Eres un misterio
Tal y como lo habían planeado durante la semana, Victoria iría al boliche con Miguel, Daniel, Naty y el aún desconocido Pablo. Sería la primera salida de su vida, por lo menos con chicos de su edad; de modo que, cuando su "novio" la pasó recogiendo, su impaciencia y nerviosismo se traducían por un estado de alerta, provocando que su mirada no dejaba de pasearse por todas las ventanas de carro e irregularizara su respiración. Miguel, a pesar de que le costara trabajo aceptar que estaba nerviosa por el simple hecho de ver a Daniel, procuró calmarla involucrándola en despreocupadas y espontáneas conversaciones. Entraron al Astro Bowling, estaba relativamente lleno como la mayoría de los viernes. La música pop resonaba a todo volumen entre el bullicio de gente conversando y divirtiéndose por todos lados. El aroma a comida rápida se sentía en el aire, aunque de una manera muy sutil. La iluminación de la pista era tenue a excepción de las luces de colores, los detalles fluorescentes que cubrían el piso tapizado y el área de juegos mecánicos.
—¿Has jugado boliche antes? —preguntó Miguel mientras se acercaban al resto del grupo de amigos.
—Sí. La última vez que jugué fue cuando tenía nueve años.
Todos los chicos se saludaron y presentaron al desconocido. Pablo era el típico joven latino con una tez morena envidiable, sonrisa perfecta que transmitía amigabilidad y una voz alegre. Pero el conjunto de su rostro, con escasez de vello facial y circunferencia redonda, lo hacían uno de esos chicos con cara de niño.
—¿Qué te pasó? —le preguntó Daniel a Victoria, refiriéndose al golpe.
—Ah —pronunció la aludida, tocándose delicadamente el área del golpe—. Me golpeé con la cama.
—Debió haber sido un buen trancazo —dijo con una mueca de dolor en el rostro.
La chica sonrió.
—Sí.
Se dirigieron al talle de zapatos, en donde Victoria pidió unos de talla siete y medio. Se sentó sobre uno de los sillones y desató las correas de sus tenis. Antes de que pudiera levantarse para ir en busca de los zapatos, Daniel se le adelantó y apareció con ellos para pasárselos.
—Gracias —dijo la chica, tomándolos con una sonrisa.
El tacto de su mano con la de él mandaron un choque nervioso al resto de su cuerpo. Después de pasarle los zapatos a Naty, Daniel se sentó junto a Victoria, ya que quería tenerla cerca para poder compartir más juntos. El corazón de la chica comenzó a acelerarse inevitablemente al sentir a proximidad del característico aroma de su amor platónico y su hombro a tan solo unos centímetros del suyo. Pero el momento no duró más que unos escasos segundos, pues Miguel se hizo espacio entre ellos.
—Con permiso —dijo el chico, tomando asiento para ponerse los zapatos.
A Victoria casi se le escapa una risa por lo ridículos que se veían los celos de su "novio", pero logró reprimirla antes de delatarse. Por su lado, Daniel negó levemente con la cabeza por lo inmadura y posesiva que consideraba la actitud de su hermano. Una vez todos con los zapatos puestos, se dirigieron a la pista. Miguel tomó la mano de su amiga suavemente como el primer día que fue a su casa, lo cual le causó gracia a Victoria más que incomodarla. De más estaba decir que el chico quería marcar su territorio.
—Pedí la partida por equipos —informó Miguel—. ¿Les parece si Pablo, Vicky y yo hacemos equipo?
—No creo que sea justo, los dos juegan superbien —reprochó Naty—. Mejor que Vicky se pase al nuestro. Las chicas deben estar juntas.
Victoria rio levemente.
—Va —accedió Miguel.
—¿Te parece, Vicky? —le preguntó Daniel.
Esta le dedicó media sonrisa antes de asentir.
—Empecemos, pues —dijo el celoso antes de liberar a la chica de su agarre.
Cuando llegó el turno de Victoria, esta se puso de pie y tomó la bola con los tres dedos. La recordaba más pesada, ya que hace años que no jugaba, pero eso mismo le dio mucha más confianza, pues no quería hacer perder a su equipo. Una vez viendo de frente a los pinos, la chica lanzó la bola con todas sus fuerzas. Su manera de hacerlo no había cambiado nada, la bola se deslizó del lado izquierdo derribando tres cuartos de los pinos. No tenía idea del por qué, pero su brazo siempre ladeaba el lanzamiento. «No está tan mal», se dijo a sí misma, satisfecha. Al voltearse para tomar otra bola y hacer su segundo lanzamiento, se encontró con la mirada de su amor platónico. Daniel, en vez de desviar la mirada, esbozó una sonrisa, lo cual la estremeció. Sin embargo, hizo caso omiso para controlar sus nervios y parecer indiferente. Lanzó, derribando el resto de los pinos, y regresó a su asiento.
—Súper, Vicky. Ahora es mi turno —la felicitó Miguel, poniéndose de pie.
—Tirás superbién —comentó Naty.
—No creo, pero gracias —dijo Victoria.
—Naty me contó que trabajás —comentó Pablo.
—Sí.
—¿En dónde?
—En Cayalá, de barista y mesera.
Victoria se sorprendió a sí misma respondiendo a una pregunta sin pensar tanto. Sabía que debía tener mucho cuidado con ellas y la información que daba, pero le agradaba sentir que poco a poco se estaba volviendo "normal". Sentía que podía abrirse a los demás.
—¿Y qué tal?
—Cansado, pero no todo es tan malo como parece. A veces mirás cómo los niños dicen ocurrencias o cómo las personas echan a perder su primera cita con cosas que van desde los más estúpido a lo más penoso. No quiero que piensen que soy chismosa, pero observar a la gente hace que el simple servicio de mesa se vuelva un poco interesante.
Los chicos rieron. A Victoria se le vino un mechón al rostro, pero, antes de que pudiera regresarlo detrás de su oreja, Daniel lo tomó y lo hizo por ella. Los dedos del chico rozaron la cicatriz y Victoria se apartó disimuladamente para no parecer tan obsesiva al respecto. Había unas cuantas razones por las cuales Daniel había hecho eso: hacerle sentir que no tenía nada malo, hacerle ver que él estaba consciente de su existencia e incentivarla a que confiara en él lo suficiente para contarle la historia detrás de aquella herida. Sin embargo, él no tenía ni la más mínima idea de lo que esa marca representaba y tenía por contar. Miguel se dio cuenta de lo cerca que ambos estaban, así que, sintiendo su orgullo amenazado y el miedo de perderla, se apresuró en regresar.
—Tu turno, Dani —indicó el chico, tomando asiento de golpe y rodeando a Victoria por detrás con su brazo.
—Voy —dijo, poniéndose de pie.
Miguel actuó como si nada estuviera pasando mientras Victoria comenzaba a impacientarse por el comportamiento obsesivo de su amigo. Tiempo después, trajeron la comida: pizza, gaseosa y nachos con queso. Comieron entre turnos de lanzamiento, pero Miguel y Pablo decidieron mantenerse de pie. Miguel tenía mucha experiencia y eso le permitía hacerse el payaso sin preocuparse por fallar. Bailaba y cantaba las canciones que conocía como si desconociera la vergüenza. Cada vez que hacía una chuza, Pablo y él saltaban y golpeaban su pecho contra el del otro; a Victoria le parecía divertido. Durante uno de sus turnos, Miguel decidió ayudar a su "novia", quien iba en desventaja.
—Me di cuenta de que tirás torcido —comentó el chico.
—Sí.
—Va. Mirá —dijo, tomándola de los hombros para posicionarla más a su derecha—. No soy experto, pero mi lógica me dice que si lo lanzás de una posición torcida, se va a enderezar.
Victoria rio.
—¿Qué? —preguntó extrañado.
—¿Creés que no lo intenté?
—Intentalo otra vez y veamos qué tal.
—Bueno.
La chica hizo caso y la bola terminó en el riel derecho.
—No sé ni por qué te hice caso, de seguro nos querés hacer perder —se quejó Victoria.
—¡Nta!
La jugadora regresó por otra bola para intentar salvar la jugada.
—No tenés que estar todo el tiempo encima de mí —dijo, regresando al lado de Miguel, quien observaba la pista, pensativo.
—No estoy todo el tiempo encima de ti.
—Mhm —pronunció sarcásticamente, rodando los ojos.
—Hombre. Es para darle celos, y creo que está funcionando.
—Ya —pronunció, desconfiada.
—En serio. Los chicos queremos aún más lo que no podemos tener.
—¿Y yo qué soy? ¿Un objeto? —preguntó, haciéndose la ofendida.
—No, no es lo que quería decir —aseguró Miguel, negando con la cabeza.
Victoria sonrió.
—Era broma, no te la creás.
—Ah...
La chica lanzó, derribando todos los pinos.
—Al principio me dio risa, pero ya te pasaste. Si querés seguir siendo mi novio falso, no actués así. No seás tan obvio, todos en la mesa se dan cuenta.
—¿Alguien te dijo algo?
—No, pero no son tontos.
Daniel no le despegaba la mirada de encima a Victoria desde que habían ingresado, aunque disimulaba su interés para no causar problemas con Miguel. Le intrigaba mucho la chica ya que, a pesar de conversar con ella por WhatsApp, no le era suficiente para afirmar que la conocía.
—Por fin Mike está embobado por alguien —comentó Pablo, mientras el susodicho con su "novia" estaban en la pista.
—¿Por qué decís? —indagó Daniel, frunciendo el ceño.
—No es como las otras chicas con las que ha salido. Bueno, no es que Vicky sea fea, es bonita, pero no es tan fifí y llena de cuentos como las otras. No usa maquillaje, no se viste tan extravagante. Las otras parecían loros, y ella es bastante callada.
—Yo no diría que es callada, simplemente es de esas chicas reservadas —comentó Naty.
—¿Por qué creés?
—Miralos —dijo, elevando el mentón en dirección hacia la supuesta parejita—. Para nosotros es un misterio, pero parece que Mike lo sabe todo sobre ella.
Daniel los observó de lejos. «¿Será?», se interrogó a sí mismo. Ver a Miguel enamorado era algo completamente desconocido para todos, así que no podía sacar alguna conclusión o afirmación certera. Sin embargo, los antecedentes de su hermano le eran suficientes para desconfiar de la honestidad de sentimientos.
—¿Por qué nunca nos la habías presentado? —preguntó Pablo.
—No sé... Es que... Siempre ha sido más amiga de Mike que mía. Aunque llegaba de visita y todo, ella estaba en el mismo grado que él. Solo la veía y le hablé unas cuantas veces. Después terminamos el colegio y fuimos a la universidad. Le perdimos la pista, pero ahora resulta ser novia de Mike.
—¿Y por qué perdieron contacto?
—No sé, creo que la muerte de su mamá le afectó demasiado.
—¿Y siempre ha sido así?
—¿Cómo así?
—Reservada.
Daniel esbozó una sonrisa.
—Creo que sí. ¿Eso es malo?
—No —aseguró Naty—. Siempre y cuando sepás abrirte con la persona correcta.
—Muy filósofa nos saliste, Naty —comentó Pablo.
—¡¿Qué?! ¡Es que es verdad! Podés ser reservado, pero sentirte en confianza con alguien con quien no deberías y contarle toda tu vida. Vicky es inteligente, pero se nota que es muy... Cómo decirlo... Sensible o...
—¿Inexperta? —interrumpió Daniel.
—Algo así. Yo diría inocente. Casi no sale, ¿no?
—No.
—Va, allí está.
A Daniel le importaba Victoria más de lo que los demás pudieran imaginar. Durante la primaria, a diferencia de los demás niños de su edad, siempre le agradaron las niñas y solía convivir con varias. Por lo tanto, había desarrollado cierto tacto y tino al momento de tratar con el sexo femenino. Sin embargo, aunque no hubiera compartido tantos momentos con Victoria en comparación con Miguel y la hubiera visto en ese entonces simplemente como la amiga de su hermano menor, siempre había tenido cierto aprecio y consideración por ella.
Pero no fue hasta la secundaria que sus sentimientos hacia ella aumentaron a pesar de no conocerla mucho, llegando al punto de admitir estar enamorado de ella. La complexión delgada de Daniel fue origen de burlas y rechazos durante gran parte de su vida y ella fue la excepción desde que se conocieron. Durante las escasas veces que intercambiaron palabras, lo animaba y apoyaba, llegando a darle la motivación suficiente para esforzarse y alcanzar el aspecto atlético y trabajado que tenía actualmente. Sin embargo, la chica no solo se ganó el afecto de Daniel por haberlo visto como una persona normal durante la época más problemática de su infancia y parte de su adolescencia, sino también por su notoria bondad y completa disposición hacia todos por igual. A los ojos de Daniel, Victoria era la chica que ayudaba a los demás con sus problemas familiares, personales o académicos; de esas chicas que se le acercaba a alguien que estaba solo durante los recreos para platicar o para ayudarlo con la tarea de matemáticas. Pero, debido a su carácter y al hecho de que era la mejor amiga de su hermano, nunca se había animado a declarársele o siquiera acercarse a ella. Además, el que Victoria se alejara de todos no favoreció la situación, haciendo que Daniel la considerara un simple amor de infancia.
Pero, esta vez era distinto; Daniel sentía una gran curiosidad por saber de ella. Casi nadie sabía nada de ella, ellos eran los únicos que conocían más que nadie a Victoria, y no sabían toda la verdad. Consideraba extraño el por qué, tras haber tenido la oportunidad de conocerla tantos años, fácilmente la había pasado por alto y nunca había sentido tal interés hasta ese momento. Pero, yendo más allá de esa simple curiosidad, creyó que a lo mejor se debía a que ambos habían crecido y cambiado y, por eso mismo, ahora sentía la fuerte inclinación de ser su amigo.
El resto de la salida pasó sin contratiempos, pero no podía transcurrir sin la famosa cerveza de Miguel. Tras haber pedido una, decidió pedir una segunda.
—Mike, no deberías —dijo Daniel.
—Hombre, no va a pasar nada.
Daniel suspiró pesadamente mientras su hermano tomaba. Victoria observó la escena un poco preocupada, ya que se suponía que Miguel tenía que llevarla a casa. Era poco probable que dos cervezas lograran emborrachar a alguien que ya estaba acostumbrado al alcohol, pero eso no lo hacía menos peligroso. De dos, rápidamente pasó a tres. Terminaron ganando Pablo y Miguel con ciento dos puntos mientras el puntaje del otro equipo era de noventa.
—Creo que ya me tengo que ir —informó Victoria.
—Si querés, yo te llevo —ofreció Daniel.
—Yo la llevo —intervino Miguel.
—Mike, te tomaste tres cervezas.
—¿Y? No estoy borracho.
—Yo sé, pero es mejor prevenir.
Victoria observó severamente a Miguel. El chico no quería dejarlos solos, pero no hacerlo sería sabotear a su "novia" y darle gusto a su hermano de verlo celoso.
—Está bueno —dijo, acercándose a Victoria para luego tomarla de los hombros—. Cuidate. ¿Sí?
—Mhm —pronunció, rodando los ojos.
—Me avisás cuando llegués a tu casa.
—Sí.
—Va —dijo, dándole un beso sobre la frente y abrazándola—. Me contás si pasa algo interesante —le susurró al oído.
Victoria le dedicó una sonrisa antes de asentir y despedirse del resto.
—Después regreso por vos —informó Daniel—. Ni se te ocurra irte solo.
—Nta. Puedo ir solo.
—No —ordenó con un tono arisco, señalándolo con el dedo índice.
Miguel exhaló bruscamente.
—Va, pues —accedió.
Daniel y Victoria se dirigieron a la salida mientras Miguel los veía alejarse con el corazón en la mano. Al salir, corrieron hasta el carro por la llovizna. Daniel le pasó el teléfono a Victoria para que pusiera su dirección.
—¿Te divertiste? —preguntó el chico.
—Sí.
—Qué bueno, pero si querés otro día podemos ir a los juegos mecánicos —ofreció, poniendo en marcha el carro.
—¿Cómo sabés que me gustan? —cuestionó, entrecerrando los ojos.
—Vi que volteabas hacia las máquinas a cada rato.
—Ah... O sea, que... ¿Me estabas observando?
Daniel tomó el volante firmemente.
—Sí. O sea... Lo normal.
—¿Y qué es lo normal?
—No sé... Cuando mirás a la gente normalmente.
Victoria rio levemente y el chico sonrió.
—Em... Disculpá si no te dejé que te fueras con Mike, es que... —añadió.
—No te preocupés —interrumpió—. Es bueno que seás responsable y le ayudés a Mike a serlo.
—A veces me siento la mamá del grupo, sabés.
La chica rio.
—Es normal, siempre hay alguien así en los grupos de amigos —afirmó.
—¿Puedo ser sincero contigo?
—Claro, decime.
—No quiero que Mike y tú sientan que me meto mucho en su relación, pero eres una muy buena amiga para mí y no quiero que su relación afecte nuestra amistad.
Para Victoria, eso se sintió como el ardor del alcohol sobre las varias heridas que alguna vez había tenido que curar. Dolía terriblemente al inicio, pero luego el malestar desaparecía. No quería ser simplemente una buena amiga para él, pero eso era mucho mejor que lo que eran antes. Aunque no pudiera recibir la clase de amor que ella quería, se conformaba con el que Daniel estuviera dispuesto a darle.
—No te preocupés, pase lo que pase entre Mike y yo, nada va a cambiar entre tú y yo —aseguró Victoria.
Daniel le dedicó una sonrisa sincera a través del retrovisor.
—Si me paso de la raya o si te llegás a sentir incómoda con algo que diga o haga, solo decímelo, porque sé que tenés novio y no quiero causarles problemas. Ya ves que Mike no es tan discreto que digamos.
Victoria sonrió.
—No hay problema.
Unos minutos más tarde, llegaron frente al portón.
—Aquí me podés dejar. Gracias —indicó la chica.
Daniel detuvo el carro y se volteó sobre el asiento para quedar frente a ella.
—Sé que hay muchas cosas que hacés con Mike y lo entiendo, pero quiero que sintás confianza al estar conmigo. Quiero que me digás si necesitás mi ayuda o si simplemente tenés ganas de contar un chisme del que te enteraste.
La chica rio.
—Me parece —accedió, esbozando una sonrisa.
—En fin. ¿Segura que no querés que te lleve hasta el frente de tu casa?
—Segura, yo camino. Me da tiempo de llegar antes de que empiece a llover más fuerte.
—Va. Allí le escribís a Mike, sino lo voy a tener aquí al lado nervioso durante todo el camino.
—Okey —dijo sonriente—. Gracias por traerme.
—No hay problema. Que descansés.
—Tú también.
Se despidieron de beso antes de que Victoria bajara y regresara velozmente a casa. Una vez lista para dormir y tras recordar las escenas de celos que protagonizó su amigo, no pudo evitar pensar en el trato. ¿Era realmente necesario ahora que Daniel reveló sus verdaderas intenciones? ¿Para qué seguir con él si Daniel la consideraba simplemente una amiga? ¿O será que mantenerlo en pie podría darle una posibilidad de ser algo más que una buena amiga para Daniel? Si terminara con el trato... ¿estaría perdiendo esa oportunidad?, ¿qué pasaría si él se entera del trato?, ¿qué pasaría con Miguel? Agobiada por tantas dudas, no pudo dormir bien, aunque ya estaba acostumbrada a no hacerlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro