Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Encajar

Miguel se dirigía a la, ahora intimidante, sala principal. Su madre le había dicho que su padre y ella querían hablar con él. Casi como a todos los adolescentes y adultos jóvenes, esa era una mala señal. Aunque él sabía bien qué esperar: querían hablar sobre sus estudios. Sus ausencias pesaban mucho sobre sus bajas calificaciones. Hubiera podido haberles dicho mucho antes que ya no quería estudiar arquitectura, pero se acobardó por no querer decepcionarlos. Además, eso muy posiblemente afectaría sus planes con Victoria, por lo que tuvo que pensar en varios buenos argumentos para defender su idea. Los tres tomaron asiento una vez que Miguel bajó.

—¿Sabes por qué queremos hablar contigo? —preguntó su papá, Ivon.

—Sí, mis calificaciones.

—¿Por qué has estado faltando tanto?

Miguel exhaló bruscamente.

—Es que... No me gusta arquitectura.

—¿Desde cuándo?

—Hace tres semanas más o menos.

—Mijo... ¿Está seguro? —preguntó su madre.

—Sí.

—A ver, Miguel —prosiguió su papá—. Hemos gastado mucho en tus cambios de carrera, no podemos seguir haciéndolo.

—Yo sé... —reconoció, bajando la mirada.

—Pues no parece.

—Ivon —dijo Mariana dulcemente.

—Es que no sé qué quieren que haga —se quejó el chico, encogiéndose de hombros—. Todos esos cursos o sesiones de orientación no sirvieron de nada.

—Entonces te pondrás a trabajar —decidió Ivon.

—¡¿Qué?!

El señor Köhler, fiel aspirante a la perfección en todo, siempre había sido muy exigente con sus hijos, algo que atribuía a la parte alemana heredada de su padre. Aunque ambos chicos tuvieran un poco de la personalidad de ambos padres, Daniel era el que más lo llenaba de orgullo por ser el que más se parecía a él, y Miguel, el que más problemas le causaba por asemejarse mucho más a su madre. Ivon quería a sus dos hijos, pero le era difícil no expresar su preferencia y predilección por el mayor, a quien consideraba muchísimo más responsable y maduro. Por su lado, Mariana era más paciente con Miguel, se preocupaba por comprenderlo mejor y procuraba que no le faltara el afecto que a su padre a veces le costaba demostrarle, aunque sin dejar de lado su fuerte carácter traducido en su gran severidad. Sin embargo, eran esas mismas cualidades tan distintas de los señores Köhler lo que daba cierto balance a la familia.

—Así tal vez cambies tu actitud frente a los estudios —continuó Ivon.

—Y podrás pensar un poco en lo que te gusta —agregó la señora de la casa.

Miguel bajó la mirada, pensativo. Nunca había trabajado antes y eso le aterraba, pero ahora no tenía otra alternativa. Era tiempo de que hiciera algo de su vida.

—Está bueno —accedió el chico.

—Tienes quince días para encontrar un trabajo. ¿Entendido? —sentenció el señor Köhler.

—Está bueno. Quería pedirles un favor...

Ivon lo miró con desconfianza.

—Victoria tuvo un accidente y no puede trabajar, así que le dije que viniera a pintarme unos cuadros mientras se recupera, para que no se quede sin trabajo.

—¿Qué le pasó? —preguntó Mariana.

—Estaba ayudando a subir una cama, se cayó y le cayó sobre la mano.

—¿Y fue fisura o fractura?

—Fractura de los dedos, pero puede pintar sin problema. Esperen.

Corrió hacia su cuarto para mostrarles los dibujos de Victoria. Tomó el block de hojas tan violentamente que se cayeron unos cuantos bocetos que la chica había arrancado. Se puso a recogerlos y ordenarlos hasta que encontró un retrato de su hermano. Observando el papel con los perfectos trazos del rostro de Daniel entre sus manos, sintió una presión en el pecho. Aunque no le faltaban ganas, no podía romperlo, ya que haría las cosas mucho más obvias, y delatarse no estaba en sus planes. Así que lo guardó entre sus cosas antes de bajar. Le pasó los dibujos a sus padres, quienes los miraron impresionados.

—Están preciosos —aseguró Mariana.

—¿La cama de quién fue? —preguntó Ivon, todavía incrédulo.

—Pues la suya. Le dije que podía venir en la mañana, que tú estarías aquí —informó dirigiéndose a su madre—. Además... quería pedirles permiso para comprar los materiales para que pueda trabajar.

—¿Cuánto tiempo durará su recuperación? —preguntó su Mariana.

—Unas tres semanas, creo.

—Ay, Miguel... —se quejó el señor de la casa.

—¿No puede conseguir otro trabajo? —indagó su madre.

—No en el que la acepten con una fractura.

—¿Y su papá?

—No les alcanza el dinero. Además, ella puede traer su almuerzo.

—No, como cree Miguel. Dígale que no hace falta que traiga. Yo puedo hacerle el almuerzo.

—¿Entonces eso es un sí? —cuestionó el chico con los ojos iluminados.

Mariana miró a su esposo con media sonrisa en el rostro, buscando su aprobación. Ivon suspiró.

—Puede venir —accedió el señor Köhler.

—¡Gracias! —exclamó el chico con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

—Pero solo si prometes encontrar un trabajo. ¿De acuerdo?

—Va.

***

Como de costumbre, Miguel fue a visitar a Victoria otro domingo. El chico salió de su cuarto en cuclillas y, como siempre, Daniel salió para encontrarse nuevamente con su hermano.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—Vos estás peor que viejita chimosa en vecindad.

Daniel sonrió ampliamente.

—¿Para qué preguntás si sabés a dónde voy? —reclamó Miguel, encogiéndose de hombros.

—¿Por qué tan tarde?

—Qué te importa.

—Es que me preocupa que estés haciendo algo indebido.

—Arg —se quejó—. Cómo no... No estoy haciendo nada malo. Dejame en paz.

—¿Así va a ser todos los fines de semana?

—Sí. ¿Y?

Daniel exhaló pesadamente.

—No voy a decir nada, pero no me vayás a delatar si te descubren —sentenció, apuntándolo con el índice.

—Gracias —dijo, esbozando una sonrisa.

—Y no pienso desvelarme por tu irresponsabilidad —mintió.

—Vaya. 'diós —se despidió, bajando las escaleras para irse.

Al estar frente a la pared de la casa de Victoria, con una bolsa plástica coló naranja de la Torre colgada sobre la muñeca, esperó que su amiga le pasara la soga para subir.

—¿Cómo seguís? —preguntó Miguel una vez dentro.

—Allí ando.

—Te traje algo —dijo, hurgando dentro de la bolsa.

—No sé por qué presiento que será helado.

Miguel rio y le tendió el bote.

—Creo que ya no es un misterio, espero que no te aburra.

—Para nada —aseguró, tomándolo con su mano sana—. Gracias.

Victoria se sentó sobre una manta calientita que había puesto sobre el piso.

—Vení —pidió, indicándole con dos palmadas que tomara asiento junto a ella.

Miguel obedeció y colocó la bolsa con la cerveza junto a él. La chica estaba intentando abrir, con una mano, la tapadera que la separaba del frío y delicioso postre.

—A ver. Yo te lo abro —ofreció el chico, extendiendo su mano para ofrecerle ayuda.

—Gracias —dijo, entregándole el helado.

—No te preocupés.

Una vez abierto, se lo pasó a su amiga y esta comenzó a disfrutarlo mientras escuchaban como empezaba a llover.

—¿Qué dijo tu papá al final? —preguntó Miguel.

—Me creyó cuando le dije que compré el inmovilizador con el dinero que había estado escondiendo.

—Menos mal.

—Sí. ¿Qué dijeron tus papás?

—Me dieron permiso. Les mostré tus dibujos y...

—¡¿Qué?! —vociferó, abriendo los ojos al máximo.

—Shhh...

Victoria se cubrió la boca de golpe y nadie dijo nada durante unos segundos para cerciorarse de que Mauricio siguiera durmiendo.

—No te preocupés por el dibujo de Dani, no se los mostré —la tranquilizó Miguel.

Victoria soltó aire de una sola vez.

—Ya me habías asustado, gracias —dijo, volviendo al helado—. Allí lo guardás bien, no quiero que lo encuentre.

—Va.

—¿Tus papás no te regañan por salir tarde de tu casa?

—No, Dani me cubre siempre.

—Qué buena onda.

—Sí...

Victoria observó de reojo la bolsa. Conocía bien su contenido.

—Podés tomarte la cerveza si querés, no me molesta —aseguró, sin quitarle la mirada al bote.

—¿Ah?

—Sé que compraste una cerveza. Tomátela sin pena.

—Gracias, pero así está bien.

—Dale. Así pasa tiempo antes de que te pongás a manejar.

—¿Segura?

—Mhm —insitió, asintiendo—. No estoy en contra de que alguien tome cerveza.

—Está bueno.

Miguel la sacó de la bolsa, abrió la lata y comenzó a tomar. Se sintió extraño, inclusive un poco culpable, al hacerlo frente su amiga. Pero sintió algo que nunca había sentido con nadie: que fuera aceptado tal y como era. Aparte del apoyo de su madre, le agradaba tener a alguien que no lo juzgara y lo quisiera con todo y defectos.

—¿Puedo hacerte una pregunta? Si querés la podés responder o no —dijo el chico.

—Dale.

—¿Cómo soportaste el haber perdido todo poco a poco?

—Pues... Siempre me digo que podría ser peor. Aunque lo que tenga no sea lo mejor del mundo, tengo un techo, agua, luz, comida, una cama, trabajo... Hay gente que no tiene nada.

—Hablando de trabajo... ¿Sabés en dónde puedo encontrar uno?

—¿Por? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Es que... mi papá quiere que trabaje.

—¿Y la universidad?

—Salí súper mal del semestre y no me gustó la carrera. Así que ahora me van a poner a trabajar.

—¿Y tú querés trabajar?

—La verdad, no mucho, pero no tengo de otra. Además, puede que encuentre un buen trabajo y no necesite estudiar.  

—¿De veras nada te llama la atención?

—La verdad, no. No me gusta tener horarios, tener que sentarme durante horas y ponerle atención a un profesor...

—¿No te gusta estudiar?

—Eh...—titubeó avergonzado—. No.

Victoria rio levemente.

—Bueno, entiendo. Aunque lamentablemente si no tenés un título o un diploma, es difícil encontrar un buen trabajo. O sea, me refiero a un trabajo que te dé una buena cantidad de dinero para tener una vida cómoda y decente —recordó la chica.

—Yo sé... ¿Cuesta mucho conseguir trabajo?

—Depende. Lo que todos buscan es que tengás experiencia laboral. Si tenés, qué bueno, pero si no, se te complica la cosa. Es feo, pero así es. Si querés te ayudo, creo que Camilo sabe si hay vacantes por Cayalá.

—¿En serio? —preguntó con una amplia sonrisa.

—Sí. Tú me ayudaste, ahora me toca a mí.

—Gracias, en serio.

—No hay problema.

—Sabés, esto de las carreras es desgastante.

La chica sonrió ampliamente.

—Ya quisiera yo tener esos problemas.

—¿Cómo así?

—Lo tenés todo, Mike. Tenés una hermosa casa, deliciosa comida, salidas con amigos, dos papás, un hermano que te quiere y montones de opciones de carreras por escoger. Sin mencionar que tenés seguro de vida, un carro y un perro.

Miguel rio.

—De veras. Sé que todos tenemos problemas, pero tú solo tenés que preocuparte por escoger una carrera —dijo Victoria.

—Tenés razón, pero... no creás que lo tengo todo —aseguró, dirigiéndole una tierna mirada.

Victoria clavó su mirada sobre el helado para evadir la de su amigo. Sabía muy bien a lo que se refería: a ella. A pesar de ser importantes, a Miguel no le importaban todas esas cosas. Él quería a Victoria mucho más que su casa bonita y su querida Padme. De hecho, a Miguel nunca le importaron tantas formalidades o cosas comunes de la vida, él siempre amaba y deseaba de una manera tan profunda que llegaba a ser incomprendida, aun siendo el rebelde de su clase o de cualquier grupo.

—Siento que a veces hay cosas o personas que no encajan —prosiguió Miguel antes de darle otro sorbo a su cerveza.

—Nta.

—En serio. A veces creemos que hay alguien para nosotros, algo así como nuestra alma gemela o algo parecido, pero no creo que sea cierto.

—Es que no lo es.

—Exacto. Y por eso tal vez nunca existirá una carrera perfecta para mí, tal vez tengo cualidades que aún no encajan y por eso aún no haya algo que sienta que es para mí.

—¿Y tú qué? ¿Buscás encajar?

—Solo en dónde debo hacerlo.

—¿Y cómo sabés en dónde hacerlo?

—De eso se trata la vida: hacer que las cosas encajen.

—¿No te llama la atención la filosofía?

Miguel sonrió ampliamente.

—Ni loco, si no me gusta estudiar menos me va a gustar leer. Aunque soy muy bueno para fumarme cosas como esa.

Victoria rio.

—Creo que eso es lo que al final de cuentas te hace especial. Cuando a alguien le preguntan qué es, varios dicen que son doctores, ingenieros o abogados, pero creo que somos más complicados que una simple profesión. Trabajar hace parte de la vida, pero tú tenés la dicha de decir que sos un poco de todo y otro poco de nada.

—Ojalá mi papá pudiera verlo así.

—¿Por qué?

—Cree que nunca seré bueno para algo. Nunca me lo ha dicho, pero es más que obvio que lo ha pensado más de alguna vez.

—Estoy segura de que te quiere, aunque no lo parezca. Algún día va a ver lo mucho que hacés por los demás y lo valiosísimo que sos.

—Gracias —dijo, esbozando una sonrisa.

Victoria lo observó por unos segundos, sin que este despegara la mirada de su bebida. Ella sabía muy bien el dolor y la frustración que su amigo estaba sintiendo; después de todo, ella también quería encajar en una vida normal. Por su lado, Miguel nunca se esforzaba por agradarle a nadie, pero eso no significaba que nunca hubiera deseado que su padre le dijera o demostrara, aunque fuera solo por un segundo, que estaba orgulloso de él.

—¿Ya escuchaste alguna canción? —preguntó la chica, buscando subirle el ánimo—. Te puse algunas que no son tan "fresas" —dijo, enfatizando en la última palabra.

—Sí. ¿Y tú?

—Sí, y sigue sin gustarme ni un poquito el reggaetón. Creo que me vas a tener que llevar al hospital por un posible cáncer de oído.

El chico rio

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro