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7. Nereida


La primera claridad del amanecer llega a la selva. Me despierto y desperezo, como las aves que empiezan a cantar; un nuevo día comienza en la isla. Me visto usando la tela de pareo a modo de vestido, y voy a caminar por la playa. Una de mis cosas favoritas siempre ha sido pasear por la arena al borde del mar, mientras el sol inicia su ascenso, extendiendo sus rayos de forma longitudinal; cuando todo desprende un ambiente fresco, aromático, tranquilo. Perfecto.

A esta hora, Katrina suele estar perdida en las profundidades de la selva, por lo cual me sorprende verla viniendo hacia mí. Y, a lo lejos, me fijo en una cosa. Parecen los restos de algo varados en la playa. En una carrera ligera me acerco, curiosa, para averiguar de qué puede tratarse. El corazón me da un vuelco y paro en seco, cuando descubro una figura humana. Una persona. Tirada en la arena. Mil cosas vienen a mí, mientras sigo parada, seca, mirándolo sin poder reaccionar, sin sentir ni mis piernas ni mi corazón. No me atrevo a acercarme. ¿Y si está... muerto? Lo más probable es que lo esté.

Un accidente, un barco hundido, gente ahogada... y el mar trayendo sus cuerpos a la playa. Conozco esa historia, aunque sin cadáveres traídos por el mar; se los quedó para él. Lentamente, como si pisara huevos de tortuga, me voy acercando. Al menos debería tener la valentía de averiguar si está... ¡Mierda, se ha movido!

Echo para atrás rápida como el rayo y me reúno con Katrina, a una distancia prudencial, bajo las palmeras. El humano empieza a dar señales de vida, o algo así. Se remueve, gime como en sueños.

Intento calmarme y pensar. No sé si es peor tener un vivo o un muerto... Un vivo da más problemas que un muerto, seguramente. Pero no puedo evitar una pizca de curiosidad, a la vez que ese instinto de preservación, de desconfianza ante cualquier cosa sospechosa... miro a Katrina y pienso que me parezco más a ella que al humano que acaba de llegar.

Como siempre, lo único que hago es observar, ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Está vivo, y se mueve, pero parece estar muy mal. Me quedo quieta como una estatua, el tiempo parece pasar eterno. Pero no tengo prisa ninguna. Katrina decide desaparecer en las sombras de su querida selva, perdiendo todo el interés en lo referente al intruso y dejándome sola. Observo en silencio. Parece recuperarse del aturdimiento, y sé que, si no me oculto, no tardará en descubrirme. ¿Debería ocultarme? Algo me llama fuertemente a hacerlo, pero a la vez sigo clavada en el sitio. Pienso qué hacer, y cuando estoy a punto de girarme y desaparecer igual que ha hecho Katrina, él ser humano me encuentra con los ojos. Quedo quieta, como los lagartos, una estatua viva y a la expectativa.

De repente tomo consciencia del tiempo que hace que no veo un ser de mi especie. Años, lo que se me antoja toda una vida, sin ver a nadie. Es raro encontrarme ahora mirando de hito en hito a un hombre. Porque es un hombre, joven, vestido con ropa nueva... que se encuentra más perdido y con la cara más desesperada que he visto nunca. Parece no dar crédito a sus ojos, que siguen clavados en mí, y yo sigo sin saber qué hacer.

—Oh, gracias a Dios —oigo que dice, casi solloza—. Eh —me llama—. Hola... ¿quién eres? ¿Hablas mi idioma? —inquiere ante mi silencio.

Decido bajar las defensas viendo su desesperación. Está rendido a mi merced, no soy yo quien debe temer. Me acerco lentamente, arrastrando los pies por la arena, llegando a su altura.

—No sabes cuánto me alegro de que la isla esté habitada —dice, esbozando una mueca en un intento por sonreír.

Siento tan extraño escuchar la voz de alguien...

—No está habitada —hablo por fin—. ¿Quién eres?

Me mira aturdido, como si acabara de darle una bofetada sin motivo.

—¿Qué? ¿Cómo... cómo que no está habitada? Estás tú aquí. Tiene que estar habitada —suelta, como si no hubiera verdad más irrefutable.

—Sí. Estoy yo. Nadie más.

Sigue mirándome incrédulo, hasta que se deja caer emitiendo un quejido ahogado. No sé cómo reaccionar ante la desesperación de alguien de mi misma especie. Permanezco de pie, observándolo. No tiene pinta de ir a hacer nada por sí mismo, así que tendré que hacerlo yo.

—Mi cabaña no está lejos. ¿Puedes andar?



Y SUCEDIÓ, SE HAN ENCONTRADO. 

Jake, Nereida, Nereida, Jake. Solo falta que no se mueran (lol). Ahh, la grandísima casualidad de que Jake haya ido a aterrizar a una isla habitada solo por Nereida... Robinsón Crusoe con Robinsona Crusoe. Ya, vale, dejo de hacer chistes de mi propia historia. 

¡Como siempre, espero vuestros comentarios, saber qué os ha parecido y qué creéis que pasará!

Recuerdo que podéis escuchar la playlist de la historia en Spotify, y que también hay un tablero de Pinterest, y que podéis seguirme en Instagram donde publico cada dos siglos y pongo idioteces en las historias, y además podéis hablarme. Yei.

Una vez más, siento que no está revisado lo suficiente, pero fuck it. Bastante tengo con haberme quedado atascada escribiendo el capítulo 26; tener a medias la escritura del primer borrador y la reescritura también a medias, y por ahí otro par de historias que quieren que las escriba porque no saben hacerlo solas. 

¡Gracias por leerme y apoyarme!

Love y'all, nos vemos en el siguiente <3

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