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ATENCIÓN:
Capitulo largo.
Pero bueno, el título no engaña, JAJAJAJ
Cuando las letras estén así significa que se está narrando algo en pasado, cosas que ya han ocurrido pero visto desde el punto de vista de alguien.
¡Disfruten!
Según voy dejando atrás la cuidad, sus vivos colores van desapareciendo, y son remplazados por gamas de negro y colores oscuros, que dan paso a un sentimiento temeroso.
Las luces delanteras del autobús rompen aquellos colores y hacen que la carretera sea visible, y aún que es cierto que una mínima parte de esas luces llegan hasta mi sitio, no iluminan lo suficiente mi parte cómo para poder observar donde me están llevando y/o que paisaje me estoy perdiendo.
Las luces del autobús están apagadas, solo dos líneas de luces led blancas pegadas al suelo destellean ligeramente, supongo que para quién quiera levantarse.
Yo me pongo mis cascos y le doy al botón de: "canciones aleatorias" en mi playlist.
El murmullo es algo débil, somos pocos lo que viajamos a esta hora de la noche, creo que todos lo hacemos con el mismo propósito: ver la lluvia de estrellas.
En el autobús viajan algunos niños con sus respectivos padres, parejas y un pequeño grupo de adolescentes. Los niños hacen algo de ruido y algún que otro berrinche por la oscuridad del lugar, pero que puedo decir, a mi de pequeño tampoco me hacía gracia.
Miro por la ventana y gracias a dicha luz delantera del autobús—y mi propia luz del móvil— puedo verme reflejado.
No me he peinado mucho a pesar de ser una situación especial, mi pelo se enreda con facilidad y es una tortura peinarlo, por eso prefiero dejarlo así.
De ropa tampoco es que lleve algo impresionante, llevo unos pantalones vaqueros, una camiseta larga cubierta por una sudadera, y un abrigo con forro calentito por dentro. Las noches en El Salvador son frescas, y siempre hay que ir preparado, especialmente donde creo que vamos a ir.
Porque cómo ya he dicho anteriormente, no se dónde voy, bueno no, si lo sé, pero es esas veces que has oído hablar de algún sitio pero no has estado.
El viaje se me está haciendo eterno. Supongo que sí me distraigo el viaje si hará más corto.
Bajo el brillo del móvil y comienzo a rebuscar entre las diferentes canciones que hay disponibles para mis próximos bailes.
Cómo profesor tengo que innovar, rebuscar hasta encontrar algo que caracterice mis clases para que se apunten, y así, ganar dinero.
Cierto es que no todo lo que consigo lo recibo yo.
Mi trabajo—aparte de enseñar a bailar— es
atraer a las personas, mostrarles porque apuntarse a esta academia y a mi clase y no a las trescientas que hay en la cuidad. Cuántas más personas traiga más van a pagar a la academia y depende de eso es lo que cobro yo.
Es decir, yo cobro un salario fijo, si, pero a eso se le suma lo que ellos llaman el complemento de interés, y aún que lo llaman el CI no hay que confundirlo con el complemento indirecto, que también se abrevia CI, lo aclaro porque mucha gente me lo pregunta.
En fin. El CI es un aditivo que se añade al sueldo, cómo una paga extra.
Lo que pasa que el sueldo básico es una mierda.
Lo que yo buscaba era trabajar en una academia prestigiosa, y en este trabajo me iban a dar suficiente experiencia para pedir solicitud de trabajos, porque lo mínimo que te pedían para entrar en una academia cómo esas era eso: experiencia.
Y yo era un recién llegado de Japón que no tenía experiencia en nada, así que cuando se me presentó la oportunidad la cogí.
En un principio iba a estar allí poco tiempo, sólo hasta que encontrara algo mejor, pero pasó lo de mi padre y no pude darme el lujo de dejar esto para aló mejor no conseguir nada en un tiempo, no podría pagar nada.
Así que cuando me ofrecieron lo del CI me pareció genial, ahora me parece otra mierda.
Con la crítica es obvio que la gente no va a querer estar conmigo, por eso estoy tan preocupado, si no gano nada con el CI no podré permitirme algún que otro capricho.
Por eso tengo que innovar. Haber, ¿Qué tiene mis clases que no tengan otras?
Abro las notas para apuntar ideas.
A mi, no me tienen a mi, ¿Pero que tengo yo que no tiene otros?
¿Ideas? ¿No? Que desesperación.
Pasan los minutos y lo dejo de intentar, no es bueno que me estrese antes de estar con la gente, después les grito, y con razón, se enfadan.
Dedico el tiempo que me queda de viaje a jugar algún juego en mi móvil. Cuando me dicen que estamos apunto de llegar cojo la pequeña mochila que he preparado—en la que llevo algún que otro snack, y una pequeña manta por si acaso refresca de más.
Cuando el autobús para observo donde nos ha dejado:
Es una estación destartalada con una pequeña farola que apenas la ilumina, el resto es—por lo poco que puedo ver—bosque y prado.
Nos obligan a bajar y lentamente lo hacemos.
El conductor nos dice que no habrá autobús de vuelta, supongo que será por la hora.
Me fijo en que las personas de mi alrededor no parecen nerviosas o alarmadas, lo habrían previsto, pero yo no.
Si es que Kageyama me deja plantado, ¿Cómo voy a volver? Aún que no creo que pase eso, no me dejaría plantado en mitad de la noche, sólo, y sin transporte de vuelta, ¿Verdad?
La gente se va alejando, siguiendo el camino que marcan unas viejas y desgastadas señales de madera, apenas alumbradas con la misma farola de la estación.
Será mejor que me siente y espere a los demás, que a todo esto no sé cómo vendrán si es que no hay autobuses. También es cierto que no sería muy lógico ir en uno con el revuelo que hemos montado.
No sé, pero me da igual, que vengan rápido o pillaré un buen resfriado...de nuevo.
Los voy a matar. He tenido que sacar la manta porque me estoy quedando frío.
Según ha pasado el tiempo algunas personas han llegado y pasado de largo.
Unos señores me preguntaron si necesitaba abrigo porque estaba tiritando, obviamente les dije que no, pero aún así les di las gracias.
A pesar de ser una carretera alejada de la cuidad es transitada, así no es raro que varios coches descansen al lado de la estación, en un pequeño parking hecho rápidamente para los turistas.
Hablando de coches, por ahí viene otro.
Es negro, por lo que casi no se ve, pero creo es de marca.
Un coche de marca, ojalá tener uno. No se porque si no tengo carnet de conducir, pero molaría.
La persona que iba dentro sale, no lo puedo ver porque está integrado en la oscuridad.
Aparto la mirada, es solo una persona más.
¿Y si llamo a Kageyama? Quiero explicaciones de la tardanza.
Reviso mi lista de contactos, y cuando encuentro a Kageyama le doy a llamar.
Me asusto cuando un móvil suena detrás mío.
Me giro y ahí está él.
Gracias a la escasa luz ya puedo verlo mejor: lleva—cómo siempre—el pelo bien peinado, sus ojos azules son lo que más resalta. También lleva unos pantalones vaqueros oscuros junto a un abrigo sin abrochar, dejando ver que lleva un jersey, que si tengo que ser sincero, no le queda mal. Lo de las deportivas no lo veo, pero supongo que quiera ir cómodo respecto a calzado.
—Hola, ¿Llevas mucho esperando?— él se sienta al lado mío.
—Algo si, pero da igual, ¿Y los demás? Habíamos quedado todos, ¿No?
—Ya, es que el turismo se alargó un día más, pero a mí me daba cosa dejarte aquí.
—¿Y por qué no me avisaste? Pude haberme ahorrado el viaje y tú también.
—Ya sabes que donde fui la cobertura no era buena.
—Pero cuando me escribías me llevaban los mensajes..
—Cómo sigas poniendo pegas me largo.
Levanto mis manos.
—Vale— me pongo de pie—. Será mejor que empezemos a caminar o no cogeremos sitio.
Kageyama asiente y también se pone de pie.
—¿Hacía dónde hay que ir?— yo me acerco a los carteles de madera e intento leer lo que pone.
—No sé, tengo la vista cansada, no leo bien.
Él se acerca y se detiene a mirar los carteles.
—Hay que seguir el camino de la derecha hasta una bifurcación.
—¿Y luego?
—No pone nada más, supongo que allí estará al sitio.
No se porque, pero siento que nos vamos a perder.
—¿Vamos o qué?
—Si, claro.
Empezamos a andar, dejando atrás la estación, y con eso, la luz que nos alumbraba, quedándonos a oscuras.
Kageyama va delante, yo intento seguirle, pero la oscuridad no ayuda.
—Kageyama, espera— él se detiene y yo me choco con su espalda por no frenar a tiempo.
—¿Qué?
—Déjame sacar el móvil, si pongo la linterna se verá mejor.
Él acepta y cuando saco el móvil la enciendo.
Muevo la luz a nuestro alrededor, no me había fijado por donde íbamos.
Y es que es puro campo.
Respiro ondo, en la cuidad no se respira el mismo aire.
—¿Vas delante o cojo yo el móvil?
—Voy yo— él asiente y me deja ponerme delante suyo, me siento más seguro si se que quién está detrás mío es Kageyama y no algún fantasma.
Así que comenzamos a caminar. De vez en cuando giro la linterna a los lados para ver que tenemos a nuestro alrededor, pero Kageyama me regaña y me dice que a la siguiente lo lleva él. No tengo la culpa de ponerme nervioso al no saber que hay a mi lado.
Además de que yo sé que él está igual de cagado que yo, a mi no me engaña.
A lo que estoy dando vueltas a lo que dijo, ¿Por qué vendría hasta aquí sólo para ver una lluvia de estrellas? Yo no me hubiera esforzado tanto pudiendo cancelarlo a tiempo.
—Hey, mira— Kageyama me llama la atención—. Ahí está la bifurcación.
Es verdad, el camino de tierra se separa en dos.
—¿Por donde vamos?— le pregunto.
—No sé, quizás— yo le hago un ruido para que se calle.
—¿Oyes eso?
—¿El qué?
Frunzo el ceño.
—¿No lo oyes?
—¿Pero el qué?
—Agudiza el oído.
Aló mejor estoy loco, pero estoy oyendo un murmullo por el camino de la derecha, un murmullo que sólo ocasionan un grupo de personas hablando en bajo.
—¿No oyes el murmullo?
—Si, algo si.
—¡Pues debe ser por ahí! Si hay gente hablando es que debe haber algo, ¿No?
—Supongo— yo empiezo a andar más rápido que antes—. ¡Hey, espérame!
Él camino nos lleva a un valle precisoso. Cómo supuse hay gente, por suerte no mucha.
—Mira, Kageyama— señalo el cielo.
Es muy lindo, lógicamente de colores oscuros, pero que están siendo iluminados por pequeños puntos blancos de diferentes tamaños, estos, están esparcidos por todo el firmamento. La luna llena también hace su función, y aún que está cubierta por débiles y casi trasparentes nubes, ilumina la mayoría del cielo estrellado, y a nosotros, en cierta parte, también.
—Ya...se llama cielo, y sino lo sabías a estado todo el rato ahí.
Le pego un pequeño golpe en el brazo.
—No soy idiota, Kageyama.
—Ajá. ¿Cogemos sitio o qué?
Asiento y caminamos un poco hasta encontrar un buen sitio, algo alejado de las demás personas.
Me fijo en que las demás personas llevan manteles para sentarse y comida en condiciones, nosotros no hemos traído nada de eso
—¿Y ahora que hacemos?— parece que él también se ha fijado.
—Sentarnos, ¿No es obvio?— Me siento siento de sopetón.
—¿Y el suelo no está mojado?
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo, ¿Me abré mojado el pantalón? No, gracias a Dios no.
—Venga, sienta— doy unas palmadas al suelo para que se siente a mi lado, mientras, dejo la mochila en el suelo, creo que los snaks los dejaré para más tarde.
Ahora que lo pienso podría poner la manta para sentarnos, aún que dudo que sea lo suficientemente grande para que quepamos los dos.
Le observo tumbarse a mi lado.
—¿Cuánto falta para la lluvia?— él levanta la manga de su jersey y mira un pequeño reloj.
—Es a la una, y son las doce y media.
—¿Todavía queda media hora?— bufo.
—¿Tan horrible es pasar el tiempo conmigo?
—¿Qué? Claro que no. Es que con el frío que hace aquí se me va a eternizar.
—Si quieres te puedo dejar mi abrigo.
—No hace falta, he traído una manta por si llega a suceder.
Abro la mochila y le muestro un poco de la manta.
—Anda, que previsor— río dándome importancia.
—Gracias, gracias— él sonríe ligeramente.
—Idiota.
—No más que tú.
Él finge indignación y yo río.
Quizás la noche no pase tan lentamente.
—Esa es la constelación del carrito— yo señalo el cielo.
—Cierto...esa de ahí creo que es la de Aries.
Él parece señalarla pero yo no la veo.
—¿Dónde?
—Eh...¿Ves aquella estrella grande?
—Si.
—¿Luego ves que al lado hay una pequeña?
—Kageyama, hay mil pequeñas.
—Esfuérzate.
Yo le miro mal.
—Ves que luego de esa que te he dicho hay una que baja, que después de esa hay una grande.
—Pues...¡Si! ¡Ahora lo veo!
—Bien.
—¿Crees que podamos encontrar la de Géminis?
—¿Por?
—Es que ese es mi signo.
—¿Crees en esas cosas?— yo niego.
—No. Es más por curiosidad que por otra cosa.
—Ya veo.
Nos quedamos en silencio mientras observamos la estrellas.
No es que seamos astrónomos, pero algo sabemos.
Diez...veinte...treinta... Cuento los segundos porque no soporto estar mucho tiempo en silencio.
En verdad estamos haciendo esto porque nos aburrimos mucho.
Cojo el móvil para mirar la hora.
—Apaga el móvil o te harás daño en los ojos.
—Perdón, sólo estaba mirando la hora.
—¿Y bien?
—Queda un cuarto de hora.
Él suspira.
—¿Crees que podamos ver muchas estrellas?
Kageyama frunce el ceño
—No sé, no soy astrólogo.
Yo bufo, así no se puede mantener una conversación.
—Tres...dos...uno...ya— yo me tumbo rápidamente, mirando al cielo.
Se supone que desde ahora hasta las dos menos cuarto, es la lluvia.
Él se tumba a mi lado en completo silencio.
Me extraña que no esté mirando al cielo.
No sé dónde está mirando, porque yo si que tengo la mirada ahí, pero por el rabillo del noto que no mira a donde se supone que tendía que mirar.
—Kageyama, cómo no mires al cielo te lo perderás.
—Estoy mirando al cielo— Mentiroso.
Frunzo el ceño pero cuando yo me giro a verle él está mirando al cielo, ¿Habrán sido imaginaciones mías?
—Mira al cielo o te lo perderás— suelto una risa irónica y vuelvo a mirad al cielo.
Pasan los segundos...minutos... Y no hay rastro de cualquier cuerpo celeste. Pero si de algún bicho que se me está subiendo por el meñique.
Desde hace unos segundos estoy sintiendo cómo algo se mueve por mi meñique, pero no me atrevo a mirar, ¿Y si es un bicho grande? No quiero asustarme y que Kageyama se ría de mi.
Y eso que yo viví en el campo, viví... Que combarde me he vuelto.
Después de reunir el valor suficiente para hechar una ojeada descubro que no es un bicho, más quisiera que fuera así.
Es otro meñique, del compañero que tengo al lado, es decir, Kageyama.
Pero no pasa nada, seguro se movió involuntariamente, sólo tengo que esperar que se de cuenta y lo quite.
Spoiler: No pasó.
Cómo no hubo algún gesto por mi parte siguió lentamente su camino; al tener los dos las palmas sobre la hierva su meñique se va deslizando por el mío, sus dedos restantes hacen lo mismo, se deslizan por mi mano y se reposan sobre los huecos que hay entre dedo y dedo.
Mientras, yo no me atrevo a mirarle. No es cómo si no le hubiera dado la mano más veces, pero no en este contexto. Ahora mi corazón late muy fuerte contra mi pecho y estoy seguro de que mis mejillas están rojas, y no creo que sea por el frío.
Un nuevo moviento me hace alarmarme, su mano ya no está sobre la mía, quizás si que fue un simple descuido.
Pero no, su mano se coloca debajo de la mía y espera a que yo termine de entrelazarlas.
Agarra nuestras manos con sutileza. Noto que le tiembla es pulso, aún que no sé si es por el frío o porque, a saber que se le estará pasando por la cabeza en estos momentos.
Él aprieta un poco mi mano, cómo esperando una respuesta.
Pero yo no sé cómo reaccionar ante esto. No sé qué quiere decirme.
—Kageyama, ¿Qué—
—Hinata, tengo que decirte algo— él se sienta de sopetón— Yo—
—¡Kageyama, mira!— yo señalo el cielo.
Brillantes estrellas fugaces pasan por todo el firmamento.
—¿Las estás viendo? Que bonito.
—Si— dice en un suspiro.
No parece muy contento.
—Venga, no te pongas así, hemos venido a divertirnos— él niega mientras mira hacia arriba.
Las estrellas fugaces pasan a toda velocidad, se dice que cuando se ve una se tiene que pedir un deseo, ¿Valdrá si pido uno por cada estrella?
—Kageyama— cuando aparto la mirada, pues la lluvia a parado por unos instantes, veo que Kageyama no está mirando al cielo, sus manos cubren su cara—. Oye, ¿Estás bien?
—Si— dice cortante, pero yo no me lo creo—. Sólo mira al cielo, no hemos venido aquí para nada.
—Lo mismo te digo— él chasquea la lengua pero no se tumba, se queda sentado, mirando al cielo.
¿Es que he hecho algo mal?
—Perdón por lo de antes— dice después de unos minutos.
—¿Eh? Ah, ya, no pasa nada, ¿Es que tenías miedo de algo?
—Algo así.
Yo río y niego, este chico nunca va a cambiar.
Después de media hora viendo estrellas, comentando sobre más constelaciones cuando no veíamos estrellas fugaces, y comiendo los snaks cuando teníamos hambre, ya casi nos vamos.
Si es que es verdad que he notado a Kageyama más distante desde el inicio de la lluvia. He hablando la mayor parte del tiempo yo, el se dedicaba a asentir y a pensar en a saber que.
—¿Has pedido algún deseo? De las estrellas hablo— él me mira por unos segundos en silencio.
—Si.
—Uy, ¿Qué es?
—Si lo digo no sé cumplirá— yo bufo.
—Oh, vamos, dime qué has pedido.
Él niega rotundamente.
—¿Y tú? ¿Qué las pedido?
—Pues cómo había muchas estrellas he pedido muchas cosas, por ejemplo; Poder ir a Japón a visitar a mi tía y a mi hermana, que se apunte más gente a mi clase, y más noches cómo estás.
Él me mira con una ceja alzada.
—¿Más noches cómo estás?
—Si. Noches con un ambiente tranquilo, en el campo, con buena compañía, cosas de esas.
—¿Soy buena compañía?
Yo río.
—¡Pues claro que sí! Haber, eres poco hablador, siempre pones muecas y la mayoría de lo que dices para insultarme— el frunce el ceño— pero eso no significa que seas mala compañía.
Él aparta la mirada.
—¿Te avergoncé, Kageyama?— me burlo pero el me pega en la mano—. Vale, ya paro.
—Pues tú eres ruidoso, eres muy infantil y tu físico da asco.
—Pero Kageya—
—Pero tampoco eres mala compañía.
Vale, ahora él me ha sacado los colores a mi.
—¿Te avergoncé, Hinata?
Yo le pego un— suave— puñetazo en el hombro.
—Touche.
PUNTO DE VISTA DE KAGEYAMA.
Me siento un idiota, un completo idiota.
El plan se fue a la mierda, y eso era lo último que me esperaba, era perfecto.
Bueno, dejó de serlo cuando me dejé la mochila con las cosas en casa, pero ya era tarde para volver.
—Hinata, cuidado con caerte— yo le aviso, pero sé que hará lo que le da la gana.
Ah, si, es que el idiota se quedó medio dormido mientas hablaba con él. No debía interesarle mucho lo que decía. Así que ahora lo estoy tirando de la mano para que ande, pero a este paso se deja la cara.
Si veo que se pone chunga la cosa le llevaré a caballito, pero no quiero dejarme la espalda, que aún que sea menor— físicamente— que yo, también pesa.
Mi teléfono vibra, por lo menos eso no me lo dejé en casa.
Miya
—¿Qué tal? Vi que te dejaste la mochila en el piso.
El plan no funcionó—
—Me lo imagino, ¿Estás volviendo?
Si. Dejaré a Hinata en su casa e iré para allí—
—Vale, aquí te esperamos.
Bueno, supongo estaréis muy desubicados, así os contaré un poco de que va la cosa.
Todo se remonta a unas semanas atrás, específicamente la mañana de cuando empezamos los bailes por parejas.
—Buenos días— dije con pereza mientras entraba en la sala.
Algunos del equipo me saludaron, supongo que los restantes estarán durmiendo, o quizás haciendo algo productivo con su vida.
Caminé hacia la cocina y abrí la nevera.
¿Leche de chocolate o normal?
Eh...supongo que normal.
Cogí dos cajitas de leche y en una pinché en el agujero con la pajita para comenzar a sorber.
No entiendo a la gente que no le gusta la leche sola, si está buenísima
En fin.
—Kageyama— yo me giré para ver quién me llama.
—Oh. Hola, Yaku.
—Hemos estado pensando que aprovechando que estamos aquí, podemos ir a hacer turismo, ir a la playa, y esas cosas, ¿Te apuntas?
—Si. Pero solo por la mañana porque ten—
—Tienes clase con Hinata por la tarde— Miya completó mi frase.
—Si, eso.
—Te repites mucho, Kageyama— yo rodé los ojos.
—Bueno, ¿Entonces lo de la playa y el turismo...?
—Podemos mirar excursiones— ofrecí.
—Me parece bien, me pondré a buscar, ¿Me ayudáis?
Ambos accedimos y los ayudamos a buscar.
Unas horas después lo teníamos listo. Sería en unas semanas y haríamos un tour por los monumentos más importantes de la cuidad, también visitaríamos pueblos cercanos donde hacen comida típica.
La mañana pasó rápidamente. Antes de que me diera cuenta tenía que empezar a preparame.
Con cuidado, eso sí, de que la prensa no me pillara.
Me vestí cómodo, un pantalón corto deportivo y una camiseta de tirantes. Me di cuenta de que sudo mucho bailando, y si llevo camiseta de tirantes no se nota tanto.
También preparé una mochila con varias cosas—entre ellas un desodorante y una toalla para limpiarme el sudor.
—Ya me voy— anuncié.
Ahora venía la peor parte: Salir del piso sin ser visto.
Por suerte lo hice y pude llegar a tiempo.
—Buenos días— Hinata se giró y me saludó.
Estuvimos hablando un rato hasta que anunció que haríamos bailes por parejas.
No me hizo gracia.
Hinata me convenció y me dijo que iría paso a paso conmigo y yo acepté.
Llegamos a una clase diferente con gente nueva. Yo me quedé en una esquina.
Cuando terminó de explicar algo a todos se acercó a mí y me dijo que pasara mi mano por su espalda, pero cuándo me dijo que le diera la mano algo pasó.
Fue un latido fuerte que chocó contra mi pecho, quizá eran los nervios o a saber que, pero no le di importancia.
Seguí haciendo lo que pude y prometí a Hinata que practicaría, pero no lo tenía muy claro.
Al final lo hice, estuve la tarde restante practicando la sacada lateral, me sorprendí cuanto me salió medianamente bien.
Y tengo que confesar que me hacía ilusión enseñarle que me había salido.
Así que cuando la tarde del día siguiente llegó, me enorgullecí de enseñarle que me saliera bien.
Pero cuando me dijo que el siguiente paso era el contacto visual me eché para atrás, no lo había practicado sin mirar.
Él me dió una mirada tranquila, relajada y llena de confianza.
Entonces volví a acceder.
Nos miramos a los ojos y esperé a que me dijera que podía comenzar, pero no pasó, en cambio, se quedó unos minutos en silencio, mirándome fijamente.
—¿Es que pasa algo?— me atreví a preguntar.
—No, nada, es que no si te lo habrán dicho ya, pero tienes unos ojos muy bonitos.
Noté mis mejillas enrojecer.
—¿Qué dices, idiota?— Yo le pegue y el rechistó.
En cuestión de minutos volvimos a la posición inicial.
Yo era quien empezaba, pero me quedé paralizado, y no fue por el miedo, sino por sus ojos.
Cafés, brillantes y reconfortantes. Con un brillo original y único que los hacía destacar de los millones que hay de ese color. Ojos que aún que han visto y pasado por todo siguen llenos de vida.
Mi corazón latió rápidamente y mi estómago se retorció ligeramente, todavía no sabía que era eso. Mi primer pensamiento fue pensar que estaba enfermo, pero no, no era eso, era algo más grande y más peligroso. Un sentimiento demasiado complejo para asimilarlo al completo; amor.
Lógicamente no lo asimilé en poco tiempo, ni mucho menos esa tarde, solo me dediqué a pensar que pronto se pasaría y a tomar algún medicamento.
Pero el tiempo pasó, y según fuimos quedando, las punzadas y los retortijones aumentaron.
Ya no solo era mirarle a los ojos, verle sonreír, reír, que me hablara con la amabilidad de siempre sin importarle si había tenido un mal día o no, hacían que los síntomas de mi "enfermedad" aumentarán.
Por eso contacté con el mejor experto en enfermedades que conozco: Sakusa.
—¿Y bien? ¿Qué crees?— él me miró unos segundos y después suspira.
—Me estás diciendo que: tienes pinchazos en el estómago, y te duele el pecho porque tu corazón late fuerte mientras estás con x persona.
Si, no le dije quién era aquella persona.
—Si.
—Yo no te puedo ayudar en eso, Kageyama.
Mis manos temblaron, ¿Qué tan mala era la enfermedad para que Sakusa no me dijera nada?
—¿Es que no se puede tratar con algo?
Él negó.
—No es algo que se pueda curar, por así decirlo.
—¿No hay cura?— dije desesperado.
—No, Kageyama, no hay cura para eso.
—¿Pero que tengo? ¿Cuánto me queda?— él suspiró.
—Haber, explícame concretamente que te pasa cuando estás cerca de...eh...x.
—No sé, es raro. Es cómo si mi corazón explotase al verlo sonreír, no literalmente claro, aún que a veces siento que puede pasar. Sus ojos son de otro mundo completamente distinto, pero de uno hermoso que—
—Basta— yo lo miré con cierto temor.
—¿Ya sabes que tengo?
—Si. Me extraña que no te hayas dado cuenta.
—¿De qué?
—De que estás enamorado, Kageyama.
Yo lo miré con incredulidad.
—Imposible.
—Es la única solución que encuentro. No voy a meterme con quién sea porque no es de mi incumbencia, pero me lo haría mirar.
—Te digo que no, que no es así.
No podía ser. Hinata era amigo, nada más.
Además de que yo no era gay, a mi siempre me gustaron las mujeres.
—Gracias de todas formas— dije pensativo—nos vemos— me despedí.
Salí de su cuarto y entré en el mío.
Necesitaba reflexionar sobre la situación.
Es que era imposible, ¿Cómo me pude enamorar de Hinata? Y lo más importante, ¿Cuándo?
No creí tener una razón específica.
Busqué en internet sobre el amor, cómo localizarlo y todo sobre el, necesitaba saber a qué me enfrentaba.
Todas las páginas web decían más o menos lo mismo: es un sentimiento incontable que te hace hacer locuras.
Pero yo no he hecho ninguna locura por Hinata.
Espera.
Me levanté y abrí la puerta.
—¡Yaku!
—Dime— él apareció por la esquina del pasillo.
—¿Puedes venir?
—Si, claro— él caminó despacio, cuando llegó a mi puerta le ofrecí entrar, una vez dentro le dije que se podía sentar.
—Dime, Kageyama, ¿Qué quieres?
—¿He hecho alguna locura por Hinata?
Él se queda pensativo.
—Le pagaste la deuda de 25 millones.
—Pero eso no lo hice yo sólo, colaboraron Miya y Bokuto.
—Cierto. Pues le ofreciste techo y comida.
—Pero fue con vuestro consentimiento.
—Pero tu diste la iniciativa y te ofreciste a que durmiera en tu misma habitación.
—Es verdad...¿Eso se considera una locura?
—No lo conocías de nada, así que yo diría que si, ¿Por?
Pero eso lo hice antes de que me gustará, por simple caridad, ¿O es que ya me gustaba? Imposible, era un buen chico pero no sentía los pinchazos ni los retortijones.
—También te arriesgas cada día a que la prensa te descubra por verle siempre que puedes , no sé si eso servirá.
Oh, le ha dado en el clavo.
—Yaku.
—Dime— él me mira expectante.
—No te vas a burlar si te lo digo , ¿No?— él negó y yo me senté a su lado— creo que estoy enamorado— susurré.
Él no me respondió, se dedicó a mirarme con los ojos abiertos.
—No me jo— le tapo la boca.
—En bajo.
—Perdón. Y dime, ¿Quién es la afortunada?
Me mordí el labio, ¿Debería decirle?
—Es afortunado— bajé la mirada.
Él sólo me miró— de nuevo—con sorpresa.
—Oh, ¿Y quién es el afortunado?
Subí la mirada ante esa repuesta.
—Eh...— ésto estaba yendo muy rápido para mí.
—¿No me lo quieres contar?— tampoco era eso, sólo es que ni siquiera me creo que esto esté pasando— ¿Tienes pensado decile lo que sientes?
No. Me acabo de enterar de que me gusta.
—Es que recién me di cuenta de que me gusta— dije algo avergonzado.
—Ya veo, pero sabes quién sabe de esos temas, ¿No?
Oh no.
—No pienso decirle nada.
—Sabes que si quieres consejos deberás hablar con Atsumu.
Maldito rubio teñido con experiencia en el amor.
—No quiero. Se burlará.
—Lo sé, pero si quieres a ese chico tendrás que hablar con él.
¿De verdad le quiero? ¿Vale la pena hacer todo esto? Aló mejor solo estoy confundido.
—¿Y no me puedes decir cómo es?
Suspiré.
—Su pelo es sedoso y algo largo, aún que siempre está despeinado y enredado. A pesar de que el color de sus ojos es común, en el se ven únicos. Aunque su físico es menor que el mío, es fuerte. También ha pasado por muchas cosas, por eso no solo es fuerte físicamente, su capacidad de aguante contra los problemas es impresionante. En cuanto a personalidad es amable y buena persona, es de ese tipo de persona que a veces se deja llevar por impulsos, pero siempre va a estar allí, esperándote con una sonrisa para hablar de cualquier cosa. Él...él es increíble.
Oh dios. He sonado cómo un idiota, ¿Verdad?
—Vaya, lo debes querer mucho.
Que vergüenza.
—¿Y el sentimiento es correspondido?
No lo sé, no sé qué piensa sobre mí.
—No sé— suspiro.
—Ya veo. Ahora enserio; deberías hablar con Atsumu, él tiene mucha experiencia.
Yo lo pensé. ¿Estoy dispuesto a que Miya se burle de mí sólo para saber qué es lo que pasa con Hinata?
Parece que la respuesta es si.
Mis piernas se movieron solas y antes de darme cuenta estaba enfrente de la puerta de Atsumu.
Mi mano quería abrir la puerta, pero yo no quería.
No estaba seguro de nada.
Pero la puerta se abrió antes de que yo hiciera nada, y Atsumu salió de su cuarto.
—¿Pasa algo?— me preguntó mientras cerraba la puerta.
—Necesito consejos.
—¿Consejos? ¿Sobre qué?
—Sobre el amor— susurré.
Él se paralizó.
—De...¿De amor?
—Si, ¿Podemos hablar?
Él asintió y yo entré a su cuarto.
—Puedes sentarte si quieres— yo me senté en el colchón.
—No me lo creo, ¿Estás enamorado?— dijo con ilusión.
—Bueno, no lo sé, me han dicho que si, pero yo no lo sabía.
—¿Cómo así?
—Es que hay un chico que—
—¿Un chico? ¿De quién estás enamorado es un chico?
—Si, ¿Pasa algo?
—No, no. Tu sigue.
—Hace tiempo que me siento raro con un chico, me dolía la barriga cuando estaba cerca de él y esas cosas. Al principio no lo asocié a él, y fuí a preguntarle a Sakusa sobre que enfermedad tenía, y me dijo que estaba enamorado, después Yaku me dijo que también lo parecía y que tenía que hablar contigo porque tenías experiencia y...eso.
—Ya veo.
Estuve hablando lo que quedaba de tarde con Atsumu. Sobre cómo me sentía y que podía hacer, no le había dicho el nombre, porque que vergüenza, pero mientras hablábamos él me tendió una trampa y le dije el nombre.
—¡¿Hinata?!— saltó de su sitio—. ¿De quién estás enamorado es de Hinata?
Que vergüenza pasé.
—¡No grites!
—Perdón. Es que era la última persona que me esperaba.
—Ya— suspiré.
—¿Y él es gay?
Yo me encogí de hombros. Nunca había salido el tema.
—Pero tiene pinta de que no.
—¿Y por qué no se lo preguntas?
—Claro, iré de lo más normal y le preguntaré: Hola, un pregunta, ¿Eres gay? Por dios, Miya.
—No digo que seas tan directo, mira.
Estuvimos tratando un plan. Una conversación disimulada en la que saberlo.
Al día siguiente se lo pregunté, y cómo espera no, no era gay.
Fuí y se lo conté a Miya. Todo estaba perdido, sino era gay era imposible que saliera conmigo.
—Entonces...— él se quedó pensando— ¡Haremos que sea gay!
—Eso es imposible.
—No si hacemos que sólo de enamoré de ti, que sea...eh...¿Kagesexsual?
—¿Qué dices tú ahora?
—Que si, confía en mí. Caerá a tus pies en menos de lo que canta un gallo.
No me quería fiar, pero era mi única opción.
Los siguientes días Miya me estuvo dando clases sobre el amor, cómo ligar y conquistar.
—Dime, ¿Qué le gusta a Hinata?
Pensé unos segundos.
—Le gustan los lugares tranquilos, con poca gente.
—Vale— él lo anotó en una libreta —. ¿Algo más? Detalles, comportamientos...
—Le gustan los pequeños detalles.
—Pequeños detalles— susurró—. ¿Preferencias respecto a algo?
Negué, le conozco menos que lo que creía.
—Vale, ¿Traumas respecto a algo?
—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?
—Tu responde.
—Quitando lo de las deudas...creo que no.
—Vale, pues toca buscar.
—¿El qué?
—Cualquier sitio
—¿Para qué?
—Voy a organizaros una cita— dijo orgulloso.
¿Una cita? Nunca había ido a una.
—Será mejor que empecemos a buscar.
Si alguien le llega a decir a mi yo de antes de venir aquí que iba a pasar esto, de seguro no venía.
Después de unas horas sin encontrar nada, Atsumu saltó.
—¡Lo tengo!— arqueé una ceja.
—¿El qué?
—Haber, te lo leo:
" Una gran lluvia de estrellas caerá sobre El Salvador, Brasil.
