Preguntas y respuestas
A Victoria esa pregunta la tomó completamente por sorpresa, pero disimuló su desconcierto.
—Porque lo quiero —respondió.
—Yo sé, pero... te ha estado metiendo a problemas y te ha hecho sentir mal. Si en realidad te quisiera, no te haría eso. Me duele decirlo, pero es un borracho y ha estado con un montón de chicas. No entiendo cómo es que podés confiar en él.
Victoria esbozó una sonrisa.
—Lo quiero porque sé que muy en el fondo él es mejor de lo que aparenta ser. Sé que él tiene mucho potencial y lo único que necesita es sentirse apoyado. Es sentir que confíen en él. Mirá, —prosiguió, removiéndose sobre la silla sin soltar la galleta—, sé que es fácil para mí decirlo, porque no lo conozco más que ustedes, pero sé que es bueno. Mike no necesita reproches ni que todos le estén diciendo qué hacer todo el tiempo. Él sabe lo que tiene que hacer, pero no lo hace porque no confía en sí mismo. Cree que siempre será el desastre que todo el mundo le dice que es. No se esfuerza en cambiar porque siente que, de todos modos, nadie va a cambiar.
Daniel asintió.
—Me gustaría confiar en él, pero no puedo. He cubierto sus desastres desde que era pequeño y de baboso lo sigo haciendo.
—No sos un baboso. Es tu hermano y lo hacés porque lo querés.
—Lo hago más por mis papás —interrumpió.
—¿No lo saben?
—No. O por lo menos lo ocultan demasiado bien.
El chico exhaló pesadamente.
—Mis papás siempre han tenido problemas con Miguel y los siguen teniendo—continuó Daniel—. No quiero que se sigan decepcionando de él, eso los pondría mal. Y no quiero que Miguel se siga intoxicando y algún día se llegue a morir si yo no llego a tiempo. No es agradable tener que estar escuchando comentarios negativos sobre él y tener que estarse durmiendo tarde por él. Ya no sé qué hacer, ya estoy harto de estarlo controlando y de estarlo aconsejando.
—Tal vez... solo tengás que dejar de estarlo cubriendo. Dejá que se equivoque, ya es un adulto. Que confiés en él no significa que tengás que tratarlo como un niño. Mike está perdido, pero tal vez sea por eso, porque todos le dicen qué hacer y todos están allí para resolverle todo. Él necesita encontrar su propio camino en la vida sin que alguien esté a su lado para indicarle el siguiente paso o levantarlo si se rompe la cara. Tal vez solo nos necesita para echarle porras, pero no para hacer las cosas por él. No necesita que le preguntés qué está haciendo, en dónde está...
—Tal vez tengás razón. ¿Creés que le tenga que decir a mis papás?
—No sé, tú los conocés mejor. Date un tiempo para pensarlo y, cuando sintás que se lo podés decir, hacelo.
—Si es que no lo descubren antes.
—¿Cuándo fue que Mike empezó con este tema?
—Hace unos dos años, desde que se graduó, aunque creo que ya se veía venir hace años. Ya te habrás dado cuenta de que Mike es pésimo con los estudios, por eso lo ayudaba cuando estábamos en el colegio. Como yo era un año mayor que él, me era fácil. Logró graduarse, aunque fuera con notas bajas. Iba a fiestas bastante seguido, pero todo parecía normal. Todo empezó a cambiar cuando entramos a la universidad. De seguro lo has notado, pero mi papá siempre es bastante exigente, sobre todo con este tema de los estudios, y por eso lo presiona demasiado todo el tiempo. Yo nunca he tenido problemas con él, porque siempre supe a lo que quería dedicarme, pero Mike no. Y como ya no podía ayudarlo por estar en carreras distintas, se metió a arquitectura, pero no le gustó. Después se metió a derecho, pero tampoco le gustó. Finalmente, se metió a ingeniería industrial, que tampoco le gustó. Fue durante todos esos cambios en los que se descontroló. Creo que tanta presión fue lo que lo llevó a utilizar el trago y las fiestas como escape. Poco a poco las fiestas y las visitas clandestinas de chicas Barbie a la casa fueron más frecuentes—. Victoria rio. —Después se puso a tomar todos los días y a esconder botellas debajo de su cama. Intenté hacerlo recapacitar varias veces, pero nada funcionó.
—M... Es como que no quisiera enfrentar algo.
—Ajá, cabal.
Victoria tomó otra galleta y, con la mirada perdida en el vacío, se la llevó a la boca mientras reflexionaba. Daniel, sin importarle ya nada y sintiéndose tan lleno de la presencia de Victoria, la observó detalladamente con una amplia sonrisa.
—Me encanta platicar contigo —comentó sin pensarlo.
—A mí también —admitió, sintiéndose en confianza—. Me alegra que te sintás cómodo para contarme ese tipo de cosas.
—Es que es fácil confiar en ti.
—Cómo no —replicó, bajando la mirada.
—Te lo prometo.
La chica negó con la cabeza, esbozando una media sonrisa.
—Bueno, ya que confiás en mí... —dijo, elevando la mirada y acercándose más a Daniel—. ¿Te puedo preguntar algo?
—Solo si tú me respondés dos preguntas.
—Si es así, entonces tú me respondés otra. Comenzá tú.
Daniel rio y dudó en si hacer la pregunta o no, pero la adrenalina del momento lo llevó a arriesgarse.
—Va pues. Aquí te va la primera. ¿Por qué tenés una cicatriz junto al ombligo?
Victoria abrió los ojos a su máxima capacidad.
—¡¿Cómo sabés eso?!
—Shh... —pronunció Daniel, sonriendo y poniéndose el dedo frente a los labios.
La chica se tapó la boca con ambas manos.
—Perdón —susurró.
—La vi cuando estabas durmiendo sobre el sillón. Va, ya respondí tu primera pregunta, ahora respondé la mía.
—¿Cómo la viste?
—Estiraste el brazo y se te levantó la blusa.
—¿Y tú que hacías viéndome allí? —preguntó, cursándose de brazos.
—Porque te tenía al frente. Ya van tres preguntas.
—Danieeeel —se quejó.
El chico rio.
—Así mejor me callo —dijo Victoria.
—Hombreee.
La chica rio.
—Bueno, ahora te respondo —indicó Victoria, removiéndose sobre su asiento—. Fue del accidente, se me ensartó un vidrio.
Sabía que estaba mal mentir, especialmente a Daniel, pero aún no estaba lista para contarle todo.
—Oh... —pronunció Daniel, serio.
—Sí... fue...bastante duro.
—¿Y no le tenés miedo a ir en carro?
—No, es como tenerle miedo a la vida —respondió esbozando una sonrisa—. A veces esas cosas suelen pasar, y la gente suele evadirlas porque les teme, pero yo no le tengo miedo a la muerte. Es algo por lo que todos vamos a pasar.
—¿Y a qué le tenés miedo?
—Pues... a muchas cosas, pero, sobre todo, a los remordimientos, a no hacer las cosas bien. Le tengo miedo a irme o... a olvidarme de perdonar o disculparme con alguien. Como que a dejar las cosas inconclusas. ¿Y tú, a qué le tenés miedo?
—A las arañas.
Victoria rio junto con Daniel.
—Qué profundo —comentó la chica.
—Mentira. Puede que suene tonto, pero le tengo miedo a decepcionar a mis papás.
—¿Por qué?
—No sé... Nunca los he visto decepcionados de mí y me da miedo comprobarlo. Siento como si sus miradas fueran a quemarme vivo.
—O sea que te da miedo lo desconocido.
—Pues, sí. No lo había visto de esa manera, pero sí.
Victoria asintió.
—Bueno, ahora contame lo de Naty —pidió.
El chico rio.
—¿Por qué tanta curiosidad?
—Por curiosidad nada más. Va la primera pregunta —dijo, recostando sus codos sobre la encimera y luego su barbilla sobre sus manos.
Daniel volvió a reír.
—Muy bien, Naty y yo salimos hace tres años, justo en el primer año de la carrera. Duramos un año.
—¿Solo? Yo pensé que más.
—No. Es que... No terminamos mal ni nada, pero no se sentía como una relación. O sea, sí nos queríamos y todo, pero simplemente no cambió nada, sabés. No había una diferencia entre ser amigos y ser novios, entonces quedamos mejor como amigos.
—¿Por qué?
—No sé. Al inicio tuve sentimientos especiales hacia ella, y pensé que seguiría sintiéndolo al estar con ella como novios, que lograría sentir esa sensación o cosita que te da al ver o estar con esa persona.
Victoria rio.
—Sabés que no es necesario que sintás ese "no sé qué" todo el tiempo...
—Yo sé, pero...—. Suspiró. —Ay, no sé.
La chica volvió a reír.
—¿Tú le pediste que fuera tu novia?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque ambos nos llevamos bien y creí que nos estaríamos súper bien juntos y nos sentiríamos bien. Porque es bonita, muy inteligente y súper buena onda.
—¿O sea, que solo se lo pediste para ver qué pasaba?
—No, no, no.
—Solo bromeo —aseguró sonriente.
—Solo creí que podía ser la indicada.
—Ya... ¿les dolió?
—A mí, en lo personal, no tanto, porque sentí que nada cambió, pero Naty sí se puso un poco triste. Me sentí súper mal por eso, pero logró superarlo y ahora estamos como si nada.
—Qué bueno.
—En fin, ya me preguntaste muchas cosas, ahora me toca a mí. ¿Ya habías tenido novio antes de Mike?
—No.... —respondió, sintiendo como se le aceleraba el pulso.
—¿Por qué?
—Se puede decir que no tuve tiempo de pensar en eso. En la secundaria, creí que aún no estaba lista para eso, y después tuve que trabajar, lo que consumió todo mi tiempo y energía.
—Hombre, pero más de alguien tenía que haber por allí.
—La verdad, no, nunca tuve algún pretendiente hasta que llegó Mike. Encima, tampoco soy de salir mucho.
—¿Por?
—No sé, simplemente no le encuentro nada de divertido a las fiestas que hacen hoy en día. Me gustan más las de tipo que hace Naty, y no es que muchos organicen fiestas de ese tipo.
—Entiendo.
—¿Y tú? ¿Hay alguien por allí?
—Puede ser —respondió, haciéndose un poco para atrás.
Esa respuesta desanimó un poco a Victoria, quien creía que ella sería la última en la cual pensaría.
—¿Por qué puede ser? —se atrevió a preguntar.
—Porque no sé si ella siente lo mismo que yo.
—¿Ya se lo preguntaste o alguien te dijo algo?
—No, es que...
Daniel dudaba en seguir dándole detalles porque sentía que Victoria terminaría descubriéndolo. Sin embargo, ya se había arriesgado bastante con todas las preguntas y respuestas anteriores como para acobardarse en ese momento.
—Tiene novio —agregó.
—Ay.
—Sí...
—Bueno, estoy segura de que encontrarás a alguien más. O sea, tenés un montón de pretendientes.
—Claro que no.
—Ay, no te hagás —dijo, entrecerrando los ojos—. Como dirían los mexicanos, sos güerito de ojo azul.
El chico rio.
—Sos un espécimen raro para las chapinas, y eso les gusta —agregó la chica.
—Cómo no.
—De veras. Cien por ciento real, no fake. Sino mirame, yo ando con Mike.
Ambos continuaron conversando animadamente hasta las tres de la mañana. Se hicieron preguntas y las respondieron con cautela para que ninguno de sus importantes secretos saliera a la luz. Victoria conversó sobre cosas que nunca había hablado con alguien, al sentirse más segura de sí misma. Sin embargo, se sintió mal por tener que mentir, pero también sabía bien que era por una buena razón. Al regresar a casa, cayó rendida sobre su cama, pero con una enorme sonrisa en el rostro. Reconsideró seriamente en terminar con el trato, no solo porque ahora estaba mucho más que en riesgo, sino porque ya no quería seguir fingiendo. La simple idea de seguir engañando a Daniel y que algún día debería descubrirlo, le removía la conciencia. Por más que aún sintiera algo por el chico, quería ser nada más que una amiga para los Köhler. Era feliz y no quería que una tontería adolescente como ese trato lo echara a perder.
Para Daniel, el escuchar a Victoria y pasar un rato con ella no hacía más que florecer los sentimientos que se habían plantado hace tiempo. Asimismo, no sabía si sería capaz de seguir ocultándoselo, ya que encontrar a otra chica no estaba en sus planes. Tras darle un chequeo a su hermano y, en la soledad de su cuarto, mirar al techo, pensó en todo lo que había pasado durante esa noche. Sabía bien que no debía estar pensando en ella de esa manera, por el simple hecho de que era la novia de su hermano, pero nunca había sentido algo así por alguien; nunca se había sentido emocionado y en calma al mismo tiempo. Recordó el tacto de la mano de Victoria con la suya y cerró los ojos para recrear el rostro de la chica en su memoria. No sabía si ella sentía lo mismo, pero tenía ganas de averiguar lo que era enfrentarse a lo desconocido.
***
El domingo por la noche, luego de bañarse, Victoria se dispuso a revisar sus redes sociales antes de empezar con otra nueva semana. Quería irse a dormir temprano después del desvelo del día anterior. Sin embargo, recibió una llamada de Miguel.
—Hola, Mike —saludó la chica.
—Hola. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Y tú?
—Bien, gracias. Mirá, disculpá lo de ayer.
—No te preocupés.
—Te prometo que la próxima me controlo más.
—No me lo prometás a mí, Mike. Yo no voy a ser la que se despierte con resaca al día siguiente o se muera de cirrosis. Mejor prometételo a ti, creo que vale más la pena.
—Tenés razón, pero de todos modos disculpá.
—No te preocupés.
—Dani ya me contó que fue ayer a la fiesta.
—Sí...
—Y... ¿de qué hablaron?
—Pues...
La chica no podía resumir las largas horas de conversación y tampoco quería contárselas, ya que eran muy privadas y probablemente le harían sentir mal.
—Hablamos de ti —respondió Victoria.
—¿Qué cosa de mí?
—Un montón de cosas.
—¿Cómo qué?
—De las travesuras que hacías, fijate.
—M... Con tal de que no me pelen y no tenga las orejas rojas, estoy bien.
La chica esbozó una sonrisa y rodó los ojos.
—Mirá, una cosa... ¿Pablo sabe del trato? —preguntó Victoria.
—No. ¿Por?
—Es que ayer quería irme contigo por si acaso y... Bueno, de paso estar más tiempo con Dani. Él me inventó la excusa y me guiñó el ojo antes de irse.
—Qué raro... Pero no, no le he contado a nadie sobre el trato.
—Bueno, entonces tal vez sondealo, porque estoy segura de que sabe algo.
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