienes que mentir, Irene.
Y con esa mirada siento que las lagrimas están por salir, Ferran me toca el brazo suavemente y me abraza, un abrazo curativo de los que son muy suyos, eso hace que estalle.
— Estoy tan cansada, estoy harta de todo, del baile, de los campeonatos, los premios y las sonrisas falsas, estoy muy harta de eso.
— Una buena amiga me dijo una vez que persiguiese todo aquello que me hace latir, y que si en algún momento eso ya no me hacía sentir mariposas, entonces era momento de pasar de página.
Sonrío levemente, pero niego.
— Tú estabas por debutar en el primer equipo del Valencia, esto es muy distinto, yo necesito ese dinero para sobrevivir.
— Déjame a mi eso, déjame ayudarte, por favor.
— No lo sé Ferran, es mucho pedirte, estamos hablando de las necesidades de un niño de seis años.
— Llevas toda tu vida asumiendo un rol que no era tuyo, déjate ayudar, te mereces descansar un poco, patitas. - en los ojos de mi mejor amigo veo la súplica de que le deje que me ayude.
— He podido hasta ahora, ¿por qué no iba a poder ahora?
— Porque va a llegar un día en el que te ahogues.
Le miro a los ojos y caigo en que sus palabras tienen razón, si sigo comiéndome esto sola en un futuro puede que me consuma.
— Está bien, gracias por tu ayuda, pesadilla.
Ferran no tarda en rodearme con los brazos y dejar un pequeño beso en mi cabeza. La calma inunda mis pulmones y por un momento me doy el lujo de relajar mis músculos.
— Vas a estar bien Irene, vas a reconstruirte y vas ser la chica más alegre del mundo, porque te lo mereces, joder, nunca aspires a nada más que tu propio éxito. - habla Ferran mientras noto como se le quiebra levemente la voz.
Apoyo mis manos en su rostro.
— Voy a construir algo bonito, y quiero que tú estés ahí.
El se ríe, y me dedica una de sus sonrisas pícaras, enarco una ceja y de un momento a otro siento como me levantan del suelo para dirigirnos directamente hasta el agua.
En pocos segundos estoy empapada de pies a cabeza y Ferran me mira burlón, yo le salpico como respuesta y finjo que estoy enfadada con el, pero, en el fondo agradezco que esté aquí el y no otro cualquiera.
Porque Ferran me enseñó el valor de la amistad, el darlo todo por alguien a pesar de no saber si será recíproco, el saber aceptar cuando es el momento y cuando no.
Estoy segura de que el es mi alma gemela como amistad.
Salimos del agua y nos cambiamos, Ferran me deja una de sus sudaderas ya que la noche está cayendo.
Y en ese instante me doy cuenta de que ese momento lo quiero guardar conmigo para siempre. Justo en el corazón.
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