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Capítulo 55: Informe

–Venga, joder, dilo de una vez– la apremió Clara impaciente. Sin embargo, al ver el gesto de terror en los ojos de la chica, se giró rápidamente para saber qué era lo que tanto la asustaba. –Me cago en la...

Una mano comenzaba a sobresalir del interior de hoyo, clavando sus pálidos dedos en la tierra. Lena comenzó a arrastrarse hacia atrás, totalmente aterrorizada, mientras que Clara quedó paralizada observando. Estaba muerto, claramente muerto, sin embargo, otra mano salía y hacia lo mismo, aferrándose a la tierra para impulsarse hacia arriba. Comenzó entonces a ver aparecer su característico cabello y después, unos ojos; unos que ya no eran verdes, si no negros como la noche.

–¿A-Axel? –titubeó Clara asustada, dando un paso hacia atrás, perturbada por aquella siniestra mirada.

Él no habló, no dijo ni una palabra, simplemente siguió emergiendo hasta que estuvo de pie en el interior del hoyo.

–¡Clara! –escuchó gritar a Lena tras de sí. Pero no podía mirarla, solo podía observarle a él. –¡Clara!¡apártate de él! –insistió.

Los ojos sin vida de Axel, se fueron frunciendo cambiando su gesto por uno de pura furia. Clara sintió un pellizco en la nuca, ese que tan bien conocía y que le decía que debía alejarse, que estaba en peligro.

Axel comenzó a moverse para salir del agujero y fue entonces cuando Clara sintió que la agarraban del brazo. Se giró saliendo de su estupor y vio a Lena junto a ella, tratando de arrastrarla lejos de allí.

–¡Corre! –la apremió la joven con sus ojos enrojecidos abiertos de par en par.

Pero antes de que pudiera hacer nada más, él ya estaba junto a ellas. Lena empujó a Clara con rapidez, evitando que la agarrase y acabando ella sujeta por el cuello. Para su agonía, esa situación no hacía más que repetirse una y otra vez. Pensó que quizás sí existía el destino y que morir de esa manera debía de ser el suyo.

Las manos de Axel alzaron a Lena del suelo y en ese momento, Clara recuperó la razón.

–¡Suéltala! –gritó mientras sujetaba el brazo de Axel, que ni tan siquiera la miró, únicamente la empujó con fuerza haciendo que la joven policía volase antes de caer sobre el duro suelo. –Pero, que cojones...– gruñó mientras se levantaba y sujetaba la herida de su pierna que se había vuelto a abrir.

Cuando alzó la vista nuevamente comenzó a comprenderlo. Las manos de Axel se comenzaron a convertir en una masa negra sobre el cuello de Lena, terminando de despejarle las dudas. Estaba bastante claro que no era él, eso no podía ser humano. Sus ojos se tornaron completamente negros, ocultando el blanco de su cristalino, mientras su boca se abría y unos enormes colmillos comenzaban a brotar del su oscuro interior.

–Mierda...– bufó frustrada tocándose la cintura en busca de su arma, pero para su desesperación, la había dejado en el coche que estaba aparcado a unos metros de ellos. Corrió soportando el dolor de su herida y abrió la puerta del copiloto. Saltó sobre el asiento para llegar hasta el pequeño habitáculo que Raúl usaba para esconder su pistola y sintió alivió al comprobar que continuaba allí.

Cuando la tuvo entre sus manos, se asomó rápidamente y vio como Lena pataleaba intentando zafarse de su agarre. Estaba luchando por respirar y supo que le quedaba poco tiempo.

Corrió de nuevo hasta ellos y apuntó su arma hacia la cabeza de aquel ser.

–¡Suéltala o disparo! –amenazó con firmeza. Pero su amenaza no obtuvo resultado y no podía esperar más o Lena moriría. –¡Suéltala! –volvió a gritar apretando ligeramente el gatillo.

La bestia abrió sus fauces y se acercó a la cabeza de la chica. Parecía dispuesto a devorarla mientras una gruesa y violácea lengua salía de su boca. Las manos de Clara temblaron ligeramente, pero no erró el tiro. El sonido de la detonación retumbó por todo el lugar ahuyentando a los pájaros que salieron en desbandada hacia todas direcciones.

Los ojos del monstruo se cerraron al recibir la bala en su sien y después se volvieron a abrir. Soltó a Lena, que se derrumbó sobre el suelo tosiendo mientras trataba de recuperar el aliento, y se volvió hacia Clara que lo seguía apuntando. Comenzó a moverse hacia ella y otra bala salió del arma, clavándose en su pecho que cada vez era más oscuro. Eso no lo detuvo, siguió caminando cada vez con más velocidad hacia la joven que continuó disparando hasta vaciar el cargador.

La última de sus balas fue a parar a su cuello mientras caía sobre ella, que tuvo que usar sus piernas para evitar que la aplastase. Cerró los ojos instintivamente, pero cuando los volvió a abrir, vio de cerca la cara de aquel monstruo que la miraba con esos ojos que parecían de petróleo y notó que las náuseas se unían al miedo que sentía.

Vio que su mandíbula se abría mostrando sus desordenados colmillos y supo que iba a morir. Pensó entonces en Raúl, en cómo le afectaría su muerte. Era triste que después de todo lo que habían pasado no fueran a poder estar juntos. Aquello le pareció lo más triste del mundo.

Algo hizo que el monstruo se detuviera a escasos centímetros de su cara. Abrió entonces los ojos, desorbitados, y comenzó a escupir sangre negra por su boca. Después se alejó de ella, moviéndose serpenteante hacia atrás, y Clara pudo comprobar cual era el motivo. De su pecho asomaba una enorme estaca de madera que resultó ser el mango roto de una pala.

Lena miró a Clara mientras respiraba trabajosamente. No sabía de dónde había sacado las fuerzas, pero lo había vuelto a hacer, había matado de nuevo a la bestia.

Se acercó a la joven que aún la miraba desde el suelo con gesto de estupefacción y le tendió la mano.

–¿Qué...?– comenzó a preguntar Clara, volviendo la vista al oscuro ser que se estaba convirtiendo en una masa negra e informe.

–Te lo explicaré... pero primero debemos deshacernos de él... y creo que solo hay una forma de hacerlo...– Lena suspiró ante la idea y apretó la mano de Clara mientras la ayudaba a levantarse.

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