Descubrimiento
NARRA HINATA
No suelo recibir mucho correo, sólo facturas y alguna que otra carta de mi hermana o de mi tía.
Pero desde hace unos días mi buzón ha estado lleno de cartas anónimas, de cartas llenas de amor.
Por eso, siempre que llega una, no puedo evitar emocionarme, cómo si fuera un adolescente al que le declaran su amor por primera vez.
Hay veces que no aparecen en mi buzón, si no en mi puerta, junto a algún pequeño regalo.
Antes de ayer fueron unas flores, ayer una carta, y hoy no sé, tengo que esperar a llegar a casa.
-Obrigado. Nos vemos amanhã (Gracias. Nos vemos mañana- me despido de la recepcionista y salgo de la academia.
La noche es fría y nublada. Un gélido viendo mueve las hojas de los árboles y también mi pelo débilmente. Me pongo la capucha de la sudadera y meto mis manos en los bolsillos. Hace frío, pero es parte del clima de Brasil: mañanas y noches cálidas, pero el tiempo puede ser impredecible, y he tenido la mala suerte de no coger el autobús hoy.
Son las nueve y cuarto, y a pesar de ser temprano puedo oír a lo lejos, en la costa, música. Supongo que será una fiesta, hacen muchas todos los días.
Por eso cogí un piso alejado de la costa, porque el ruido por la noche nunca me deja dormir.
Estas fiestas suelen ser inofensivas, suelen... Pero supongo que por el frío no durarán mucho ahí.
Por la avenida por la que estoy transitando todavía pasan niños. Es verano y los niños están de vacaciones, así que es normal verlos corretear por las calles, jugando a la rayuela, a la comba, o con un balón. Al lado hay bares donde están los padres que vigilan a sus hijos mientras disfrutan de alguna bebida y de una charla con sus amigos.
Según voy avanzando los sonidos de las risas, los niños y las luces van desapareciendo, dando a un lugar menos lujoso pero igual de confortable de ver. Es el barrio donde vivo, algo más pobre en cuanto a grandes edificios y gente de dinero, pero las personas de aquí son majas y no hay mucha delincuencia.
No tardo más que un par de minutos en divisar mi edificio.
Es blanco con algunos detalles-pintados por los mismos vecinos-en diversos colores. La puerta es de cristal, con el número 41 en blanco arriba del todo.
Miro el portero automático de reojo mientras saco las llaves y abro la puerta. Entro al portal y en lo que saco las llaves le echo un débil mirada a lo que ya estoy acostumbrado a ver.
El portal consta de un ascensor metálico en el centro, la escalera a la izquierda y la zona de los buzones a la derecha. A esa misma zona me dirijo. Los buzones son de madera y están adornados por un marco de plástico de color oro en el que está grabado el nombre de los propietarios.
Busco el mío rápidamente.
Cuándo lo encuentro cojo la llave correspondiente y lo abro. Hay algunas cartas colocadas desordenadamente.
Las cojo y las paso con emoción.
Facturas...publicidad...ahí está.
Un sobre blanco con mi nombre escrito en la cara principal. Después de contemplarlo unos segundos le doy la vuelta, tiene esa típica forma de v alargada que está sellada por un corazón rojo.
No puedo evitar sonreír por la emoción y subir corriendo las escaleras.
Paso el rellano rápidamente y, por última vez, cojo las llaves y abro la puerta del piso, la cierro tan rápido cómo la abrí y debido al espacio reducido del mismo llego rápido a mi habitación, me quito la chaqueta y la tiro a cualquier lado de esta mientras me tiro a la cama.
Paso mis dedos por la cara del corazón y delicadamente abro la carta.
El contenido es simple: un folio doblado cuidadosamente.
Lo saco deprisa y lo abro sin romperlo.
Querido Hinata:
Desde pequeño me han enseñado que todo tiene un eje cronológico, incluida la historia de cómo me enamoré de ti, así que me parece bien idea contarte un poco de todo lo que has supuesto para mi:
Todo pasó hace más tiempo del que quiero admitir, vine desde otro país sin intención de nada en específico, solo disfrutar. Pero cuando te conocí la cosa cambió.
Comencé a disfrutar más el tiempo contigo que con otras personas. Las horas se hacían minutos cada vez que estábamos juntos y eso me llevó a preocuparme y preguntarme si es que las mariposas en mi estómago al verte reír, o que tu ligero roce me provocara que mi corazón comenzara a latir rápidamente eran cosas normales.
Así que le pregunté a mis amigos porque ellos tiene más experiencia que yo. Su repuesta fue clara: "Estás enamorado"
Al principio me sonó irreal. ¿Cómo podía estar enamorado de una persona que conocí hace tan poco tiempo? ¿Pero cómo no enamorarme de ti? Si eres el humano más imperfectamente perfecto que he conocido en mi vida.
Se que no te gusta que te digan que eres perfecto porque crees que no lo eres, por eso lo de imperfectamente, pero la verdad es que yo si lo pienso; eres una persona amable, caritativa, confiable, fuerte y linda, ¿Qué más quieres?
Pero de todas formas por eso mismo te quiero pedir perdón, perdón por ser un cobarde y hacerte esperar. Pero te prometo que haré que la espera valga la pena, e intentaré ser la mejor versión de mi para ti, porque te mereces el mundo entero, Shoyo, y aún que temo no poder conseguirlo, daré lo mejor de mi para hacerte feliz, porque lo mereces. Mientras te pediré una sola cosa: No cambies.
No cambies porque no te hace falta. Hinata, te lo dije hace dos párrafos y te lo vuelvo a repetir: Eres imperfectamente perfecto para mi.
Hasta la próxima.
Att:
—¡AHH!— Y ese soy yo ahogando un grito contra la almohada porque nadie nunca me ha escrito algo tan bonito.
¡Es hermoso! Sólo miren: ni un tachón, eso significa que no se ha arrepentido de ninguna palabra escrita, pero ya no es eso, la caligrafía es excelente, ¿Y el contenido? Buff, ¡Sabe perfectamente cómo me siento! Quién haya hecho debe estar loco.
Me releo la carta para analizarla bien.
Lo del eje cronológico no me da ninguna pista pero que viene de otro país si.
Pistas:
→Es de otro país.
Lo estoy apuntando en una pequeña libreta que tenía por casa.
He tenido que hablar mucho con esa persona para que sepa que no me gusta que me llamen perfecto.
Pistas:
→Es de otro país.
→Me conoce bien o hablo mucho con ella.
Y...no se me ocurre nadie. Quizás se deba a que todas las chicas que conozco sean de aquí. Algo no cuadra, es imposible que mande las cartas y los paquetes de otro país, no es posible que lleguen cartas diarias más las flores, que creo que dejaron personalmente en la puerta porque no hubo ningún cartero que me las diera, ni siquiera estaban envueltas en un paquete para pasar por una oficina de correos.
Entonces si no es ninguna chica tiene que ser...un chico.
Wow, espera, ¿Quién me escribe las cartas es un chico?
Pero yo no-a mi siempre me han gustado las mujeres. Tampoco es que lo haya planteado mucho porque nunca he tenido pareja, pero nunca sentí nada por alguien del mismo género.
Haber, nos estamos adelantando mucho, necesito una segunda opinión.
Llamaré a María.
Ah si, puede que no sepáis quien es, es mi mejor amiga, una de las más antiguas que tengo, por no decir la primera que tuve aquí. Ella me ayudó desde el primer día a integrarme, así que estamos muy unidos.
Dadme un momento para buscar el móvil...¿Donde he dejado el móvil?
Genial, toca buscarlo.
Me levanto y lo busco por unos minutos hasta que lo encuentro en el abrigo que tiré al entrar.
Ahora sí, voy a marcar su número.
Cuándo lo hago me pego el teléfono a la oreja y espero unos segundos hasta que se oye un "¿Hola?" en el otro lado.
—Hola, soy yo, Shoyo.
—¡Shoyo! ¿Qué tal?
—Bien, ¿Y tú?
—Bien, bien.
—Oye, ¿Hoy estás ocupada?
—¿Hoy? No, pensaba pasar la noche viendo Netflix, ¿Por qué? ¿Vamos a salir de fiesta?— dice con ilusión.
—No, tonta— la oigo quejarse maldiciendo en bajo—. ¿Te acuerdas de las cartas que te dije que me mandaban?
—Oh, si, las de tu amorcito secreto, ¿Por qué? ¿Es que ya sabes quién te vuelve tan tonto?
—Nadie me vuelve tonto.
—Ya, y las sonrisas cuando lees las cartas qué son.
—Calla. A lo que iba, no, no he adivinado quién es, y por eso te llamo, ¿Vienes a mi piso a ayudarme?
—¿Ahora?— ella se vuelve a quejar— Es tarde.
—Pero si te dijera que es para una fiesta bien que vendrías corriendo.
—Piri si ti dijiiri qui is piri ini fiisti biin qui vindriis cirriindi— dice en todo de burla.
—Deja de comportarte como mi hermana pequeña y ven ya.
—Voy— me cuelga y yo me tumbo en la cama.
"Eres imperfectamente perfecto para mi"
Esa frase es muy bonita, ojalá poder devolverle las palabras a quien esté escribiendo esto.
Pero no pone nombre, ni una firma, ni un seudónimo, nada, y eso es un problema porque no me da ninguna pista.
En la carta del otro día no decía nada que pudiera desvelar parte de su identidad como en esta, ¿Lo habrá hecho aposta? Quizás quiera ir poco a poco.
Lo que pasa es que lo de las cartas no se si es miedo por enfrentarme cara a cara, o que le parece una bonita forma de enamorarme. En ambos casos dará igual siempre que cuando nos conozcamos realmente pueda llevar una relación estable con esa persona. Después de todo es lo que siempre he querido, una persona que me ame y que me trate bien. De pequeño tenía unos requisitos como que fuera más bajita que yo—complicado porque yo no cumplía la estatura media, y no era porque la sobrepasara, más bien por lo contrario. Lo de guapa y tal me daba igual, no tenía ningún requisito en específico, salgo que tuviera ojos azules, o verdes, o algún color así. Siempre soñé que si tuviera hijos algún día tendrían mi pelo pero no mis ojos, que fueran pelirrojos con ojos azules, por ejemplo. Pero ahora con que me quiera y me aprecie está todo bien.
Bueno, después de esta pequeña reflexión sobre preferencias es hora de comer algo, que tengo hambre.
Me levanto y rehago la cama porque al tirarme la he desecho.
Paso por el corto pasillo y entro a la cocina, es pequeña pero está bien equipada. Es de colores claros, con una ventana más bien pequeña que da a la calle pero que aporta la luz suficiente para no tener que dar al interruptor. El almacenamiento es suficiente para guardar todo, incluyendo vajilla, sartenes, alimentos y algún que otro producto de limpieza. A pesar de sus escasos metros cuadrados tiene una pequeña mesa para cuatro, también es de colores claros, pues el blanco y sus derivados aportan sensación de frescor, y en climas calurosos es lo que se busca.
Quizás coja algún dulce. Kageyama me renovó la caja de Brigadeiros hace unos días, así que cogeré un par.
Abro el cajón de dulces y demás, donde tengo los dulces que no necesitan estar en el frigorífico para conservarse bien.
Cojo dos Brigadeiros seleccionados al azar y dejo el resto en el cajón, cierro el mismo y quito el envoltorio en el que vienen para llevármelo a la boca.
Está riquísimo, algún día de estos tenéis que probarlos-
—¡Llegué!— oigo un grito desde la entrada—¿Donde estás?
—En la cocina— segundos después María aparece por la puerta.
—¡Shoyo!— ella corre y me abraza, yo le devuelvo el abrazo.
—Deja de gritar tanto, que no estamos a tanta distancia.
—Si, perdón— se separa y yo le sonrío.
—¿Te has vestido con el culo o que?— me burlo y ella finge ofenderse.
En realidad no tiene un aspecto tan malo. Su pelo, normalmente perfectamente ondulado, está despeinado y sin tratar, creo que no se ha pasado un peine por encima antes de llegar aquí. En cuanto a ropa no lleva nada especial, un pantalón de chándal gris con una sudadera que ni siquiera es de ese chándal, porque es de color negro. De zapatos lleva unas deportivas. No es su estilo, ella no suele llevar ropa ancha o chándals, pero cuando los lleva le quedan perfectos.
—¿Esos son Brigadeiros?— esquiva mis movimientos para apartarla y que no se quede con mi comida, pero es en vano porque tiene mejores reflejos que yo y consigue quitármelo.
—Oye, que es mío.
—Uhm...¿Dónde los has comprado? Están buenísimos, ¿Tienes más?
—Primero, no lo sé, segundo, si pero no te voy a dar más.
—¿Cómo que no lo sabes?— dice con la boca llena, yo chasqueo mi lengua.
—Los trajo Kageyama hace poco, ¿Por qué?
—¿Kageyama? ¿No es el que se pasa en una esquina toda la clase?
—Si, ese mismo.
—Puede ser muy bueno en voley, pero no parece tener dotes para socializar, ¿No?
—No muchos. Es buen chico, pero es algo cerrado ante los demás.
—¿Ante ti no?
—No. Nos comunicamos bien desde que lo conocí.
—Ya veo...Bueno, ¿Empezamos o que?— asiento y caminamos hacía la sala, que no conecta directamente con la cocina pero está bastante cerca. Contiene un sofá mediano de color gris con una mesa de madera enfrente, donde normalmente reposo cosas cómo tazas o el mando de la pequeña televisión que está pegada a la pared gracias a un soporte metálico. Las paredes son blancas. Ellas y el techo intentan que el espacio sea diáfano, porque conecta con el pequeño comedor con una mesa plegable para bastantes personas.
Nos sentamos en el sofá casi a la vez, entonces se me enciende la bombilla.
—¡Espera! Iré a por las cartas, así las podrás analizar tú.
—Está bien, yo te espero aquí.
Corro hasta mi habitación y cojo la carta de hoy, la otra la guardé en un cajón de la mesilla por miedo a que se dañara.
Una vez teniendo las dos vuelvo a la sala.
—¿Dos? Pero si me dijiste que eran tres.
—La otra era una dedicatoria escrita en una tarjeta que colgaba del plástico en el que estaban envueltas las flores.
—¿Colorado columbine?
—Exacto.
—Esa persona te tiene que conocer muy bien para saber que te gustan esas flores, ¿Recuerdas haber hablado sobre eso con alguna persona?
—¿Sobre flores? No sé, tendría que pensarlo.
—Bueno, da igual, vayamos por pasos, ¿Qué has deducido de estas cartas?
—Que esa persona es extranjera, porque dijo que estaba de vacaciones.
—¿No te dice hace cuánto? Puede ser que vino de vacaciones y se quedó, o que directamente solo está por las vacaciones de verano.
—En todo caso sabemos que no ha nacido aquí, y eso ya es mejor que nada.
—Cierto, ¿Más cosas?
—Que me conoce bien, sabe mis pensamientos sobre la perfección y también lo de las flores.
—Si, porque dudo que haya acertado por casualidad que flores te gustan, más siendo esas.
—Tienes razón.
—En fin, ¿Algo más?— niego.
—Nada, o al menos nada que yo haya podido deducir.
—Déjame leerlas un momento y te digo.
Pasaron unos minutos hasta que dejó las cartas a un lado y me miró.
—Lo único que he sacado es que puede ser chico, dice pequeño, con o, si fuera chica diría pequeña, dice enamorado, no enamorada, así que tenemos que descartar a toda persona de género femenino.
—Ya me lo temía— digo en un suspiro.
—¿Y eso?
—Es que los únicos chicos que conozco son de aquí, salgo uno.
—Entonces debe ser ese, ¿Quién es el afortunado?
—Tobio Kageyama— ella abrió su boca y soltó algo que creo que es una palabrota pero en portugués, lo malo es que no se que significa.
—¿Kageyama? ¿El rarito de la esquina?
—No es rarito.
—Encima lo defiendes, felicidades— ella me abraza pero yo la empujo.
—¿Felicidades por qué? Esto es malo, muy malo.
—¿Es que no te gusta?
—¡No! Claro que no, es mi amigo.
—Ah, es que como me hablabas tanto de él y tan bien, pensé que te gustaba.
—No, osea es buena persona y en cierta parte es guapo, pero yo no siento nada por él.
—Ya. Pues es un partidazo, guapo, talentoso, y según tu, buena persona, no se que le ves de malo.
—Nada, pero no me gusta, no estoy enamorado de él.
—Pero si del que te escribe las cartas.
—Es...diferente.
—Son la misma persona.
—Pero no parecen de la misma realidad. Kageyama es tosco y testarudo, pero el Kageyama que me escribe las cartas está dedicado al propósito de enamorarme, es delicado, dulce, y apasionado en cada letra que escribe. Parecen personas totalmente distintas.
—Y lo son, pero lo son porque tiene miedo.
—¿Miedo? ¿De qué?
—Miedo a que le rechaces. Tal y cómo te escribe estás cartas es razón suficiente para saber lo mucho que te ama. Pero no tendrá la confianza suficiente cómo para decírtelo a la cara por miedo a lo que eso pueda desatar. Se nota a Kilómetros, Shoyo, él no quiere perderte.
—No lo hará. Si lo rechazo no será para tanto.
—¿Qué no? No sólo le romperás el corazón, sino que se comportará diferente contigo y tu también lo harás con él, todo se volverá incómodo y las palabras no saldrán, las conversaciones se atorarán, y la relación será distinta.
—No me jodas...— ella asiente.
—Eso si de verdad está enamorado de ti. Si no quizás no será así.
—¿Quizás?
—No es lo mismo estar enamorado de alguien a que te guste alguien.
—¿No?
—No, pero eso ahora da igual, ni siquiera sabemos si es él de verdad, ¿Crees que hizo algo mínimamente sospechoso? Algo que le delate.
—No sé.
—¿Te invitó a alguna cita? ¿Hablaste con él sobre flores?
—Ahora que lo dices, si que hablé con él sobre flores.
—¿Si?
—Si, ¡Si! ¡Ya me acuerdo! Me estaba ayudando a recoger cuando me preguntó cuál era mi flor favorita.
—Pues ya está.
—Cómo no me pude acordar antes, cuando luego de eso me dijo- Dios pero es que soy tonto.
—¿Qué te dijo?
—Entonces lo de la lluvia de estrellas era eso, ¡Por eso se comportaba así! ¿Cómo no lo vi?
—¿Lluvia de estrellas?
—Por eso siempre se comportó así conmigo, y yo no le hice ni caso.
—Haber— me agarra de los hombros y me obliga a mirarme— Explícame que narices pasa.
—¡Que soy un idiota! Eso pasa.
—Cosas obvias no, por favor.
—No es el momento.
—Perdón, perdón. Por lo menos cuéntame qué pasa.
—Pues hace no más de dos semanas Kageyama me invitó a una cita para ver una lluvia de estrellas, pero yo no supe deducir que era una cita. Y él me intentó agarrar la mano, y yo no le correspondí, y cuando iba a confesarse le interrumpí, ¡Y para colmo luego le pregunté que le pasaba, que si estaba bien!
—Ostras, pobre chico.
—Encima el día que me preguntó lo de las flores le enseñé una foto de las que me gustaban, y le dije que eran hermosas, y luego él me dijo que cómo yo.
Me suelto y me tapo la cara.
¡¿Cómo he podido ser tan idiota?! Lo tenía enfrente de mis ojos y no hice nada.
—¡¿Pero en qué momento pasó eso?! ¡¿Y-y por qué no me has contado nada?!
—Yo...
—Más te vale tener una excusa para no contarle esto a tu mejor amiga.
—No, pero si quieres te puedo contar un poco de la historia.
—¿Qué si quiero? Debes contarme que está pasando— dice indignada.
—Perdón. Pues haber, lo conocí hace mes y pico cuando acudió por primera vez a mi clase. Después me mudé, pero no perdimos la conexión.
—Eso quería preguntarte yo, ¿Por qué te mudaste? Nunca me lo dijiste.
No se lo dije porque no le conté nada ni de la mafia, ni de mi situación. Sabía que haría cómo Kageyama: entrometerse donde no la llaman. Y yo no quería meter a más personas en esto.
—Porque tuve problemas con quien compartía piso, y cómo originalmente era suyo me tuve que ir.
—Ah...haberlo dicho antes. En fin, sigue.
—Seguimos hablando, y hablando, alguna vez desayunamos juntos y me cuidó cuando me enfermé.
—¿Cuándo estuve de viaje?— asentí—. No me dijiste que nadie te cuidara.
—No lo vi importante. Luego pasó lo de la lluvia de estrellas y lo de la flor.
—Vaya. Haber, paciencia ha tenido, porque para que tú pilles una indirecta es complicado.
Ruedo los ojos.
—¿Y que vas a hacer?— arqueo una ceja.
—¿A que te refieres?
—A que qué vas a hacer con esta situación, no vas a poder ignorarlo por siempre.
—No lo sé— suspiro—. Son muchas cosas que asimilar.
—Solo es asimilar que la persona que gusta de ti es Kageyama.
—Ya pero no sé, nunca me imaginé que le pudiera gustar a Kageyama.
—¿Pero cuál es tu sexualidad? No vaya a ser que te esté diciendo una cosa y tú pienses otra.
—¿Te digo la verdad? No sé. Nunca he sentido nada por nadie, ni por un chico ni por una chica.
—¿Pero dónde vives? ¿Debajo de una roca?
—No, pero simplemente no encontré a nadie tan especial cómo para decir que me gusta.
—¿Ni un romance adolescente? ¿Ni una "pareja" de pequeño? ¿Nada?— niego— Me planteo si has vivido algo o simplemente eres un cuerpo inerte.
—No seas así.
—Lo que sea. Al final qué sientes por Kageyama.
—Ya te he dicho que es mi amigo.
—Pero estás enamorado del que te escribe las cartas.
—Enamorado es mucho.
—Pero algo sientes.
—Si, pero por el Kageyama que escribe las cartas, no por el otro.
—Pues entonces haz que el Kageyama que te escribe las cartas y que te ama tanto sea el Kageyama que ves todos los días.
—¿Eh?
—Sientes algo por quien te escribe las cartas, ¿No?
—Si, pero-
—Entonces sólo tienes que hacer que Kageyama se quite el miedo de ser el mismo contigo.
—¿Y cómo se supone que tengo que hacer eso?
—Demostrándole que te gusta.
—Pero no tengo tiempo. Estamos a casi mitad de mes, y él-
—¿Y él que? No estamos diciendo de enamorarle, estamos diciendo que le pidas una cita, y de ahí miras a ver si es que te gusta o no.
—¿Le tengo que decir que se quién es?
—No tienes porque, es opción tuya.
—¿Y si me rechaza?
—Si le gustas es imposible que te rechace.
—Cierto. Pero no sabría que hacer, nunca he ido a una, ¿Adónde debemos ir? ¿Qué debo hacer? ¿Debo darle la mano? ¿Y si le parece muy rápido y se arrepiente? ¿Y si-
—¿Y si te callas? Shoyo, no va a pasar nada. Si él te ama y tú le amas de vuelta, las palabras saldrán solas, no tendrás que preocuparte nada, solo de controlar un poco tus nervios. Confía en mi, todo saldrá bien.
—¿Y cómo se lo propongo?
—Eso ya es cosa tuya. Yo, en mi opinión, no me andaría con rodeos, le hablaría un poco y le preguntaría que si quiere tener una cita conmigo, ya está.
—No sé si voy a poder hacerlo.
—Haber, repite conmigo: Kageyama, ¿Querrías tener una cita conmigo?
—Kageyama, ¿Querrías tener una cita conmigo?
—Ya está, ¿Ha pasado algo?— niego.
—Pues listo, mañana le propondras la cita. Pero hasta entonces, ¿Qué opinas de ver una peli? Porque me puedo quedar a dormir, ¿No?
—Si, si, sin problemas.
—Pues haré unas palomitas. Están donde siempre, ¿No?
—Si— apoyo mi mejilla en la palma de mi mano y suspiro.
No me puedo creer que vaya a pedirle una cita a Kageyama, creo que estoy más nervioso ahora que cuando tuve que actuar delante de toda la secundaria.
Las siguientes horas pasaron lentas y no pude dormir nada, y no sólo fue por los nervios, sino porque María roncaba más que cualquier hombre que conozco. La mañana trascurrió tranquila, sin grandes noticias o incidentes que destacar. Pero cuando llegó la tarde todo cambió. El ambiente cambió y lo noté más caluroso, me distraía con facilidad y es que no podía parar de pensar en todas las opciones en las que podía resultar el acto de perdirle una cita.
Pero no pude evitar que el tiempo pasara, y por eso estoy dejando entrar a los alumnos de la clase de Kageyama, con él incluido.
Explicamos cómo va a ir la exhibición, cuando será y que cómo lo organizaremos.
Cuándo terminamos ponernos la música y todos comienzan a bailar.
Yo me acerco a Kageyama, él, cómo de costumbre, me espera en una esquina, apoyado en la pared y buscándome con la mirada.
—Hola.
—Hola— le devuelvo el saludo.
—¿Qué tal?
—Bien, ¿Y tú?
—Bien también.
La clase pasa lenta, siento su mirada clavada en mi, tanto cuando estoy con él cómo cuando no.
Después de dos tortuosas horas la clase acaba.
Recojo un poco todo lo que han dejado sucio.
—Hinata— la monitora con la que he estado colaborando me llama—. Me voy ya, ¿Terminas tú de recoger?
—Si, claro, nos vemos— Ella cierra la puerta y yo comienzo a barrer la clase.
—¿Quieres que te ayude?— y ese es Kageyama, que se queda siempre un rato más después de las clases, aunque aún no entiendo el porqué.
—No hace falta.
—De verdad, que no me molesta— Coge otra escoba y me ayuda barriendo la parte que me queda de la clase.
—Oye, Kageyama— Él me mira.
—Dime.
"Kageyama, ¿Querrías tener una cita conmigo?"
Vamos no es tan difícil.
"Kageyama, ¿Querrías tener una cita conmigo?"
Mierda, no puedo.
—¿Se te ha ido lo que ibas a decirme o...?
—No, no. Sólo que este viernes en la noche estoy libre— aprieto el mango de mi escoba— y me preguntaba si querrías tener una cita conmigo.
Mi corazón late a cien por no obtener una respuesta inmediata.
—¿Una cita?
—Si, e-exacto.
—¿Una cita en plan quedada o-
—Una cita cita, no sólo cómo una quedada de amigos.
Aprieto mis labios ante su atenta mirada.
—¡Pero si no quieres está bien! Yo no me lo voy a tomar mal— río nerviosamente.
—Viernes...¿A las ocho es buena hora? Puedo ir yo a recogerte si quieres.
Abro los ojos y cuando quiero contestar las palabras se me atoran en la boca.
—¿Si? ¿No? Con que me digas algún monosílabo está bien.
—¡Si! ¡Si! Osea claro, está bien.
—Si quieres puedo ir a recogerte yo, pero me tendrías que decir dónde vamos a ir, Yaku se pone furioso si no le digo dónde voy.
—Hay un restaurante muy bueno cerca de donde vivo, no es muy caro y la comida es buena, pero si quieres ir a algún sitio más no pondré pegas.
—No hace falta, me fío de tu palabra.
Aparto la mirada mientras río más nerviosamente.
—Entonces...¿Nos vemos mañana?— deja la escoba contra la pared y coge su mochila.
—Si, nos vemos mañana— él desaparece por la puerta y yo muerdo mi labio para no gritar.
¡Voy a tener una cita con Kageyama! Espera ¡Voy a tener una cita con Kageyama! Dios,¿Qué voy a ponerme? ¿A qué hora habíamos quedado? ¿Qué haré en la cita?
Ahg, me está comenzando a doler la tripa.
Tranquilidad, llamaré a María, y si no me contesta, pues tiraremos de Google y de sus consejos de mierda.
—Creo que no voy tan mal, ¿No?— ella niega.
Vale, ya es viernes y estoy consultando mi conjunto a última hora con María.
Me dijo que no hacía falta ponerme para una gala, es una cita en un restaurante formal, por eso no puedo ir con chándal, por ejemplo.
Así que voy con unos vaqueros oscuros, una camisa blanca y un jersey para el frío junto a un abrigo. María me ha intentado peinar, pero lo ha dado por imposible después de media hora.
Una vez revisado que llevo todo me siento a esperar, son y cincuenta, y Kageyama me recoge a en punto.
No sabéis lo nervioso que estoy.
Es la primera cita que tengo en...¡En toda mi vida!
He tenido que ir al baño más de tres veces y agradecer que no se me manchara la camiseta. Ojalá se me pase cuando esté con él, porque sino no se que voy a hacer.
Espera, ¿Y si la cago? No me lo perdonaría. No quiero quedar en ridículo enfrente de él.
Un momento, ¿Será buena idea cenar en un restaurante público? Después de todo él es famoso, y de la última vez que solo fuimos a desayunar ya se inventaron toda una escena, imagina si nos ven en el restaurante.
—¿Nervioso?— María apoya sus manos en mis hombros—. No te preocupes, todo va a salir bien.
—Eso no lo sabes, ¿Y si la cago?
—Si la cagas él no le dará importancia porque te ama.
—No sabes si realmente me ama, ¿Y si es una broma pesada?
—Kageyama no parece el típico chico que haga eso.
—Ya pero...
—Pero nada, deja ese lado negativo atrás. Céntrate en mi positivo: Hoy podrás saber si de verdad te gusta Kageyama, y si así, cómo ya has tenido una cita con él, todo será más fácil.
—¿Y si resulta ser verdad?
—Pues estoy seguro que él te hará muy feliz.
—¿Y si le canso? Canso muy fácil.
—Lo dudo, si ha tenido la paciencia de mandarte tantas indirectas y esperar a que las pilles, no se cansará de ti.
—Pero-
Él telefonillo suena indicando que alguien está llamando a la puerta.
—Creo que es él, ve a ver, corre.
A paso lento voy hacia el telefonillo y le doy al botón para comunicarme con la persona de la calle. La cámara no funciona porque un gamberro la rompió ayer, así que toca identificar la voz.
—¿Quién es?
—Soy yo— oh no— Kageyama.
Doy un respingo.
—¿Estás listo?
Miro a María quién asiente repetidas veces con un pulgar hacia arriba.
—Si, ya bajo— dejo de apretar el botón que me comunica con la calle y me alejo del telefonillo.
Me pongo el abrigo y suspiro.
—Suerte.
Abro la puerta y asiento.
—Cualquier cosa me informas, ¿Vale?
—Si— digo bajo y cierro la puerta.
Bajo las escaleras lentamente, torturando a mi corazón, que late rápidamente.
Cuándo estoy enfrente de la puerta transparente le veo. Y Válgame Dios.
Lleva una camisa y un pantalón negro. La camisa está semi cubierta por una chaqueta planchada. Su pelo está cómo recién peinado y sus ojos se iluminan por la luz del móvil que está usando.
Aprieto mis labios y noto mis piernas flaquear por los nervios.
Camino lentamente y cuando abro la puerta su mirada se posa sobre mi.
No es una mirada fija, sino sutil, aparenta seguir con el móvil pero se que me está analizando rápidamente, y eso me pone muy nervioso.
—Buenas noches— sonrío nerviosamente.
—Buenas noches— guarda su móvil en el bolsillo trasero y se hace a un lado para que yo pueda pasar—. ¿Vamos?
—Vamos.
HOLAAAAAAA
¿Qué tal? Espero que estés bien.
Pero buenooo, cuanto tiempo, ¿No?
Antes de nada: FELIZ NAVIDADDD
Espero que lo estén pasando bien <3
Ahora sí, respecto al capítulo;
A Hinata se le reinició el Windows cuando se enteró de todo JAJAJAJA.
Un capítulo algo largo, pero no quería incluir la cita aquí porque sino se iba a hacer muy largo, así que prepárense para el siguiente episodio :)
Espero que les haya gustado.
Les mando un:
Que hace tiempo que no os lo mando.
Recordad que se os quiere ♡
Gracias por leer.
Perdón si hay faltas de ortografía, ya lo revisé pero siempre se me pueden escapar cosas.
Ahora sí, nos vemos.
¡Chao!
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