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Capítulo 28: Lo que pasó

Lena continuaba mirando la flor sin saber qué decir ni qué hacer.

–No hay tiempo...–le repitió Mikel.

–Bueno, ¡ya está bien! –exclamó Axel interponiéndose entre ellos. –Para ya de comportarte como un loco– le exigió enfadado.

Mikel lo miró irritado y, acto seguido, lo empujó con fuerza para volver a observar a Lena y tenderle nuevamente la flor. En ese momento, Axel se acercó rápidamente por su espalda, sujetó sus brazos hacia atrás y lo hizo caer sobre la mesa, inmovilizándolo para atar sus manos.

La flor se había caído al suelo y Mikel la miraba con desesperación, como si le fuera la vida en ello. Axel se acercó a Lena, tras dejar maniatado a Mikel, y la miró con ojos tristes.

–Salgamos fuera...– le dijo con voz cansada. Luego se agachó y cogió los pantalones de ella que continuaban en el suelo.–Póntelos...

Lena se volvió a vestir rápidamente, sin poder evitar recordar cómo había terminado así y salió tras él.

La brisa del mar la hizo recuperar un poco la calma y, tras respirar varias veces, se giró para mirar a Axel que la observaba con el ánimo bajo.

–Axel... creo que deberíamos hacerlo– le dijo mientras se sentaba a su lado y él la miraba espantado.

–¿Quieres seguir con esto? –le preguntó sorprendido.

–No, no quiero seguir, pero... creo que algo le pasó a Mikel en esa isla y que la única manera de ayudarlo es bajar...

–¿En qué te basas?

–En nada... es solo una corazonada... llámalo intuición si lo prefieres...

Axel suspiró angustiosamente y se quedó mirando al suelo, intentando decidir qué era lo mejor.

...

–¡¿Cómo que no van a venir?! –exclamó Clara sorprendida.

–Señorita...

–¡Compañera! ¡Ya le he dicho que soy policía! –gritó irritada.

–De acuerdo, pero también me ha dicho que está aquí de vacaciones, así que disfrute de su descanso y déjenos a nosotros el trabajo policial– le insistió el policía.

–¡Páseme con su superior! –exigió molesta.

–Yo soy mi superior, está hablando con el jefe de policía de la Bahía.

–Pues haga algo, le acabo de decir que han secuestrado a una chica y usted no le está dando la importancia que tiene.

–¿Secuestro? ¿No me ha dicho que ellos se conocen, que son amigos...?

Clara se llevó la mano a la frente, estresada por la poca profesionalidad de aquel hombre.

–¡También le he dicho que hay dos hombres heridos! ¿en serio no va a hacer nada?

–Si de verdad están heridos, que vengan al cuartel a poner una denuncia– dijo con prepotencia. –Buenas tardes– y colgó el teléfono.

La muchacha bufó frustrada y miró a Enrique.

–¿Qué mierda hace la policía de aquí? –le preguntó enfadada.

–No lo sé... me cuesta creer que no quieran intervenir –luego miró a su hijo que comenzaba a tener el ojo bastante hinchado. –Iremos al cuartel, vamos.

Los vio irse, pero ella se quedó allí. Toda aquella historia le resultaba demasiado extraña y no solía equivocarse con ese tipo de cosas, no lo iba a dejar pasar. Volvió a mirar su móvil y suspiró, pues no quería hacer la llamada que sentía que debía realizar.

...

–¿Por qué fuiste a la isla?

Mikel la miró unos segundos y después desvió la vista.

–Quería traerte una de esas flores...–dijo en un suspiro que sonaba a arrepentimiento.

Lena estaba sorprendida, pero necesitaba saber más.

–¿Cuándo fue? –le preguntó poniéndose frente a él para que la mirase.

–Esa tarde...– titubeó, como si estuviera librando una lucha interna. Luego la miró con gesto triste. –La misma que Axel y tú vinisteis aquí...

La confirmación de sus sospechas solo hizo que a Lena se le erizase la piel.

–¿Pasó algo allí...? ¿Te pasó algo a ti...? –preguntó sobrecogida.

Mikel trató de mover sus manos atadas para tocarse la nuca, pero no pudo hacerlo y eso lo hizo gruñir frustrado.

–Tienen prisa...– murmuró agachando la cabeza. –Se morirán si no lo hacéis pronto...

–¿Quiénes? ¿de quienes hablas, Mikel? –preguntó angustiada.

–Él puede soportarlo...puede soportar que estén en su mente... Pero yo no lo aguanto más...–masculló inquieto y después la volvió a mirar. – Ayúdame, por favor, Helena...

Que la volviera a llamar por su nombre completo hizo que a Lena se le enterneciera el corazón. Se notaba que estaba sufriendo y ella sentía la necesidad de ayudarle.

–¿Cómo lo hago? –le susurró acercándose más.

–E-ellos los odian... pero los necesitan... son su alimento y sus enemigos... aggg–. Dejó de hablar en ese instante mientras se retorcía de dolor. –Mi nuca, joder... duele mucho. Quiere que me vaya de aquí... es horrible...

Lena se asomó a ver la parte de atrás de su cabeza y al fin pudo observar una extraña picadura. Estaba inflamada y cubierta de venas negras saliendo de su centro, parecía palpitar y, en cada pulsación, él se retorcía.

–¿Cuándo hablas de "él" a quien te refieres? –le preguntó volviendo a su sitio.

Mikel no habló, pero ella tenía también sus sospechas.

–Es el doctor Feinch ¿verdad? –inquirió y el miedo que observó en sus ojos, fue bastante para confirmarlo.

Suspiró abatida y confusa mientras se levantaba y volvía a salir, pasando al lado de Axel que lo había escuchado todo desde la puerta.

–¿Qué me dices ahora? ¿sigues pensando que no debemos bajar? –le preguntó ella mirándolo con seriedad.

–¿Q-qué mierda le han hecho? –preguntó preocupado por su amigo.

–No lo sé, Axel, pero creo que lo sabremos si bajamos... ¿tú qué quieres hacer? ¿quieres que volvamos con él en ese estado?

–Joder...– gruñó molesto mientras se echaba las manos a la cabeza.

...

Lena sujetaba la flor en su mano mientras descendían. Por suerte para ellos, Mikel trajo también el traje de buceo de Axel con el resto de cosas que habían dejado en el barco de su abuelo.

El mar estaba más agitado que la vez anterior y el descenso fue casi a oscuras, pues la marea movía los sedimentos de un lado a otro, enturbiándolo todo. Lena sabía que no podía permitirse cometer ningún error como la vez anterior; así que dejó que Axel fuera delante y así evitar perderlo de vista.

Una vez terminaron el descenso, comenzaron la búsqueda. Pero en esta ocasión, Lena tenía más información, por lo que dejó caer una botella de plástico al fondo marino y esperó que algo pasase. Axel la miró y después al reloj, la idea de que se volvieran a quedar sin tiempo lo asustaba y no estaba dispuesto a dejar que eso volviera a pasar por nada en el mundo.

Esperaron durante unos minutos que se les hicieron eternos y, de pronto, la botella comenzó a flotar levemente. Axel sujetó la mano de Lena y ella lo miró, observando que a su alrededor comenzaban a aparecer esas las pequeñas luces amarillas que tanto la fascinaban.

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