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Capítulo 13

"En el amor no basta atacar, hay que tomar la plaza"

Ovidio.


   Marco no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos, Tito le daba permiso después de muerto para casarse con Julia según la tradición sine manu, el anciano le había abierto una posibilidad totalmente cerrada para ambos. Julia era una ciudadana libre, heredera del apellido de Livio con derecho al ius connubium, podía contraer matrimonio con quien quisiera. No sabía si enfadarse con el anciano por ponerle contra las cuerdas o si reírse por la jugarreta que le había jugado el astuto maestro que había adivinado la atracción que sentía por la joven. Si antes tenía las manos prácticamente atadas para decidir sobre el futuro de Julia, ahora estaba en su derecho de poder quedarse con ella. Girando la cabeza para mirar a Julia pudo percibir como la joven ajena a lo que pasaba a su alrededor se desvanecía en medio de la multitud.


     Sobresaltado, se acercó corriendo a donde estaba tendida pasando entre las personas que se agolpaban alrededor de ella, Quinto le pisaba los talones vigilando a los congregados.

—¡Dejadme pasar!—. Pidió Marco a la multitud.

—¡Julia, Julia,...despierta!—. La llamó Claudia que estaba sobre ella, mientras Prisca y Horacio la miraban preocupados.

     Marco se agachó sobre la joven que se hallaba inmóvil como un cadáver, pasándole el brazo por debajo de su cuello, intentó levantarle la cabeza y comprobar que su pulso seguía latiendo. Se sintió aliviado cuando vio por sí mismo que solo se había desmayado.

     Cogiéndola entre sus brazos levantó a la joven intentando salir de la plaza, pero la multitud que se congregaba tenía tanto interés en observar lo que ocurría alrededor de ellos que era prácticamente imposible salir de allí.

—Horacio busca al galeno y que te acompañe a la casa—. Ordenó Marco al frente sin mirar al hombre.

—Ahora mismo, ¿se pondrá bien, verdad?—. Preguntó el esclavo a Marco bastante preocupado.

—Por supuesto, solo ha sido un desmayo—. Dijo Marco.

     Con la mirada buscó a Quinto y en silencio le transmitió lo que necesitaba. Inmediatamente el tribuno y los hombres de Marco se acercaron a donde estaba su jefe, rodeándolo le abrieron el acceso haciendo un pasillo a través de las personas que intentaban asomarse para ver a la joven. La gente murmuraba sobre la extraordinaria suerte de la muchacha, pero los que le mostraban verdadero afecto al anciano se alegraban de que hubiera depositado a cargo de sus negocios y del apellido Livio a esa mujer. De todos era conocido que en ella había recaído durante muchísimos años la responsabilidad de tomar las decisiones más importantes, sabían que estando al frente del negocio el futuro de los demás trabajadores de la factoría no peligraría. Sin embargo, dos hombres no pensaban lo mismo.

     Graco que se había quedado completamente anonadado cuando escuchó el testamento no pudo dejar de sentir con bastante incertidumbre que la joven se le escapaba de las manos, y cuando vio al general agacharse y recoger a Julia del suelo sintió una enorme impotencia. Una rabia enorme manaba de su cuerpo, era a él a quien le correspondía asumir lo que estaba haciendo el soldado, era él quien debería de haber tenido el derecho a recogerla y casarse con ella.

     Por su parte, Tiberio lamentaba que Silo no hubiera matado a la joven en la primera oportunidad que tuvieron. Si estuviera muerta, la historia sería totalmente distinta. Ahora no bastaba con matar solamente al general, sino que habría que matar a la joven heredera también. Ofuscado empezó a marcharse del lugar, tendría que volver a contactar con Spículus y darle la nueva noticia. Valeria al lado de su marido, era consciente del cambio de semblante de su esposo. Sabía que ese contratiempo perjudicaría sus planes, callada siguió andando detrás de él. En el fondo se alegraba que los dioses no hubieran propiciado el destino de Tiberio, sin duda era un mal augurio para el hombre. Deseaba con toda su alma que el fin de las maldades de su marido estuviera próximo, porque si alguien no acababa con él, ella podría darse por muerta.


     Marco llegó a la casa y depositó a la joven en la primera habitación que encontró con la puerta abierta. Julia todavía seguía desvanecida y eso no era normal. Tendría que haber recobrado el conocimiento por el camino. Detrás de él llegaron casi corriendo Claudia y Prisca, ambas mujeres rodearon el lado contrario de la cama.

—¡Ábrale la túnica que pueda respirar mejor, señor!—. Dijo Prisca apresuradamente—. Esta niña lleva demasiado tiempo con demasiadas cargas sobre sus hombros. Claudia averigua porque se tarda tanto Horacio.

     Claudia volvió a salir de la habitación en busca de los hombres. Mientras tanto Marco se sentó al lado de la cama cogiéndola de la mano, viendo como Prisca le abría un poco la túnica permitiendo que la joven se encontrara más cómoda y pudiera respirar mejor. El soldado no era consciente de lo evidente que era para la cocinera el interés y la preocupación que sentía por Julia, su cara de ansiedad era todo un poema y el hecho de haberla introducido en la habitación de él era algo realmente significativo. El joven no se daba cuenta pero era tan transparente los sentimientos que la joven inspiraba en él que solamente un ciego sería incapaz de verlo. Prisca se alegraba bastante de que por fin Julia le importara tanto al joven soldado, ella era una muchacha demasiado apreciada por todos ellos y ya era hora de que alguien se hiciera cargo también de su bienestar, se lo merecía después de tantos años de duro trabajo y aunque la joven no fuera consciente, su destino había sido sellado con ese testamento.

     En ese momento llegaron por la puerta Horacio seguido del galeno. El médico se agachó para comprobar el estado de salud de la joven.

—Me temo que tantas emociones le han pasado factura a Julia, solo ha sido un desmayo, no hay de qué preocuparse. La noticia le ha pillado de sorpresa. Si ya de por sí, es agotador llevar la casa y los asuntos de la fábrica, la muerte de Tito y el testamento han terminado por acabar con todas las fuerzas que tenía.

—¿Por qué tarda tanto en despertarse?—. Preguntó Marco.

—Los acontecimientos la han superado y el descubrimiento de todo ha supuesto una impresión demasiado fuerte para ella, déjenla descansar, es la mejor medicina que podemos darle. Dormir toda la noche le vendrá bien. Solo vigílenla un poco, pero no se preocupen. General mañana hablaremos sobre el testamento si no le importa, me temo que hay asuntos que debo comentar con usted, pero ahora no es el momento oportuno. Espero que pasen una buena noche.

     Y sin más, el galeno seguido por Prisca y Horacio salieron de la habitación dejando a Marco solo con la joven. No estaba habituado a quedarse sin palabras pero el último comentario del hombre era bastante significativo, no había que ser precisamente un adivino para comprender perfectamente lo que quiso insinuar. Tenía que tomar una decisión antes de mañana, sabía lo que quería el galeno y esperaba una respuesta.

     Marco salió de la habitación cerrando la puerta en silencio, Quinto se encontraba fuera charlando con una de las esclavas, Claudia era como se llamaba pensó Marco. De pronto percibió el interés con que se miraban aquellos dos, ambos charlaban tan ensimismados que todavía no se habían percatado de que Marco se encontraba allí. No sabía que se traía entre manos Quinto, pero lo conocía lo suficientemente bien para comprender que el tribuno no era un hombre dado a entablar conversaciones con cualquier sirviente. Se denotaba cierta familiaridad entre ambos por la forma de hablar y de sonreir. Por fin Quinto se dio cuenta de que no estaban solos y dejando a la muchacha se dirigió hacia su jefe.

—¿Cómo se encuentra?—. Preguntó Quinto.

—Todavía no ha recobrado el conocimiento, el galeno recomienda que la dejemos descansar. ¿Y tú que te traes con Claudia?—. Preguntó mirando a la joven que se marchaba dejándolos solos.

—No me preguntes todavía, no estoy preparado para contestar a eso—. Dijo Quinto.

—Está bien pero no hagas ninguna tontería con la muchacha, Julia aprecia mucho a esa joven.

—¿Y desde cuando te preocupas por los esclavos de una casa?, ¿Será desde que te han dado permiso para casarte?—. Dijo sonriendo el hombre.

—El maestro me ha procurado una buena encerrona después de muerto pero no puedo decir que me sienta muy contrariado, me siento más bien aliviado. Nunca había pensado en casarme pudiendo morir en cualquier batalla y en cualquier momento, no era algo que me llamase la atención. Además siempre he pensado que mi hermano se encargaría de ocupar mi lugar, pero esta mujer despierta en mí demasiadas cosas, quizás ha llegado el momento de sentar la cabeza. ¿No crees?—. Preguntó con evidente interés a Quinto.

—Que esa mujer no te lo va a poner fácil es lo que yo creo, no tengo yo tan seguro que consigas que te dé el sí y puedas sentar la cabeza como tú dices—. Rió Quinto—. Como parece ser que lo tienes todo bajo control, me marcho. He quedado con cierta persona esta noche, tenemos que celebrar algo.

—Eres afortunado Quinto.

—No menos que tú, amigo—. Dijo el soldado con una gran sonrisa.

     Cuando el tribuno se marchó, Marco se dirigió en busca de Prisca y de Horacio, encontrando en la cocina al matrimonio.

—Esta noche me haré cargo yo de vigilar a Julia. No quiero que se preocupen por ella, descansen ustedes también.

—Como usted desee —dijo Horacio.

—Si nos necesita para algo, solo tiene que llamarnos —señaló Prisca—. Estábamos preparando algo de comer, es demasiado tarde ¿le apetece algo?.

—Sí, pero no hace falta que me sirvan en el triclinium. Puedo comer perfectamente aquí. No tengo demasiada hambre—. Dijo el general sentándose en la mesa que había en la cocina.

     Los sirvientes pusieron varios platos de comida delante del soldado mientras este permanecía con la mirada perdida hacia el frente, ensimismado en sus pensamientos. El matrimonio también se hallaba bastante callado. Cansados pero contentos todavía no habían terminado de asimilar que eran hombres libres, y que sus hijos y los hijos de sus hijos también lo serían. El corazón no les cabía dentro del pecho, se sentían demasiado afortunados y felices. Si Julia los aceptaba en la casa, podrían seguir viviendo con ella. No es que fueran a cambiar mucho las cosas, Tito había sido un amo bastante generoso y justo, al hombre siempre le había gustado que las cosas siempre estuvieran bien hechas y Julia había heredado la misma virtud y había aprendido del hombre todo lo necesario, con lo cual no cambiaría mucho el modo de proceder en la casa. Otra cosa distinta sería ver cómo se desarrollaba la relación entre esos dos jóvenes. Los dos eran independientes, acostumbrados a ordenar y dirigir. Prisca esperaba que si el matrimonio se llegaba a realizar pudiera haber un punto de encuentro entre los dos para que en el hogar reinase la misma paz de siempre. Cuando el soldado terminó de comer se levantó y dándoles las gracias salió de la cocina. Prisca no tenía que preguntar a donde se dirigía, mirando a su marido se acercó y rodeándole el cuello lo abrazó.

—¡Somos libres esposo!. ¿Te lo puedes creer?

—No esperaba menos de Tito —aseguró Horacio abrazando cariñosamente a Prisca—. En cuanto pase el periodo de duelo por el amo traeremos a los niños de la casa de tu prima. Tengo ganas de ver a mis hijos, mujer.

     Marco se recostó por segunda vez al lado de Julia. No podía dejar de observar en silencio a esa hermosa mujer que tenía enfrente. Miraba esa leonada melena rubia cuyos cabellos caían en desorden sobre el lecho. Viéndola dormida solo le inspiraba sentimientos de protección y ternura. Sin duda su vida había dado un giro inesperado, parecía un maldito enamorado cada vez que la veía, se sorprendía pensando donde había dejado al frío y calculador soldado. Dándole un beso en los cabellos, la rodeó con sus brazos y se dispuso a descansar también. No sabía que le depararía el futuro al día siguiente, pero se sentía demasiado afortunado y poderoso con esa mujer entre sus brazos. Y con el semblante relajado y feliz se quedó dormido.


     Julia empezó a emerger de un sueño profundo acordándose de lo ocurrido. Tito la había adoptado como hija e iba a heredar todo, exceptuando lo que había que pagar a los demás esclavos. El corazón no le cabía dentro del pecho del gozo, no tendría que irse a ningún lado, estaba en su propia casa, ¡qué bien sabía la libertad!. Solamente tendría que aclarar con Marco el tema del matrimonio porque no pensaba aceptar tal cosa.

     De repente pudo darse cuenta de que no se encontraba sola. Alguien se encontraba durmiendo detrás de su espalda y la rodeaba con un poderoso abrazo. Julia supo instantáneamente a quién pertenecía ese brazo, sin querer evitarlo subió su mano y acariciándolo fue subiendo poco a poco desde la muñeca de él hasta más arriba del codo. Nunca había tenido la oportunidad de acariciar a un hombre dormido y la experiencia era demasiado reconfortante. Su brazo era fuerte y poderoso, como los sentimientos que le inspiraban aquel hombre. Sin querer despertó a Marco, que acostumbrado al más leve ruido sintió desde el primer instante la caricia de la joven como si de las alas de una mariposa se posaran sobre él. Con los ojos cerrados se dejó hacer, era increíble que el tacto de Julia le transmitiera tantas emociones, estaba deseando volver a besarla, varias veces en la noche se había despertado preocupado observándola dormir.

     Julia sintió como el pecho de él se elevaba conforme iba subiendo la mano con su caricia, sabía que se acababa de despertar por el cambio de la respiración que se había vuelto un poco más agitada. Volviéndose en el lecho se quedó mirándolo fijamente de frente, él abrió los ojos y la miró a su vez. Dos pares de ojos se observaron sin necesidad de palabras, solo sentimientos y deseos a flor de piel. Julia tomó la iniciativa y acercándose más posó sus labios sobre él, insegura sacó la punta de la lengua y la introdujo en su boca. Sin apenas experiencia no sabía qué hacer pero se dejó llevar por sus instintos, deseaba probar esa boca y esos labios, y sin pensar en nada más se lanzó de lleno a saborear a ese hombre tocándole la cara con sus manos.

     Marco la rodeó fuerte con sus brazos, aproximándola a él la subió encima de su cuerpo masculino. Las piernas de ambos quedaron entrelazadas, piel con piel, cadera con cadera, mientras sus bocas entraban y salían al encuentro. El beso fue devastador, tierno, carnoso, embriagador,....perfecto. Marco cogió los cabellos de ella en su mano, moviendo la cabeza hacia un lado intentando profundizar más en la boca femenina. No podía dejar de tocarla y besarla, perdidos en el momento se olvidaron de todo lo demás.

     Cuando Marco no pudo aguantar tanta ambrosía, se volvió a dar la vuelta quedando encima de Julia, separando su boca de ella siguió dándole pequeños besos por su frente, por la mejilla y bajando por su cuello la mordió levemente en el hueco que había entre el hombro de ella sin hacerle daño.

     Julia gimió cuando sintió el pequeño mordisco, levantó un poco más el cuello con los ojos cerrados, la sensación era demasiado maravillosa. Marco no paraba de darle pequeños besos y mordiscos, el centro de su ser empezó a sentir una desconocida necesidad, las manos empezaron a sudarle, deseaba que él continuase pero sin saber que era lo que necesitaba.

     Marco bajó su mano y tocando su muslo subió poco a poco a lo largo de esa pierna perfecta, conforme la iba acariciando iba subiendo la tela de la túnica, mientras que una rodilla de él se restregaba sobre el vértice que unía las piernas de ella. Julia desesperada le tocó el cuello y profundizó más el beso, se restregaba desesperadamente sobre él sin saber exactamente qué era lo que necesitaba. Ambos bailaban la danza más vieja del mundo.

     Marco sabía lo que el cuerpo de Julia le estaba pidiendo pero para ser su primera vez debía ir con cuidado, no quería lastimarla. Aunque ella le estaba poniendo las cosas bastante difícil, había demasiada pasión en ese cuerpo tan menudo.

     Julia fue bajando sus manos sobre la espalda de él, necesitaba sentir el contacto de su piel, metiendo las manos bajo la túnica le levantó la tela y no pudo evitar suspirar de puro deleite, su espalda era de fuertes y marcados músculos, Marco levantó su cabeza y sonriendo volvió a besarla con ardor. Las manos de ambos terminaron de subir las ropas que les dificultaba el acceso a sus cuerpos, a la misma vez que Julia levantaba la túnica de Marco, el hombre levantaba la de la mujer. Tuvieron que separar sus bocas para poder quitarse por la cabeza las prendas, volviendo a mirarse Marco bajó la vista por aquel esplendoroso cuerpo femenino y fue repartiendo pequeños besos entre sus perfectos pechos bajando hasta el ombligo de ella. Le encantaba especialmente esa zona de ella.

     Julia jadeó mientras necesitaba algo más, ¿pero el qué? le avergonzaba pensarlo pero sentía como en su entrepierna se empezaba a formar una humedad desconocida, de repente Marco posó su mano en su pubis y tocándola le introdujo un dedo en la abertura, ella no pudo evitar arquearse ante esa intromisión.

     Marco no podía dejar de observar las emociones que pasaban por la cara de aquella mujer, ya se encontraba húmeda y él no podía evitar desear querer introducirse en ella, pero el temor a hacerle daño hizo que fuera más despacio.

—Ábrete para mí, no pasa nada—. Dijo Marco con la voz estrangulada por el deseo.

—No sé qué hacer —dijo Julia mirándolo intensamente.

—Ya lo sé, no te preocupes tú déjate hacer, intentaré hacerte el menor daño posible pero es inevitable que te haga daño la primera vez—. Dijo mirándola con los ojos desbordantes de pasión—. Estabas predestinada para mí aunque no lo supieras, pero esta noche me propongo demostrártelo. ¿Confías en mí?—. Preguntó Marco.

     Julia asintió con la cabeza y sonriendo volvió a darle un breve beso en los labios. Marco sonrió a la vez que volvía a introducir dos dedos dentro de su abertura. Julia volvió a cerrar los ojos jadeando.

—Eso es siénteme, porque no sé cuánto tiempo voy a poder aguantar más—. Aseveró Marco bajando la cabeza hacia su pecho y metiéndose el pezón dentro de la boca. Saboreó y lamió el pequeño y tieso botón, cogiéndolo suavemente tiró con los dientes.

—¡No puedo más!.

—¡Oh, sí que puedes, déjate llevar!. Eres perfecta.

     Marco subió la cabeza y agarrándola de la espalda con un brazo, apoyo el otro codo sobre el lecho y mirándola fijamente a los ojos empezó a introducirse poco a poco en ella.

     Julia sintió como el hombre invadía esa parte de ella que nadie había tocado jamás, mirándolo a los ojos jadeó sintiendo un pequeño dolor e incomodidad. Se agarró más fuertemente a él, sabía que sería doloroso pero nunca hubiera imaginado que doliera tanto.

—Julia mírame—. Le pidió Marco demasiado excitado.

     Cuando la joven posó de nuevo la mirada en él, el general de un fuerte impulso se introdujo fuertemente en ella, arrancando un grito de dolor de la joven mientras la besaba. Permaneciendo quieto para que el cuerpo de la joven se acostumbrase al de él, la muchacha no pudo impedir que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas. Marco besó las pequeñas lágrimas que corrían por la cara de ella con su lengua, y bajando la boca por su cuello la saboreó. Todavía permanecía quieto pero inquieto le preguntó:

—¿Te duele?.

     La joven confirmó que sí con la cabeza incapaz de poder hablar, le había dolido tanto que se había quedado sin palabras. Sabía que Marco no se movía para no ocasionarle más dolor.

—Creo que no deberíamos continuar, esto duele demasiado.

—Sé que te duele, pero no te preocupes en cuanto tu cuerpo se adapte a mí empezarás a dejar de sentir dolor, ahora viene lo mejor.

—Déjame que lo dude,...Marco no puedo más, me duele demasiado.

     En ese momento el soldado volvió a moverse y a introducirse en ella, Julia soltó un jadeo, la sensación era demasiado dolorosa y placentera a la vez. Marco cerró los ojos, estar dentro de aquella mujer era como estar en el paraíso. Sin poder evitarlo empezó a empujar hacia ella proporcionando a ambos un placer indescriptible, Julia jadeaba y no podía evitar mover la cabeza de un lado hacia otro, con las manos tocaba su espalda desesperadamente empezando a sentir que una sensación desconocida se iba apoderando de su cuerpo, incrementándose poco a poco como la melodía de una canción. Marco era demasiado consciente del cuerpo que había debajo del suyo, besándola siguió embistiéndola hasta que cuando ya no pudo aguantar más el éxtasis empezó a vaciarse dentro de ella. En el mismo momento que sintió como Marco obtenía su placer, ella sintió el primer orgasmo de su vida. Y dejándose llevar entre los brazos de aquel hombre conoció un mundo totalmente nuevo para ella. Cuando prácticamente se estaba desvaneciendo al mundo de los sueños, no puedo evitar que de su boca salieran unas silenciosas palabras.

—Te quiero Marco.

     El joven sintió perfectamente aquellos suaves sonidos que le envolvieron el alma, abrazándola fuertemente no pudo ni quiso despegarse de ella. Sabía que la joven se había quedado dormida, pero él era consciente de que aquel hecho tan trascendental en su vida iba a tener consecuencias e iba a transformar su mundo, tenía entre sus brazos a su mujer. Por fin se sentía que había llegado a casa.

—Yo también amor, duérmete estaré aquí contigo—. Pero la joven ya vagaba por el mundo de los sueños sin sentirlo. La volvió a besar y tapándolos con la sábana se volvió a quedar dormido con su preciosa posesión en los brazos.

     El sol estaba ya bastante elevado cuando los dos amantes se despertaron. Nadie en la casa se había atrevido a entrar en la habitación, los esclavos que ya no lo eran, esperaban ansiosos a que alguien saliera de la habitación. Sabían que no era prudente entrar.

     Marco soñoliento descansaba totalmente satisfecho. Después de hacer el amor con Julia se habían vuelto a quedar dormidos y no era capaz de levantarse de aquella cama. Intentó despertarla poco a poco, el galeno había recomendado que la dejara dormir pero sabía que tenían que comer algo. Julia llevaba bastantes horas sin probar bocado alguno. Ella soñolienta le miró.

—Creo que deberíamos levantarnos a comer algo. Tus amigos deben de estar preocupados por ti—. Dijo Marco sonriente.

—No sé cómo voy a poder salir ahí y mirarlos a la cara—. Dijo tapándose la cara con el brazo—. Seguro que todo el mundo sabe lo que hemos estado haciendo. ¿Qué voy a hacer?, me da demasiada verguenza.

—Salir conmigo, eso es lo que harás—. Dijo Marco demasiado feliz—. Por si acaso lo has olvidado sería conveniente que recordarás que tenemos el permiso de Tito para casarnos y que eres libre para hacerlo. Podrías decir que estamos comprometidos en el caso de que no se te ocurra nada.

     Julia lo miró seriamente y le dijo:

—Pero tú terminarás por marcharte, tu futuro no está en este lugar y yo no puedo abandonar a la gente que tanto me necesita aquí, demasiadas personas dependen de la factoría. ¿Qué pensará tu familia de que te cases con una mujer cuyo pasado vivió en la esclavitud? No puedo casarme contigo Marco.

—Mi futuro está donde tú estés y con respecto a mi familia, yo no necesito el permiso de mi padre para casarme contigo. Intentaremos encontrar un punto intermedio. Acaso ¿no me quieres?—. Preguntó Marco insistente.

—Sabes que no puedo evitar sentir lo que siento por ti, pero no pienso volver a depender de nadie más, recién acabo de encontrar mi libertad. No puedo unir mi nombre al de un hombre cuyo destino se irá algún día de Baelo. Aprovechemos el tiempo que podamos pasar juntos porque casarnos es algo que no voy a aceptar. Algún día te marcharás.

—Eso déjamelo a mí, ahora no pienses en eso. Si Tito nos dio permiso, da por hecho que me casaré contigo. Cada vez que no te veo estoy deseando volver a tu lado, hasta Quinto se ha dado cuenta. Mírame —ordenó Marco enérgicamente—. Yo también te quiero aunque me acabo de dar cuenta. Así tuviera que desafiar a los mismos dioses, nadie me va a separar de tí, eres demasiado importante para mí. No te preocupes por nada, ya intentaremos arreglar las cosas conforme vayan viniendo—. dijo besándola y abrazándola se dispuso nuevamente a hacerle el amor.

     Julia sonriendo empezó a preguntarle indecisa:

—¿De verdad me quieres?.

—Con toda mi alma—le dijo Marco mientras se disponía nuevamente a hacerle el amor.

—No puedes estar pensando en lo mismo otra vez,... ¿Marco?. ¿Se puede hacer de día?

—¿Tú que crees, pequeña inocente?—. Dijo sonriendo—. Ya sé que estas dolorida, pero iré con cuidado, intentaré no hacerte daño.

—No puede ser que tengas ganas de hacerlo otra vez.

—Prepárate porque has desatado la pasión de un general romano...


     Mientras en otro lado de la ciudad, Graco esperaba sudoroso y cansado en la fábrica a que llegara alguna noticia de Julia, se había pasado la mañana subiendo al buque un cargamento pendiente que tenía que llevar a Ostia y sabía que la joven no debía de tardar en aparecer. Desde que el día anterior se había leído el testamento y la joven se había desmayado, no habían vuelto a saber nada más de ella. La domus estaba rodeada de soldados y era prácticamente inaccesible el intentar entrar a preguntar sin tropezarse con el soldado que custodiaba la entrada y con el cual había tenido unas palabras el día anterior, el tal Quinto.

     Todo en la fábrica estaba tan organizado que la gente sabía lo que tenía que hacer en cualquier momento, aunque estaban deseando ver a la nueva dueña de la factoría, la joven era tan apreciada que nadie temía por su futuro. Incluso a pesar del luto por el anterior amo, la gente trabajaba esa mañana sin la tensión del día anterior. Hasta parecían felices a pesar del periodo de luto. La noticia había corrido por toda la ciudad y la gente lo había celebrado, no era nada habitual que una esclava heredase toda una fortuna. Maldita suerte la suya, tenía que haberse casado con Julia muchísimo antes. Solo esperaba que el soldado no aceptase el matrimonio propuesto por el difunto pater familias y que Julia no le correspondiera. No estaba dispuesto a permitir que ese enlace se produjese, aunque tuviera que secuestrar a Julia, se la llevaría pero ese soldado no pasaría por encima de él. Todavía no estaba todo dicho.


      Claudia no hacía más que reirse cada vez que pensaba en lo que su amiga estaría haciendo. Julia y el general no habían salido de la habitación y hacía rato que se había pasado la hora de comer. Quinto impaciente se preguntaba cuándo saldría su jefe de aquella habitación, hasta el galeno que había llegado a hablar con el general se había vuelto a marchar prometiendo volver por la tarde. Todo el mundo estaba impaciente por ver salir a la pareja de aquella habitación.  

     Era ya tarde cuando Julia y Marco salieron de la habitación, Quinto no había permitido que alguien entrase, sabía que la pareja necesitaba intimidad y tiempo para descansar. Estaba charlando tranquilamente en el atrium con el galeno que llevaba un buen rato esperando otra vez cuando Julia y Marco hicieron su aparición. La cara de satisfacción de ambos era demasiado evidente, Marco no podía evitar aparecer con un semblante más relajado y aunque la muchacha se mostraba algo más pudorosa también parecía más relajada. Marco sin pensarlo cogió la mano de la joven y se dirigió hacia el galeno.


—Espero que no le hayamos hecho esperar mucho —dijo Marco mirando al hombre—Julia necesitaba descanso como predijo ayer.

—Sí y por lo que veo, usted también—. Dijo el galeno sin ocultar su irritación.

     Julia avergonzada intentó soltarse de la mano de Marco pero el soldado no se lo permitió. Apretándole la mano se aseguró que la joven no se soltara.

—¿Ha pensado algo general?. Tito dejó muy claro en el testamento cuáles eran sus condiciones. Me dejó encargado de asegurar que su última voluntad se cumpliese.

—Por supuesto. Por mi parte no hay problema, acepto la propuesta de matrimonio de Julia Livio y en cuanto se cumpla el tiempo correspondiente de duelo puede empezar con los preparativos del matrimonio—. Afirmó Marco rotundo.

—¿Y tú Julia? ¿Aceptas el matrimonio sine manu?—. Preguntó el galeno a la joven.

      Julia se quedó en silencio mirando al galeno sabiendo exactamente qué decir, su corazón le dictaba una cosa pero lo que había decidido era lo más sensato. Quería a Marco pero ahora que acababa de recobrar la libertad no quería volver a pasar por lo mismo y volver a depender de un hombre. Marco era un hombre demasiado dominante, acostumbrado a que los demás le obedecieran ciegamente. Y ella acostumbrada a obedecer tenía la posibilidad en la mano de ser libre. El matrimonio de sus padres había sido un completo desastre y su madre terminó perdiendo la vida por culpa de su padre. ¿Y si ella heredaba la enfermedad de su padre y se la transmitía a sus propios hijos? Nunca se había planteado la posibilidad de tener hijos, por lo que estaba inmersa en un mar de dudas, pero ante la duda había que ser realista. Mirando con ansiedad al galeno titubeó al hablar.

—Bueno todo esto es demasiado precipitado pero creo que mi respuesta es que no es posible—. Dijo mirando a Marco.

—Julia, ya hemos hablado al respecto, si lo que necesitas es tiempo puedo dártelo. Pero no estoy dispuesto a escuchar una negativa de tu parte ahora—. Dijo Marco irritado y mirando de nuevo al galeno le indicó:

—Sé que Julia está indecisa porque teme que me marche en cualquier momento, pero sé que ambos sentimos lo mismo y que terminará por aceptarme, ¿le parece correcto que le demos tiempo a Julia para que se lo piense?. Recién acaba de empezar el tiempo de duelo, quizás debamos esperar a que todo pase, entonces le daremos una respuesta los dos.

—Está bien, pero seguro que Tito no hubiera aprobado su presencia aquí en esta situación. La gente murmurará demasiado. Quizás sería mejor que abandonase la casa y se trasladase al campamento mientras Julia termina de decidirse.

     A Marco no le gustó para nada las palabras que acababa de escuchar del galeno. Y dirigiéndose seriamente hacia todos los presentes declaró en voz alta y autoritaria:

—Por mi parte, considero que Julia es mi mujer desde el mismo momento en que Tito me dio su permiso para casarme con ella. No pienso permitir que nadie me separe de la mujer que amo y mucho menos después de los últimos atentados contra su vida. Esperaré lo que ella considere conveniente, pero no me voy a marchar de aquí sin ella.

—Está bien no hace falta exaltarse, sé que la situación es delicada y excepcional, pero solo les dejaré unos días para que Julia se decida—. Dijo el galeno incómodo mirando a los dos jóvenes.

     El médico era consciente del carácter posesivo del joven soldado con la muchacha, no había permitido durante todo el rato que habían estado hablando que ella se soltase de su mano y se separase de él. Además había sido tajante con su sencilla pero decisiva declaración de matrimonio. Era evidente que el joven estaba demasiado interesado en desposar a la joven. Y por el tiempo que habían pasado juntos, dudaba mucho que la joven siguiera siendo virgen. Su amigo Tito le había solicitado que intercediera por Julia pero nunca pensó que la joven se lo iba a poner tan difícil al general. Intentando no dejar entrever la sonrisa se despidió de los jóvenes y se marchó de la domus. Estaba seguro que mientras durara el duelo iban a estar bastante entretenidos.

     Quinto que se había quedado todo el rato en silencio y escuchando la conversación estaba anonadado con el cambio de actitud de su jefe, sabía que la joven se lo iba a poner difícil pero conocía el carácter obstinado de Marco, sin duda su general tendría trabajo esos días. Ensimismado se quedó mirando a la joven pareja.

—¿Se puede saber por qué sonríes así Quinto?—. Preguntó Marco irritado.

     Julia demasiado avergonzada no sabía hacia dónde mirar.

—¿Yo?... Que yo sepa no estoy mirando nada. No debes de haber descansado mucho, estás demasiado susceptible amigo mío. Pero me alegro de que Julia se encuentre mucho mejor, como veo que te molesta mi presencia me marcho con los hombres. Estaré fuera por si me necesitas general— dijo guiñándole un ojo a Julia.

—No creo que te necesite para nada. Puedes marcharte, y dejar de mirar a Julia así, la estás avergonzando.

—Yo creo que el que la avergüenza eres tú con tu actitud. Si le soltaras la mano quizás podría decirme adiós adecuadamente—. Dijo Quinto riéndose mientras salía medio corriendo antes de que su jefe se enfadase más todavía.

     Julia mirando a la cara de Marco le preguntó:

—¿Has tenido que decirle eso?.

—Me estaba molestando como te estaba mirando —dijo seriamente—. Vente, vámonos se me ha ocurrido a lo que nos vamos a dedicar esta tarde.

—¡Ah, no!. No pretenderás avergonzarme más delante de mi gente. Necesito ir a la factoría y terminar lo que tenía pendiente.

—Hoy vamos a descansar por órdenes del galeno y yo necesito convencerte para que te cases conmigo—. Dijo Marco agarrándola de la mano.

—¿Por qué tengo la sensación de que no estás pensando precisamente en descansar?—. Dijo Julia intentando que no asomara una sonrisa a su cara.

—Será porque es verdad—. Dijo Marco sin negar la evidencia.

—¿Te has dado cuenta que cuando éramos pequeños siempre andabas tirando de mí y ahora sigues haciéndolo?. Tito me dijo que te lo había contado todo.

—¿Y tú te has dado cuenta de lo importante que eres para mí?. De pequeño perdí la memoria por ti y ahora me haces perder la cabeza. Aunque no temas reconocerlo nuestros destinos están unidos desde siempre. Así que no temas por nada porque ahora si es verdad que no pienso separarme de ti, lo que le dije al galeno iba en serio.

     Julia siguió caminando al lado de él, pensando que su decisión también sería firme. Intentando no pensar en el futuro aprovecharía aquellos días con aquel hombre. No era muy dada a pensar en el mañana, así que intentaría vivir el día a día conforme viniera. Era una mujer práctica y saber que depender de un hombre no era siempre lo más afortunado que le podía pasar a una mujer. Respetaría el duelo por la muerte de Tito, pero no se separaría de ese hombre mientras durara su misión en Baelo, estaba demasiado feliz.


En la cocina Prisca y Claudia charlaban de lo que le habían escuchado decir al general.

—¿Has visto como el general cogía a Julia de la mano?. Esos dos han pasado toda la noche juntos Prisca—. Suspiró Claudia feliz.

—No seas desvergonzada muchacha y ponte a trabajar que tú también andas metiendo la nariz donde no te llaman.

—¡Pero si Julia es como mi hermana!.

—Sí, pero no deberías de olvidar que ahora ella es el ama y nosotras las sirvientas que trabajaremos para ella. Y con el general hay que tener cuidado porque ya has visto que no permite que nadie diga absolutamente nada de su relación con Julia. Y hace bien desde mi punto de vista. Anda prepara la cena que cuando vengan de donde estén me parece que van a tener hambre.

—Me parece que han ido a las termas —dijo Claudia cuchicheando.

—¡Calla esa sucia boca ya! Muchacha descarada, ¿por qué los dioses nos habrán mandado a una joven tan cotilla?.

—No soy cotilla, es que digo la verdad y alejándose se marchó sonriente a preparar la mesa para la cena.


     Mientras tanto Marco cerró por dentro la puerta que daba acceso a las termas e intentando convencer a Julia se dirigió hacia el vestuario donde se podían dejar las prendas.

—No pienses que me voy a desnudar delante de ti—. Dijo Julia demasiado pudorosa.

—No voy a ver nada que no haya visto ya, pero si insistes, ¿qué te parece si yo me desnudo primero?, me vuelvo y luego lo haces tú, te puedes poner una toalla si te da tanta vergüenza.

—No sé porque me he dejado embaucar por tí, vas a ser mi perdición.

     Marco sonriendo empezó a quitarse la ropa y ella aprovechó para volverse, las mejillas se le habían sonrojado de repente, bañarse con él no era buena idea.

—Ya puedes volverte. Como ves me he envuelto con la toalla—. Dijo demasiado sonriente, no entendía el extremo pudor de Julia. Los romanos estaban acostumbrados a exhibir su cuerpo sin pudor en los baños públicos. Y Julia tenía el cuerpo más bello que hubiera visto nunca.

—Está bien pero ahora vuélvete tú.

     Marco se volvió comprendiendo que debía darle tiempo a que se acostumbrara a él, su encuentro había sido tan apasionado que se le olvidaba que ella acababa de perder su virginidad.

     Julia se quitó la túnica que llevaba por la cabeza y se puso la toalla más grande que pudo coger.

—Ya me he cambiado.

     Marco se acercó a ella y abrazándola la besó otra vez, no sabía cuántos besos le había dado pero era incapaz de parar, separándose de ella la volvió a coger de la mano y la llevó hacia el frigidarium, el agua estaba lo suficientemente fría para que Julia no quisiera meterse. Tirando de ella consiguió meterla hasta las piernas, pero la joven no fue capaz de entrar más.

—Marco yo no le encuentro sentido a esto de estar tiritando en una piscina de agua fría.

—El sentido lo tiene cuando te metes en la de agua caliente. Anda vente mujer de poca fe, ya verás cómo te sentirás mejor ahora.

—No pienso quitarme la toalla—. Le advirtió Julia.

—Hagamos un trato, si tú me la quitas a mí yo te la quito a ti.

—No sirve. ¿Qué gano yo con eso?—. Dijo Julia riendo a carcajadas. No podía evitar que ese hombre la empujara hacia el caldarium —Marco suéltame.

     El hombre aproximándose a ella la abrazó fuertemente impidiendo que pudiera mover los dos brazos, y fue introduciéndola poco a poco en el agua caliente. A Marco le daba igual si las toallas se mojaban porque no iban a durarle mucho tiempo en el cuerpo. Levantándola del suelo, siguió caminando e introduciéndose cada vez más en el agua caliente. Julia intentaba desesperadamente soltarse y salpicaba el agua con los pies, pero no pudo impedir que Marco los introdujera completamente y cuando los cubrió hasta el cuello la volvió hacia él, quitándole en el movimiento la toalla que ella llevaba puesta, la de él siguió el mismo camino que la anterior.

—Rodéame con tus brazos. Estaba deseando tenerte así desde la primera vez que me acompañaste a los baños y no quisiste entrar desde el vestidor.

—¿Te han dicho alguna vez que tienes pensamientos demasiados pecaminosos y lujuriosos general?—. Preguntó Julia.

—Sí, pero de aquí en adelante los tendré solo contigo—. Dijo Marco besándola nuevamente.

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