Según ha previsto el laboratorio de investigación de São Paulo, una lluvia masiva de estrellas pasará por la cuidad de Él Salvador y de São Paulo. Se podrán ver por la mayoría de los sitios de las ciudades. Se recomienda...
—¿Y bien?— yo lo miré confuso.
—No te sigo.
—¡Puedes invitarle a ver las estrellas!
—Oh, ya.
—¿Sólo un oh? ¿Y mis gracias?
—Perdón, y gracias.
—Nada. Ya tenemos lugar, pero tendrás que preguntarle si puede.
Yo asentí y le escribí.
Le dije el día y la información que creía importante para convencerle, él dijo que si.
—Dice que si.
—Bien. ¿Mañana comenzamos a preparar todo?
—Si.
—Bien. Ahora Recapitulemos— él da un golpe con la regla a un pequeña pizarra que tenía— Repasemos las tres ces: primera: comentar; tienes que empezar hablando de algo normal, comentar cosas de todo tipo, da igual. Segunda: coquetear; cuando veas que hay confianza comienza a decirle piropos sutiles, cosas que se ven bien en él, o algo que te guste de él. Tercera: Conquistar; cuando veas que es terreno seguro a por él.
—Comentar, coquetear y conquistar— susurré.
—Exacto. Muy bien, pongámoslo en práctica.
¡¿Qué?!
—¿Co-con Hinata?
—No. Conmigo.
¿Eh?
—Imaginate que soy Hinata, dime lo que le dirías.
—Y una mierda.
—Venga. Eh...Hola, Kageyama— imitó horriblemente su voz— ¿Qué tal?
Yo lo miré horrorizado.
—No puedo.
—Si puedes, dale.
—Hola.
—Que seco— se quejó.
Yo chasqueé la lengua y él suspiró.
—¿Qué tal, Kageyama?— Miya se sentó a mi lado.
—Bien— dije por fin— ¿Y tú?
—Perfecto.
Nos quedamos en silencio por unos minutos.
—¿No me vas a decir nada?
—Es que él es quién comienza las conversaciónes primero.
—Ya, pero la primera c es comentar.
Suspiro.
—¿Qué tal te han ido las clases?
—Agotadoras— dice mientras se pone una mano en la frente y se echa hacia atrás.
Que exagerado.
—¿Y que tal tu dia?
—Pues— él me mira fijamente— Normal.
—No. Aprovecha para decirle que ahora bien porque estás con él, que está precioso o—
—Que empalagoso, no sé si a Hinata le gustaría.
—Esto es inútil, no conozco lo suficiente a Hinata, ¡Tendrás que probar con él!
—¡¿Qué?!
—Es la única forma de que cojas experiencia, vamos— él cogió mi móvil de mi bolsillo y lo abrió—. ¿Cuál es tu contraseña?
—¡Miya!
—¿Miya? Se que me quieres, pero tenerme de contraseña...
—No te tengo de contraseña— le quité el móvil.
—Vamos. Sabes que lo necesitas.
—No estoy listo.
Él suspiró.
—Puede que tengas razón, sigamos practicando.
—¿Qué se necesita para una lluvia de estrellas?— me pregunté a mi mismo mientras mordisqueaba un bolígrafo—. Un mantel— apunté en una hoja—. Comida para picar...algún entretenimiento para el tiempo que estemos esperando, y una manta para el frío.
Eran las once de la noche y tenía sueño, no conseguía pensar con claridad.
Suspiré.
¿Qué me estás haciendo, Hinata?
Unos minutos después me dormí. Me levanté con un dolor en la mejilla horrible, y es que me había clavado el boli al quedarme dormido.
No tardé mucho en ser objeto de burla.
—¿Qué te pasó, Kageyama?— Miya se partía de risa.
—Estuve pensando en la lluvia de estrellas— susurré para que no me oyeran.
—¿Y que averiguaste?
—Que necesito: Un mantel, comida, entretenimiento y mantas.
—Ya veo, podemos conseguir eso sin problemas. Yo también estuve pensando— arqueé una ceja—. Me dijiste que a Hinata le gustaban los pequeños detalles, ¿No?
—Si.
—Ahora has dicho lo de la comida, podemos hacer unos aperitivos caseros. Seguro que le gusta el detalle de que no venga hecho.
Me lo pensé un momento. Ninguno sabemos cocinar.
—Pero no sabemos—
—Da igual, aprenderemos. ¿Qué le gusta?
—No sé.
—Vale...¿Qué queremos?
—¿Enamorarle?
—Si, pero también...
Yo lo contesté.
—Tocarle la fibra sensible. Tenemos que hacer algo que le dé nostalgia, no sé si me sigues— él me guiñó con ojo—. Estoy seguro de que extraña alguna comida de Japón, tienes que preguntarle.
Asentí.
Hablé con él, y me dijo que había unos bollos de carne que comía de pequeño pero que hacía tiempo que no lo probaba.
—Con que bollos de carne... buscaré recetas.
—¿Y si nos sale mal?
—Lo que importa es la intención.
—Si eso es lo que dices.
Después de mirar recetas elegimos la que mejor nos parecía. Una vez comprados todos los ingredientes, nos dispusimos a cocinarlo.
—Repasemos: Necesitamos; 300 gramos de harina de repostería.
—Si—dije revisando un bowl.
—150 gramos de agua, 15 de azúcar, 3 de sal, 2'25 de levadura seca.
—Lo tenemos.
—Eso para la masa. Ahora para el relleno: 300 gramos de carne picada. 1/2 cebolla finamente picada. 2 dientes de ajo finamente picados. 2 cucharadas de salsa de soja. 1 de vinagre de arroz.1 de azúcar. 1 de fécula de maíz. Aceite de oliva o vegetal. Sal y pimienta molida.
—También.
—Y para la salsa: Salsa de soja. Cebolleta finamente picada.
—Vale.
Nos arremangamos y yo me puse un delantal para no marcharme.
Que puedo decir sobre lo que pasó, os dije que no éramos expertos.
Yo tiré la harina de un codazo, Miya la sal, tuvimos que repetirlo dos veces, la primera porque se nos cayó y la otra porque al captar victoria antes de tiempo se nos quemaron.
Pero después de todo no quedaron tan mal. Probamos una y aparte de ser comestibles, no habían quedado tan feas.
Tuve que ducharme durante mucho tiempo para quitarme los restos de todo, pero mereció la pena.
Hicimos diez, y cómo decidimos quedar después del turismo, tuvimos que congelarlas, cosa que me da miedo.
En la mochila preparé dos mantas, un mantel y una pequeña bolsa refrigeradora en la que llevaba los bollos. Nos alojaríamos en un hotel cerca de los pueblos que visitaremos, así que no pasa nada por dejarlo en la nevera de la habitación de hotel.
Pero yo tenía dudas, ¿Tenía que declararme esa noche? Así que sobre las siete de la mañana del día que nos íbamos de turismo bombardeé al único que podía ayudar; Miya.
—No tienes que declararte ese día— dijo pesadamente, puede que no fuera la primera vez que se lo preguntara—. Si ves que clarísimamente le gustas, cosa poco probable porque me dijiste que no era gay, hazlo, pero ambos sabemos que no será así. Te lo voy a decir claro: habla con él. Intenta ligar, ir allanando el terreno. A una persona no se la enamora en un día, Kageyama, se necesita paciencia y pasión, es prueba y error, es intentarlo, ver que le puede gustar a aquella persona e intentar hacerla feliz con lo poco que tienes, dejarte la piel por demostrar lo mucho que la quieres y lo mucho que te importa, y si tienes suerte, y te lo has currado debidamente, conseguías oportunidades.
—¿Haciendo todo eso sólo tendrás oportunidades? ¿Nada fijo?
—Nunca nada es fijo, y sobre todo si es respecto al amor. Las personas somos complicadas. Porque querer a alguien es fácil, que te quieran de vuelta no tanto.
—Ya veo.
—Por eso, ¿Estás dispuesto a arriesgar todo por él? Si no es así, es el momento de echarse atrás.
¿Realmente quería? ¿Merecía la pena este esfuerzo por un amor lógicamente no correspondido? Si. La respuesta es si.
Asentí y comenzamos a elaborar un plan.
La ropa que llevaría, cómo comportarme con él e intentar no ser grosero o tosco en algunas cosas, e incluso enseñamos cómo iba a presentarme, estaba hablando y programado entero.
Pero todo salió mal.
Comenzando con que por la prisa y los nervios me dejé la mochila con las mantas, la comida, el mantel, y una pequeña chuleta por si acaso se me olvidaba algo, en el piso.
Entonces todo fue de mal en peor.
Intentaba hablar pero estaba atascado. Las tres ces no me funcionaron de nada.
Había veces que me perdía en él y para mí desgracia, al parecer, no fuí disimulado.
Le intenté dar la mano. Me emocioné cuando no me rechazó, pero yo estaba extremadamente nervioso.
No pensé cuando le dije que le tenía que decir algo, fue una suerte que me interrumpiera.
Lo demás ya lo sabéis así que volvamos al presente.
Ahora mismo estoy conduciendo indebidamente.
No porque esté yendo a más de la velocidad permitida, sino porque estoy pendiente de Hinata, que tiene una mala posición y está babeando sobre mi asiento.
Conseguí subirlo al coche, y lo puse en el asiento del copiloto para controlarlo, pero se está llendo de las manos.
No puedo decir que no me de cierto asco que me ensucie todo el asiento, pero despertarlo es inútil, ya lo he intentado.
Han sido media hora de viaje y diez minutos para intentar encontrar sitio donde aparcar, pero ya he llegado a su piso.
—Hinata— le sacudo ligeramente—. Hinata— le sacudo más fuerte.
—¿Eh?— él se levanta de golpe.
—Tienes que irte a casa— le guío tirándole de la mano. Le apoyo en la pared del ascensor y espero a que suba hasta su piso. Cuándo las puertas se abren el ya se ha espabilado lo suficiente cómo para andar bien y abrir la puerta él sólo.
Lo acompaño hasta su cuarto y según se tumba en la cama se duerme.
Que hombre más básico.
Aún que va con ropa de calle lo acomodo y arropo ligeramente.
—Buenas noches— susurro sin esperar respuesta.
—Buenas noches— me responde y yo niego con una sonrisa cuando comienza a roncar ligeramente.
Salgo de su habitación y me llevo sus llaves de repuesto para cerrar su piso. Cuando salgo le escribo un mensaje para cuando se despierte no se asuste al no encontrarlas.
Bajo las escalas corriendo y salgo del portal.
Entro al coche y me dejo descansar mi cabeza en el volante.
Idiota. Eso es lo que define hoy.
¿Cómo he podido fallar? Estaba todo controlado y me las he arreglado para arruinarlo.
Aprieto el volante. Miya me mata.
Si no me hubiera dejado la mochila todo habría salido bien. Si me hubiera acordado de las tres ces todo habría salido bien. Sino hubiera sido un idiota nervioso todo hubiera salido bien.
Me pongo a imaginar lo que quizás pudiera haber pasado si la cita hubiera sido perfecta, sólo puedo imaginarme a mi diciendo: Me gustas
Un sueño que no es que crea que voy a conseguir, es que se que voy a hacer realidad.
HOLAAAAA
¿Qué tal? Espero que esté bien.
Dios, hace más de un mes que no público.
Lo siento, tenía bloqueo y se acercaban los exámenes, no daba a basto.
Pero bueno.
Si sois observadores veréis que borré un par de capítulos, es que no estoy agusto con la historia y la estoy editando un poco, pero no os preocupéis, no afectará al curso de esta.
Siento si hay faltas de ortografía, es un texto muy largo y seguro que alguna se cuela.
Es uno de los capítulos más largos que he hecho, concretamente 7615 palabras, pero creo que mereció la pena.
Gracias si os quedasteis hasta el final.
Hasta aquí el capítulo, espero que tengáis un buen día y que os haya gustado.
Les mando un:
Recordad que se os quiere ♡
Chaooo
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