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La indicada

Mariana había hablado con todos para serenar las aguas, pero solo le faltaba alguien: Daniel. Sentado sobre la banca de la pérgola y de regreso del gimnasio, veía la lluvia caer con un batido de fresa en la mano.

—Hola —saludó a su hijo, tomando asiento junto a él.

—Hola, mama.

—Se le va a arruinar ese batido.

—Ah. Sí —dijo, echándole un vistazo—. No sé ni por qué lo hice.

—¿Cómo se siente?

El chico suspiró.

—Triste, confundido...

Mariana asintió.

—Perdone por no haberme hecho responsable de su hermano y no haberlo ayudado.

—No te preocupes. Sé que tienes tus razones.

—¿Ya se disculpó con usted?

—No, todavía no —. Suspiró. —Me cuesta creer que haya hecho todo eso. No creí que llegara a odiarme tanto.

—Él no lo odia.

—Tal vez no, pero cariño no es exactamente lo que me ha estado demostrando. De todos modos, yo tengo la cupa.

—¿De qué?

—Debí haberlo ayudado no haciendo las cosas por él y dejándolo equivocarse. Lo consideré un caso perdido cuando debí haber visto lo bueno en él. Solo lo cubría para que ustedes no tuvieran problemas, no porque de verdad quisiera hacerle un bien. También me metí con su novia falsa; no me importó que los dos estuvieran juntos.

—Todos cometemos errores, Daniel, y ninguno de los tres es inocente en esta situación.

—Yo sé...

—¿Y Victoria?

Daniel exhaló pesadamente.

—No sé... No me la puedo sacar de la cabeza, pero es difícil no sentirme mal por lo que hizo.

—No era la manera, pero lo hizo porque lo quería, y usted la quiere también.

—Sí, pero siento que ya no la conozco. Nunca creí que ella fuera capaz de hacer algo así, siento que todo lo que sabía de ella no fue más que un engaño, que ya no puedo confiar en ella, y eso es algo muy importante para mí.

—Excepto por el tema de su hermano, a mí me parece que ella fue honesta en todo momento. Y no se trata de un tema de confianza, sino de cuánto amamos para estar dispuestos a perdonar. Yo no le conté a su papá lo de Miguel y rompí su confianza, pero no se va a separar o divorciar de mí por eso. Está molesto por eso, pero ya me perdonó y, aunque lleve algún tiempo, volverá a confiar en mí como antes.

—¿Pero no se supone que, si se ama a alguien, se confía en esa persona?

—Sí, pero todos cometemos errores. Por ejemplo, Natalia nunca ha traicionado su confianza, pero no la ama como ama a Victoria. No puede dejar de pensar en ella porque, a pesar de lo que hizo, quiere perdonarla. Y estoy segura de que ella también se siente culpable y probablemente está ansiando saber que la perdonó.

—Admito que nunca me he sentido así con nadie, y por eso me siento tan mal. Aunque la perdonara y volviera a confiar en ella, Vicky fue el primer amor de Miguel y, a pesar de lo que hizo, no sería correcto andar con ella. Solo crearía más rencor.

—Nadie dijo que estaban obligados a ser novios. Pueden volver a ser amigos como antes.

—No lo había pensado... Pero no sé si vaya a ser tan fácil por el tema de Miguel, o si ella va a querer.

—Mientras ellos supuestamente estaban saliendo, no le importó. ¿Por qué habría de importar ahora si solo quieren ser amigos?

—Es que... No tengo miedo a que no volvamos a ser amigos, sino a no poder controlar mis sentimientos hacia ella.

—Si la quiere tanto como dice, tiene que estar dispuesto a hacer sacrificios. Como hacer un esfuerzo para retener sus sentimientos por ella.

—Es que sé que no voy a poder. Ella es... la indicada. Puede que suene tonto, pero es la primera chica con la que me vi el resto de mi vida. Es ridículo, considerando que apenas tengo veintiún años y no todas las cosas duran para siempre, pero Victoria ha sido la única cosa de la que he estado seguro para mi futuro. Y de todas las chicas en Guatemala y en el planeta, tenía que ser ella, tenía que ser la misma que le gusta a mi hermano.

La señora Köhler chistó.

—Está joven, conocerá a alguien más.

—Sí, yo sé que se puedo conocer a alguien más, pero no será igual a ella. Victoria tiene algo que me ata a ella, que me hace quererla. Han pasado años desde la última vez que nos vimos y nos hablamos, y mis sentimientos por ella nunca han desaparecido. No sé si estoy siendo caprichoso o, si cuando yo o ella conozca a alguien más, todo se termine, pero... Simplemente la quiero. He conocido a tantas chicas: regaladas, superaplicadas, parranderas...

Mariana rio levemente.

—Pero Victoria ha sido la única que siempre me ha querido por lo que soy y no por lo que aparento ser. Ella ha logrado ver mucho más de mí que cualquier otra persona, y yo he logrado sentir mucho más de lo que he sentido con cualquiera —continuó el chico. 

—Que la quiera no significa que sea para usted.

—Entonces creo que voy a tener que averiguarlo. ¿Puedo ir a verla?

—Es mejor esperar a que se calmen las cosas. Podría sentir que está invadiendo su espacio.

Tras la reflexiva conversación con su madre, Daniel se dirigió a la sala del segundo nivel para hacer tarea. Por más que se esforzara en poner toda su atención en el trabajo que tenía que realizar, le era inevitable darle vueltas al asunto. Pasaba extensos minutos sosteniendo las hojas en el aire o mirando distraídamente la pantalla de su computadora. Pensaba en lo ocurrido y analizaba sus sentimientos antes de darse cuenta de que estaba distrayéndose y regresar al trabajo por otro breve instante. Cuando Miguel regresó de su jornada laboral y después de saludar a su madre, subió a donde estaba su hermano. Durante toda la mañana, estuvo repasando en su cabeza lo que le diría a su hermano como si fuera un diálogo de teatro. Escalón por escalón, se preparaba mentalmente para enfrentar a Daniel e, involuntariamente, repetía sus disculpas.

—Dani —pronunció, plantándose frente a él.

—Mike —contestó, elevando la mirada de su cuaderno.

—¿Podemos hablar?

—Solo si no pensás golpearme.

Miguel esbozó una sonrisa, mientras su hermano colocaba el cuaderno de regreso sobre la mesa.

—Perdón por haberte golpeado y haberte engañado. En realidad, siempre te he tenido envidia por ser el chico perfecto. Eres responsable, aplicado, inteligente y nunca has decepcionado a mis papás. Por eso ahora sé por qué Vicky te ama, y me alegra que lo haga.

—¿Cuánto tiempo te tomó pensar en esa disculpa?

—Mejor ni me preguntés.

Daniel rio.

—Tampoco te he agradecido por haberme ayudado todos estos años —añadió Miguel—. Gracias, en serio.

—Lo volvería a hacer con gusto millones de veces. Eres mi hermano menor, y te amo.

—¡Arg, no! —protestó el chico, cerrando los ojos con fuerza y estremeciéndose—. ¡Guacala, no digás eso!

—Pero si es la verdad.

—Sí, pero no quiero oírlo.

Daniel rio.

—Yo también te debo una disculpa. Siempre creí que eras un bueno para nada.

—Gracias —dijo sarcásticamente.

—Me enfoqué mucho en tus defectos, pero ahora me doy cuenta de que hay muchas cosas que admiro de ti. No te importa lo que los demás opinen de ti y siempre hacés lo que querés a pesar de las consecuencias. También admiro la manera en la que conocés y hacés amigos fácilmente. Yo nunca podría hacerlo.

—¿Me lo podés repetir? Es que no escuché.

Daniel tomó una almohada del sillón y golpeó a su hermano con ella, mientras este se cubría con los brazos, riéndose.

—Menso.

***

Tras pensarlo y repensarlo durante la semana, Daniel decidió ir a ver a Victoria un lunes por la mañana. Aunque llegara tarde a la universidad, el verla y hablar sobre lo ocurrido se había vuelto una necesidad, ya que prácticamente era lo único que le robaba el sueño y distraía su atención. Compró galletas Verona y una rosa para llevárselas. Tras entrar al edificio con la excusa de que quería hablar con su papá, buscó a Victoria entre los varios salones. Cuando la vio a través del vidrio, se acercó y se plantó frente a la puerta. La chica, tras notar su presencia, lo volteó a ver y su corazón dio un pequeño sobresalto. Sorprendida, se puso de pie para abrirle la puerta a Daniel.

—Hola —saludó el chico.

—Hola.

—¿Puedo pasar?

—Sí —contestó la chica, abriéndole paso antes de cerrar la puerta.

—Sé que no debería estar aquí, pero... Em... Alguien tenía que traerte las galletas —dijo, tendiéndoselas—. Se... volvió tradición.

Victoria esbozó una sonrisa, tomando la bolsa.

—¿Qué te pasó en la cara?

—Ah. Digamos que tuve mi merecido.

La chica asintió y colocó las galletas sobre la mesa.

—¿O sea que decidiste llegar tarde a clases solo para traerme unas galletas? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Y una rosa —dijo, alzándola y esbozando una tímida sonrisa.

—¿Y cómo sabés que me gustan las flores?

—Eh... Vi varios dibujos en tu block de hojas y supuse que te gustaban. ¿Te... gustan?

La chica rio levemente.

—Gracias —dijo, acercándose para recibirla, disimulando el temblor de sus manos—. ¿Por qué estás aquí, Dani? No es que me moleste, pero no esperé que vinieras. Pensé que estabas muy enojado conmigo como para querer verme.

—Lo estaba, pero... Sos muy especial. Siempre has sido especial, sobre todo para nosotros y... quiero que los tres volvamos a ser amigos.

—Dani.

Victoria suspiró pesadamente. Ella deseaba lo mismo con todo su corazón, pero todo había llegado demasiado lejos. Sentía que, si decidía seguir en contacto con ellos, siempre habría más de algo que lo complicaría todo otra vez. Después de todo, aún tenía secretos que guardar respecto a su vida para salvaguardar a los Köhler del peligro; sin mencionar que temía que fuera una razón para que Daniel se alejara. Así que invento la perfecta excusa.

—No creo que podamos ser amigos después de todo lo que pasó —expresó la chica—. No solo es por Mike, también es porque los sentimientos son algo que no se puede controlar. Llega un punto en el que todo va a explotar, en el que ya no vamos a soportar. Encima, por más que queramos hacerlo para que todo funcione, no es correcto. Por lo menos no se siente así.

Daniel desvió la mirada, sintiendo como se le clavaba una estaca en el corazón, mientras Victoria sentía el amargor de obedecer a su lógica y darle un golpe más que bajo a sus sentimientos.

—Entiendo —dijo el chico.

—Mi vida es mucho más complicada de lo que parece. Es mejor que todo se quede cómo está. Lo siento.

—No, está bien. Disculpá que te haya molestado.

—No, no te preocupés. Es bueno que hayás venido, así queda todo claro y bien entre nosotros.

Daniel asintió y sonrió a medias.

—Te traje otra cosa —dijo, abriendo su mochila para sacar su retrato y tendérselo—. Mike se desquitó un poquito con él, pero se logró salvar.

Victoria recibió el dibujo y después se lo tendió de regreso.

—Quedátelo.

—Pero es tuyo.

—Sí, pero iba a ser un regalo para ti. Así tenés algo para recordarme. Tomalo.

El chico obedeció y lo recibió.

—Gracias.

—Sos un buen chico, Dani, de veras. Y... gracias por todo lo que has hecho por mí.

—¿Nos seguiremos viendo?

—Si te preocupa que finja que no te conozco si te veo por la calle, no te preocupés que no lo haré.

Daniel rio levemente. No entendía cómo una chica podía hacerlo sentir tan mal y, aun así, sacarle una sonrisa. Por su lado, Victoria sentía que, al ser la última vez que lo vería o tendría un contacto tan directo con él, por lo menos se merecían un adiós más significativo. Sentía el impulso de acortar la poca distancia que quedaba entre ellos, rozar sus mejillas con los dedos y darle ese beso que no pudo ser en la cocina de la casa de los Köhler. Sin embargo, no quería hacer las cosas más difíciles de lo que ya eran. Estaba segura de que, si eso sucedía, no sería capaz de dejarlo ir.

—Entonces... te dejo trabajar. Que tengás un lindo día.

—Buen día, Dani.

El chico se dispuso a salir.

—Por cierto —dijo Daniel, de espaldas, antes de cruzar el umbral de la puerta—. El retrato de Naty te está quedando chilero.

Victoria sonrió ampliamente antes de que Daniel saliera y lo viera alejarse. Cuando desapareció de su vista, se recostó sobre la mesa y sacó todo el aire que había estado reteniendo. Su cuerpo se sentía débil tras tanta presión. Era muy distinto estar cerca de él cuando no sabía nada se sus sentimientos que ahora, sabiendo que había sentido, o quizás aún sentía, algo por ella. Tomó la rosa roja entre sus manos, la tanteó delicadamente, la olió y la observó con una sonrisa dibujada sobre su rostro. Si bien estaba dispuesta a nunca más entablar un vínculo tan cercano con los chicos, se sentía bien recibir un lindo detalle de aquel por quien su corazón se derretía. Aunque jamás llegaran a ser algo, se sentía especial al haber recibido una flor de Daniel. Sacó el famoso block de hojas, colocó la flor sobre la mesa y, mientras comía las galletas, se dedicó a dibujarla.

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