Intruso
ANTES DE EMPEZAR:
Para los pocos que leyeron el capítulo: "Beso" olvídense de el, era un borrador sobre un capítulo que no tenía pensado publicar. Así que este capítulo no tendrá nada que ver, siento el despiste.
Ahora si, sigamos.
El despertador sonó y yo solo alcancé a tirarlo de la mesilla, para ver si su interminable sonido cesaba, pero no, no cesó, todo lo contrario, siguió durante varios minutos. Después de hartarme de oír siempre el mismo sonido, me levanté y revisé que no lo hubiera roto, lo tenía desde hace tiempo, y por mucho que odie su sonido, le tengo cierto aprecio.
Cuando lo apagué caí en la tentación de volver a tumbarme. Mi cama es tan suave, tan confortable... no me apetece ir a trabajar.
En realidad, ¿A quien en su sano juicio le justa madrugar para ir a trabajar? Exacto, a nadie.
Muy perezosamente fui al baño para lavarme la cara, hacer mis necesidades, esas cosas.
Cuando me fui a echar la crema que siempre uso para reparar un poco la piel de los rayos del sol, me di cuenta que tenía ojeras, y no es que fuera nada malo, pero mi piel es más tirando a blanca, y las ojeras son más tirando a... ¿Negro? No se qué color es exactamente, hacen contraste y eso conlleva a que se noten mucho más.
Voy a ganarme las típicas preguntas de: "¿Has dormido bien?" O "¿Pasa algo?" Y no es que haya dormido mal, tampoco me siento descansado del todo, pero si pude dormir algo.
Suspiré porque no me quedaba maquillaje para taparlas. Que remedio, tocará ir así.
Una vez hice casi todo lo que tenía que hacer en el baño— me quedaba lavarme los dientes— preparé el desayuno. Algo sencillo, unas tostadas con algo de zumo de naranja, lo suficiente para aguantar las clases. De todas formas llevaré comida para comer entre horas.
Ahora si, me fui a lavar los dientes, y a vestirme para bailar. Antes que nada miré el tiempo, cuántos grados iba a hacer; de mínima veinte y de máxima treinta.
Grité internamente, ¿Por qué tanto calor? Hombre, es obvio que haga calor, estoy en Brasil, ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Frío?
Sabiendo el clima que iba a hacer me puse una camiseta de tirantes blanca con unos pantalones cortos deportivos, también llevé una gorra y unas gafas para que el sol no me afectara en exceso. Aproveché para ponerme crema solar.
Luego tocaba preparar mi mochila. Fácil. Llevaría comida, agua, mucha agua, no quería que me diera una insolación, la crema solar por si acaso necesitaba más o alguien necesitaba, que suele pasar, mi cartera, por supuesto, y por último, mi portátil para poner las canciones, el altavoz lo aportan ellos. Doy gracias a Dios que ésta mochila es espaciosa. Lo malo de llevar el portátil donde el agua es que se puede mojar si la botella no se cierra bien, por eso me aseguro hasta tres veces que no cae el agua.
Una vez que ya estoy preparado, dejo la mochila a un lado y hago la cama o recojo el piso. Y cuando llega la hora cierro con llave y me voy.
La mañana no termina ahí, corro hasta la academia y soporto a la pesada de la recepcionista que te cuenta su vida cada vez que le pides algo, pero como no domino el portugués tampoco me entero, así que me da bastante igual.
Una vez llego a mi clase preparo las canciones, el ordenador en general, el equipo de música y retoco un poco la clase. Cuando los niños más pequeños llegan— tiene de cinco a seis años— les enseño lo que no les preparé la noche pasada porque bueno, ya sabéis lo que pasó.
En realidad no he preparado ninguna clase, y eso me agobia. No soy el tipo de personas que tiene que tener planeado hasta el último segundo de su día, pero si me gusta tener mis clases programadas, no me gusta hacer que la gente pierda el tiempo.
Los niños van yendo y viniendo de mi clase, según van aumentando las horas las clases cambian, y los niños ahora son más mayores, pueden hacer más cosas, lo que hace que mi abanico de opciones se amplíe, eso me gusta.
En esas horas también pensé en lo del horario, en la comida me sentaré en algún café o restaurante barato, de los que me gustan.
¿Qué? Yo soy muy conformista, conmigo mismo claro, cuando se involucran a más personas ya es otro tema. Pero dejemos de hablar de eso.
La clase pasa volando, cuando quiero darme cuenta es hora de comer. Recojo todo pero no voy muy lejos. Hay un café-restaurante al que me gusta ir.
En mi mente tenía planeado comer dentro, pero estaba tan abarrotado porque había aire acondicionado que tuve que salir fuera. Conseguí un sitio a la sombra, pero todavía seguía haciendo mucho calor.
Descargué mi portátil en la mesa y me puse a buscar información, le pedí a la camarera un café, de momento no tenía mucha hambre.
Me lo terminé rápido por la sed y por lo rico que estaba, luego me di cuenta de que tenía agua en la mochila y bebí un poco más.
Después de unos..., ¿Diez minutos? Decidí pedir algo.
Levanté la mano para llamar a la camarera pero sin apartar mi vista del portátil, algo muy inútil porque no sabría si venía o no, pero tenía otras cosas de las que preocuparme en ese momento.
—¿Qué se le ofrece?— la voz me sonaba familiar, pero no le di importancia.
—Eh, si, por favor...— miré la carta y con eso al camarero que no era un camarero—. ¿María?
—¡Hola!— ¿Qué hace ésta aquí?
Llevaba una camiseta corta negra con tirantes y unos pantalones vaqueros cortos algo ajustados, unas deportivas y una gorra, no como la mía, la suya era de colores claros. Ah, si, también llevaba el pelo recogido en una cola, que salía por el agujero trasero de la gorra.
—¿Qué haces aquí?— sonreí y ella se sentó enfrente mío.
—Pasaba por aquí y te vi— comprensible—. ¿Pero no vas a hablar de mi actuación como camarera? Merezco un Óscar, ¿A qué si?
—Seguro— rodé los ojos y ella rió.
—¡Disculpe!— ella llamó a un camarero y esta vez si vino una de verdad. Yo pedí algo ligero y ella pidió cerveza, lo que critiqué. No porque beba, sino por las horas.
—¿Cómo te entra una cerveza ahora?
—Entrando— que genia—. Encima así, fresquita, ¿A quien no le entraría?
—A mi.
—Tu porque eres extraño...— la miré mal—. ¿Qué estas haciendo?
—Programar las clases de la tarde— ella pareció pensar una repuesta y luego sonreír malvadamente. Yo arqueé una ceja.
—Claro, como anoche estuviste con tu amorcito— hizo énfasis en amorcito, lo que hizo que me rubirizara.
—¡No es mi amorcito!
—Ya, y por eso sonreías así ayer cuando volviste, ¿Verdad?
—¡Oh, callate!
—¡Estás como un tomate!— se empezó a burlar y yo solo oculté mi rostro en mis manos.
Se rió hasta que llego la comida. El camarero nos miró raro pero lo dejó estar. Puso los platos en la mesa y se retiró.
—Calla y bebe, o come, o lo que sea, pero cierra la boca— ella, mientras se agarraba la barriga por reírse, me hizo caso y estuvo tranquila. Yo guardé el portátil por educación.
Comimos en tranquilidad, o al menos hasta que ella miró fijamente hacia un punto, lo que me hizo sospechar de que algo o alguien pasaba por detrás de mi.
—¿Qué pasa?— ella esperó unos segundos.
—¿Ese no es Kageyama?— abrí los ojos y me giré rápidamente hacía donde estaba mirando.
—¡¿Qué?! ¡¿Dónde?!— cuando ella se rió comprendí que había sido una broma.
—¿Desesperado?— dijo entre carcajadas. Yo fruncí el ceño y me contuve de tirarle el servilletero.
—Que graciosa, ¿No?— volví mi vista al plato, no tenía hambre.
Paró de reírse y nos quedamos en silencio, no uno incómodo, con ella eran casi inexistentes, pero tampoco era cómodo.
—Oye— la miré— Ya que salió del tema de Kageyama, ¿Ya has pensado que harás cuando le veas?
Me paralicé. No lo había pensado, o no en exceso, preferí dejarlo para luego. Maldita procrastinación.
—No...
Ella pareció sorprendida.
—¿Qué?
—No, nada. Es que siempre le das tantas vueltas a las cosas que me sorprendió que pensaras en eso.
—Si lo pensé— confesé— y no sé cómo sentirme.
—Pues bien, ¿No? No tienes razón para sentirte mal.
—Ya pero..., me da miedo que nuestra relación cambie. Está bien como está, siento que si vamos más allá no seremos los mismos.
—¿Y eso por qué? Hay muchos amigos que se han hecho pareja y han salido adelante.
—Lo sé, pero no sé, me da miedo.
—No tendría porque. Sería una buena oportunidad para conoceros mejor, saber si tenéis gustos en común, encontrar cosas que os gusten hacer en pareja...
Pareja.
Suena bonito. Pareja de Kageyama. O mejor: novio de Kageyama. Suena bien. Pero suena irreal.
—Sería daros una oportunidad— ella se encogió de hombros y bebió un sorbo.
Apoyé mi codo en la mesa, y seguido, mi mano en mi mejilla.
—¿Crees que haríamos buena pareja?
—Seríais muy monos— sonreí mientras revolvía mi comida, teniendo la mirada fija en el plato—. Yo creo que lo que peor podéis llevar es la opinión pública. Kageyama es famoso, ¿No?
Oh. Su fama. Se me había olvidado por completo. ¿Será mala nuestra relación para su fama? Puede ser. Por el simple hecho de desayunar juntos se armó un jaleo. No quiero que esto le cause algún problema...
—Hinata. Hinata. ¡Hinata!
Me sobresalté. ¿Por cuanto tiempo me estuvo hablando?
—¿Eh? ¿Qué? Si, te escucho.
—Ah, ya decía yo. Pues eso, que no te obsesiones con eso. No pasará nada grave.
—Si...
Estuvo hablando de cosas de las que no me enteré mucho, tenía la mente sumergida en mis pensamientos. No comí mucho, lo que restó se lo di a María que gustosamente lo acepto. También le pregunté si podía estar con el ordenador y ella no tuvo problema, incluso me ayudó un poco a programarlas.
Me acompañó hasta la academia donde me despedí de ella con un abrazo. Nos veríamos esta noche, suponiendo que se quedará a dormir, claro.
—Disfruta, ¿Vale?— asentí, disfrutando de su aroma, la verdad huele bastante bien—. Si tienes algún problema ya sabes que me tienes disponible las veinticuatro horas, pero solo para ti, ¿Eh?— reí y nos separé.
—Ya se todo tu sermón de memoria— rodé los ojos, divertido, ella me ignoró y me dedicó una sonrisa.
—Vendré unas horas después, cuando tengamos clase— se giró y se alejó despidiéndose con la mano.
Cuando entré saludé a quien me encontraba, estaba de buen humor.
Las horas pasaron volando, y cuando me quise dar cuenta, ya eran las seis media de la tarde. Que rápido pasa el tiempo cuando te lo pasas bien. Sin ningún incidente que destacar de la anterior clase, fui recibiendo a la nueva. Que por cierto, era la clase de Kageyama.
La gente fue llegando poco a poco, pero todos puntuales, incluido Kageyama, con el que intercambié alguna que otra mirada, aunque ninguna palabra porque estaba hablando con otra persona.
Por el rabillo del ojo lo observé hacer su rutina, básicamente consiste en sentarse en una esquina de la clase y esperar con el móvil hasta poder hacer algo.
Después de una charla bastante entretenida con la monitora de la otra clase, decidimos comenzar la clase lo antes posible por la cercanía de la fecha de la exhibición. Era en apenas un par de días, y tenía que quedar perfecto. Si todo salía bien, probablemente, más gente se apunte a las clases, y sino, seguramente me despidan o me suspendan por un tiempo. Es una oportunidad muy grande para la academia, sería darse a conocer y hacerse más famosa de lo que ya es de por si. Por eso tiene que salir perfecto.
Lo que haríamos hoy sería, básicamente, practicar una y otra vez. Ya se saben la coreografía, así que solo me dedicaré a observar pequeños detalles que se pueden corregir, y, lógicamente, a bailar.
—¡Bien! ¡Todos a sus posiciones!— gritó la otra entrenadora, yo también me puse en mi lugar, observando a Kageyama, que tenía cara de querer irse.
Ya lo había hablado con él, necesitaba practicar con ellos para poder conectar el día de la exhibición. A Kageyama no le molestó, es más, me dijo que no había problema, pero que este en una esquina, apartado de todos y aburrido, me hace sentir mal.
Podría estar jugando voleibol o algo que le guste y en lo que valga la pena gastar su tiempo, pero no, está aquí, y todavía no comprendo muy bien el motivo.
Cuando la música comienza a sonar me concentro en ella y en los movimientos que tengo que acompasar.
El baile no dura más de seis minutos, quizá cinco y cincuenta y pico, pero da igual, es suficiente. Tenemos una coreografía de repuesto por si acaso pasa algo con la primera. Aunque es poco probable.
Si el entrenamiento dura una hora y media, una hora y diez la usamos para practicar, diez minutos para descansar cada cierto tiempo, y otros diez minutos para estirar, calentar... lo necesario para evitar lesiones.
En esos diez minutos de descanso estuve con él. Como suponía, estaba aburrido, pero no me dejó hacer nada para matar ese aburrimiento, asi que le dije que, si quería, y para compensarle por estar aquí conmigo casi por obligación, dije que podíamos salir a pasear después de esto y podía comprarle algo de comer. Él aceptó con una rapidez inmediatamente extraña.
—¡Hoy habéis hecho un muy buen trabajo! Estoy seguro que la exhibición saldrá genial. Nos vemos mañana.
Hubo un par de asentimientos y todos se comenzaron a disipar, yo hice lo mismo, y me acerqué a Kageyama.
—Holaaa.
Él levantó la cabeza. Estaba sentado en el suelo, con las piernas recogidas y los brazos en las rodillas, apoyando la cabeza en los brazos.
—¿Ya habéis terminado?— asentí y me senté junto a él.
—Siento que la clase haya sido aburrida.
—Es comprensible, tenéis que practicar.
—Ya pero...
—Pero nada, ya te lo dije antes del entrenamiento, no me molesta tener que esperar.
—Es que no has podido hacer nada.
—No te preocupes. De todas formas, ya lo veía venir.
—¿Eh? Y si lo veías venir, ¿Por qué fuiste?
Parecía pensar la respuesta.
—Quería estar contigo— se encogió de hombros—. Aunque fuera un poco.
Lo miré unos segundos, perplejo, no era la repuesta que esperaba.
—Oh.
¿Oh? ¿Qué respuesta es esa?
Me quedé en blanco. Normalmente habría respondido algo como "yo también tenía ganas de verte" o le habría sonreído, pero me había quedado sin palabras.
Dije un par de incoherencias de las cuales Kageyama se rió.
—Supongo que me lo tomaré positivamente— suspiró y se levantó—. ¿Necesitas ayuda para recoger?
—No, ¡Es decir si!
—¿Entonces si o no?
—Si, por favor— pasé una mano por el pelo, frustrado. Solo habían sido una palabras, no podía ponerme así, no era un adolescente—. Ya sabes dónde están las cosas.
Él me sonrió burlonamente antes de ir al armario a coger una escoba para empezar a barrer toda la suciedad del suelo. Yo le imité.
Tardamos poco. Recogimos nuestras cosas y
nos fuimos de allí. En la salida me encontré a María.
—¡Por fin! No sabes lo que he estado esperan- oh, ¿Vais a algún sitio?— María me miró con complicidad, yo le dije con la mirada que nos dejara en paz.
—Pensábamos ir a pasear, y quizás, comer algo.
—Oh, entonces no os molesto— ella agarró su mochila y la colgó de su espalda.
—¿Hoy te quedas en mi piso?
Ella me miró y luego a Kageyama, sabía en lo que estaba pensando, pero negué con la cabeza.
—No sé yo...
—Espera— abrí mi mochila y saqué mis llaves de repuesto—. Toma— le lancé las llaves—. Quédate con ellas. Si es que pasa algo, o hay algún cambio, te llamaré.
Ella entendió lo que quise decir y guardó las llaves.
—Chaooo— se despidió alegremente.
Yo la despedí con la mano y Kageyama con un inaudible adiós.
—Bien, ¿Adónde vamos?
—Donde quieras, me da igual— suspiré.
El plan es pasear un poco, y si es que ve algo de comer que le gusta, se lo compro. Es mi forma de agradecerle que se quedara.
La noche fue preciosa. Sin duda una de las mejores. Caminamos alejados de la gente, solo acompañados por la luz de la luna y el bajo murmullo de la ciudad.
Kageyama, durante la caminata, se fue acercando a mi, y teniendo cuidado de no chocar conmigo, se acercó lo suficiente para que su mano rozara inocentemente la mía. Lo estaba haciendo aposta, lo notaba en su mirada, que lucía divertida y a la vez nerviosa.
Se veía increíble bajo la luz de la luna, remarcando sus facciones y dándole un brillo especial a su piel y a sus ojos.
Con el paso de los minutos terminamos entrelazando nuestros dedos, y finalmente, nuestras manos.
Sus manos estaban frías por las bajas temperaturas, pero su toque se sentía calido.
No tuve la oportunidad de invitarle a nada por su testarudez. Me decía que no le hacía falta nada, pero sus tripas lo delataron segundos después de decirlo. Aún así no me dejó invitarle a nada. Tampoco comió algo a pesar de estar hambriento, ¿El motivo? Uno muy gracioso.
—Oh, vamos, ¿Por qué no? Tienes hambre, y lo sabes.
Él pensó la respuesta por unos segundos.
—Es que sino Yaku me riñe por no comer.
Lo analicé por unos segundos y al asimilarlo no pude parar de reír.
—¿Es que Yaku es tu madre?— dije entre carcajadas.
—¡Claro que no! Es que dijo que Iwaizumi nos iba a reñir por no seguir una alimentación adecuada, y ahora quiere que comamos sano.
—¿Iwaizumi?
—Ah, si, es nuestro entrenador. Pero seguramente nuestro nutricionista se chive y se termine enterando.
—¿Nutricionista? ¿Tienes un propio nutricionista?
—Si... Los jugadores de élite solemos tener uno.
—Como mola.
—¿Molar? Es más un infierno. No sabes lo horrible que es que tengan controlado todo lo que comes.
—Bueno, pero así es mejor para tu salud.
—Si, eso es cierto, pero a veces me agobia.
No hablamos más de ese tema porque tampoco era muy interesante.
Lo que pasó después no fue de excesivo interés. Quizás alguna pequeña caricia no muy involuntaria por ambas partes que hizo que mi corazón no me dejara en paz.
Esta vez fui yo quien le convencí para acompañarle a su piso. No fue fácil. Kageyama no es fácil de convencer.
El camino de vuelta no fue nada interesante, hablamos un poco de voleibol porque se que le hace ilusión, pero poco más.
Pero la despedida... La despedida fue totalmente diferente.
Eso fue porque me devolvió el gesto que hice yo en la última cita.
—Saluda a los chicos de mi parte, ¿Vale?— estábamos frente a frente, a unos metros que él acortó peligrosamente en unos segundos.
No me eché atrás porque sabía que Kageyama no me haría daño, le tenía confianza. Y porque tenía curiosidad sobre lo que iba a hacer.
Por la diferencia de alturas tuve que mirar hacia arriba, me puede llevar perfectamente veinte centímetros, y quieras o no eso se nota.
No sé en que momento pasó. Solo se que se un momento a otro, él estaba encorvado, tan cerca mío que sentí su reparación contra mi piel durante, lo que probablemente, fueron unos microsegundos.
Después de esos microsegundos, él volvió a ponerse a su altura, y yo sentí mi piel arder muy cerca de la comisura de mis labios.
Antes de que pudiera exigir una explicación él habló.
—Te lo debía— apretó sus labios y miró a otro lado. Está sonrojado, y a pesar de verse tierno, no puedo disfrutarlo sabiendo que yo también estoy igual.
Yo no se lo di tan cerca de la boca, se lo di más alejado, en la zona de la mejilla, pero él... ¡Poco más y me lo da en la comisura del labio! Eso no es jugar justo.
—Te la devolveré— susurré, hablando en alto.
—Cuando quieras— susurró de vuelta, para que solo lo pudiéramos escuchar entre nosotros dos.
Sentí que me ponía rojo a más no poder.
Maldito atrevido.
¿Por qué le daba vergüenza todo antes y ahora soltaba eso? Me va a dar un paro cardíaco de bombear a tanta velocidad.
De todas formas le di la mejor sonrisa que pude estando en esas condiciones.
Decidimos despedirnos minutos después. Él me dijo que podía quedarme a dormir. Yo mismo le había dicho que los barrios por las noches eran peligrosos, pero no quería ser una molestia para ellos, no de nuevo.
Así que después de prometerle que le avisaría cuando llegara a casa, me despedí de él y tomé rumbo a casa, tocando la zona que Kageyama había besado. Todavía ardía.
A paso cansado llegué a casa. Me sorprendí al ver, desde fuera, que las luces de mi departamento estaban apagadas, ¿Realmente no vino a mi casa?
Cuando entré lo confirme. La casa estaba extrañamente en paz.
Le pregunté y ella simplemente dijo que no me preocupara, que estaba bien, solo necesitaba ir a casa a por unas cosas y decidió quedarse allí. Lo comprendí y lo dejé estar. Ya le contaría los detalles mañana. Por ahora, y para que estuviera tranquila, le dije que no había pasado nada interesante.
Aproveché que estaba en WhatsApp para decir a Kageyama que había llegado bien. Él solo me respondió con un "ok" y más tarde, con un "duerme bien" yo le dije lo mismo.
Esa noche dormí muy tranquilo. Sin ruidos, sin nada que me despertara. O no al menos hasta las dos de la mañana. Cuando un ruido me despertó. Un ruido que reconocí, era la puerta de mi departamento siendo abierta bruscamente.
Conocía ese sonido muy bien, así que no dudé en alterarme.
Después, oí algo caerse y me paralicé.
¿Qué mierda estaba pasando?
HOLAAAAA.
¿Qué tal? Espero que esté bien.
Hinata: *recuerdos de Vietnam*
En fin... No tengo mucho que decir.
Perdón por la tardanza y siento lo del capítulo anterior. Fue un error.
Ahora sí, me despido.
Les mando un:
Recordad que se os quiere ♡
Gracias por leer.
¡Chao!
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