Capítulo 59: Amigo
Se ajustó el cuello de su abrigo para protegerse del frío helador de aquella mañana. Pronto sería navidad y aunque esa zona era conocida como un destino estival, la playa estaba preciosa en invierno; para él, incluso más que en verano.
Sus paseos matinales eran ya una rutina desde el día que volvió de arrojar las cenizas de su abuelo. Mientras recordaba ese momento, escuchó a su amigo resollar a su lado y se detuvo, dándose cuenta de que estaba caminando demasiado deprisa.
–Perdona, Viejo –le dijo con cariño mientras acariciaba el pelaje negro de su cabeza. El animal movió la cola y ladró, dándole a entender que estaba contento.
Axel sonrió y sacó la pelota que guardaba en su bolsillo, lanzándola acto seguido no muy lejos. El perro corrió torpemente hasta que la atrapó y volvió, dejándola delante de él y mirándolo expectante. El joven volvió a lanzársela algo más lejos y lo vio ir de nuevo a buscarla.
–No deberías jugar así con ese perro...
Escuchó decir tras de él y se giró para comprobar que era Mikel, al que había citado allí esa mañana.
–A él le encanta– le respondió con una sonrisa mientras se sentaba en la arena.
Su amigo se sentó a su lado y ambos observaron como el perro buscaba la pelota.
–Me parece que va a tardar un buen rato en encontrarla... ¿no te dijo el veterinario que estaba prácticamente ciego? Te van a dar las uvas esperando.
–No me importa, tengo todo el tiempo del mundo...
Mikel se rio y recordó el día, hacía ya varios meses, en que fue a casa de Axel y descubrió que había adoptado a aquel enorme perro. Por lo visto se le cruzó en la carretera y a punto estuvo de atropellarlo. Cuando vio los grisáceos ojos del animal, pensó que era el destino o eso le comentó, dejándolo completamente sorprendido.
–Me has dicho que necesitabas mi ayuda, ¿de qué se trata? –le preguntó Mikel intrigado.
–Pues verás, el veterinario viene mañana y solo lo hace una vez a la semana... No me han dado el día en el trabajo y sé que tú libras, así que necesito que lleves al Viejo para que le pongan una vacuna, ¿puedes?
–Claro, sin problema...– le contestó en un suspiro y después se quedaron en silencio unos segundos. –Pensaba que querías hablar de otras cosas, la verdad– le dijo al fin y Axel lo miró de reojo.
–¿Otras cosas?
Mikel se peinó el cabello hacia atrás molesto.
–Axel, tío, no lo entiendo, la verdad– bufó enfadado, notando que no iba a lograr morderse la lengua esta vez. –Me alejé de ella porque pensaba que había algo entre vosotros... algo especial. No comprendo qué cojones estás haciendo...– miró a su amigo y vio que seguía observando a su perro y eso lo terminó de desquiciar. –¡Soy idiota! No debí hacerlo y estoy muy harto de verte así, metido en esa burbuja de melancolía. Ya no quieres hacer nada, ni tan siquiera salir a tomar una puñetera cerveza, nada. Solamente pasear a tu perro y trabajar. ¡Reacciona de una puñetera vez!
Mikel se levantó y lo miró enfadado.
–Ella me sigue preguntando por ti y ya no sé qué decirle... me dan ganas de...
–¿De qué? –le preguntó Axel que finalmente lo miraba. –¿De qué te dan ganas?
–¡Pues de ir a por Helena! A mí me gustaba y, si vas a seguir así... ¡me va a dar igual que seas mi amigo! Si no quieres estar con ella, yo...
Mikel dejó de hablar al ver que Axel se levantaba y se acercaba despacio hasta él.
–¿Quién te ha dicho que no quiero estar con ella? –le preguntó apretando los dientes.
–¡No hace falta que me lo digas!¡Solo hay que verte!
–No te confundas, Mikel, me está costando mucho contenerme... todas las mañanas, cuando me despierto, mi primer impulso es ir a buscarla... ¡Cada día, pienso mil veces en llamarla!¡Claro que quiero estar con ella!¡Es lo que más quiero!... y tener que esperar me está matando, joder...
Mikel lo miró con incomprensión, aunque algo más calmado tras oírle decir aquellas palabras cargadas de sentimiento.
–¿A qué estas esperando? No lo entiendo...– le dijo en voz baja mientras ponía una mano sobre su hombro.
Axel suspiró amargamente y caminó hacia su perro que volvía con la pelota en la boca.
–Lena siempre ha tenido un objetivo y sé lo importante que es para ella... ya queda muy poco para que lo consiga y no quiero ser yo quien se interponga en su camino... ¿era mejor que hubiera ido sin haber superado el luto? ¿Sintiéndome tan triste y miserable? ¿Para que me cuidase y se preocupase por mi? Era demasiado egoísta, no podía hacerle eso – le explicó mientras volvía a lanzar el juguete. –La he esperado durante muchos años, ¿qué son unos meses más?
–¿Estás esperando que presente su tesis?
–Sí.
–Pero... puede hacerlo aunque estéis juntos...
Axel lo miró entonces y esbozó una sonrisa.
–Creo que no eres consciente de lo absorbente que puedo llegar a ser. Si estuviera con ella, no la dejaría ni por un momento...– confesó con una sonrisa de medio lado.
–Joder, Axel, lo que acabas de decir es bonito y, a la vez, me pone los pelos de punta.
–Por eso no te lo quería decir –añadió en un suspiro.
Se quedaron mirando el mar unos instantes hasta que Mikel se percató de algo.
–¿No crees que te la estás jugado demasiado? ¿Quién te dice a ti que no ha conocido a alguien durante este tiempo?
–Sé que no...
–¿Cómo estás tan seguro?
–Tengo una espía que me odia a rabiar... pero que aun así me mantiene informado.
Mikel se quedó pensativo hasta que dio con quien se trataba.
–¿Te fías de esa loca? –le preguntó arrugando el gesto.
–Jajaja, es verdad que está como una regadera... sin embargo, también sé que en el fondo, muy en el fondo, es una romántica.
–Pues sí que debe estar eso profundo...– murmuró contrariado y después hizo unos cálculos mentales. –Helena presenta su tesis en... diez días, ¿no?
–Nueve días, once horas y...– miró su reloj y sonrió– treinta y seis minutos.
–Joder, pobrecilla... tiene un acosador y no es consciente– bufó sonriente.
–¿No te molestaba que no la estuviera atosigando? Soy lo contrario a un acosador.
–Si tú lo dices...
Axel sacó su móvil y le mandó la ubicación del veterinario a Mikel.
–Mañana, lleva a Viejo a las 11 y no lo atiborres a chucherías, la última vez me dijeron que debe bajar de peso...
–Cuando lo encontraste era un saco de huesos y ¿ahora está obeso?
–Eso parece, jajaja.
–De momento te voy a apoyar, tanto con el chucho como con Helena, pero como la vuelvas a cagar...–le advirtió mirándole a los ojos con firmeza.
–Eres un buen amigo.
–¿Solo bueno? –le recriminó con sorna.
–¡El mejor! –exclamó alzando los brazos.
–Creo que se sigue quedando corto... –suspiró recordando la cara sonriente de aquella muchacha a la que no le pudo robar ni un beso. –Me debes mucho, tío... mucho.
Axel sonrió ante el comentario, pues era demasiado cierto, y miró al cielo esperando que el plan que tenía para su amigo funcionase.
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