El inicio de una lucha
Fueron dos horas de viaje hasta el pueblo en el que nos alojamos. Eran aproximadamente las cuatro de la mañana cuando por fin llegué. Fui a la habitación— que compartía con Miya—en silencio. Me puse un pijama holgado y me tiré a la cama.
Todos los esfuerzos no han valido de nada.
—Yo te creía estúpido— alguien habla detrás mío—. Pero realmente superas todas mis expectativas.
Ese es Miya.
—¿Qué haces despierto tan tarde?
—Te dije que te esperaría— él se sienta y cruza los brazos—. Más te vale tener una buena excusa para mandar todo el plan a la mierda.
No. La verdad es que no la tengo.
—Fueron los nervios.
—Ya. Por lo menos nos quedan los bollos de carne.
Él se levanta, y tambaleándose por el sueño, abre la mochila—que está en una esquina de la habitación— y se acerca.
—¿Quieres uno? A pesar de haberlos descongelado hace tiempo están bien, fríos, pero bien.
—No, gracias.
Él se encoge de hombros.
—¿Qué tal fue la cita?— Yo arqueo una ceja.
¿De verdad lo está preguntando?
—Fatal.
—Me lo imaginaba.
¡¿Entonces por qué pregunta?!
Será mejor que vaya a dormir, necesito descansar.
—Me voy a dormir— él asiente y también se tumba en su cama—. Buenas noches.
—Buenas noches.
Mañana será un nuevo día. Rezo porque sea mejor que este.
Shoyo
—Ya vi el mensaje que dejaste.
—Gracias por traerme a casa. Y siento si te causé muchas molestias, cuándo duermo soy un desastre.
No es nada—
—¿Vas a ir hoy a la clase?
¿Voy a ir hoy a su clase? La verdad es que me daría mucha vergüenza mirarle a la cara después de lo de ayer.
No sé si llegaremos para la tarde—
De momento eso es una buena excusa.
Porque si, seguimos de turismo.
Se supone que debo estar prestando atención a una estatua de no sé quién, creo que fue el fundador del pueblo en el que estamos, pero la verdad me preocupa más esto.
—Kageyama, nos movemos.
Miya me da un codazo.
—Ah, si, gracias.
Guardo el móvil y me pongo a caminar.
—¿Qué han dicho?
—Nos han hablado de un señor que liberó a su pueblo de la esclavitud en el año...no sé, soy malo con las fechas.
—¿Y adónde vamos?— él se encoge de hombros.
—Creo que ir a un bar con tapas típicas.
—Interesante...
—Y dime, ¿Qué te tenía tan entretenido?
—Hinata— suspiro—. Me ha preguntado si voy a ir a su clase.
—¿Y qué le has dicho?
—Que no sé si llegaremos.
—Pero si llegaremos a la hora de la comida, quizás algo más tarde.
—Es que no sabía que decirle, aló mejor que le dejara en visto le parecía mal.
Él niega.
—Deberías disfrutar esto. Tendrás mucho tiempo para Hinata después.
—No tanto. Recuerda que en menos de un mes nos iremos.
—Más motivos para estar atento. No se si sabes que hay algo que se llama relaciones a distancia.
—No sé si eso funcionará.
—Te digo yo que si. Aguanté dos años con Akira mientras ella se encontraba en Praga, de Erasmus.
—Pero no que terminasteis porque ella te eng—
—¡Eso ahora no importa! Sólo céntrate en disfrutar, yo me ocuparé de que todo salga bien.
No me fío.
El resto del día pasó rápido. Después de ir a almorzar a varios bares, fuimos al hotel donde nos alojabamos temporalmente, y preparamos todo el equipaje para volver a la cuidad.
Comimos en un restaurante de carretera, y sobre las cuatro de la tarde llegamos al hotel de siempre.
Aún que tardamos algo en desempaquetar todo, lo logramos antes de las seis y media, así que me quedó tiempo de sobra para ir a las clases.
—Bien. Hoy verás a Hinata después de algo que no se puede clasificar cómo algo más que desastroso.
—Gracias por tu apoyo— digo sarcásticamente.
—Eso significa que tendrás que recuperar lo de aquella noche, lo que nos lleva a...
—Las tres ces de nuevo no, por favor— suplico, pero él no me hace caso.
