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Quería conocer tu casa

Si bien había millones de especies de flores en el planeta y, seguramente, miles de fábricas de galletas Verona en el mundo, ninguna de ellas era eterna. Victoria pensó que ya era hora de agradecerle tan bello gesto y hablar con él. Se dio cuenta de que, por más que quisiera estar lejos de los Köhler, ellos siempre encontraban la manera de regresar a su vida, y su corazón siempre tenía buenas excusas para dejarlos entrar. Un lunes por la mañana, la chica se despertó muy temprano para sorprender a Daniel. Justo cuando llegó a las oficinas, las cuales estaban prácticamente vacías, vio desde lejos al chico entrando a su salón, sosteniendo un lirio y la típica bolsa de galletas. Sonrió y se aproximó silenciosamente. Se plantó frente al vidrio y, con los brazos cruzados, vio cómo el chico colocaba ambas cosas sobre la mesa. Cuando este se dio la vuelta y la vio, se sobresaltó. Victoria sonrió ampliamente antes de entrar y sentir cómo perdía el control de su cuerpo a cada paso de proximidad.

—Buenos días —saludó la chica.

—Buenos días.

—Perdón por haberte asustado.

—Ah. No te preocupés.

Victoria sonrió, se quitó la mochila y la colocó sobre la mesa.

—¿Qué hacés acá tan temprano? —preguntó Daniel.

—Quería descubrir quién era el misterioso chico de las flores.

El chico esbozó una trémula sonrisa.

—Pero en realidad quería hablar contigo.

—Me podrías haber llamado. No es que no te quiera ver, es solo que así no te hubieras levantado tan temprano.

La chica rio levemente.

—Es que... no es lo mismo.

—Si me querías ver, me podías pedir que nos juntáramos o te podía pasar trayendo.

—Te quería encontrar con las manos en la masa, Dani —informó, sonriendo.

—Ah...

—Gracias por el detalle. De veras. Te traje algo —dijo, abriendo su mochila para sacar una caja pequeña, envuelta en papel de regalo y decorada por una moña, y pasársela.

Desconcertado, Daniel la tomó y esbozó una sonrisa.

—No tenías por qué.

—Sí, bueno. Es que... quise recompensarte de alguna manera por haberte tomado molestia de madrugar y el tiempo de traerme todas las especies existentes de flores cada mañana.

El chico rio levemente y rompió el empaque de la caja. El regalo era un Cadillac El Dorador en versión pequeña y en color negro. Sonrió ampliamente, antes de observar a su amiga, atónito.

—¡¿En dónde lo conseguiste?!

—No fue tan fácil, pero lo logré gracias al internet. Rezaba para que me mandaran justo lo que había pedido, y gracias a Dios así fue.

—No puedo creer que te hayás recordado de eso.

Victoria se encogió de hombros.

—Cómo olvidar tu sorprendente colección de carritos. Siempre hablabas de lo mucho que te gustaría tener un carro así algún día. Inclusive ya de grande.

Daniel rio levemente.

—Sí... Todavía la tengo. Recuerdo que le pedí uno de Hot Wheels a mis papás, pero no había. Estuvieron buscando hasta que se me pasó la fiebre.

—No es en versión grande, pero... espero que, por lo menos, te haya hecho revivir algo de ese recuerdo y que algún día podás llegar a tener uno de a de veras.

—Gracias, de verdad —dijo, dejando el regalo sobre la mesa antes de acercársele con la intención de abrazarla. Sin embrago, se detuvo con los brazos en el aire al no estar seguro de cómo debería reaccionar ni de cómo ella lo haría—. Te... Em...

La chica rio, no tanto por lo gracioso de la situación, pero, sobre todo, por el nerviosismo.

—No muerdo.

Daniel sonrió y la envolvió entre sus brazos. El chico era lo suficientemente alto como para que el oído de Victoria pudiera escuchar su corazón, el cual taladraba su pecho. La chica sonrió disimuladamente mientras Daniel se sentía reconfortado de poder tener un contacto tan cercano con ella tras tanto tiempo sin verla. Se sintieron tan cómodos y nostálgicos al mismo tiempo que simplemente se dejaron llevar por el momento.

—Y... ¿De qué querías hablar conmigo? —preguntó el chico, soltándola poco a poco.

—Pues... Lo he estado pensando bastante y... creo que fui demasiado brutal al tomar una decisión tan rápido. Se suponía que tú debías estar súper enojado conmigo y, aun así, me perdonaste. Y yo vine y, como que... te rechacé.

—No me rechazaste.

—Yo sé, pero... El punto es que me gustaría continuar con nuestra amistad. Bueno, si tú querés.

—Cómo no voy a querer.

Victoria sonrió.

—Y no te preocupés por lo que pasó, de verdad. Entiendo tu posición —aseguró Daniel.

—Gracias.

—Me tengo que ir, pero...

—Ay, sí. Perdón.

—No, no te preocupés. Nos... escribimos.

—Sí, claro.

—Que tengás un buen día —deseó, despidiéndose de beso.

—Gracias, igualmente.

Daniel se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo bruscamente.

—¡Ah! Por cierto —exclamó, dándose la media vuelta—. No creás que te dejaré de estar trayendo material para dibujar.

La chica rio levemente antes de ver a su amigo alejarse por el pasillo. No se sentía segura de lo que había hecho, ya que se había prometido a sí misma que se alejaría de Daniel. Sin embargo, no se arrepentía de nada.

***

—¡Hola! —exclamó Miguel tras regresar a su casa del trabajo y cerrar la puerta.

—¡Hola! —saludó Mariana desde el segundo nivel.

Luego de saludar a su mamá, se dirigió a su cuarto y se dispuso a tomar un baño. Mientras tanto, Natalia lo llamaba insistentemente para darle información importante; sin embargo, el chico había dejado su teléfono en vibrador y no vio las llamadas perdidas hasta que salió del baño.

—Hola, Naty —saludó a su amiga, devolviéndole la llamada.

—¡Hola! ¡Te estuve llamando! —exclamó, emocionada.

—Sí, es que me estaba bañando. ¿Qué pasó?

—No te lo va a creer. Dani va a ir a la casa de Vicky.

—¡¿Qué?! —exclamó, sintiendo cómo su pulso se aceleraba de inmediato.

—Sí.

—¿A qué hora?

—No sé, dijo que hoy en la tarde.

—¡Ahhhh! No puede ser...

—¿Por qué?

—Ah, no. Por nada. Gracias por contármelo.

—¿Estás bien?

—Sí, no te preocupés.

—Allí me contás cualquier cosa.

—Dale. 'diós.

—Adiós.

El chico revisó la hora para adivinar qué estaría haciendo Victoria.

—Hombre, de seguro se está bañando.

Le escribió un mensaje, el cual revisó tras salir de la ducha.

"Dani está yendo a tu casa"

"Va en camino"

Ese mensaje fue suficiente para que a Victoria se le vinieran el mundo encima. Se asomó inmediatamente por la ventana. Afortunadamente, aún no señales de Daniel, así que se dispuso a cambiarse a toda velocidad para no salir en pijama. Un minuto más tarde, el carro del chico se parqueó frente a la casa. Victoria tomó su teléfono con las manos temblorosas y se dispuso a llamarlo.

—¿Aló? —respondió el chico.

—Parqueate en la casa del frente, porfa.

—¿En dónde estás? —preguntó, saliendo del carro para revisar las ventanas de la casa.

—Solo parqueate allí, por favor.

—Muy bien —respondió, volviendo a meterse.

Mientras Daniel acataba las órdenes, la chica colocó la soga y bajó lo más rápido que pudo con la esperanza de que no la viera. Una vez sobre tierra firme, se dirigió velozmente al encuentro de su amigo, quien salió nuevamente.

—Hola —saludó Daniel de beso.

—Hola. ¿Qué hacés aquí? —preguntó, con la mirada distraída.

—Pues... Te quería venir a visitar... ¿Estás bien?

—Sí.

—¿Segura?

—Mhm —pronunció, asintiendo—. Y... ¿A dónde querés ir? —preguntó con una tímida sonrisa.

—Esperá... Sé que fui bastante imprudente, pero quería conocer tu casa. Saludar a tu papá, no sé...

—Este no es un buen momento, me tomaste por sorpresa.

—Sí, pero... ¿Cuál es el problema? ¿No pasaste el trapeador debajo de un sillón?

—Vamos a dónde tú querrás, de veras —haciendo un esfuerzo monumental por mantener su sonrisa falsa.

—¿Por qué no querés que conozca tu casa?

Victoria exhaló bruscamente y se enserió.

—No es eso.

—¿Entonces qué es? ¿Te da vergüenza que la vea, que tu papá me vea?

—No.

—¿Entonces?

—No todas las cosas son fáciles.

—¿Y qué es lo difícil?

—No entenderías.

—Pues porque no me lo explicás —dijo, encogiéndose de hombros—. Ni siquiera me das una razón para que no entre a tu casa.

La chica guardó silencio, bajando la mirada sin saber qué responder.

—Ah, pero a Mike sí lo dejaste entrar... —se quejó el chico.

—Esperá —pronunció, calvándole la mirada con el ceño fruncido—. ¿Esto es por Mike?

—No, no estoy celoso de Mike. Bueno, sí. Pero estoy celoso de que a él si le confiás todo y a mí no.

—Sí confío en ti.

—Pues no, porque no me explicás nada.

—De veras quisiera decírtelo, pero no puedo.

—No, no querés decírmelo.

—Bueno, sí —dijo en un tono decisivo—. No quiero, y tengo mis razones para no hacerlo.

—¿Y por qué? ¿No que éramos amigos?

—Bueno, pues entonces nunca debimos serlo.

Victoria suspiró, bajando la mirada y pasándose las manos por el rostro.

—Solo... andate a tu casa —pidió, dedicándole una última mirada antes de alejarse y volver a su casa.

—¡¿Y qué?! ¡¿Se supone que esto termina así?!

La chica se detuvo de golpe y se le acercó nuevamente para abrazarlo. No pudo contener más su llanto.

—Algún día lo sabrás —dijo casi en un susurro.

Lo soltó, antes de no poder hacerlo más, y regresó a su cuarto. Daniel no hizo el intento de seguirla, sabía bien que, aunque lo hiciera, no conseguiría nada. Viéndola desaparecer a través de la ventana, no comprendía qué tenía Miguel que él no, ni porqué cada vez que intentaba acercarse a la chica todo resultaba mal o todo se complicaba más de lo que ya estaba. Sentía qué tal vez tenía un repelente para finales felices. Entró al carro y regresó a su casa con el humor por los suelos. Tras saludar a su mamá, se dirigió a la sala del segundo nivel para hablar con su hermano, quien estaba cómodamente sentado sobre el sillón mientras usaba la computadora.

—¿Por qué Vicky no quiere que entre a su casa? —preguntó de golpe.

—Primero que nada, hola —dijo, elevando la mirada hacia Daniel.

—Cómo no, ahora hacete el muy educado.

—Ay, alguien está de malas —comentó, colocando el aparato de lado.

—¿Por qué Vicky no quiere que entre a su casa?

—¿Por qué decís? —preguntó, haciéndose el desentendido.

—No te hagás.

—¿Por qué decís? —insistió.

—Fui a su casa sin avisar para sorprenderla, y no quiso que entrara.

—Yo reaccionaría igual si alguien se autoinvitara. Además, ¿por qué te enojás por algo así?

—Es que no solo se trata de ir a su casa, se trata de que no confía en mí.

—Hombre, sí confía en vos.

—Claro que no, sino no te hubiera dejado entrar a vos.

—Es que le gustás, es por eso.

—Eso no lo justifica. Y ni siquiera me dijo el por qué. 

—Si no te lo dijo, es por una razón.

—¡Entonces sí hay algo! —exclamó, señalándolo.

—Hombre, solo es un decir.

—Es obvio que enconde algo, y vos sabés.

—Pues sí, no te voy a mentir —admitió, poniéndose de pie—. Pero no creás que te lo voy a contar.

—Y así querés que me crea que me cuenta todo.

—Hacé berrinche, pataleá si querés. Pero no te lo voy a decir. Además, si en serio querés que confíe en vos, dejá de estarla presionando.

Una llamada al teléfono de Miguel, que reposaba sobre el sillón, interrumpió la conversación. El chico tomó el aparato y ambos vieron que se trataba de Victoria.

—Con permiso —se excusó Miguel antes de dirigirse a su cuarto para responder la llamada, dejando a su enfurecido hermano atrás—. Hola, Vicky —saludó al cerrar la puerta tras él.

—Hola —dijo, sollozando.

—Contame qué pasó —pidió, sentándose sobre su cama.

—¿No te lo contó Dani?

—No, solo vino a alegarme.

La chica rio levemente.

—Está enojado, ¿verdad?

—Sí, pero luego se le pasa.

—Es que... Prácticamente le dije que era mejor que ya no fuéramos amigos.

—Eso le dijiste la última vez y mirá.

—Yo sé, pero ya estoy cansada de ese vaivén.

—Es que... si no se lo contás, no le pidás mucho.

—Sí, pero no quiero.

—¿Por qué?

—No fuiste el único que se asustó el quince de septiembre.

—Pero eso fue porque yo estaba dentro de tu casa.

—De todos modos, creo a mi papá capaz de irlo a buscar y hacerle algo. Encima, creo que es mejor así. Yo le complicaría más la vida.

—No digás eso.

—Es que es verdad, Mike. Su vida es súper tranquila y bonita, la mía es de andar sacrificándose para poder subsistir. 

—Ya, pero él te quiere a ti, y tú a él.

—Y porque lo quiero, no quiero que le pase nada, y tampoco me quiero arriesgar a perder nuestra amistad.

—Hombre, los dos han estado complicando todo con tal de no herirme, no perder su amistad o qué sé yo, y lo más gracioso es que siempre terminan queriendo estar juntos.

—Es que, pensalo... Dani estaría mejor con alguien de su misma carrera, o por lo menos una chica con una vida diferente a la mía. Alguien como Naty...

—Vicky... Está bueno que pensés en los demás y que querrás hacer todo lo posible para que sean felices, pero en este caso no es necesario que te sacrifiqués. Yo sé que tu vida ha sido muy complicada y te ha hecho querer prevenir todo, pero esto no se puede predecir. Date la oportunidad de ser adolescente, de cometer errores.

—Mi vida ya no es la de una adolescente.

—Entonces no desperidicés la oportunidad de serlo, por lo menos, un poquito. Entre todas las chicas que ha conocido, Dani siempre te ha querido a ti. Tenés miedo de que no le gustés, y él miedo a enamorarse. Hasta que alguno de los dos no rompa con ese tipo de circulo vicioso, seguirán en las mismas.

Victoria exhaló con pesar.

—Mirá —prosiguió Miguel—, yo no le voy a decir nada, pero de enterarse tiene, estés o no estés, y creo que es mejor que lo sepa por ti. Ya sean amigos o algo más, estoy seguro de que nada va a cambiar si le contás.

—Es que no es sencillo contarlo, y mucho menos explicarlo.

—Yo sé, pero nadie te dice que se lo digás de un solo. Hacelo cuando te sintás lista. A Dani se le va a pasar el enojo y se va a dar cuenta de la babosada que hizo.

La chica rio levemente.

—Por cierto. ¿Qué decidiste sobre la boda? —preguntó el chico.

—No sé...

—Sí sabés.

—Quiero ir, pero es peligroso que manejés de noche.

N'hombre, no te preocupés por eso. Ya ves que yo he manejado bolo y aquí estoy.

—No bromeés con eso.

—Va, pero te voy a dejar sin problema, en serio. Además, ya te compré el vestido, Sara me ayudó.

—¡Miguel!

—Ella te va a ayudar a peinarte y toda la cosa.

—Ah vaya, con que comprometiéndome a cosas sin mi permiso. Zángano.

Miguel rio.

—Pues no me dejaste de otra. ¿Entonces?

—Bueno, pues.

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