Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

No me evités

Los exámenes no revelaron ninguna especie de contusión o problema cerebral grave. El dolor de Victoria traducía nada más que un pequeño malestar, causado por los golpes, que poco a poco fue desapareciendo en el transcurso de la tarde. Previsora, Mariana le llevó algunos libros a la paciente para que pudiera entretenerse. Hace largo tiempo que la chica no leía, entre el trabajo y su padre, nunca había tenido tiempo ni recursos para siquiera comprar un libro. El último que recordó haber leído fue en el colegio y se titulaba El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias. Si bien leía lento, le agradó la idea de volver con ese hábito que le encantaba. En toda la tarde, mientras comía e incluso mientras leía, Victoria pensaba en qué le diría a Daniel. Dentro de su cabeza, cada explicación sonaba como una excusa, y cada afirmación como una justificación a sus mentiras. Se enredaba en tratar de aclarar su razonamiento y aminorar el impacto de sus palabras, así que optó por la mejor opción: la verdad. Tenía un gran remordimiento y un considerable miedo a que Daniel la quisiera lejos o, peor, la detestara tanto que no quisiera volver a verla en su vida. Así que prefirió valerse de la sinceridad para tratar y resolver el tema, la cual debió haber usado desde el inicio.

Justo antes de que Daniel llegara como lo acordado, Victoria fingió estar dormida. El chico entró en silencio, se despidió de su mamá y, antes de tomar asiento, cambió la petunia por una peonía color rosa. Sacó algunas cosas de su mochila para hacer tarea antes de dedicarle una profunda mirada a Victoria y luego ponerse a trabajar. A Daniel le agradaba saber que su amiga estaba viva y no le guardaba ningún tipo de rencor. Sin embargo, a él siempre le costaba trabajo recobrar la confianza una vez se hubiera roto, sobre todo, si se trataba de personas muy cercanas. Dejando de lado los celos por su hermano, había confiado ciegamente en su amiga y ella, en cambio, no le había dicho la verdad. Unos cuantos minutos más tarde, la chica entreabrió los ojos para observarlo. Estaba tan concentrado que ni se dio cuenta de que Victoria lo miraba con los ojos bien abiertos. No fue hasta que le dirigió una mirada de reojo que se estremeció al percatarse. La chica rio levemente.

—Pensé que estabas dormida.

—No, perdón por asustarte.

—No, no te preocupés.

Ambos guardaron silencio por unos segundos sin saber qué decir.

—Em... Gracias por... las flores —dijo Victoria, dándole un rápido vistazo a la pequeña peonía.

—Ah... Que... Em... Qué bueno que te gustaran.

Otro breve silencio se instaló entre los dos.

—La verdad, es que quería hablar contigo —confesó la chica.

—Ah.

—Bueno, si puedes y quieres.

—Em...

Daniel dejó sus cosas de lado y se aproximó a ella.

—Quería esperar a que estuvieras mejor, pero dale —indicó el chico.

—Quería disculparme por haberte mentido.

—No hay nada que perdonar, pero... —exhaló bruscamente—. Te mentiría si te dijera que me será fácil olvidarlo. No confiaste en mí, y no entiendo cómo alguien que te dice que te quiere no lo hace. Yo te conté todo sobre mí y ya no sé qué creer sobre ti, ya no sé qué es verdad y qué no.

—Creeme que lo entiendo y de veras lo siento. Espero que, con el tiempo, pueda recuperar tu confianza.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no confiás en mí?

—No quiero justificarme, pero no quería entrometerme en tu vida; no quería complicarla más con mis problemas. Encima, no sabía cómo decirte por lo que estaba pasando. No es como que podás venir y decirle a alguien que tu papá te pega y que por eso casi te mueres dos veces.

—Pero sí se lo confiaste a Mike...

Victoria cerró los ojos y respiró profundamente.

—No quiero que pensés que son celos. Simplemente quiero entender por qué Mike siempre ha sido a quien has recurrido, a quien le contás todo —agregó el chico.

—Porque... no tenía tanto miedo de que él conociera esa parte de mí sabiendo que él me había confiado sus problemas. Él... me quiso desde el inicio, aun sabiendo que mi vida no era tan buena.

—¿O sea, que sentías miedo e inseguridad conmigo a pesar de que te conté mis problemas? ¿Creías que no te iba a aceptar con todo y tus problemas? ¿Qué no te iba a querer?

—Suena mal, pero... Así fue.

Daniel asintió mientras dirigía su mirada hacia el vacío.

—Yo te quiero, Vicky, mucho, pero... Tal vez tenías razón, y es mejor si nos alejamos. No solo por el bien de Mike, sino por el nuestro. No confiás en mí, y yo tampoco. En vez de estar complicando las cosas, es mejor si terminamos con esto.

Luego del anuncio de la muerte de su madre y las horrendas palabras de su padre cada vez que le pegaba, esa afirmación fue la más dura que había escuchado en toda su vida. Su pulso se aceleró, no por el nerviosismo, sino por la ansiedad que su corazón sentía en el afán de recuperar algo que le había sido arrebatado y ya no podía recuperar. Pensó que era duro, pero que tal vez Daniel tenía razón. Desde que se había inmiscuido en la vida de los Köhler, ambos no habían dejado de sentirse mal al respecto de su relación. Tal vez el hecho de que siempre hubiera un 'pero' para que ambos estuvieran juntos era porque, en realidad, no debían estarlo, ni siquiera como amigos.

—¿Ni siquiera como amigos? —preguntó la chica trémulamente.

—Quisiera decir que sí, pero los amigos se confían todo.

—E-Entiendo... —balbuceó, desviando la mirada—. Entonces... Te dejo trabajar. ¿Podés apagarme la luz, porfa?

—Vicky...

La chica cerró los ojos, dando todo de sí para no llorar frente a Daniel. El chico quiso decir algo más, pero consideró que ya había dicho lo suficiente y que cualquier otra palabra solo empeoraría las cosas.

***

Después de que el doctor le diera de alta, los Köhler llevaron a Victoria a su casa. Adecuaron la habitación de invitados con todo lo necesario. Su rutina pasó a ser una de las más tranquilas en compañía de Padme, quien se volvió su amiga inseparable. Pasaba un rato con Miguel por las mañanas y otro con Mariana, con quien almorzaba y cenaba. Durante la tarde, se la pasaba leyendo hasta que regresara Miguel para poder conversar un rato antes de irse a dormir. A pesar de estar convaleciente y sentir varias molestias, se sentía feliz y afortunada de estar con esa familia. Sin embargo, Daniel la evitaba a toda costa. Victoria se sentía triste y deseando ver cada mañana alguna flor sobre la mesa de noche que nunca aparecía, pero seguía convencida de que, posiblemente, era lo mejor; después de todo, lo último que quería era disgustar a los Köhler. Daniel solo iba a verla cuando su mamá le pedía favor de llevarle un vaso con agua o cualquier otra cosa, de lo contrario, no lo veía más. Mariana hacía varios intentos discretos para mejorar la situación, pero todavía no había conseguido alguno que fuera efectivo. Por su lado, el chico también tenía los ánimos por los suelos, y no conseguía superar el tema. Por más que quisiera y se esforzara, no lograba olvidar el hecho de que la primera chica por la que sintió algo especial no confiaba en él y lo había estado engañando.

Una tarde, Mariana le pidió a Daniel que le llevara a Victoria unas galletas. Intencionalmente, sacó unas Verona de fresa. El chico bajó y, cuando tomó el plato entre sus manos, recordó todos los buenos momentos que había pasado con su amiga. Esbozó una sonrisa a medida que subía las escaleras. Por más que intentara eliminar sus sentimientos hacia ella, le era imposible. Pero, por más que quisiera olvidar lo que pasó, algo dentro de él lo saboteaba todo haciéndole revivir el dolor. Aun estando la puerta abierta, tocó dos veces.

—¿Se puede?

La chica elevó la mirada de su libro para que la de su amigo la estremeciera.

—Eh... Sí.

Daniel pasó y dejó el plato sobre la mesa de noche.

—Mi mamá te las manda —comentó el chico sin verla a los ojos.

—Decile que gracias.

—Muy bien.

Se dirigió hacia la puerta para salir, pero Victoria lo detuvo.

—Dani.

El chico, tras tanto tiempo, se volteó a media para mirarla directo a los ojos. Aún tenía el derecho un poco rojo por la paliza, pero eso no fue impedimento para que algo se removiera en su interior. Ver su rostro tan a detalle le hizo querer aproximarse como nunca lo había hecho. En cuestión de segundos, se dio cuenta de lo mucho que la extrañaba.

—Sé que me equivoqué, y mucho —continuó la chica—. Pero ya no sé qué hacer para que dejes de evitarme. Es cierto que no sabemos mucho de lo que se trata todo este tema de los sentimientos, y muchas cosas nos dan miedo, pero tal vez debamos arriesgarnos para dejar de temerles tanto. Tal vez todo esto no fue más que ese tropiezo que necesitábamos para darnos cuenta de muchas cosas, superar algunos obstáculos y saber qué es lo que queremos. Tal vez debemos confiar más en nuestros sentimientos, porque, si seguimos escapándonos, nunca sabremos cómo manejarlos o siquiera a sentirlos.

Daniel se limitó a dedicarle media sonrisa forzada antes de retirarse rápidamente. Se sentía muy nervioso y tenía tantas ganas de decirle algo igual de bonito, o por lo menos algo para elogiar su interés y sus palabras, pero sintió muy dentro de él que algo se lo impedía. Pensó que tal vez necesitaba tiempo para sanar o, a lo mejor, olvidar. Victoria esperó que Daniel le dijera algo, pero se decepcionó tanto al constatar de nada de lo que ella dijera podría remediar la situación. Cerró su libro, lo colocó sobre su regazo y lloró silenciosamente. Por su lado, Miguel estaba tan contento que no se percató de lo que estaba pasando. Esa misma tarde, Victoria no soportó más y quiso mencionar la situación durante su dosis de conversación diaria.

—Oye... ¿Y cómo está Dani?

—Bien. ¿Por?

—No sé si lo notaste, pero... como que me está evitando.

—¿Por qué decís?

—Es que... tuvimos una conversación no muy amistosa hace semanas.

—¿Sobre?

—Digamos que... no somos nada más que conocidos.

—¡¿Por qué? ¡¿Qué pasó?!

—Dice que me perdonó por haberle mentido y ocultado todo el tema, pero no se le pasa. O sea, lo entiendo y creo que es mejor así. No quiero causar problemas viviendo en tu casa.

—Hombre, es que ustedes lo complican todo.

—Por eso es mejor terminar con el tema. La vida no siempre es bonita.

—No, pero esta vez no es bonita porque ustedes lo quieren. ¿Tú lo querés?

—Sí.

—¡Va! Entonces solo decile lo mucho que lo querés y que te sentís mal.

—Como si fuera tan fácil.

—Pues sí, sí lo es. Solo venís y le hablás claro, así se solucionan las cosas. Sé que a veces puede ser difícil, pero estoy seguro de que te sentirás mejor si lo hacés. Dejame...

—No —lo interrumpió—. Prometeme que no le vas a decir nada de lo que hablamos.

—Me vas a detestar, pero no te prometo nada.

—¡Migueeeel! —se quejó.

—¡¿Qué?! Necesitás hablar con él y, si no quiere hacerlo, yo lo voy a convencer.

Victoria negó y esbozó una sonrisa.

—Zángano.

Tal y como dijo que lo haría, al día siguiente, se dirigió al cuarto de su hermano tras haber regresado del trabajo.

—Qué onda —saludó, recostándose sobre el marco de la puerta.

—Hola, Mike —dijo Daniel sin despegar la mirada de su cuaderno.

—¿Podés hablar?

—¿Sobre?

—Vicky.

Daniel paró de escribir de golpe, exhaló pesadamente y se giró sobre la silla en dirección a su hermano.

—¿Qué pasó con Vicky? —preguntó el chico.

—Eso debería preguntártelo a vos —dijo Miguel, dejándose caer sobre la cama de su hermano.

—¿Ella te mandó?

—Nop. Yo me mandé solito.

—Muy bien, decime.

—¿Por qué la evitás?

—No te incumbe.

—Eso te dije yo con Vicky, pero te valió. Así que ahora me vale. ¿Por qué no la querés perdonar?

—No es que no quiera perdonarla, ya lo hice.

—Pues no se nota. El que perdona olvida, y se nota que vos tenés una fijación con el tema.

—Es que. ¿Cómo te sentirías vos si ella te mintiera? ¿Qué no confiara en vos?

—Pues sí me sentiría mal, pero pensaría más en el por qué.

—Ya. Y eso es porque confía más en vos que en mí. Y no es que esté celoso.

—Ay, Dani... —. Suspiró. —A vos sí que te tienen que explicar las cosas con todo y dibujitos.

—Cómo no.

—Ella no te lo dijo solo porque te quería, no porque no confiara en vos. Tenía miedo de que la juzgaras o te alejaras. Vicky te ha querido desde siempre, y por eso quiere lo mejor para vos. Cree que es mejor que estés con alguien más.

—Puede ser, pero eso no quita que me duela. Y vos no sos el mejor para aconsejarme o hablar de este tema.

—Yo sé que soy el que más metió la pata, pero pensalo bien. Vicky no es la única que ocultó cosas. Vos no le dijiste que la querías porque pensabas que estaba superbien conmigo. Obviamente, lo de Vicky es más grave, pero el hecho es el mismo: los dos se ocultaron cosas porque se querían. Dejá de estar desperdiciando el tiempo y arreglá las cosas.

Daniel guardó silencio.

—Olvidá el tema, porque ella ya lo hizo, y no tenés ni idea de lo triste que está. Al final de cuentas, los dos se quieren, y eso es lo más importante —agregó Miguel.

—Muy bien, pero, de todos modos, no creo que pueda llegar a más.

—No importa si son amigos o novios, solo aprendé a perdonarla para que puedan llevar la fiesta en paz.

—Tal vez tengás razón.

—Solo intentá entenderla y te será más fácil olvidarlo. ¿Está bueno?

Miguel se puso de pie y le dio dos palmadas sobre la espalda antes de irse. Daniel se quedó pensando en aquella conversación durante el resto del día. Por más que le costara admitirlo, su hermano tenía razón: le estaba costando trabajo perdonarla. Además, debía admitir que no se había comportado exactamente como un caballero con ella. Así que salió a conseguir una flor para dejarla sobre la mesa de noche de su amiga a las doce de la noche, de manera que no lo viera. A la mañana siguiente, al despertarse, Victoria, resignada a que ya no recibiría nunca más una flor de parte de Daniel, no vio el tulipán. Segundos después, Miguel tocó la puerta mientras cargaba una bandeja con el desayuno.

—Buenos días, Mike —deseó con una sonrisa, los ojos achinados y estirándose un poco.

—Buenos días. ¿Qué tal amaneciste? —preguntó, dirigiendo su mirada hacia la mesa de noche mientras elevaba las cejas.

Extrañada, volteó y sonrió al ver el tulipán. Se estiró y tomó la flor entre sus manos para admirarla. El chico colocó la bandeja sobre la mesa de noche y se sentó sobre la silla que yacía junto a su amiga.

—¿Qué le dijiste, Miguel? —preguntó la chica, entrecerrando los ojos.

—La verdad —aseguró, encogiéndose de hombros—. Alguien tenía que terminar con este drama.

—¿Creés que me volverá a hablar?

—Sí, si no, sí le doy su guamazo.

Victoria rio levemente.

—Gracias, de veras —dijo sonriente—. Nunca te lo pregunté, pero... ¿Cómo te has sentido con todo este tema de Dani?

Miguel resopló.

—Em... —dijo, tomando la bandeja para colocarla delicadamente sobre el regazo de su amiga para que comiera mientras lo escuchaba—. La verdad, es que, ahora que todavía no están juntos ni nada, no he tenido tiempo de pensar en eso ni la oportunidad de sentir algo. Pero... tengo que admitir que siento que, tarde o temprano, me vas a olvidar y todo eso. Sé que es ridículo, porque es prácticamente imposible, pero... es casi seguro que me dolerá.

—Mike... —pronunció, dedicándole media sonrisa—. Sos mi mejor amigo, y siempre voy a estar para ti, aunque metás la pata millones de veces. Bueno, porfa, no la metás más seguido.

El chico rio levemente.

—Es obvio que te tomaste la molestia de arreglar las cosas entre Dani y yo para enmendar lo que hiciste, y te lo agradezco —prosiguió Victoria—, pero no quiero que sintás ningún tipo de responsabilidad por lo que llegue a pasar. Lo malo que pueda llegar a pasar entre él y yo no tiene nada que ver contigo, por lo menos desde ahora.

—Pero sí me vas a confiar tus cosas, ¿verá?

—Sí, pero no todo. Este tipo de relaciones son de dos, no de tres.

—Sí, sí, sí, solo lo que tú querrás.

—Ya te vi muriéndote por dentro por lo chute que sos.

—Cómo no.

Ambos rieron.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro