A veces la amistad dura más
—No creí que el uniforme me quedara tan bien —aseguró Miguel.
—Yo tampoco —concordó Victoria, esbozando una sonrisa maliciosa mientras continuaba pintando.
El chico la miró con los ojos entrecerrados y esta rio.
—Es broma —aseguró, dejando su material de lado para despedirse—. Protate bien para que no te despidan, porfa. Recordate que mi trabajo está en juego.
—Ni que fuera a quemar el restaurante.
Victoria se encogió de hombros.
—Cómo no... —se quejó Miguel.
La chica rio.
—Bueno, pero en serio. Que te vaya bien.
—Gracias —dijo, despidiéndose de beso de su amiga.
Victoria agarró la mochila de su amigo para ponérsela sobre el hombro y este se dirigió hacia la entrada.
—¡Ah! —dijo, girándose en dirección a Victoria—. Y cuidadito con Dani. Recordate que seguís siendo mi novia.
La chica negó con la cabeza, sonriente. Tras unas cuantas horas de haberse puesto a trabajar, recibió un mensaje por medio de WhatsApp. Le extrañó bastante, ya que nadie que no fuera Miguel o Daniel le escribía. Dejó el pincel de lado, tomó el aparato y vio que el número era desconocido, pero de todos modos abrió el mensaje.
"Hola Vicky!"
"Te escribe Naty, la amiga de Dani y Mike"
"Te quería invitar a mi cumple este sábado por la tarde"
"Espero que podás ir así nos conocemos más😊"
"(invitación adjuntada)"
Victoria no se lo esperaba; de hecho, nunca esperaba una invitación a nada. A ella nunca la invitaban a ningún evento porque siempre se había visto obligada a rechazarlas, todos se aburrían de esperarla. No sabía qué responderle porque no quería ir, pero tampoco quería parecer asocial, grosera y malagradecida. Además del hecho de que muy probablemente vería personas borrachas o haciendo locuras, asistir a ese evento representaba tener que conocer gente nueva y que gente nueva la conociera. Tal vez estaba armando un horrible prejuicio; después de todo, Natalia no se veía el tipo de chica que organizaría ese tipo de fiestas. Sin embargo, estaba segura de no soportar el tener que socializar. Si de por sí era complicado hacerlo con los Köhler y sus otros dos amigos sin que su verdadera vida fuera descubierta, el conocer a más chicos o chicas de su edad no sería más simple.
"Muchas gracias por tomarme en cuenta Naty!"
"Espero poder ir 😊"
***
—¡¿Cómo que no vas a ir?! —exclamó Miguel mientras manejaba en dirección a la casa de Victoria.
—No quiero ir y ya.
—¡¿Pero por qué?!
—Ya sabés que no me gustan tanto las fiestas.
—Hombre, las de Naty son súper tranquilas. Son como las fiestas de boda.
—Bueno, pero no tengo ganas de socializar.
—¿Por?
—Porque... —dijo, insegura—, no. Porque no quiero.
—Vicky...
—No quiero conocer gente nueva. No quiero que me conozcan.
—¿Por qué? ¿Tenés miedo de que rechacen?
—No hay nada bueno que conocer en mí, no hay nada interesante.
—Eso no es cierto.
—Tú lo decís porque sos mi amigo.
—¡Por eso! ¡Porque te conozco bien!
—¡Es que... ¿qué les voy a decir, Mike?! Hola, me llamo Victoria y no estudio, trabajo porque mi papá es un alcohólico que me pega cuando se la da la gana.
La chica suspiró pesadamente y un tenso silencio se hizo presente.
—Perdón, es... —titubeó Victoria.
—No, no, no. No te disculpés, entiendo. Si no querés ir, está bien.
—¿No te enojás?
—Nta. Por qué me voy a estar enojando por eso.
—¿De veras?
—Sí —afirmó, asintiendo.
Victoria le dedicó una amplia sonrisa a través del retrovisor. Tras otro breve y lluvioso trayecto, Miguel detuvo el carro frente al portón como siempre.
—Servida —pronunció, poniendo el freno de mano.
—Gracias —dijo, tomando la manija de la puerta.
—Esperate —la detuvo, tomándola del brazo—. Tu vida no debería ser algo por lo que tengás que sentirte mal. No debería darte vergüenza decir que luchás por salir adelante. Sé que te da miedo el qué dirán o lo que puedan pensar, pero no dejés que eso te detenga. Tenés muchísimas cualidades, y si nadie puede verlas, que se jodan.
Victoria rio levemente.
—No te riás, hablo en serio —añadió.
—Lo sé —aseguró sonriente.
—No solo te lo digo para convencerte, sino porque es importante que lo sepás.
—Lo tendré muy presente, gracias, Mike.
Se despidieron de beso, y la chica se puso la capucha de su sudadera antes de trotar hasta su casa para evitar mojarse.
Miguel no se daría por vencido tan fácilmente, así que elaboró un plan para convencer a su "novia" de asistir. Llamó a Natalia y, luego de uno de sus turnos laborales, se dedicaron a buscarle un vestido a Victoria.
—Yo creo que ella es talla small —aseguró Natalia mientras buscaba vestidos de dicha talla en Banana Republic.
—Pero tiene que ser rojo. A ella le encanta —dijo Miguel, buscando en otro colgador.
—Está bien que le querrás comprar un vestido, pero no creo que eso la vaya a hacer ir.
—¿Por qué no? A las chavas les ilusiona ponerse vestidos bonitos.
Natalia rio levemente.
—No, Mike, no a todas. Pero bueno, ¿y los zapatos? —preguntó, moviéndose a otro colgador.
—Podemos ir a Bass después.
—¿Le gustan los tacones?
—No sé... ¿No les gusta a todas?
Natalia rio nuevamente.
—Parece que ni novia tenés.
—¡Nta!
—A mí se me hace que no, por su estilo de vestir. Le podés comprar unos bajitos, y creo que unos negros le vendrían bien por el color del vestido.
—Creo que aquí no hay rojos.
—Vení, vamos a Mango —pidió la chica, dirigiéndose hacia la salida—. De seguro allí hay.
—Va.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó mientras caminaban.
—Pues... Nada mal, la verdad.
—Qué bueno. ¿Y qué tal con Vicky? —se interesó con una sonrisa maliciosa y empujándole levemente el hombro.
—Todo bien. ¿Por?
—Estás bien loquito por ella. A ninguna de tus ex le habías comprado un vestido, ni mucho menos te tomaste la molestia de memorizar su color favorito.
—Hombre, es que a Vicky la conozco de años.
—Cómo no... Se te cae la baba cuando la mirás.
—Para qué te digo que no si sí —admitió con una sonrisa.
—Me alegro por ti, se nota que es súper tímida, pero se me hace buena onda. Y también es linda.
***
Fingiendo que no estuvo planeando nada durante toda la semana, Miguel llevó a Victoria a su casa como de costumbre.
—Entonces nos vemos mañana —se despidió Miguel de su amiga tras parquearse frente al portón.
—Ya te dije que no voy a ir, Mike.
—Vas a ver que te vas a arrepentir a última hora y vas a parar llamándome unos minutos antes de la fiesta.
—Cómo no.
—Vas a ver que sí.
Victoria rodó los ojos.
—Buenas noches, Mike.
—Buenas noches.
La chica bajó del carro y corrió hacia su casa ya que estaba lloviendo a cántaros. Tras su tediosa rutina y la revisión diaria de su padre, tomó su mochila para sacar el teléfono. Sin embargo, le extrañó sentirla un poco más abultada de lo normal. Así que la abrió y se encontró con una sorpresa: una bolsa plástica transparente con un vestido. Boquiabierta, la colocó sobre su cama y sacó otra bolsa con unos zapatos negros con un poco de tacón.
—Miguel... —susurró, negando con la cabeza.
Agarró su teléfono y sus audífonos, y lo llamó.
—¿Qué pasó? —preguntó el chico.
—¿Por qué me compraste un vestido y zapatos?
—Para cuando vayás a la fiesta.
—Ya te dije que no voy a ir.
—Mirá, todavía falta. Probátelo y mañana hablamos.
—No, te lo voy a devolver.
—Vicky, ya está pagado. Además, ¿qué voy a hacer yo con un vestido rojo y unos tacones?
—Devolverlos.
—Quedátelos, aunque no vayás a la fiesta.
—Mike...
—En serio. Consideralo un regalo de cumpleaños adelantado.
—Bueno, pero no me volvás a hacer esto.
—¿Por qué no? Si sos mi novia.
—Ash...
Miguel rio levemente.
—Está bueno. Espero que te guste.
—Gracias, Mike.
—N'hombre, ya sabés. Cuidate. Allí me llamás por cualquier cosa.
—Okey.
Luego de colgar, Victoria suspiró pesadamente y tomó el vestido entre sus manos. Su textura liviana y aperlada se le hacía de ensueño. Recordaba muy bien la última vez que había usado un vestido de ese tipo: la última Navidad que había pasado con su madre. Impulsada por los buenos recuerdos que guardaba al usar ese tipo de prenda, se animó y lo sacó de la bolsa para probárselo. Aunque los tacones no la convencieron mucho porque ella nunca había utilizado unos, se los puso. Se dirigió al baño para verse. Su espejo no era lo suficientemente grande como para verse de cuerpo completo; sin embargo, el vestido y los zapatos le habían quedado como anillo al dedo. Tras ver su reflejo, salió del baño y se tomó unas cuantas fotografías con el teléfono. Mientras las veía sin creer que era ella, comenzó a pasearse por su habitación sintiéndose como una princesa. Hace largo tiempo que ella misma no se había considerado bonita, ni siquiera había tenido tiempo de pensar un poco en ello o en su cuidado personal. Rápidamente se visualizó conversando con chicas o chicos de su edad bajo el sonar de la música, bailando como una más entre todos aquellos jóvenes. Entonces Victoria se dio cuenta de que el pillo de Miguel había logrado convencerla sin tanto esfuerzo. Aunque no quisiera reconocerlo, muy en el fondo siempre había querido ir a la fiesta.
Al día siguiente, tal y como lo había predicho Miguel, Victoria bajó de la ventana para ir a la fiesta.
—Qué linda te mirás —comentó el chico, completamente embobado.
—Gracias —dijo la chica, avergonzada—. Pero la próxima ni se te ocurra hacerme lo mismo.
Miguel rio antes de que ambos entraran al carro. La emoción que Victoria había experimentado la noche anterior fue reemplazada por una profunda inseguridad. Le fue fácil imaginar ese bello escenario en su habitación, en donde nadie la veía y ella misma podía inventar las conversaciones. Sin embargo, ahora iba a enfrentarse a la vida real y esta vez no podría actuar. Si bien su plan era fingir que era una más del montón, dudaba poder lograrlo sin generar incomodidad. Ella no era tan buena socializando y mucho menos hablando de su vida, lo cual se vería obligada a hacer. A pesar de parecer una princesa salida de cuento y haber utilizado muchísimo maquillaje para cubrir los golpes que por el vestido conseguían hacerse visibles, ningún labial o sombra de ojos sería capaz de disimular su pasado. Ella podía mentir y afirmar que su vida era de lo más normal, pero no quería jugar un doble papel. Ser dos personas en una no le agradaba, aunque se hubiera involucrado en un trato de mal gusto con Miguel.
Antes de parquearse frente a la casa de Naty, Victoria vio al séquito de chicos que entraban. Se preguntó si la decisión correcta habría sido la de ir y temía hacer el ridículo o llamar demasiado la atención. Probablemente procuraría quedarse en las mesas del fondo para que nadie la molestara o para no molestar a nadie.
—Si querés, podemos regresar —aseguró Miguel al ver su rostro apavorado.
—Em... No. Ya estamos aquí.
—¿Segura?
La chica no estaba para nada segura, pero asintió de todos modos. Tenía la pequeña esperanza de que esta vez todo sería distinto y que sus miedos pronto serían absurdos. Se bajaron del carro, Miguel con el regalo en mano, y se adentraron en la casa. Victoria sentía que estaba entrando a un castillo bellamente adornado. La recibieron unas bellas escaleras de madera, un despampanante candelabro que reflejaba la luz de una manera brillante y una mesita redonda adornada por un delicado jarrón lleno de flores naturales. Las paredes parecían recién pintadas por la falta de manchas o rayones y había un deleitoso aroma a manzana en el aire. Pero, a diferencia de la casa de los Köhler, la magnificencia del entorno le hacía sentir cierta presión a comportarse tan adecuadamente como todos los demás invitados.
—¡Hola! —saludó la cumpleañera, acercándose a sus amigos.
—Feliz cumple —le deseó Miguel, dándole un abrazo.
—Gracias.
—Feliz cumpleaños —dijo Victoria.
—¡Gracias! ¡Qué bueno que viniste! ¡Qué chula te mirás! —aseguró Naty, regresándole el abrazo.
—Gracias...
—Aquí está tu regalo —informó Miguel, entregándoselo.
—Tan lindos, gracias. Si querés ve pasando Mike, solo le quiero mostrar algo a Vicky.
—Va, allí me alcanzás —le dijo a su "novia" antes de darle un beso sobre la frente y adentrarse en la casa.
—Vení —pidió Natalia, indicándole que subiera con ella.
Victoria la siguió y, tras pasar por un largo pasillo, llegaron a su cuarto. Era de color beige, con un escritorio perfectamente ordenado y una cama que parecía de hotel, excepto por unos cuantos peluches. Tenía un balcón que daba al patio, su propio baño y un cubículo adyacente que daba a una especie de cuarto que en realidad era el armario.
—Sentate donde querás—indicó Naty luego de colocar el regalo sobre su cama y entrar a su armario.
Victoria hizo caso y tomó asiento sobre la silla del escritorio. La cumpleañera reapareció con un conjunto de collar y aretes de plata y rubíes.
—Te mirás superbién, pero creo que te falta esto.
—¡¿Qué?! —exclamó Victoria, poniéndose de pie—. ¡Pero es tuyo!
Naty rio.
—Sí, pero no lo uso. No me gusta cómo me queda el rojo.
—Pero si a ti te queda bien cualquier color.
La chica rio nuevamente.
—Tan linda, gracias.
—Encima, se nota que son finísimos, y no los quiero romper.
—Cómo creés. No son prestados, te los regalo.
—Ay, Naty, si es tu cumpleaños.
—Sí, pero es mejor que alguien los use en vez de que se queden refundidos al fondo del closet.
—Gracias.
Natalia le dedicó una tierna sonrisa.
—A ver, date la vuelta —le pidió.
Victoria obedeció para que Natalia le pusiera el collar.
—¿Por qué son todos tan buenos conmigo? —preguntó.
—¿Por qué no? Nos caés bien a todos.
—Sí, pero no creo que caerles bien sea suficiente para que me regalen cosas —dijo, dándose media vuelta para quedar frente a la cumpleañera.
—La novia de mi amigo es mi amiga, y créeme que me gusta la idea de no ser la única chica del grupo —comentó Natalia, poniéndole los aretes—. Mi mamá te diría: aprovéchate Matías que no es de todos los días.
Victoria rio levemente. Al contrario de lo que ella pensaba, Natalia no tenía muchos amigos. El ser dedicada, atractiva, sociable y agraciada no era una garantía de estar rodeada de personas que considerara confiables y honestas; Natalia estaba más que consciente de eso. La chica era muy exigente consigo misma, y eso se reflejaba en sus propias amistades e inclusive la elección de sus pretendientes. Siempre se había llevado mejor con los varones, y se lo atribuía al hecho de tener un hermano gemelo, pero también a los problemas de envidia y dramas que le había tocado vivir con las de su mismo sexo. Aparte de desalentarla lo suficiente como para no volver a intentar hacer amigas y desconfiar de cada chica que se le acercaba, esa misma rigurosidad la había llevado a uno de los dolores emocionales más significativos de su vida: su ruptura con Daniel. Natalia lo consideró el chico perfecto para ella desde que lo conoció y, por un lapso de tiempo, había disfrutado de su sueño hecho realidad al volverse su novia. Pero Daniel nunca logró sentirse cómodo ni satisfecho, por lo cual ambos decidieron regresar al relacionamiento amistoso del pasado. Así, tras haber superado con dificultad la ruptura, Natalia seguía ansiando hallar a un chico que fuera ideal para ella. En breve y a pesar de los pesares, veía en Victoria una buena candidata para ser su amiga sin importar lo que llegara a pasar con Miguel.
—Listo, ya estás —aseguró la cumpleañera.
—Gracias.
—De nada. Por cierto, Mike me mostró algunas de tus pinturas.
—Nunca creí que Mike hubiera resultado tan chismoso.
Natalia rio.
—¿Creés que podrías hacer una para esta pared? —preguntó, señalándole la que quedaba junto a la entrada de su cuarto.
—¿Tenés algo pensado? —indagó, observándola.
—No... —admitió, cruzándose de brazos—. Tal vez un paisaje o unas flores estarían bien. Aunque si se te ocurre algo mejor, solo hacélo. ¿Va?
—Okey.
—Regresemos a la fiesta si querés.
Ambas salieron del cuarto y se dirigieron hacia el patio.
—Conocés a Dani y a Mike hace mucho, ¿no? —cuestionó Natalia.
—Sí, prácticamente desde que éramos niños.
—Qué lindo, se nota que Mike y tú se quieren mucho. Tenés suerte.
—¿Por qué lo decís?
—Los Köhler son los chicos más leales con los que te podás encontrar, cada uno a su manera. Uno cree que encontrar el amor es fácil, que solo se necesita descargar Tinder o una aplicación de citas para encontrar a alguien. Pero la verdad es que no existe alguna fórmula o receta, a veces siento que es suerte y nada más. Y tú lo encontraste.
Victoria no sabía si alegrarse por tener a los hermanos Köhler tan cerca o sentirse culpable por estar engañando a Daniel y resquebrajando el corazón a Miguel poco a poco. Antes de salir al patio, la chica pudo ver lo hermoso que estaba desde la sala. Había toldos blancos iluminados por luces amarillas, mesas decoradas con flores azules, sillas adornadas con listones celestes, una pista de baile en medio del área, una barra de bebidas y la comida estaba servida tipo buffet. Efectivamente, las fiestas de Natalia parecían de boda. Logró divisar a Daniel, conversando con unas chicas que coqueteaban con él, y su corazón comenzó a bombear más de lo normal.
—Aunque no me quejo, sabés. A veces la amistad dura más y siempre es bueno tener alguien en quien contar. Vente —dijo, tomando a Victoria de la mano para llevarla a la fiesta.
Tras sentarla en una de las mesas con Pablo, la cumpleañera regresó a la entrada para recibir a los últimos invitados. De lejos y mientras conversaba amistosamente con el hermano de Natalia, Victoria saludó a Daniel con la mano. Estar rodeado de chicas no le era algo fuera de lo común, ya que el chico era muy atractivo e interesante para cualquiera. Victoria lo observaba de reojo cada vez que podía, pero lo suficientemente disimulado como para que su mirada no se cruzara con la de su amor platónico. Sin embargo, estas se encontraron un par de veces, sobresaltándola lo suficiente para removerse sobre su asiento. Más que ponerse celosa, se desanimó. Si exceptuaba el hecho de que las demás jóvenes de la fiesta usaban maquillaje de mejor calidad que ella, su vida era mucho más desastrosa que la de cualquiera de las presentes. No tenía ni el encanto ni nada interesante por compartir, o que por lo menos atrajera a alguno de los demás chicos. Bueno, creía no tener lo suficiente para atraer la atención del único chico que le interesaba.
—¿Estás bien? —preguntó Pablo al constatar que su acompañante estaba distraída.
—¿Ah? Sí, perdón. Es que... me distraje un poco. Disculpá —se excusó, redirigiendo la atención hacia su amigo.
Por su lado, Daniel intentaba deshacerse de aquel grupo de chicas desesperadas por cariño y atención para acercarse a Victoria. Estando tan pendiente de ella, el chico se limitaba a asentir y responder afirmativamente con tal de zafarse de las conversaciones. Tras haber perdido la paciencia, se excusó educadamente y fue al encuentro de la única chica con la que estaba ansiando charlar. Mientras tanto, Miguel saludaba a sus amigos y amigas, ignorante ante todo lo que estaba ocurriendo con Victoria. Un rato más tarde, el DJ comenzó a poner un poco de música movida, invitando a los chicos a bailar.
—¿Venís? —le preguntó Pablo, poniéndose de pie y ofreciéndole su mano.
—Em... En un rato.
—¿Segura?
—Sí, andá tú. No te preocupés.
—Me quedo contigo —dijo, retomando su asiento.
—Andá vos—le indicó Daniel, colocando su mano sobre el hombro de su amigo tras aparecer sorpresivamente por detrás—. Yo me quedo.
—Va —accedió, dirigiéndose a la pista de baile.
—Hola, Vicky —saludó a su amiga de beso para luego ocupar el lugar de Pablo.
—H-Hola —titubeó la chica por lo repentino de la situación y al oler su característico aroma masculino.
—¿Cómo estás?
—Bien, gracias. ¿Y tú?
—¿Qué tal la mano?
—Allí va. Por lo menos ya se me curó lo de la cara —dijo, señalándosela—. ¿No vas a ir a bailar?
—Si te soy honesto, no me gusta mucho bailar y tampoco es que se me dé mucho.
—Ya te voy a creer —contradijo, entrecerrando los ojos.
—Te lo prometo. No te muestro porque si no te voy a asustar.
Victoria rio.
—¿Y tú no pensás ir? —preguntó Daniel—. No creo que le pase nada malo a tu mano si vas.
—No es por eso, es que no me gusta bailar reggaetón.
—Entiendo.
Ambos dirigieron la vista hacia la pista. Observaron cómo Miguel derramaba sudor y sangre mientras sostenía su bebida y todos le aplaudían.
—Parece que alguien se está divirtiendo mucho —comentó Victoria.
—Sí. Es el alma de las fiestas, hasta que...
—¿Hasta que qué? —preguntó la chica, frunciendo el ceño.
—Olvidalo. ¿No vas a comer algo?
—Em... No tengo mucha hambre.
—Por lo menos un poco de agua. Si querés te la traigo —ofreció, levantándose.
—Te acompaño.
Ambos se dirigieron hacia la mesa de buffet. En el trayecto, Victoria pudo observar que había una mesa repleta de adultos a distancia. Seguramente eran los padres de Natalia y Pablo, acompañados por otros; eso le hizo sentirse más segura. Mientras Daniel le servía un vaso con agua, la chica no aguantó las ganas de probar unos Crujitos de la mesa. Así que tomó un plato, pero pronto se dio cuenta de que únicamente contaba con una mano.
—Yo te sirvo —ofreció su acompañante, agarrando el cucharón y depositando las chucherías sobre su plato.
—Gracias. Por lo menos hoy no tendré que matarme con mi propia mano.
Daniel rio y a la chica se le aceleró aún más el corazón de ternura. Luego regresaron a la mesa y, mientras más hablaban, más se calmaba Victoria y más se encantaba el chico. Los dos se sintieron tan en confianza y en calma que se olvidaron completamente de su entorno, se observaban como si fueran la quinta maravilla del mundo y se escuchaban como si revelaran un secreto de Estado. Entre conversación y conversación, A sky full of stars de Coldplay comenzó a sonar. Como si ambos hubieran leído la mente de otro al escuchar una canción decente para bailar, Daniel se puso de pie y le tendió la mano.
—No tú ni yo —dijo.
Victoria sonrió y tomó su mano. El tacto la hizo estremecerse y, sin poder creer que sostenía la mano de Daniel, no pudo evitar pensar en lo que se hubiera perdido si se hubiera regresado a casa.
—Solo prométeme que no te vas a burlar o asustar —pidió el chico.
Victoria rio.
—Lo prometo.
Una vez en medio de la pista y al ritmo de la música, Daniel comenzó a mostrar sus pasos más nefastos que secretos. Aunque al inicio se le caía la cara de vergüenza, pensar que solo bailaba frente a su amiga logró disminuir el color carmesí que se asomaba sobre sus mejillas. Sus pies no eran los mejores para el baile, y sus brazos ni se diga, pero a Victoria era lo que menos le importaba. Estaba bailando con Daniel Köhler frente a todos, sobre todo, frente a todas aquellas chicas que consideraba perfectas y una mejor compañía en la pista. De todas las que estaban allí, ella era la que bailaba con él. Victoria se sintió especial y recordó las palabras de Natalia; tal vez ella tenía razón, tal vez era mejor tener a Daniel como amigo. Si sus sentimientos románticos hacia él representaban un riesgo de perderlo, tal vez era mejor reprimirlos con tal de tener momentos así para siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro