Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝖕𝖗𝖔́𝖑𝖔𝖌𝖔

PRÓLOGO.
no me dejarás

°

Nell compartía un íntimo momento con su novio Lee.

Hasta hace poco menos de dos años, compartían una relación bastante sana a decir verdad. Fue en su último año de preparatoria. Al principio todo apuntaba a una buena amistad, pero ese término solo les duró un mes, cuando se comieron la boca en el auto del padre de Nell.

Regresando al presente, ambos adolescentes estaban acostados a lo largo de una cama muy dañada. Los resortes casi lograron perforar los pulmones de la chica cuando se recostó por primera vez, por la noche. Estaba llena de manchas de dudosa procedencia, unas se asimilaban a la orina, otras a la suciedad corporal, también a la sangre seca. Una combinación entre colores amarillentos, oscuros, marrones y en diferentes tonalidades.

La habitación estaba llena de basura. Envoltorios de frituras, envases de refresco, latas de cerveza, botellas de alcohol, cajas de pizza, sin mencionar el desastre que era el piso, lleno de migajas de comida, colillas de cigarros, cucarachas y hormigas.

Estaban en el mismísimo basurero.

Las almohadas estaban rellenas de papel. La sabana con que se cubrían del frío era un montón de tela mal cocida en cuadros. Por eso dormían abrazados. Los brazos de Nell rodeando el cuerpo de Lee quien no había podido pegar un ojo en toda la noche. Muchos pensarían que era porque estaba en un lugar desconocido, con el temor de que el mundo descubriera su extraño gusto por la carne cruda.

La razón no podría estar más alejada de la realidad, del miedo a ser descubierto por sus atrocidades.

Lee mantuvo las manos de Nell sobre su pecho durante toda la noche, de tal forma en que era incómodo para ella permanecer en esa misma posición durante todo el transcurso de la noche, pero se propuso como reto personal aguantar lo más que pudiera. Contando las respiraciones de su novio, tomando su pulso y midiendo el tiempo en que una persona normal tardaría en sucumbir a la necesidad de su cuerpo en quedarse dormido.

Nell levanto su cabeza de la almohada, encontrándose con el rostro angelical de Lee, quien tenía sus ojos cerrados, por lo que la chica no dudo en apreciar su expresión facial, delineando sus delicadas facciones y repasando la serenidad de su semblante somnoliento. Cualquiera que lo viera a primera instancia ni siquiera se le cruzaría por la mente la idea de que aquel escuálido chico de diecinueve años llevaba a cabo una extraña práctica, conocida actualmente como la antropofagia.

Tan pronto como las respiraciones del chico se volvieron lentas, profundas y rítmicas, se dio cuenta de que finalmente había caído en un abismal sueño, por lo que no desaprovechó la oportunidad de liberar sus manos del aprensivo agarre de su novio, que había perdido gran parte de su fuerza considerablemente. Con cuidado de no perturbar su ensoñación, deslizó lentamente sus brazos fuera de su cuerpo. Se quedó inmóvil por muchos minutos en su parte de la cama, solamente para asegurarse de que siguiera dormido y no era otra de sus trampas.

Cinco, diez, quince, veinte minutos recostada con las manos contraídas en su pecho, en una posición fetal, esperando a que Lee se volteara sutilmente para volver a sentir el cuerpo de Nell, pero dejo pasar otros cinco minutos y no más no sucedían ninguno de los escenarios que ella misma se había creado en su cabeza.

La casa era pequeña, la habitación no debía medir más de dos metros de largo y de ancho. En una de las paredes colgaba un reloj de manecillas, que con el pasar de las horas se dio cuenta de que era el único aparato electrónico, además del televisor, que realmente funcionaba. No dudaba ni un segundo de que la hora estuviera atrasada o adelantada. El reloj marcaba las siete de la mañana con treinta y seis minutos, y a juzgar por la luz solar que entraba por la ventana, la hora no debía estar tan alejada de la realidad.

Desde que habían llegado a la casa de la última víctima de Lee, estuvo planeando su escape. Se había estado portado bien desde hacía dos semanas, sus discusiones con su novio eran pocas a comparación de los últimos dos años de relación. Todo iba perfecto para ellos, y odiaba admitirlo con cada fibra de todo su ser, porque eso solo significaba que se había vuelto a permitir sentirse enamorada. Un sentimiento que aborreció al instante y por eso había puesto en marcha su plan de escape.

En total permaneció un total de treinta minutos en la misma posición, mirando la espalda de Lee, observando hasta el más mínimo cambio en su postura. Ahora solamente tenía que salir corriendo, eso si no quería que la atraparan a mitad de su escape. Se deslizó lentamente hasta llegar a la orilla de la cama, moviendo la sabana y aguantando el dolor del filoso resorte que intentaba traspasar la delgada capa de piel que mantenía sus huesos dentro de su cuerpo.

Nell se las ingenió para doblar su pierna izquierda en un ángulo de noventa grados, de tal forma en que tocara el suelo sin hacer el más mínimo ruido, pero fue un poco difícil, teniendo en cuenta que todo su cuerpo estaba entumido por la vida sedentaria que se había dedicado a llevar en las últimas dos semanas.

Los huesos de sus rodillas y pies crujieron sutilmente, pero no se atrevió a detenerse a la mitad del camino, se las ingenio para continuar hasta que su cuerpo estuviera completamente afuera de la cama, porque prefería correr el riesgo de ser descubierta en su intento de fuga que seguir fingiendo una normalidad que su corazón sabía que no existía, porque no lo era.

Todo con Lee era fuera de lo común.

Su relación era la viva representación de la antítesis de la vida común y corriente que ella deseaba, y cada día que pasaban juntos no hacía más que alejarla de su sueño de tranquilidad.

Una vez fuera de la cama, se quedó de cuclillas a un lado de la base de madera, con los ojos cerrados, esperando que no despertara pronto de su sueño. Sus cosas permanecían dentro de su bolsa de lona maltratada con manchas que hasta la fecha no lograba quitar, por más que tallara y vertiera todo tipo de líquidos de limpieza, seguía estando sucia y percudida. No llevaba muchas cosas consigo, solamente unas gafas de sol, unas mentas para el aliento, una pasta de dientes, un cepillo de dientes, claramente, un cepillo para el cabello, arroz inflado, un sobre de atún, toallas femeninas, su licencia de conducir, su identificación, unos veinte dólares, una agenda y una pluma.

Tenía unas galletas, la mitad de un sándwich, muchos empaques de dulces y envoltorios de frituras, pero todo eso lo había tirado discretamente alrededor de toda la habitación. Lee trato de limpiar en cuanto llegaron a la casa, pero Nell no se lo permitió. Lo primero que hizo al invadir la morada del hombre borracho que insultaba a las mujeres y acosaba a las niñas cerca de la gasolinería, fue pedirle a su novio que descansarán, tuvieron una pequeña sesión de besos y caricias, pero no paso de eso.

La conversación fue corta cuando se acostaron en la cama, pero recordaba perfectamente las palabras que había utilizado Lee antes de quedarse callado y, aparentemente, dormido.

Te amo, Nell.

Esas tres palabras helaron su sangre, ni siquiera pudo regresar el sentimiento. El miedo invadió su cuerpo y escondió su rostro en la espalda de Lee, cerrando los ojos, con la esperanza de que finalmente pudiera escapar de su condena.

La puerta de la entrada y el patio estaban selladas. Lee las había cerrado bajo llave y las escondió en un lugar desconocido, o por lo menos no en sus bolsillos del pantalón. Pero como ya había previsto esa situación, se concentró en la ventana que estaba del lado derecho de la cama. Solo tenía que saltar la barda de madera que rodeaba la casa y correr calle abajo para llegar a la parada del autobús.

El vecindario estaba abandonado, al parecer era un lugar que tenían planeado demoler, pero todavía quedaban pocos propietarios que se negaban a vender sus hogares, como bien era el caso del borracho de la gasolinería. Quien sí tan solo hubiera aceptado aquella suma de dinero por su vivienda, probablemente todavía seguiría con vida, teniendo más días para continuar insultando a las mujeres y acosando a las niñas. Estaba en negación. No podía aceptar que Lee le había hecho un favor al mundo por deshacerse de basuras, como lo era ese hombre, de las calles.

Nell se puso de pie, volviendo a provocar que sus huesos resonaran vagamente por la habitación, tomo sus zapatos perfectamente acomodados debajo de la cama, echándolos dentro de su bolso, mordiendo la correa de la tela, queriendo ser lo más silenciosa que pudiera para no despertar a Lee. Se acercó a la ventana, suplicándole a todos los dioses por salir rápidamente de ese lugar. Sostuvo el marco entre sus manos, tirando cuidadosamente hacia arriba, consiguiendo abrirla hasta estar segura de que su cuerpo pasaría sin ningún problema.

La ventana estaba dura, polvorienta y maltratada, pero supuso que por esas mismas características pudo abrirla con tanta facilidad, elevando su adrenalina por los cielos, manteniendo su lado temeroso latente. Paso primero sus piernas fuera de la ventana, quedando sentada sobre el marco y antes de despojar completamente su cuerpo de la habitación, no pudo evitar regresar la mirada a Lee.

Continuaba dormido, seguía en la misma posición, sus hombros se movían en un sube y baja sintonizado a sus respiraciones. Su cabello había crecido significativamente desde que le había pedido que se lo pintara de color rojo. Las puntas de sus rulos apenas y tocaban sus hombros. No tenía la más mínima intención de echarse para atrás, solamente quería apreciarlo una última vez en caso de que logrará escapar.

Finalmente salió de la habitación, afortunadamente la casa era solo de un piso, por lo que no tuvo problema en llegar al patio trasero, que al igual que dentro de la vivienda, era un completo desastre. Nell se adelantó a tomar el banquito de madera que estaba a un lado de la puerta trasera, poniéndolo al ras de la barda de madera.

Se encaramó al banco con sigilo, dejando caer su bolsa al otro lado de la barda con la misma precaución. Después, con un rápido y preciso movimiento, se izó sobre la barda, cruzando primero sus pies con cuidado, sentándose en la parte superior de la madera. En un gesto reflejo, se persignó, rogando que no se rompiera ningún hueso en la caída que se avecinaba.

Se quedó suspendida en el aire por un momento, antes de dejar que su cuerpo se desplomara hacia el otro lado de la barda, aterrizando suavemente sobre la hierba. Su corazón estaba latiendo con frenesí, por lo que acababa de hacer.

Levanto su bolso del césped y miro por última vez la barda de madera. Ni siquiera se sentía feliz, triste, enojada o extaciada por su corta travesía, solamente quería alejarse lo más que pudiera de Lee. Tenía que poner una distancia de cien kilómetros entre los dos, si no quería que su chico la encontrará pronto. Se echó su bolsa sobre el hombro y camino por el pasillo de la casa abandonada a la que había caído sintiendo la tierra, las piedras y el pasto entre sus dedos del pie, hasta llegar a la parte de la cochera, llegando a la calle.

Lo único que tenía que hacer ahora era caminar hacia abajo y esperar a que el autobús llegara, pagar su pasaje con el efectivo que llevaba consigo y largarse de una buena vez por todas. De la comida se encargaría después, el lugar en el que pasaría la noche y como generaría dinero para pagarse la universidad era algo que vería en el camino. Por ahora solo debía apegarse a su plan de huida.

Saco sus zapatos del bolso dejándolos caer sobre el pavimento, sobreponiendo sus pies y guardando las agujetas con ayuda de sus manos. Finalmente, volvió a acomodar su bolso sobre su hombro, moviendo las pantorrillas en un paso redoblado, como los militares le hacían.

Emprendió su camino sacudiéndose la suciedad de su cuerpo y su cabello, su piel era blanca, pero dado a la cantidad de días en los que no había tocado el agua, estaba de un color gris, que se asimilaba mucho al de un cadáver. Sus uñas estaban largas y había suciedad debajo de ellas. Todo en su apariencia estaba desarreglado, necesitaba una ducha pronto. Lastimosamente en casa del borracho no había ni una gota de agua, solo alcohol barato.

Pasaron apenas sesenta segundos desde que se puso los zapatos y emprendió su camino calle abajo. Sus pasos eran cortos y cargados de cansancio. No iba acelerada, ni mucho menos apurada, por eso apenas y había recorrido la pequeña distancia de veinte metros. Hasta que de repente en medio de todo el silencio del vecindario, escucho como claramente intentaban abrir el cerrojo de una puerta con bastante prisa, y como si se le hubiera olvidado que estaba en medio de un escape, disminuyó todavía más el paso que llevaba.

La puerta de la casa del borracho se abrió con bastante rapidez, dejando ver a un chico sin camisa, con unos pantalones que apenas permanecían en su lugar gracias al cordón de unos zapatos amarrado donde se suponía que debía ir un cinturón.

Sorprendida, como si una descarga eléctrica hubiera recorrido su cuerpo, Nell se incorporó bruscamente, con los ojos abiertos de par en par y la respiración agitada, observando como Lee la buscaba desesperadamente con la mirada.

No tardó en encontrarla parada a una distancia considerablemente corta. Estaba perpleja por la rapidez con la que sus planes se habían vuelto a ver frustrados, como ya había sucedido alrededor de cuarenta veces en los últimos dos años. La vida parecía burlarse de ella, recordándole duramente que, por más que se esforzara, nunca podría escapar de esa normalidad.

Su mirada se cruzó con la de él, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. La frustración, la desolación y la desesperanza se entrelazaron en su corazón, como si fueran una maldición de la que no podía deshacerse. Y cuando Lee comenzó a correr en su dirección, no dudo ni un segundo en hacerlo ella también.

Una pequeña persecución se llevó a cabo, Nell corriendo calle abajo con la esperanza de alcanzar el autobús y subirse antes de que Lee logrará atraparla, y Lee corriendo esa misma calle abajo con la confianza de atrapar a Nell antes de que huyera de su lado, porque la necesitaba más en su vida que su mismísima fuente de vitalidad, que era la carne.

—¡Detente, Nell! —grito Lee, corriendo detrás de su chica.

—¡Aléjate de mí! —Nell se alejaba con gran rapidez, no debía estar ahí, tenía que escapar.

Lee no tardó en alcanzar a Nell, teniendo una pequeña pelea, Lee aferrándose al cuerpo de Nell con temor a lastimarla y ella empujándolo desesperadamente tratando de alejarlo, porque no estaba bien, nada en ellos estaba bien, su novio estaba dañado y simple y sencillamente no era merecedor de que alguien lo amará, no era correcto y ella estaba consciente de eso.

—¡Sabes lo que haré si intentas escapar! —grito desesperado, tomando las mejillas de su amada—. ¡Te comeré, Nell!

—¡Debo irme, Lee! ¡Tengo que hacerlo! ¡Lo que haces no es normal! ¡Sabes que no puedo aceptarlo! ¡No eres normal! —su voz retumbó en los oídos de Lee, se le rompía el corazón cada vez que Nell no lo hacía merecedor de su amor, no le importaba que el mundo no lo amará, pero que Nell no lo hiciera lo hacía querer morir.

—¡No lo harás! ¡No me dejarás! —la tomo entre sus manos y la arrastró hasta la casa del borracho.

Nell peleó, no con todas sus fuerzas, pero estaba segura de que dio algo de pelea. Lee simplemente la abrazo de espaldas, inmovilizando sus brazos, contrayendo sus manos en su pecho, escuchando como las suelas de sus zapatos raspaban contra el pavimento.

Entraron a la casa y el vecindario se quedó nuevamente en silencio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro