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OTTO

Pedri ha decidido que volverá a casa con nosotros. Se empeñó en traernos a casa a pesar de ser muy tarde, porque si, nos hizo quedarnos a celebrar la victoria.

Sergio está dormido en mi regazo mientras el canario conduce, el ambiente es agradable, la música suena en un nivel bajo para que mi hermano no se despierte.

El coche se para, hemos llegado a mi casa.

— Gracias por venir hoy.

— Gracias a ti por hacerle el niño más feliz del mundo.

Pedri me sonríe, su mirada está fija en mi, como si me estuviese analizando. Miro mi reloj, es casi medianoche.

— Quédate esta noche en casa, no te voy a hacer conducir hasta tu casa a estas horas.

— Tampoco vivo tan lejos.

— Pedri, vives a media hora del Camp Nou y mi casa esta a cuarenta minutos del estadio.

Pedri resopla y levanta las manos sonriendo en señal de derrota, sonrío y salgo del coche, saco mis llaves y abro la puerta.

La casa está en silencio como es de esperar, le digo a Pedri que espere en el sofá en lo que yo subo y acuesto a mi hermano.

No le cambio de ropa, estoy segura de que el no hubiese querido quitársela en ningún momento, todavía tiene la camiseta de Ter Stegen en sus brazos, el es su jugador favorito del equipo aunque estoy segura que Ferran y cierto canario están subiendo puestos en su ranking.

Su cara descansa en una mueca feliz, y eso me dice mas que mil palabras. Dejo un pequeño beso en su frente y lo arropo bien antes de irme y apagar la luz.

Bajo y me encuentro con un Pedri sentando en el sofá luchando contra el cansancio, sus ojos se cierran pero al instante los abre sabiendo que en cualquier momento bajaré a llamarle.

— Ey, ven, te enseñaré tu cuarto. - susurro suavemente.

Él asiente y se levanta cogiendo sus cosas.

Subimos al piso de arriba.

— Está es tu habitación, se supone que tendría que ser la mía, pero, bueno ya sabes, mis padres no están mucho por aquí así que toda tuya.

Pedri entra a la habitación curioso, se pasea por las estanterías, llenas de premios, diplomas y condecoraciones, toda una vida sobre punteras, luego pasa por las fotos, algunas de ellas son de hace mucho tiempo, hay fotos mías en algún que otro viaje escolar, fotos con Ferran en Valencia, la más especial es la que nos hicimos en su partido debut con el primer equipo.

La más especial es la de la graduación de infantil de mi hermano, es de hace pocos meses, en la foto se refleja la felicidad en estado puro, la suya por haberse graduado y la mía por ver feliz al niño más bonito de toda mi vida.

Pedri coge la foto y sonríe.

— Te admiro.

— ¿Que?

— Te admiro, admiro como has podido sobrevivir todos estos años, como todos los días sacas fuerzas para levantarte con una sonrisa por tu hermano. - Pedri deja la foto sobre la mesilla y se acerca hacia mi.

— El amor lo cambia todo, te hace querer arriesgarlo todo, como yo lo haría por Sergio, por verle conseguir sus sueños y ser todo lo que él quiera ser.

— ¿Y los tuyos? ¿Que hay de los sueños que la Irene del pasado quería?

— Eso ya no importa.

— Claro que importa, porque tú importas, le importas a Sergio, a Ferran, a Andrés, a mí. - Pedri apoya sus manos sobre mis hombros - mi es que te consideres la reina del universo, si no que aprendas a que tus sentimientos importan, que tu opinión cuenta y que la única persona que va a estar siempre para ti eres tu, aunque creo que eso ya lo sabes.

Siento como mis ojos empiezan a escocer, si algo he aprendido de este chico es que su mirada te transmite esa confianza que te hace mostrar un poco de ti.

— Llevas toda tu vida cargando piedras que se han ido acumulando hasta tal punto de que te van a aplastar.

— Puedo yo sola.

— No, no puedes sola, y no me vengas con la de llevo todo este tiempo aguantando yo o la de nunca me hizo falta nadie porque no, Irene, no quiero que un día decidas hacerte daño.

Le miro y el hace una mueca que termina por romperme, apoyo mi cabeza en su pecho, siento latir su corazón, él deja suaves caricias en mi cabeza, como un padre a su hijo, eso provoca que por primera vez en mucho tiempo llore delante de alguien que a penas conozco, dejándome ver vulnerable, impotente y frágil.

Me separo de él y seco mis lagrimas.

— Perdón, no quería mojarte la camiseta yo... - Pedri no me deja continuar.

— No te disculpes, no importa, una camiseta no es importante cuando alguien necesita de un abrazo.

— Me siento tan débil... - me siento en la cama cruzando mis brazos.

— Muchas veces pensamos que está mal sentirnos vulnerables, pero, yo creo que es lo más bonito del mundo.

— ¿Porqué?

— Porque es así como enseñamos verdaderamente quienes somos, mostramos una parte de nosotros, un pedazo de nuestra alma.

Asiento, sus palabras se cuelan por mis huesos directas hacia el corazón.

— ¿Quien te hizo tanto daño, canario?

— No fue nadie en concreto sino yo mismo, lo que hay aquí dentro. - se señala su cabeza - es incluso peor que comentarios ajenos.

Por un momento Pedri relaja su cara, dejando ver una mueca cansada, me fijo más detenidamente en su rostro, sus pómulos están caídos además de que sus ojos no tienen el mismo brillo que cuando le conocí.

Paso mi mano por su hombro y dejo pequeñas caricias en el. Pedri deja un pequeño beso en mi frente como respuesta.

Me levanto y le digo que si necesita ropa para dormir a lo que él me responde que tiene ropa de cambio y que esa misma le sirve.

— Buenas noches, Pedri.

— Buenas noches, bailarina.

Salgo de la habitación con una sonrisa de oreja a oreja, cada vez que hablo con el me siento mejor, más viva.

Esa misma noche me fui a dormir tranquila, pude respirar un poco.

Esa noche me di cuenta de que ese canario de ojos marrones y sonrisa perfecta iba a impactar en mi vida de la manera más bonita que jamás habré sentido.

Pero, siempre hay gente que intenta estropearlo todo, siempre hay personas que te van a querer ver caer.

Pero con él de mi lado siento que todo va a estar bien.

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