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Dudas solucionadas

La cita no empezó con buen pie. Yo estaba muy nervioso cómo para hablar de algo y Kageyama...es Kageyama, no es muy hablador.

Por eso sentí que esto había sido una mala idea cuando el silencio en el que estábamos pasó de uno normal a uno raro, quizás tirando a incómodo.

—¿Crees que llegaremos?— arqueé una ceja.

—¿Adónde?

—Al restaurante, llegaremos a tiempo, ¿No?

—Si, si, claro, vamos con tiempo, hasta creo que nos va a sobrar— él suspiró.

—Bien.

Nos volvimos a quedar en silencio unos segundos hasta que me cansé y decidí comenzar una conversación.

—Y dime, Kageyama, ¿Te gusta la comida de aquí? Es muy diferente a la de Japón.

Esa es una de mis principales preocupaciones ahora mismo, que no le guste la comida de aquí y cagarla de primeras.

En realidad no sé porque le dije de ir a un restaurante, tampoco sé si le parece bien, creo que solo dijo que si a todo porque estaba nervioso.

Además de que yo no supe reaccionar a tiempo e hice a lo que estoy acostumbrado, invitar a comida que a la mayoría le suele gustar, pero la mayoría de gente con la que me relaciono está acostumbrado a la gastronomía brasileña, no a la japonesa, creo que lo único que tenemos en común es que se usa mucho el arroz, pero nada más, por lo demás es totalmente diferente.

—Bueno, probé muy poco cuando fui de excursión, pero lo que comí estaba rico.

Suspiré aliviado.

—Menos mal, tenía miedo de que no gustara.

—No te preocupes por eso, estoy seguro de que si me va a gustar.

—Cuanta seguridad— reí y poco a poco nos fuimos soltando. Se me olvidó que con quién estoy hablando ahora es el mismo idiota con el que hablo siempre, no hace falta estar tan nervioso.

Cómo ya preveía al salir de casa, nos sobraba tiempo, entonces lo desvié un poco del camino para hablar más tranquilos, después de todo solo tenemos que ir por una de las avenidas principales de la ciudad para llegar a una zona más tranquila.

Tuvimos que esquivar a mucha gente, lo bueno es que Kageyama es tan alto que me es imposible perderlo, es cómo un poste de referencia.

—Cuida la cartera— le grité al ver cómo una ola de personas se acercaba, seguramente habría carteristas, lógicamente no quiero que le roben la cartera, no quiero pagar la cena yo sólo, sería injusto.

Es broma, es broma, si se la roban dudo que la recupere, y sería un follón buscarla.

—¿La cartera?

—Si, hazme caso— asintió y lógicamente yo estuve atenta de la mía, entonces nos metimos entre todas las personas.

Pero a los segundos lo comencé a perder. Una de las peores cosas de las olas de multitudes es que cada uno va por su lado, y si no estás acostumbrado te arrastran, y aunque tengo algo de experiencia con estas cosas la mayoría de personas venían en dirección contraria y eso me dificultaba seguir.

—¡Kageyama, espérame!— No pensé que él me había escuchado, o no al menos hasta que retrocedió y me agarró la mano para ayudarme, yo solo alcancé a reforzar el agarre.

—¡No te pierdas, tonto! ¿Hacía donde tenemos que ir?— me quedé unos segundos pensado una solución alternativa. La idea principal era cruzar la avenida entera, pero así es imposible.

—¡Por ahí!— le señalé una salida a una calle cercana en la que podíamos descansar.

—Está bien— me dió el último tirón de mano para poder salir los dos.

Cuándo por fin salimos me apoyé en una pared, quizás coger un camino alternativo no fue tan buena idea.

—Te mato— reí y terminé de regular mi respiración, aveces me agobia que haya tanta gente.

—Eres un exagerado— él puso cara de indignación.

—¿Yo? Era a ti a quien llevaba la multitud, podías haberte perdido.

—Eso da igual, yo me conozco la zona, tu no.

Una simple mirada bastó para callarme.

¿Qué decía su mirada? "Cómo no te calles te pego tal puñetazo que te mando de vuelta para Japón" o algo así interpreté yo.

—¿Te falta algo?— recién caí en que si ha estado atento de mi y de no tropezarse con la gente no lo habrá estado de sus cosas.

Cuando movió su mano me di cuenta de que seguíamos cogidos de la mano.

La separé rápidamente y comencé a revisar mis cosas, él tardó algo más en reaccionar pero también comenzó a revisar sus cosas.

A mi, por suerte, no me faltaba nada.

—Me parece que no— suspiré.

—Menos mal, no quería pasar mi primera cita en comisaría— reí.

—¿Es tu primera cita?— ah... yo y mi bocaza...

—Decirte que no no va a servir de nada, ¿Verdad?

—Va a ser que no— chasquee la lengua.

—¿La tuya no?

Se ha callado.

—Será mejor retomar el camino o nos quitarán la reserva— ¡Está evitando mi pregunta!

—Estás evitando mi pregunta.

—Claro que no.

—Claro que si.

—Claro que no— él se cruzó de brazos.

—¿Entonces por qué no me contestas?

—Porque no te interesa mi vida privada.

—¡Claro que sí! Tendré que saber más de mi cita, ¿No?

Él dijo un par de cosas inentendibles para después darme un—suave—golpe en la cabeza.

—Idiota— se dió la vuelta y comenzó a caminar.

—¡Hey! ¡Espera! ¿Acaso sabes dónde vas?

—No, pero sabía que si me iba tu irías detrás.

No voy a rechistar, no porque tenga razón, sino porque se que si sigue adelante sin mi voy a tener que ir a comisaría a reportar su desaparición, y no quiero lidiar con eso.

—¿Vas a decirme por dónde ir o quieres que terminemos por perdernos?

—Tranquilo, yo sé dónde estamos.

En realidad no tengo ni idea de dónde queda esto.

Solo vi una salida y opté por correr a alejarnos de la gente.

Vale, hay que volver por donde hemos venido, pero sin coger la avenida principal.

—Venga vamos.

Comencé a caminar en la misma dirección de la que venimos, Kageyama me seguía por detrás, en silencio.

No sé en qué momento se adelantó, pero cuando me quise dar cuenta estaba a mi altura y me había vuelto a dar la mano.

Arqueé una ceja y él respondió a mi pregunta antes de que pudiera formularla.

—Vamos a volver allí, ¿No? Es más fácil si vamos juntos.

No soy capaz de decirle que no vamos a ir por la avenida, quizás se de cuenta en el camino al restaurante.

Pues no, parece no inmutarse de que no vamos por un sitio muy transitado.

Él está a lo suyo, mientras, nuestras manos siguen juntas a pesar de que hace rato que dejamos las calles principales atrás. ¿Y yo? Yo me estoy muriendo por dentro de los nervios.

¿Cómo puede no darse cuenta? Quizás no lo hace aposta y se le ha olvidado que tenemos las manos dadas. No me incomoda, pero el efecto que está comenzando a hacer en mi me molesta.

—Que cambio.

Alcé una ceja, supongo que se referirá a la diferencia de barrios.

Antes íbamos por calles con casas coloridas, con mucha gente y con un ambiente más bien ajetreado, ahora los edificios son cristalinos, altos y grandes, las calles son pulcras aunque algo abandonadas en cuanto a comercios.

No es fácil mantener un comercio aquí, o no por lo menos si eres de clase media.

Es uno de los barrios "caros", supongo que por eso Kageyama está tan...¿Impactado? No puedo descifrar esa cara.

—¿Es aquí o es uno de los lugares de paso?

—Ni una cosa de la otra, el lugar está cerca, pero no es aquí.

—¿Seguimos?— asentí.

Comenzamos a caminar de nuevo.

No había tanta gente cómo en otros lugares de la cuidad, el cambio daba una tranquilidad que agradecí.

Tardamos unos minutos en pasar parte del barrio y meternos a otro que no era tan lujoso pero seguía siendo algo caro.

De todas formas no creo que necesitemos nada increíble para salir o pasárnoslo bien, no soy del tipo de personas que necesitan lujos para divertirse, de hecho todo lo contrario, me divierto con cualquier cosa, y Kageyama tampoco creo que sea así, pero cómo solía decir mi madre: una vez al año no hace daño.

Además de que es algo importante, o al menos para mí, así que llevo cruzando los dedos desde que salí porque todo salga bien.

No hablamos de nada interesante en lo que nos quedaba de camino, que aunque no fueron más de 10 minutos, fue lo suficiente cómo para que a Kageyama le alcanzara para burlarse de mi porque según él: "se me notaba que estaba nervioso porque me sudaban mucho las manos" a lo que yo le dije que no era por eso, que solía tener las manos sudorosas habitualmente, pero me parece que no se lo tragó.

Aprovechando que ya habíamos sacado el tema de las manos, separé la mía con la excusa de limpiarme el sudor, y no hubo más contacto hasta estar enfrente del restaurante, y fue porque el muy idiota se chocó conmigo porque él estaba distraído y yo frené derrepente.

—Bueno, pues ya hemos llegado.

"Abandonado". Fue en lo primero que pensé al ver el restaurante.

Él exterior no era algo excesivo, tampoco presuntuoso, no aparentaba lo que había en el interior: un comedor grande, lleno de camareros uniformados, mesas de madera cubiertas por manteles blancos, cubiertos aparentemente de plata y comida de calidad...si, tengo buenos recuerdos de allí, pero no entremos mucho en detalles, ya os lo explicaré cuando entremos.

En cuanto al exterior, cómo ya dije no hay mucho, paredes oscuras con el logo del restaurante en color claro iluminado por farolas amarillentas. También tiene una terraza grande con plantas decorativas, mesas de todos los tamaños y suelo liso. La terraza se supone que debería estar iluminada por bombillas colgantes, pero están apagadas, las mesas recogidas y la terraza prácticamente vacía.

—¿Está abierto?— lo mismo me preguntaba yo.

—No lo sé, tendremos que avanzar para averiguarlo.

Avanzamos lento, de verdad rogaba que estuviera abierto y no le hubiera obligado a andar tanto para nada.

Más cuando fui yo quien le insistí porque no moviera el coche, no por no ser vago, si no porque cuesta mucho encontrar un hueco para aparcar, y los parkings suelen estar prácticamente llenos, perderíamos la reserva antes de poder aparcar.

A cada paso me preocupaba más, las cortinas echadas, la puerta cerrada...no era lo normal en un establecimiento abierto.

—Eh, mira— él señaló la reja grafiteada que protegía la puerta de cristal, allí había pegada una hoja blanca de papel con unas letras escritas en negro—. Está en portugués, ¿No?

—Si, me parece que si, déjame leer lo que dice— Kageyama se echó un paso hacia atrás para dejarme más sitio y yo me pegué más a la reja.

Mi portugués no es muy bueno, por lo que tardé unos minutos en traducirlo.

Ponía:

"Lamentamos informar que este estabelecimento se encontre encerrado devido à proibição do consumo no interior"

"Assim que nos permitirem, voltaremos à atividade"

"Desculpem as molestias"

¿Qué que significa?

"Lamentamos informar que este establecimiento estará cerrado debido a la prohibición del consumo en el interior"

"Tan pronto cómo nos permitan, volveremos a la actividad"

"Disculpen las molestias"

¿Cerrado? ¿De verdad que está cerrado?

Me giré a Kageyama con una sonrisa nerviosa.

—¿Y bien? ¿Qué pone?

Suspiré.

—Está cerrado por la prohibición de consumo en su interior.

Kageyama me miró raro, creo que no entendió lo que dije.

—¿Eh?— lo que dije.

—Está cerrado, punto.

—Haberlo dicho antes— bufé, cuanta paciencia tuvo que tener su madre para soportarlo todos los días.

Me separé de la reja y pensé en que hacer ahora.

Mi primera cita y el restaurante al que íbamos a ir estaba cerrado, eso era tener mala suerte.

—¿Y que vamos a hacer ahora?

Buena pregunta.

—No sé— me di por rendido y me giré y me apoyé en la pared.

—No te apoyes ahí, está sucio— Kageyama me agarró de la manga y me separó de la pared—. De seguro te has manchado, si es que eres idiota— y supongo que si me habré manchado porque me está dando palmaditas en la espalda—. Ya está.

—Gracias, pero eso no resuelve nada, ¿Qué haremos ahora?— él se encogió de hombros.

—Comer, supongo.

—¿Donde? No habrá nada abierto que tenga sitio.

—Algo tiene que haber, vamos— comenzó a caminar y yo lo seguí.

—No vamos a encontrar nada, es andar por andar— me quejé.

—Pues mira, así haces deporte.

—¿Pero de que sirve?

—¿El que? ¿Comer o andar?

—Déjalo— él frunció el ceño

—Odio tus ataques de pesimismo, ¿Sabes?— arqueé una ceja—. Tú sueles ser quién ve el lado positivo de las cosas, no yo.

—Ya, parece que hayamos intercambiado papeles— solté una ligera risa y Kageyama solo me siguió el juego un poco más.

—¿Lo ves? No era tan difícil. Y ahora dime, señor de Google Maps, ¿Por donde tenemos que ir?

—¿Señor Google Maps? ¿Es porque conozco la zona?

—No, porque tú sentido de orientación está en el culo.

—¡¿Eh?!

—Por algo me pierdo siempre que voy contigo.

—¡Callate! Yo se muy bien por donde vamos.

—Ya, y por eso mismo sabes porque zona ir, ¿Verdad?

—¡Tú tampoco lo sabes!

—Pero yo no he vivido aquí durante... ¿Meses?

—Piri yi ni i vividi iqui dirinti... ¿Misis?— aunque lo susurré me oyó y me miró mal.

—¿Pero vamos a algún sitio o que? A este paso terminaremos cenando en tu piso— en parte tenía razón.

Comenzamos a preguntar por los restaurantes, pero todos estaban reservados, y en los bares cercanos no había sitio y si había no tenían algo decente para cenar.

Ya eran las nueve y media y mi estómago comenzaba a exigir algo para comer.

—Con la variedad que hay por aquí y no hay nada para comer.

—Bienvenido al mundo de: somos el doble de la población de la que cabemos. Aquí o llegas pronto o no llegas, y para una vez que intento llegar pronto y pasa esto.

—No fue tu culpa que cerraran el restaurante.

—Pero no parecía algo actual, podían haber avisado.

—Ahí tienes razón, pero no hay nada que hacer.

Suspiré y miré al suelo.

No es que me sienta culpable, porque se que no es culpa mía, pero si me da pena que Kageyama tenga que estar así porque yo no me supe organizar bien, por no tener un plan b.

—Quizás en otra zona tengamos suerte.

Así que nos alejamos un poco, y con eso volvimos al ambiente ajetreado, a pesar de que allí había menos gente, la cantidad de comercio era menor y estaba todo ocupado, aquí hay más personas, pero quizás tengamos suerte y encontremos algo.

Y si no siempre estará la opción de comida rápida, pero no es lo mismo, es cutre, y no quiero quedar así delante de Kageyama.

—¿Qué te pasa?

—¿Eh? No, nada, sólo quiero encontrar algo pronto para poder estar tranquilos.

—Yo también, pongámonos en marcha.

Al principio pasamos por un bar en el que tenían comida típica, y me emocioné porque siempre le he querido dar a probar un poco, así que a pesar de que Kageyama rechistó porque había mucha gente le obligué a ir conmigo.

Agarré la mano de Kageyama y lo tiré y guié hasta la barra.

—Boa noite!— le grité al camarero debido al ruido.

—Ah...boa noite, que você quer?— (Buenas noches, ¿Qué desea?)

—Eu gostaria de saber se você tem algum dos alimentos que estão anunciados na placa na entrada à esquerda—(Me gustaría saber si le queda algo de la comida que anuncian en el cartel de la entrada)

La idea principal era que Kageyama conociera un poco más de la comida de aquí, y en la entrada anuncian comida que creo que le puede gustar.

—Apenas o que eles veem na vitrine—(sólo lo que ves en la vitrina)

Platos vacíos, eso es lo que había.

—tem nada?—(¿no tienen nada?)

—Você vê comida?—(¿Ves comida?)

Negué.

—Então será que não há, não acha?— (Entonces será que no hay, ¿No cree?)

Fruncí el ceño.

—Agora, se não se importa, e se não vai fazer mais nada aqui, peço que saia para que as pessoas não acumulem, obrigado— (Ahora, si no le molesta, y sino va hacer nada más aquí, le pido que se retire para que la gente no se acumule, gracias)

Me está echando, literalmente me está echando.

—¿Qué ha pasado?— me di la vuelta y le di la espalda a quien me atendía para tirar de la mano se Kageyama y salir de allí.

Solté la mano de Kageyama de un tirón.

—Uf, por fin, había mucha gente. ¿Pero que a pasado? ¿No había comida?

—¿Tú qué crees?— él frunció el ceño—. Perdón— suspiré.

—¿Ha pasado algo?

—No, nada, solo es que el chico que me atendía estaba algo...estresado, si, estresado.

—¿Te respondió mal?

—No es eso, es que- bueno, da igual.

—Ya... ¿Seguimos probando?— suspiré.

Ir bar tras bar, restaurante tras restaurante, era muy frustrante, más teniendo que dar yo la cara porque el idiota de Kageyama no se puede desenvolver con las demás personas.

Debo de enseñarle a hablar portugués, haber si así se entera de algo.

—¿Cómo puede ser que no haya de nada?

—Mira, te lo voy a explicar para tontos, ¿Vale? Es viernes, la gente sale de fiesta, sale a disfrutar con los amigos, y sobre todo, la mayoría sale a celebrar que es fin de semana y que no hay ni clase para los jóvenes, ni trabajo para algunos adultos, entonces, ¿Te estás preguntando por qué no hay sitio?

—Vale, ¿Y que hacemos? ¿Qué opciones nos quedan?

—Ya te he dicho que no lo sé. Se suponía que esto no debía de pasar.

—Debí haber supuesto que algo así pasaría siendo nosotros dos.

—Si, somos cómo un cúmulo de mala suerte.

—¿A qué te refieres?

—Tu sueles tener mala suerte, y yo también, así que cuando nos juntamos hacemos zumm y formamos un cúmulo de mala suerte. ¿Me he explicado?

—¿Si?— arqueé una ceja, ¿Por qué el tono de pregunta?

—No lo has entendido, ¿Verdad?

—No— suspiró.

—Da igual, tenemos que hacer algo rápido, o las calles se comenzarán a llenar de gente ebria, y eso si que no lo voy a aguantar.

—¿Tan pronto? Sólo son las nueve y cincuenta de la noche.

—Hay gente que no controla, da igual la hora de la noche, e incluso de madrugada hay gente borracha tirada durmiendo en las calles.

—Eso no lo mostraban en el folleto de visita.

—¿Es que hubieras ido si te hubieran dicho todo esto, todo lo que has visto aquí?

—Problamente no.

—Pues eso, sólo enseñan lo que quieren que veas.

Nos quedamos en silencio.

No debí sacar este tema, ahora Kageyama no sabe que contestar y yo no sé cómo seguir, esto se está llendo a pique.

—¿Seguimos?— él asintió.

Sigue callado, no se en lo que estará pensando, pero me está dando miedo.

Paseamos un rato más, pasábamos de zona en zona, y yo cada vez me desesperaba más. Hasta que de un momento a otro él se detuvo.

—¿Pasa algo?— me detuve yo también para no dejarme atrás.

—Mira eso— señaló algo y yo desvié mi mirada para verlo.

Lo miré con una mueca.

Para poneros en contexto está señalando un puesto ambulante.

—Me dijiste que te gustaban, ¿No?

Lo miré con inseguridad, el juego de los puestos ambulantes es complicado, me gustan los que suelen pasar por mi zona porque conozco a la gente que lo cocina, pero cuando estás frente a uno no sabes a lo que te enfrentas, no sabes si la comida estará buena o mala, si estará en buen estado o no, no se sabe.

No sé qué prefiero, un restaurante de comida rápida o esto.

Me dió una última mirada y avanzamos lentamente, había algo de cola así que tardaron en atendernos, había bocadillos, pero solo pedimos unos simples y esperamos a que nos lo dieran, mientras, nos sentamos en un bordillo cercano y charlamos un poco más hasta que nos llamaron.

—Shōyo Hinata?— fruncí el ceño al oír cómo pronunciaban mal mi apellido, ¿Qué les cuesta pronunciarlo bien? Bueno, tampoco los culpo, yo tampoco se pronunciar sus apellidos.

—Aqui— me levanté y le dije a Kageyama que esperara.

Caminé hacia el puesto y, sin que Kageyama lo supiera, pagué yo los bocadillos, ya me aguantaré cuando me eche la bronca después.

—La comida ya a llegado— agité- levemente- los bocadillos, y un brillo pasó por sus ojos.

Sonreí y le di uno de los bocadillos.

—Por fin...

Me senté a su lado y comenzamos a comer.

Él bocadillo estaba frío y no sabía cómo algo que quisiera volver a probar. A Kageyama parecía darle igual, pero a mí no.

No sé si es muy conformista, pero desde luego que estemos comiendo un bocadillo frío y sentados en un bordillo sucio, no es el mejor de los planes para una cita.

Me estoy comenzando a sentir culpable.

Está claro que el bocadillo tampoco le está gustado a Kageyama, osea si se lo está comiendo, pero no le gusta.

¿Qué cómo lo se? Porque está poniendo la misma cara que puso cuando probó mi primer postre. Que, por cierto, estaba muy dulce y líquido.

El destino me odia, y que lo pague conmigo está bien, pero que lo pague con Kageyama no es justo.

—Lo siento— apreté mis labios.

—¿Cómo que lo sientes?

—Pues que lo siento, se suponía que íbamos a comer bien, poder hablar de todo mientras estábamos cómodos bajo techo, que todo esto iba a estar bien.

—Y está bien.

—No, Kageyama, no lo está, estamos pasando frío y comiendo un bocadillo de mala muerte sentados en un bordillo.

—¿Por qué le tienes que ver el lado malo a las cosas?

—¿Es que hay algo bueno?

—Estamos juntos— él agarró de mi mano—. Podía habernos pasado algo y habernos separado, pero seguimos juntos. Es mil veces mejor comer esto contigo que comer sólo comida de lujo. Así que no digas que esto está mal, porque está bien, está perfecto, y en cuanto a lo del restaurante y todo eso, olvidalo, me da igual, me da igual que me hubieras invitado a un restaurante cómo a dar un paseo, yo hubiera accedido igual.

Me quedé en silencio, él sólo hizo una pausa y siguió.

—No es por el restaurante, no es por la comida o por el tiempo "perdido", es porque todo esto estaba destinado para salir mal, pero eso no es ni mi culpa ni tu culpa, tampoco creo que sea de nadie, solo del destino, y nadie humano puede controlarlo. Pero está bien, porque mientras estés tú, mientras estés conmigo, no me hará falta nadie ni nada más para estar bien.

Él se calló, supongo que esperando una respuesta.

Intenté hablar pero no podía.

Ahora lo comprendo, a él siempre le dió igual, a él siempre le pareció bien todo respecto a mi, y yo tuve la duda de cuestionarme si él iba a ser bueno para mí.

—Pero no llores, ¿Vale?— pasó su mano por mi mejilla, limpiando algunas lágrimas que se me habían escapado.

—Kageyama— fue lo único que alcancé a decirle antes de abrazarle y tirar el bocadillo en el proceso.

—Cuidado, idiota— él me correspondió el abrazo y yo apreté su chaqueta mientras mojaba su hombro con mis lágrimas.

Después de tanta incertidumbre podría estar junto a él, y él junto a mi, por fin podríamos ser el dúo en el que más de una vez soñé que seríamos.

Estuvimos así unos minutos hasta que me separé de él y limpié las pocas lágrimas que me quedaban en mis mejillas.

—¿Ya se te ha pasado la llorera?—yo le pegué un puñetazo de bromas en el brazo.

—Callate— reí y me senté de nuevo cómo estaba antes.

—Tiraste todo el bocadillo— miré al suelo, al abrazarlo se me escurrió y no pude alcanzarlo.

—Bueno, no tenía hambre— me levanté y me estiré.

—Mentiroso— rodé los ojos y él también se levantó.

—¿Tú tampoco tienes hambre?— le dije cuando observé que envolvía el bocadillo en el papel en el que nos lo habían dado.

—No mucha, quizás luego me lo tome— asentí y esperé a que lo terminara de envolver.

—¿Y ahora que hacemos?

—¿Qué quieres hacer?— él se encogió de hombros.

Observé mi alrededor y me fijé en un cartel, ponía:

Música e dança grátis na praça principal!

Horário da música: 11h-23h

...

Lo que traducido sería:

¡Música y baile gratis en la plaza mayor!

Horario de música: 11 am- 23 pm

...

Lo miré con ilusión.

Más cuando la música que se oye de lejos es de samba.

Kageyama parecía no querer, se que no le gustan los lugares con mucha gente, y en este tipo de eventos suele haber mucha, así que después de un duelo de miradas pasé de largo.

—Venga, vale— me giré y le sonreí, lo cogí de la mano y lo arrastre á través de la gente, que bailaba cada uno a su compás aunque con pasos parecidos.

Una vez que encontré un sitio en el podía oír la música perfectamente me giré a verlo y él suspiró.

De ahí la noche fue espectacular, bailamos durante horas y él me trató muy lindo, se tropezó un par de veces y me pisó otras tantas, pero siempre se disculpó y es obvio que yo lo perdonaba, incluso me reí de su torpeza.

Tuvimos que irnos cuando apagaron la música, lo que me advirtió de que ya eran las once.

—Vaya, se ha pasado rápido— o al menos para mí, Kageyama parecía más cansado de lo habitual—. ¿Estás bien?

—Si... sólo... no había bailado tanto tiempo seguido nunca.

—¿Quieres que vaya a por una botella de agua?— él negó.

—No, tranquilo, estoy bien, solo necesitaba descansar un poco.

—La gente ya se está yendo— un observación algo tonta, él también tiene ojos, así que lo puede ver.

—Deberíamos irnos nosotros también— asentí y lo agarré de la mano para sacarlo de allí, una vez que salimos pensé en el camino de vuelta a casa.

—¿En qué piensas?— le mandé callar un segundo para poder concentrarme.

—Lo tengo— ya sabía por dónde tenía que ir.

—¿Y bien?

—Oh, si, estaba pensando en el camino para llegar a tu casa.

—No, primero a la tuya, y luego de la tuya ya voy yo al hotel.

—Pero yo también me se el camino del hotel a mi casa.

—Quiero saber que llegas bien a casa.

Iba a rechistar, pero me miró tan decidido de su decisión que lo dejé estar.

—Bien, pues volvamos— caminamos un buen rato, la zona en la que estamos estaba lejos de donde vivimos.

Una vez que ya lo tenía claro, fue más fácil soltarme poco a poco con él, me dió la impresión de que a él le pasó lo mismo, pero de todas formas sólo es una impresión.

Solté algo de aire acumulado al reconocer por fin la zona en la que estábamos, había sido una suerte que atinara a ubicarme.

—Ya queda poco, ¿No?

—Si, unos minutos, ¿Por?

Él me miró y yo le correspondí la mirada.

—¿Te puedo hacer una pregunta?— arqueé una ceja.

—Si, claro.

Tardó unos segundos en hablar.

—¿Por qué me has invitado a una cita?— tenía que preguntar.

—Eh...— detuve mi paso y él también.

—Siento si la pregunta te incomodó— se inclinó un poco y yo me puse nervioso.

—No, no, no me incomoda, sólo me pilló por sorpresa.

Cuando se puso recto de nuevo me miró, sus ojos me miraban con él brillo que tanto siempre me hipnotizaron, esperando la respuesta a una pregunta que creo que se ha estado haciendo toda la noche.

Yo no sé qué contestar, ¿Le digo que se quién es? Quizás sea mucho para una noche tan "loca" cómo está.

—¿No quieres contestar?— es su respuesta ante mi silencio.

—No es eso, es que yo- espera, ¿Y tú por qué aceptaste?

Él frunce el ceño.

—Yo pregunté primero.

—Mi duda es más importante.

—Pero mi pregunta desencadena la tuya.

Suspiré y puse mi mano en mi barbilla, emulando pensar.

—Tenía que solucionar una duda— sonreí.

—¿Una duda?

—Sip— retomé el paso.

—¿Y cuál es?— dijo una vez que me alcanzó.

—Tiempo al tiempo, Kageyama, cuando sea el momento te lo diré— él se puso cara de indignación.

—Eso no es justo.

Rodé los ojos y me acordé de que era mi turno de preguntar.

—¿Y tu? ¿Por qué aceptaste?

Él se tensó y yo lo miré con curiosidad.

Es obvio que se porque, pero quiero ponerlo nervioso, y también porque realmente me da curiosidad saber que me va a contestar.

—Si tú no dices tus motivos yo tampoco— fruncí el ceño.

—¡Eso no es justo!

—¿Es que yo tengo que decirte por qué acepté pero tú no tienes que decirme por qué me invitaste?

Bueno, tiene razón, pero llevo ventaja, yo se porque aceptó, pero él no sabe porque yo le invité.

Sonreí con cierta malicia.

—¿Y ahora por qué pones esa sonrisa?

—¿Es que no puedo sonreír?

—No, no, ¡Osea si! Si puedes sonreír, no hay problema.

Me encanta ponerlo nervioso.

Estuve unos minutos más vacilando hasta que llegamos a mi portal.

Le pregunté si quería entrar pero se negó. Aunque así mejor, María está arriba y cómo vaya con Kageyama alomejor los dos se incomodan.

—Gracias por acompañarme.

—No te preocupes— le sonreí y nos quedamos en silencio.

Antes que pudiera decir nada nos interrumpió su móvil.

—Espera— él sacó su móvil—. Es Miya, ¿Me das un momento?

Asentí y lo observé alejarse un poco, después de varios gritos volvió.

No quise ser un cotilla así que no pregunté por los gritos.

—Me tengo que ir— suspiró.

—Está bien, no te preocupes.

Sinceramente quería que se quedara un poco más, pero a saber que ha pasado.

Me giré para abrir la puerta pero su voz me detuvo.

—Hinata— me giré.

—¿Si?

—Gracias por todo esto— se inclinó y yo no pude evitar sonrojarme.

—¿Gracias por qué? Si ha sido un desastre.

—Uno de los mejores desastres que he vivido— sonreí nervioso y él de despidió.

¿Pero iba a dejarlo así? Él se ha portado tan bien que me da la sensación de que tengo hacer algo.

Una idea loca pasa por mi cabeza y cojo valor para ejecutarla.

—¡Kageyama espera!— él se detuvo.

Yo me acerqué a él y me puse de puntillas para darle un beso...

...

En la mejilla.

Respiré nervioso y volví a mi posición normal.

—Tómatelo cómo un adelanto por resolver mis dudas.

Él tarda en soltar palabras incoherentes, creo que intenta formular una frase pero no puede.

Su móvil vibró pero tampoco reaccionó, ¿Está en shock?

—Te está sonando el móvil.

Le señalé su bolsillo y él con rapidez lo sacó.

Nos quedamos unos segundos en silencio.

—¿Pasa algo?

—Es Miya, quiere q-que vuelva ya.

—Oh, entonces es hora de despedirnos.

Él asintió y se despidió entrecortadamente, yo lo despedí con la mano y entre en mi portal, llamé y subí al ascensor, una vez que se cerraron las puertas y perdí de vista a Kageyama pude dar el grito de emoción que tanto había estado guardando.

¡Le di un beso a Kageyama! En la mejilla, si, ¡Pero le di un beso!

Cuando llegué a mi piso abrí la puerta rápidamente.

—¡María, ya llegué!

Pero no recibí respuesta.

Pasé a la sala y vi que estaba dormida en el sofá.

En otras circunstancias la hubiera arropado y dejado dormir, pero ahora mismo no es una circunstancia normal, así que fui y la tiré del sofá.

—¡María, despierta!

—¡¿Qué?! ¡Yo no rompí la tostadora! ¡Lo juro!

—¿La tos- ¿La tostadora? ¿Has roto mi tostadora?

—¿Shoyo?

—Si, ¿Has roto mi tostadora, María?

—¿Eh? ¿La tostadora? No, creo que no, creo que estaba soñando.

—Me imaginaba.

—Estaba soñando que tenía un martillo, y que estaba rompiendo todo mientras me perseguías con una escoba intentando darme, además de que todas las cosas volaban para evitar que las dañara y...— está diciendo incoherencias de nuevo.

—Ajá.

—Si... Espera, ¡¿Y tu cita?! ¿Cómo fue? ¿Hubo algo? ¿Qué pasó?

—Bueno, el restaurante cerró y no pudimos cenar allí así que tuvimos que cenar bocadillos de un puesto ambulante.

—No sé si quiero saber lo demás.

—Pero luego él me dijo que no le importaba todo lo que había pasado, y que con que estuviera yo con él todo iba estar bien— sonreí— después él me acompañó a casa y cuando nos fuimos a despedir yo me acerqué y le di un beso en la mejilla.

—¿Y esa sonrisa?— la miré extrañado.

—¿Qué sonrisa?

—La que has puesto, es una sonrisa tonta, de la que pones cuando piensas en esa persona.

—¿Qué dices? Yo no he puesto ninguna sonrisa.

Ella abrió la boca e hizo un gesto de sorpresa.

—Te gusta.

—¡Claro que no!

—¡Si, si te gusta!— yo me sonrojé y ella sonrió con emoción.

—No me gusta.

—Es verdad, no te gusta, te encanta.

—¡Mentira!

—¿Pero has resuelto tus dudas o no?

La miré unos segundos serio pero luego sonreí.

—Si, ya lo tengo todo claro.

Ella me miró con una ceja alzada.

—El Kageyama que me escribía las cartas, y el Kageyama normal son la misma persona.

—Por lo tanto, si te gusta el Kageyama de las cartas, ¡te gusta el Kageyama normal!

—¡Qué no pesada!

Estuvimos discutiendo un buen rato hasta que la mandé a dormir al sofá y yo me tumbé en mi cama y me puse la almohada en la cara.

Necesitaba asimilar todo, y cuestionarme la gran pregunta: ¿De verdad me gusta?

Después de unos minutos lo dejé estar y el sueño comenzó a vencerme. Que el Shoyo del futuro sea quien piense eso.

HOLAAAAA

¿Qué tal? Espero que esté bien.

Dios, hace tanto que no actualizo, dudo que alguien se acuerde de que esta historia existe JAJAJJAJA.

En fin, por fin han tenido su tan esperada cita <3

Les mando un:

Recordad que se la quiere ♡

Perdón por las faltas de ortografía.

Chaooo

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