Capítulo 64: Importante
Entrar a aquel restaurante estaba suponiendo un trago difícil para Lena. Se quedó plantada en la puerta mirando el letrero un rato mientras sentía unos nervios que jamás había experimentado antes. Axel la miró y suspiró, él también estaba nervioso, pero sabía que debía calmarse para poder ayudarla a dar ese paso que tanto le estaba costando. Sujetó su mano con delicadeza y eso hizo que ella lo mirase.
–Venga, entremos... –le apremió comenzando a empujar la puerta, pero ella lo detuvo con rapidez.
–¿No pretenderás que entremos ahí así...? –Le preguntó alzando una ceja mientras señalaba sus manos unidas.
–Creo que eso ya da igual, Lena... –murmuró sonriente. –Todos estaban presentes cuando te has confesado.
Ella arrugó la frente angustiada y soltó su mano.
–No puedo, no puedo entrar... –dijo dándose la vuelta mientras sus mejillas se enrojecían. Comenzó a abanicarse la cara con las manos y eso hizo que Axel se riese, pues le parecía demasiado tierna. –Oye, no te rías, lo estoy pasando fatal, ¿sabes?
Él dejó de reírse, pero no de mirarla con una sonrisa de satisfacción. Fue entonces cuando se fijó en que ella llevaba la pulsera en su muñeca. Sujetó nuevamente su mano y la observó.
–Me alegro de que aún la lleves puesta... –le dijo en voz baja, en un intento de hacerla pensar en otra cosa para y así olvidase su pudor. Luego tocó el chapita que colgaba de la cadena y le dio la vuelta para ver la inicial, tras lo que sonrió con nostalgia. –No te expliqué nada sobre esto...
Lena lo miró olvidando por un momento sus preocupaciones y esperando que le dijese el motivo por el cual le había dado aquella joya.
–¿Qué significa esa "i"?
–Es de Ingrid –dijo con tranquilidad y la miró a los ojos. –Así se llamaba mi madre.
La muchacha sintió en ese momento que algo le pellizcaba el estómago, un sentimiento que nunca había experimentado antes.
–¿E-era de tu madre? –tartamudeó con un hilo de voz y el asintió. –¿Por qué me diste algo tan importante para ti? Y si... ¿y si la hubiera perdido? ¿O tirado?¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?! –preguntó agobiada mientras recordaba que realmente estuvo a punto de perderla una vez.
–Lena, escucharme, no hay nada que sea más importante para mí que tú... Quería darte algo significativo en ese momento ya que no podía expresarte mis sentimientos. Además, ya tenía pensado volver a recuperarla –añadió con una sonrisa despampanante mientras le pasaba una mano por la cintura para acércala más a él.
–¿Quieres recuperarla?
–No hablaba de la pulsera, si no a ti –aclaró, acercando su mano para besársela.
A ella le volvieron los calores en ese momento, pero ahora no se debían a la vergüenza. Se miraron entre ellos absortos, hasta que la puerta se abrió y el padre de Lena se asomó mirándolos con una ceja levantada.
–Em... deberíais pasar de una vez, podemos veros desde dentro y la gente ya se está impacientando... –tras decir esto, sonrió y volvió a entrar.
Lena se había quedado paralizada, visualizando como la poca dignidad que le podía quedar se iba deslizando por su cuerpo hasta colarse por una de las alcantarillas junto a la acera.
–Venga, lo hecho, hecho está –le dijo Axel carraspeando y después se recompuso como pudo, sujetó la mano de la muchacha, que parecía haberse convertido en una estatua de hielo, y entraron.
...
–¿Has comprobado todo el equipo?
–Sí –respondió resuelta mientras se subía la cremallera de su neopreno, pero a medio camino se quedó atascada y Lena se retorció luchando con ella.
–Espera, te ayudo... –suspiró él dándole la vuelta para terminar de cerrarle el traje. Sin embargo, al tenerla tan cerca, cambió de idea y comenzó de nuevo a bajarla mientras se aceraba a besar su cuello con dulzura.
–Axel... para... ¿no me estabas ayudando? –le regañó, fingiendo estar molesta.
–No puedo, es imposible para mí vestirte... –susurró en su oreja mientras le pasaba las manos por su estrecha cintura. –Es culpa tuya por estar tan guapa.
Lena soltó una suave risa y se dio la vuelta para mirarlo. El sol comenzaba a brillar con fuerza y podía notar el calor por todo su cuerpo. Comenzó a pensar que quitarse el neopreno no era tan mala idea y menos aún, que Axel se deshiciese también de suyo.
Pasó su mano por el perfecto pectoral de él que, cubierto de plástico negro se veía irresistible, pero se detuvo mientras se mordía el labio y lo miró preocupada.
–Hemos tenido que esperar muchos meses para poder venir a hacer esto... –le explicó con una sonrisa, tratando de convencerlo.
–Por eso mismo, puede esperar un poco más... pero yo no –le dijo con picardía bajando sus manos por su espalda hasta sus caderas que apretó suavemente.
–Luego va a hacer demasiado calor... –trató de argumentar ella haciendo un puchero.
–Eso seguro... mucho más... –añadió divertido.
Alguien debía poner sensatez en ese momento y muy a su pesar lo hizo él, que le dio un beso en la frente, volvió a subirle la cremallera y se alejó de ella gruñendo.
–Venga, Lena, no me entretengas que tenemos mucha prisa y siempre estás igual –le dijo con sorna, viendo el gesto de desilusión que se la había quedado a ella. Luego se acercó a Viejo y le acarició la cabeza. –Volvemos enseguida, te dejo a cargo del barco. –El perro movió la cola felizmente, para acto seguido volver a quedarse dormido. –Menudo guardián me he buscado... –suspiró Axel sonriente.
Se zambulleron en las turquesas aguas que centelleaban acompasadamente con el brillante sol y se miraron unos segundos antes de ponerse las gafas.
–¿Preparada? –le preguntó él.
–Para esto, siempre –respondió Lena, ilusionada.
Se ajustaron las mascarillas y, acto seguido, comenzaron a descender. Una vez abajo, emprendieron su búsqueda. No sabían darían con ella, ni si los querría volver a ver después de todo lo que había pasado. Pero no se sentirían en paz si no trataban de encontrarla una última vez.
Lena observaba el fondo marino con inquietud, sintiendo que sus latidos iban demasiado deprisa. Tenía que buscar la manera de relajarse y respirar con normalidad para no poner en peligro aquella misión; pensamiento que solo logró angustiarla más.
Mientras se le formaba un nudo en la garganta, notó la mano de Axel sobre la suya y lo miró, evaporándose en ese momento sus preocupaciones, si él estaba cerca no tenía por qué sentir miedo.
Llevaban meses juntos, desde aquel vergonzoso día en que presentó su tesis y dejó a todos boquiabiertos por su inesperado arrebato. Le había costado mucho recomponerse de ese bochornoso momento y, aunque sus padres parecían aliviados de que su hija hubiera al fin salido de la burbuja en la que estaba, seguía sintiéndose rara cuando se juntaban los cuatro.
Todo era demasiado natural para todos, excepto para Lena; que parecía la única que aún estaba adaptándose a esa nueva situación. Axel apretó su mano ligeramente y ella espantó esos pensamientos, centrándose únicamente en el hombre que tenía en frente. Le había demostrado muchas veces lo mucho que la quería y eso la sobrecogía. Era mucho más atento y cariñoso lo que había imaginado. Cada fin de semana, conducía durante horas para ir a estar con ella y cubrirla de atenciones, sin quejarse nunca por ello.
En ocasiones, sentía que ella no era lo suficientemente expresiva, que le faltaba experiencia, que no sabía demostrarle la magnitud de sus sentimientos por él y eso la preocupaba, tenía miedo de terminar alejándolo.
Axel volvió a apretarle la mano y fue entonces cuando ella se percató de que trataba de decirle algo. Él giró la vista y ella hizo lo mismo, deslumbrándose momentáneamente hasta que logró acostumbrar los ojos al brillo dorado que tenían enfrente.
Se quedó petrificada observando ese espectacular animal y tardó en darse cuenta de que Axel la estaba arrastrando, acercándola a la dickinsonia. Cuando estuvieron frente a ella, Lena extendió su mano y, sin llegar a tocarla, cerró los ojos y le agradeció profundamente todo lo que había hecho por ellos, esperando que sus sentimientos pudieran llegarle. Al volverlos a abrir, observó que las luces ambarinas giraban lentamente a su alrededor y supo que lo había conseguido, sintiendo un agradable calor extenderse por su pecho.
Una vez salieron del agua, Axel se quitó rápidamente la máscara y las gafas, mirando a Lena con entusiasmo.
–¡Ha sido increíble! ¡impresionante! ¿Lo has sentido? –exclamó eufórico. Sin embargo, su entusiasmo se fue apagando al ver que Lena lo observaba con tranquilidad. –¿Qué te pasa? –preguntó preocupado, pues no esperaba esa reacción por parte de ella.
–Axel... –comenzó a decirle mientras sus ojos se enrojecían. –Quiero estar contigo para siempre –le dijo con sinceridad mientras se formaba una sonrisa en su cara.
Él suspiró aliviado y nadó hasta llegar a su lado, la sujetó por la cintura y dejó escapar una suave risa.
–Si eso es lo que quieres, te dejaré hacerlo –le dijo con esa espléndida sonrisa suya y después la besó. –Luego no te vayas a arrepentir, ¿eh? –añadió en un susurro cerca de su oído.
–Estoy segura de que no lo haré.
Aunque le quedaba mucho por aprender sobre el amor, en ese instante supo que no debía preocuparse por ello, pues tenía todo el tiempo del mundo para estudiar e investigar minuciosamente sobre ese tema, acompañada por el mejor espécimen que podría existir.
Lena no volvió a estar sola, hizo amigos que le durarían toda la vida, aprendió que podía ser ella misma y que podía amar cada día un poco más a alguien, sin saber en qué momento sus sentimientos iban a dejar de crecer; concluyendo, con el tiempo, que nunca dejarían de hacerlo.
Cada día queriendo un poco más.
Cada día emprendiendo una nueva aventura.
Cada día teniendo un lugar al que regresar.
Cada día un principio y un final.
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