—¡Las tres ces! Y hoy las vas a aplicar cuando vayas a entrenar con él. ¡Primera c! Comentar. Entras a clase y hablas de cualquier tema. Le puedes preguntar cómo está, si ha dormido bien, que tal su día, ¡Pero nunca le hables del tiempo!
—¿Por?
—Porque es aburrido, a nadie le interesa hablar de tiempo.
—Si eres meteorólogo si.
—¿Pero él lo es?
—No.
—Pues eso. Trátalo bien, y no seas tosco. Alagalo de vez en cuando, dile algo cómo: hoy te ves bien, o te queda bonita esa camiseta, combina con tus ojos, o con tu piel, algo así. Lo que nos lleva a la segunda c: Coquetear. Atrévete. No seas cobarde. Si realmente lo quieres sabras decirle cosas bonitas. Que no hable tu cerebro, que hable tu corazón.
—¿Y cómo se hace eso?— Atsumu me mira con incredulidad.
—¿Es que no sabes coquetear? ¿Acaso nunca tuviste novia?
—No, nunca. Estaba tan centrado en el voley que no tenía tiempo para los amores.
—¿Nunca has tenido una cita? ¿Ni dado un beso?
Niego.
—Entonces partimos de cero.
—Si— suspiro.
—Vale...no pasa nada. Yo te enseño a coquetear. Vas a coquetear conmigo.
Y vamos a saltar esta parte porque es muy vergonzosa.
Las horas posteriores a eso fueron eternas, pero creo que sirvieron para algo. Ahora Atsumu está frente a la puerta de la academia, junto a mi.
—¿Estás preparado?— Niego— Eso da igual, siempre que te acuerdes de lo que te dije está bien, porque te acuerdas, ¿No?— Asiento—. Pues a por todas, Tigre.
A paso lento entro a la academia. Saludo a la recepcionista y paso de largo. Con que ahora no me encuentre con Hinata estará todo-
—¡Kageyama!
Maldita sea mi suerte.
—Hi- Hinata.
—¿Qué tal?
—Bien...¿Y tú?
—Bien. Acabo de terminar el programa para tu clase.
—¿Seguiremos practicando por parejas?
—Si. Lo haremos de aquí a la exhibición.
—Yo no tendré que bailar, ¿No?
—No— él suelta una pequeña risa—. No te preocupes por eso. Pero una cosa no quita a la otra, practicarás igual.
—Vaya, casi cuela— él niega con una sonrisa—. Sabes, he estado pensando una cosa.
—¿Tú? ¿pensando? Increíble.
—Calla. He estado pensando que no es justo que practiques solo mi deporte, y que si quieres, algún día me podrías enseñar algo de voley. No se si lo sabías, pero en Brasil se juega bien al voleibol. Conozco a unos cuantos amigos que juegan muy bien, si quieres te los puedo presentar y echáis un partido, o lo que quiera que hagáis los... ¿Voleibolistas? No sé si se dice así.
¿Quiere aprender voleibol? Si que es verdad que alguna vez le he dicho de probar, pero nunca ha salido un plan fijo.
—Bueno— me encojo de hombros.
—De verdad, que soso eres.
Oigo a la gente entrar, supongo que es hora de que empiecen las clases.
—Pues eso. Si es que me dices que si, me escribes, o me lo dices, cómo quieras. Pero si puede ser con tiempo, son gente ocupada— hace comillas en ocupada.
—Ya veo, gracias de todas formas.
Entramos a clase y entre todo el jaleo me cuelo en una esquina.
Hinata habla junto a la otra monitora y explican un par de pasos.
—¿Todo entendido?— se oyen diferentes voces diciendo que si, mientras otras no dicen nada.
—Bueno... Aún así iremos vigilando por si acaso tenéis dudas.
Hinata pasa por algunas parejas y preguntando si es que tiene dudas. Aún que se para un rato a corregirlos no tarda mucho en llegar a mi, con su típica sonrisa y diciéndome que si estoy listo, yo lógicamente le digo que si, aún que realmente no es así.
Ahora explicaré cómo odio está parte:
Su mano pasa por la mía, a veces la entrelaza y otras no, pero gracias a eso descubrí que sus dedos encajan perfectamente en los huecos de los míos. Arrastra mi mano hasta su espalda y deja que yo la acomode donde crea que es más cómodo. Cuándo lo hago él pasa suavemente su mano por mi brazo y la apoya allí.
Pero esa no es la peor parte, la peor parte es cuando lo tengo que mirar a los ojos.
Simplemente no puedo, me desvío y no reacciono.
Dicen que los ojos son el espejo del alma, y es que si los miras— y conoces bien a Hinata— sabes que eso es verdad.
Sus ojos son otro mundo completamente distinto. Y es que los ojos marrones son muy comunes, pero en él se ven únicos, vivos, y acogedores.
—¿Kageyama? Eh... ¿Estás bien?
—¿Eh? Ah, si, perdón, me quedé en la nada.
—Ya veo, ¿Es que estás cansado? Si quieres podemos seguir otro día. Has estado de viaje y es normal que lo estés— yo niego.
—No te preocupes, sigamos.
Pero la combinación de mi corazón latiendo fuerte contra mi pecho, mis manos sudorosas, y que no se me da bien bailar, sólo puede dar un resultado: Desastre.
—Pero bueno, ¿Qué te pasa hoy?— él se burla y yo le miro mal—. Perdón, perdón.
—Solo tengo un mal día— suspiro y me siento en el suelo, tapándome la cara.
—Hey— él se agachó y quitó una mano de mi cara—. Todos tenemos malos días. Cuándo terminemos esta clase te invito a algo de comer.
Y cómo sabéis, Hinata puede ser muy tozudo, así que después de unos minutos de un tonto debate acepté.
—Nos vemos— y él se despide de los últimos alumnos—. Kageyama, no te importa esperar un poco, ¿No? Tengo que recoger algunas cosas.
—Si quieres puedo ayudar.
Hinata accede y le ayudo a limpiar la clase.
Ahora que estamos en silencio puedo intentar aplicar las tres ces.
Lo primero era...comentar.
—Oye, Hinata.
Él hace un sonido para que sepa que me está escuchando.
¿Y ahora yo de que hablo? Espera un momento… Atsumu me dijo una cosa para esto.
FLASHBACK
—Y con esto terminaríamos el repaso.
Por fin habíamos terminado con las clases de cómo coquetear.
—Ah, si, otra cosa. En el caso de que no sepas de qué conversar, cosa que va a pasar, pregúntale sobre cuál son sus flores favoritas.
—¿Sus flores favoritas? ¿Para qué?
—Eso no importa ahora, sólo hazlo.
—Vale, vale.
FIN DEL FLASHBACK
—¿Cuáles son tus flores favoritas?
—¿Mis flores favo-? ¿Para qué?
Eso mismo me pregunto yo.
—Por saber.
—Pues la verdad es que las rosas o las colorado columbine, son hermosas.
—Oh, ya veo.
—Aún que de pequeño me gustaban mucho los girasoles. Mi familia tenía una pequeña plantación de girasoles, me encantaba cuidarlos. Pero les terminé cogiendo manía.
—¿Cómo es que se llamaban? ¿Colorados...?
—Columbine. Colorados columbine. Mira.
Él coge su móvil y busca el nombre en el buscador.
Las flores varían mucho de color en cada foto, desde azul pálido hasta blanco, amarillo pálido y algunas incluso son rosas. Tiene cinco pétalos que se extienden hacia arriba. Hay cinco sépalos, que parecen pétalos y se extienden más allá de los pétalos verdaderos para formar una estrella.
No están mal.
—Las descubrí en un viaje a México.
—¿Fuiste a México?
—Si. En la superior nos mandaron una semana y algo allí.
—Que envidia.
Él suelta una débil risa.
—Son hermosas, ¿Verdad?
—Cómo tú...
Hinata se gira rápidamente hacía mi.
Oh mierda, se escapó.
Lo estaba pensando pero... ¡¿Por qué lo dije?!
—Yo...me salió sólo, lo siento.
—¿Por qué te disculpas? No es cómo si me hubiera molestado.
—¿No?
Él se encoge de hombros con una leve sonrisa.
—¿Vamos o qué? Ya he terminado todo.
Asiento y cuando salimos, cierra el aula.
—Sólo déjame dar las llaves a la recepcionista y nos vamos. Si quieres puedes ir saliendo, yo puede que tarde.
Eran las ocho de la tarde cuando acabamos, pero algunos rayos de sol permanecían iluminando las calles. Las luces de la cuidad comenzaron a encenderse sobre las ocho y media, luces que iluminaban toda la cuidad, desde una farola en una pequeña callejuela, hasta un espectáculo de luces en los edificios más lujosos de la cuidad. Pero el verdadero espectáculo estuvo en él, en sus ojos, en los cuales se reflejaban dichas luces, dándoles brillos únicos.
En mi mente anoté cada detalle que me dijo. Me habló sobre los espectáculos de luces, lo mucho que le encantaban y que los veía siempre que podía. Cuánto amaba el ambiente festivo y ver a los turistas alabando a su cuidad. Que disfrutaba mucho de los puestos ambulantes de comida brasileña. Todo me lo decía con ese tono tan característico suyo. Cómo si todo lo que me dijera fuera único y especial.
Fuimos a comer a uno de estos puestos ambulantes, y la verdad es que terminé satisfecho. Hinata me guió por la ciudad, enseñándome cada cosa que el consideraba importante. Le dije que no hacía falta que me enseñara tanto, se le notaba cansado por las clases y quizás se estaba excediendo un poco.
Cuándo le convencí eran las diez de la noche. Le acompañé hasta a casa y él me ofreció quedarme a dormir, porque según él, las noches son peligrosas.
Yo me negué y me despedí con algo de miedo. Después de todo, soy una figura famosa, ya no sólo en Japón, sino que aquí parece que también. No es que tenga miedo por mi seguridad, que si, pero involucrar a Hinata en todo esto no me gusta. No estoy diciendo que le vayan a hacer daño o algo así, pero si su reputación se ve afectada por esta mierda...
Cierto es que después de que nos persiguiera la mafia...los paparazzi y la prensa son poco.
Ahora vuelvo al hotel. Actualmente son las diez y cuarto y sólo quiero tirarme en la cama y dormir.
—Hola— digo en un bostezo.
—Hola— Ushijima me saluda desde el sofá.
—Iré a dormir.
—Está bien. Ah, si, una cosa: Atsumu te busca.
—¿Me busca?
—Si. Sobre las nueve o algo así preguntó por ti, y nos dijo que si te veíamos te dijeramos que está en su habitación, que vayas allí.
—Gracias. Buenas noches.
—Buenas noches.
Me dirijo a la habitación de Atsumu y toco a la puerta.
—¿Kageyama?
—El mismo.
—Pasa, pasa.
Abro la puerta y lo encuentro en su cama, tirado boca arriba, y con el brazo extendido hacia arriba, sosteniendo su móvil.
—Por fin llegas, ¿Donde estabas?— deja su móvil en la mesilla de noche de la habitación y se sienta.
—Con Hinata— cierro la puerta.
—Uy, cuenta, cuenta.
Este sólo presta atención cuando se trata de chisme ajeno.
—Pues fui a entrenar, salimos un rato, y volví.
—¡Detalles!
—Eh... Pues al entrenar no pasó nada interesante. Por cierto le pregunté lo de la flor.
—Oh, si, ¿Qué te dijo?
—Un nombre muy raro. Colorado algo...eh...
—¿Colorado columbine?
—¡Si! Eso, ¿Cómo es que sabes el nombre?
—Tengo un amigo que trabaja con ellas.
—Ah. ¿Y para que querías ese dato?
—Si es que eres muy tonto, ¡Le regalaras flores!
—Ah... Espera. ¿Eso significa que tendré que ir a dárselas? ¿En persona?
—Puedes hacerlo de forma anónima. Le escribes algo en una trajera con las flores y se las dejas en la puerta de su piso o de algún lugar donde transite mucho. Pero de eso hablaremos después. Ahora quiero mis detalles.
—Pues en el entrenamiento él me ofreció pasar un rato juntos después de que termináramos.
—Nunca por iniciativa propia...
—¿Eh?
—¿Qué?
—¿Has dicho algo?
—No, nada, tu sigue.
—Cuándo terminamos la clase me acordé de las tres ces y de lo que me dijiste sobre las flores, entonces lo combiné y le dije que qué flor era su favorita.
—Ajá.
—Después le dije... Dios, que vergüenza. Él me mostró la flor Colorado columbine esa y me dijo que era bonita, y yo le dije cómo tú.
—¿¡Enserio!?
—Si— siento que me estoy poniendo rojo sólo de pensarlo.
—¡Muy bien!— ¿Eh?—. ¿Y que dijo?
—Le pedí perdón, y él me dijo que por qué, si no le había molestado.
—¿No le molestó?— negué.
—Al menos eso me dijo.
—Vamos progresando— sonrió—. ¿Qué más pasó?
—Fuimos a comer y a ver un poco la cuidad, pero nada más interesante que eso.
—Vaya... Entonces hablemos sobre lo de las flores.
—Atsumu, estoy cansado, ¿No podríamos seguir mañana?
—Hay que pedir las flores para mañana, Kageyama.
Suspiro y me siento en la cama.
—¿Cuál es el plan?
Un rayo de sol me da en la cara, despertándome poco a poco.
Os hago un breve resumen de lo que pasó ayer:
Después de una larga hora trazando un plan, decidimos que lo haríamos por fases:
Fase 1: Pedir las flores.
Ayer por la noche llamamos a una floristería 24 h— porque si, aquí hay hasta floristerías abiertas las 24 horas— y preguntamos por algún que otro colorado columbine, y algunas rosas.
Por suerte si tenían.
Así que pasamos a la Fase 2:
Fase 2: Esperar al día siguiente.
Porque hay un día en el que Hinata descansa la tarde completa: los miércoles, y casualmente ayer era martes.
Fase 3: Recoger las flores de la floristería.
Fase 4: Cuando llegue la tarde, dejárselas enfrente de su puerta, esconderse, y ver su reacción.
Así es, de momento quedamos en que no se las voy a dar en persona. No haré nada al menos hasta que sepa que no será un rechace directo.
Nunca me han roto el corazón, pero me han dicho que es algo muy doloroso, y que si te soy sincero, no me gustaría vivirlo.
Así que ya pasada la fase 2, vamos con la 3: ir a recoger las flores.
Me visto rápidamente con unos vaqueros cortos y una camiseta negra, también llevo una gorra para el sol, y en un mochila, agua por si acaso me toca esperar fuera a que abran.
Son las once cuando salgo por la puerta, despidiéndome de los chicos, que están en la sala.
Bajo rápidamente por las escaleras y salgo del portal del hotel.
Es hora de poner Google Maps.
Me he dado cuenta de que mi Google Maps funciona cómo el culo.
Se supone que debería estar en una floristería, no en una marisquería.
¿Lo habré escrito mal?
Quizás si le pregunto a alguien si sabe dónde está...
Busco el traductor en mi móvil. Sólo hay que esperar.
—Com licença, senhorita, poderia me dizer onde fica a floricultura da...Maria's flower?—(Disculpe, señorita, ¿podría decirme dónde está la floristería de...María's flower?)
Si, ese es mi traductor.
La chica, que pasaba por allí con su novio— el cuál me está mirando mal— coge su móvil y me escribe la respuesta en su móvil—en el suyo porque mi teclado está en japonés y el suyo en portugués.
—Você se desviou um pouco. Basta virar duas à direita e uma à esquerda, logo à sua direita estará a floricultura— (Te has desviado un poco. Solo tienes que girar dos a la derecha y una a la izquierda, entonces, a tu derecha, estará la floristería)
—Obrigada— (gracias)
—De nada— (denada)
Hago lo que me dijo la chica y en unos minutos llego.
Es una pequeña floristería, de colores vivos y con un rótulo grande que destaca entre todos los demás. Tiene algunas flores expuestas fuera, pero el verdadero olor llega cuando entro. Es blanca y con algunos estampados florales, es pequeña, pero supongo que será porque las plantas delimitan la vista. Las flores están en diferentes estanterías, y al fondo, el mostrador. Está hecho de forma que para llegar allí, tengas que pasar por la mayoría de la tienda, pero yo ya sé lo que quiero, no necesito más.
—Bom dia, venho fazer um pedido em nome de Kageyama Tobio— (Buenos dias, vengo por un encargo a nombre de Kageyama Tobio)
Ella asiente y desaparece por la puerta del almacén.
Pasan unos minutos hasta que ella vuelve a salir.
—Está tudo correto?— (¿Está todo correcto?)
Lo traduzco y le echo una ojeada al pedido.
Es un pequeño ramo de Colorado columbine, y un par de rosas.
Asiento y ella toca un par de botones en su ordenador.
—330 reales brasileños.
Le doy el dinero y cojo las flores con cuidado, lo único que me faltaba es que se rompieran.
Llego al piso unos veinte minutos después.
Con las flores venía una tarjeta con las instrucciones de cómo cuidar las flores—por suerte en diferentes idiomas— y otra, que es una dedicatoria, que por cierto, me viene genial.
Entro a mi cuarto y las dejo reposando según las indicaciones.
Ahora sólo queda inspirarse.
—Kageyama, necesito que- ¿Te interrumpo en algo?
Ese es Yaku.
—No, no. Por favor, pasa.
—No sabia si interrumpía algo, es que tenías una cara rara.
Ya, mi cara de concentración no es la mejor.
—Dime, ¿Qué necesitabas?
—Voy a ir al supermercado, ¿Necesitas algo?
—No, gracias— suspiro y miro la tarjeta de nuevo.
—¿Qué pasa?
—Necesito escribir algo bonito para...¿Te acuerdas del chico del que te hablé?
—Si.
—Pues para él.
—Ya veo, ¿Quieres que te ayude? Yo tuve un pasado con algo de movilidad amorosa.
—¿Si?
—Si. Deja que te ayude— él se acerca a mi.
¿Qué tan bueno puede ser Yaku para estas cosas?
—¿Preparado?
No, la verdad es que no.
Ahora mismo son las seis de la tarde, y Hinata se supone que debería estar en casa.
—¿Y cómo entro?
—Tengo una idea.
Atsumu se acerca al timbre, llama a un piso cualquiera, y tapa la cámara.
—Quem?— (¿Quién es?) La voz de una señora mayor se oye a través del timbre.
—Eu— (Yo)
Y la puerta se abre.
—¿Cómo-?
—Venga, entra antes de que la señora se de cuenta de que ha cometido un error.
Asiento y subo las escaleras rápidamente.
En mis manos llevo— cuidadosamente— los ramilletes de flores, de las que cuelga la tarjeta que Yaku ayudó a escribir, es muy habilidoso con estas cosas.
Cuando estoy enfrente de su puerta me acobardo.
Me estoy replanteando si es que es buena idea.
Pero si he venido aquí no es para nada, además de que el dinero ya está gastado.
Suspiro y dejo las flores al pie de su puerta, después toco unas cuantas veces contra la madera y salgo corriendo.
Me escondo medio piso más abajo, en las escaleras para ser exactos.
Él abre su puerta y casi me da un paro cardíaco cuando por poco pisa las flores, por suerte se dió cuenta.
—¿Y estas flores?— Hinata se agacha y coge los ramilletes.
Las acaricia lentamente y sonríe cuando las huele.
—Sois preciosas.
¿Les está hablando a las flores?
—Espera. ¿Qué es esto?
Está leyendo la carta.
Él sonríe tontamente mientras lo lee, creo que eso es buena señal.
—¿Quién habrá-?— Hinata se acerca a paso rápido a las escaleras, y yo bajo el piso completo—¿Hola? ¿Hay alguien?
Lógicamente no recibe contestación.
—Vaya, ¿Quién habrá escrito esto?— susurra y vuelve a su piso.
Atsumu
Objetivo cumplido—
—Perfecto. Ahora espera un poco.
¿A qué?—
—A que pase algo de tiempo, después podrás llamar a la puerta cómo una visita sorpresa, y así le preguntas que le ha parecido.
Vale—
Estuve unos diez minutos en el rellano, con el móvil.
Cuándo pensé que era tiempo suficiente llamé a su puerta, y ahora, estoy esperando a que me abra.
—¿Quién es?
—Kageyama.
—Ah...ahora voy— él abre la puerta— Hola, ¿Qué tal?
—Bien, ¿Puedo pasar?
—Si, por supuesto— se hace a un lado y entro—. Siéntate donde quieras.
—¿Te interrumpo en algo?
—No exactamente, estaba poniendo algunas flores en agua.
—¿Flores?— él asiente.
—Si, ven— me guía hasta la cocina y me señala unas flores en un bonito florero.
—Son bonitas, ¿Cuánto te han costado?
—Nada.
—¿Nada?
—Me las han regalado, o eso creo— arqueo una ceja—. Alguien llamó a mi puerta y me dejó estás flores al pie de ella. Había una tarjeta, pero no estaba firmada.
—¿En serio?
Me estoy empezando a poner nervioso.
—Si. La verdad es que es muy bonita.
—¿Te- te gustó?
—Me encantó. Se nota que quien lo ha escrito tiene mano con estas cosas. Hacía tiempo que no me escribían cosas así, es bonito que alguien se interese por ti, y más de esta forma. Si sólo supiera quién fue...
—¿Tendrías algo con esa persona? Si sigue así, digo.
—Es pronto para decidirlo, apenas me ha regalado unas flores. Me gustan estos detalles, pero no sé quién es, ¿Y si es mala persona? No puedo arriesgarme a soltar todo a la ligera.
No me creo mala persona.
—Ya... ¿Y que tipo de flores son?
—Estas son colorado columbine, y estas son rosas, ¿A que huelen genial?
—Si.
—Le darán un fantástico olor a la casa— Asiento—. Por cierto, ¿Quieres algo de comer? Se me olvidó ofrecerte antes.
—No, gracias.
—¿Crees que será alguien que conozco?— dice mientras sale de la cocina, yo le sigo con lentitud.
—Puede ser una opción— me encojo de hombros.
—Cierto, ¿A quien le he contado que me gustan esas flores? ¿O ha sido casualidad?
A este paso me pilla.
—No es bueno que le des muchas vueltas— digo nervioso.
—Tienes razón. Oye, ¿Para que has venido?
No tengo una excusa planeada.
—Para nada en especial. Pasaba por aquí con el equipo y quería venir a saludarte.
—Ah... Pues gracias.
—Pero me tendría que ir ya, o el idiota de Atsumu me reprochara todo lo que pueda por llegar tarde.
Él asiente.
—¿Te acompaño hasta abajo?
—No hace falta— ahora es Hinata quién me sigue hasta la puerta.
—¿Nos vemos mañana?— asiento.
—Nos vemos mañana— él sonríe y se despide mientras cierra la puerta.
Bajo corriendo las escaleras. No puedo mentir, que le haya hecho ilusión las flores me ha ilusionado a mi.
Cuándo bajo no veo a Atsumu. Supongo que se habrá cansado de esperar y se fue al piso.
Miro el móvil y un mensaje suyo me lo confirma.
Así que a paso rápido comienzo el camino hacia el hotel.
Cuando llego subo rápidamente las escaleras y mientras abro la puerta saludo.
—¿Y Atsumu?
—En su habitación, ¿Por qué?
—Por nada, gracias.
—Estos traman algo— les oigo susurrar, pero eso ahora no me importa.
—Llegué— abro y cierro la puerta de su habitación con rapidez.
—Por fin— rueda los ojos— ¿Qué le han parecido? ¿Le han gustado?
—Dijo que le encantaron.
—¡Si! Perfecto.
—Pero dijo que los detalles no daban a ver que tipo de persona era quien de lo había dado, que se podía fiar.
—Ya veo. Va a ser un hueso duro de roer, ¿Eh? Bueno, da igual, para eso está esto:
Saca una pequeña pizarra, con algo indescifrable escrito.
—¿Qué es eso?
—Nuestro próximo plan.
—¿Más? ¿No crees que nos estamos excediendo?
—¿Tú le quieres? O mejor, ¿Le amas?
—Si.
—Entonces escúchame bien, ¿Cuantos días quedan de este mes?
—Menos de tres semanas, ¿No?
—Entonces ese será nuestro enemigo, el tiempo. Tienes que enamorarle antes del 31, si no no tendrás oportunidades.
—Pero eso es muy poco tiempo para-
—Ya. Pero el amor no conoce de tiempo, y esa es nuestra única arma. Kageyama, tienes que saber que si empezamos con esto, no habrá vuelta atrás.
—Lo sé.
—¿Estas dispuesto a arriesgarte?
—Si.
—Entonces, que comience la batalla.
HOLAAAA
¿Qué tal? Espero que esté bien.
Siento la inactividad :'(
Pero bueno, aquí les traigo otro capítulo largo, menos que el anterior, pero largo.
¿Les gustaría que los capítulos fueran más frecuentes, pero cortos, o menos frecuentes, pero largos?
Por cierto, ¡Ya es diciembre! ¿Sabéis lo que significa? Si, ya huele a navidad😻
¿Alguien más está ilusionado?
Por cierto, les dejo algunas fotos de Colorados Columbine:
Espero que les haya gustado el capítulo.
Recordad que se os quiere ♡
Chaooo
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