10. Jake
¡Una pantera! ¡Una maldita pantera negra! Dios, no podía ir a parar a algo normal. Tenía que ser a esta locura. Nunca me han gustado las locuras. ¡Y la tía esta juega con la fiera! Las miro totalmente atónito, ella ríe, con las bestiales patas de la pantera encima, poniéndole las manos para que se las muerda, como si esos colmillos de cinco centímetros no fueran nada. Y la pantera juega con ella. No me lo puedo creer. Es como si fueran una chica y una gata, pero a lo bestia. Con un animal de metro y medio de largo y una complexión robusta capaz de matar a un hombre de un plumazo, por no hablar de las mandíbulas que tiene.
Termina teniendo a la pantera tumbada cerca de ella, mientras le acaricia la cabeza y la fiera mueve la punta de la cola. La chica me mira. Con esos ojos de mar, de océano profundo.
—Tendrás que acostumbrarte a esto. Olvídate de tu vida, esto es otro mundo. No vas a poder tener las comodidades a las que estás habituado, te vas a tener que enfrentar a mil cosas que para ti serán disparatadas, espantosas y de todo; esto, Jake, esto es la selva. Es una isla virgen. Te adaptas o mueres.
Un escalofrío me recorre la columna vertebral, pero no sé si es por lo que ha dicho y todo lo que implica, o por cómo lo ha dicho, mirándome de esa forma tan directa. Y me siento vulnerable e inútil. No sé qué debe pensar de mí, que he llegado aquí desesperado, en plena crisis nerviosa, lamentándome, echando de menos un móvil o una máquina de afeitar, queriendo recuperar papeles del trabajo y desesperado por no separarme de mi mundo. Ese mundo, que como ha dicho, ahora está tan lejano e imposible.
Me separa un abismo insondable de mi querida zona de confort. De mi trabajo, las oficinas, las ambiciones y deseos, los ascensos, mi jefe, mi novia, mi apartamento... Nueva York ahora mismo es otro universo. Y aquí estoy yo, tan acostumbrado a eso, intentando agarrarme desesperadamente a una brasa ardiendo, todo por no querer darme cuenta de la verdad. De que estoy tirado en una isla perdida entre las miles del Pacífico Sur, en lo más salvaje, hostil y distinto a mi vida que se pueda imaginar. Y estoy enfrente de una chica que juega con panteras, que sube a los árboles como un mono y que come lo que caza y recolecta. Me siento desesperadamente inútil.
Ella lo ha dicho, o me adapto o me muero. Y ahora mismo se me antoja más fácil morirme. Pero esa penetrante mirada azul me dice que no, que aunque me joda voy a tener que sobrevivir.
—Lo siento —suspiro.
—¿Por qué? No has hecho nada para tener que disculparte o sentirlo.
—Lo siento porque de algún modo siento que soy una molestia, que he llegado a importunarte, que soy un ser de otro mundo. Y que en medio de una isla salvaje me preocupo desesperado por encontrar algo que me siga conectando a mi mundo, para no sentirme tan jodidamente perdido.
—Eso es algo que no tienes que disculpar —Su mirada se vuelve comprensiva, casi tierna—. Es totalmente normal. Sí, es otro mundo distinto, nos separa un abismo de diferencias. Y, joder, cualquiera se sentiría desesperado hasta la muerte. Te entiendo. Pero míralo por el lado bueno: estás vivo. Y no estás solo.
Otra vez hace que me sienta profundamente agradecido, como si con sus palabras removiera otra cosa en mí.
—¿Tienes familia? —pregunta.
—Mi madre vive en el campo. Y poco más... aún no había formado mi propia familia con mi chica.
—Tienes suerte. De que la gente que quieres esté viva.
—¿Y tú?
—¿Yo? —Primero me mira, y luego agacha la cabeza—. No. Yo nada.
Intuyo que ahí hay algo más. Y me digo que tarde o temprano averiguaré la historia de esta chica y de cómo acabó aquí, pero por ahora prefiero no tocar temas que puedan ser delicados. Así que lo dejo pasar.
—Gracias otra vez. Por todo. Si no es por ti, estaría muerto.
—Sí —Se ríe ligeramente, y tiene una risa clara y suave—. Pero si vamos a estar juntos, no tienes que darme las gracias por todo. Es lo que hay.
—De acuerdo —Me permito un asomo de sonrisa.
—Y ahora a comer. ¿Tienes hambre? Necesitas proteína y azúcares para recuperarte.
Me doy cuenta de que hace mucho que comí por última vez, pero con todo el malestar traumático ni siquiera había notado hambre.
—Sí, claro. ¿Te puedo ayudar en algo?
—¿Sabes hacer fuego con pedernal? ¿O prefieres venir a cazar algo?
—Eh...
WE'RE GOING OON
¿Qué os ha parecido, qué opináis? Espero vuestros comentarios, como siempre (qué cansina que soy, ¿verdad?).
¿Cómo podéis aguantarme? De hecho, ¿alguien lo hace? ¿será por eso que no tengo amigos?
Esto es como:
Nereida: te he curado las heridas sin tener ni agua oxigenada, te he aceptado en mi isla para que no te mueras, ahora vamos a cazar para conseguirnos la comida, hacer fuego sin un mechero para cocinarla... ¿tú qué sabes hacer?
Jake: eh...
Ajá. No encuentro nada más que podría tener que decir en la nota. Solo que quizá vuelva a "desconectarme", quién sabe, pero en ese caso vuelvo para actualizar el viernes :3. No es por nada, pero estoy deseando llegar ya al capítulo 17, es que son tan cortos que es como... venga, gansos, avanzad.
Gracias por leerme, criaturillas, nos vemos en la siguiente entrega de "Sobreviviendo en la selva". Digo, de Bailando con las olas, eso.
Love u <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro