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✧༄❱ capítulo trece

PARTE XIII
Pervertido, pero no un degenerado

2016.

A pesar del paso de tres semanas, un sentimiento de insatisfacción seguía atormentándome. Me culpaba por el tormento que Bae Min Sun estaba atravesando, aunque sabía en el fondo que no tenía nada que ver con la divulgación de ese falso rumor. De hecho, yo también he salido perdiendo. Mis dos mejores amigos y yo ya no hablábamos. La desconfianza se había instalado entre nosotros.

Ellos también están enojados porque no les creía. Pero, ¿cómo podía hacerlo? Cuando me enteré de que Bae Min Sun dejó de asistir a la escuela en el momento en que me suspendieron, quise ir a su casa a disculparme, para convencerla de que creyera en mi inocencia. Sin embargo, mi madre me aconsejó que no lo hiciera, que no saldría bien de esa casa si me atrevía a ir. Y tenía razón. Ese día, su madre me recibió.

La señora Bae, con una amabilidad forzada, me pidió que me fuera de su casa. Me explicó que mi presencia allí no era una buena idea, que su esposo y su hijo querrían hacerme daño si me veían en su propiedad. Todos pensaban que yo era el culpable de ese horrible rumor que se ha esparcido por la escuela. La culpa y la impotencia se mezclaban en mi pecho, formando un nudo de emociones que no podía deshacer. ¿Cómo podía arreglar algo cuando nadie está dispuesto a escucharme? ¿Cómo podía demostrar mi inocencia cuando todos ya me habían juzgado culpable?

—Lee Min Ho, el domador de fieras.

Me detuve en seco al oír la voz de Ning Yi Zhuo. No quería verla en este momento. Fue por eso que desvié mis pasos, intentando alejarme de su presencia. Pero ella decidió abrir la boca de nuevo. Lo que estaba a punto de suceder, era algo que ni siquiera ella podía prever.

—¿Qué dijiste?

—Te dije que te jodería cuando menos te lo esperes, Honnie—confesó descaradamente, apoyada en la pared del pasillo—. ¿Por qué te sorprendes tanto? ¿Umh?

Y tenía razón.

Estoy sorprendido, atónito por su confesión. No esperaba que fuera capaz de hacer algo así, y mucho menos a su amiga. Porque se suponía que eran amigas, no enemigas. No obstante, algo en mi interior me decía que Bae Min Sun no tenía ni idea de que su propia amiga había sido la arquitecta de toda esta macabra situación. Yi Zhuo, la amiga leal y confiable, fue la serpiente en el jardín todo el tiempo. La traición era palpable, un veneno que se filtraba en cada palabra que Ning decía. Y yo, parado allí, podía sentir cómo la realidad se desmoronaba, dejando a la vista una verdad mucho más oscura y retorcida.


—Parece que tu plan no salió como esperabas, porque al que has lastimado no soy yo, sino a tu propia amiga.—dije, mirándola fijamente.

—¿Amiga?—resopló, enderezándose con desdén.—Bae Min Sun no puede ser considerada una amiga. Si tan solo hubiera respetado mis sentimientos y no se hubiera metido con el hombre que me gustaba, nada de esto estaría sucediendo.

—Entonces, ¿te estás vengando de mí o de ella?

—De ambos—aclaró, cruzándose de brazos—. De ella porque sabía que tú me gustabas y aún así se acostó contigo. Y de ti, porque te prometí que te haría la vida imposible en el momento menos esperado. Sé muy bien que esa perra es muy importante para ti. ¿Por qué más dejarías de molestar a Hwang Hyunjin? ¿Por qué más abandonarías tu papel de chico bravucón? Y la pregunta más importante, ¿por qué te alejarías de tus mejores amigos si ella no te importa? Eso me quedó muy claro, Min Ho.

La ira y el resentimiento en su voz eran palpables, y cada palabra que decía parecía estar cargada de veneno. Era evidente que su venganza iba mucho más allá de un simple despecho. Era un intento de desestabilizar todo lo que me importaba, de hacerme sentir el mismo dolor que ella sentía. Pero lo que no sabía era que estaba jugando con fuego, y no iba a dejar que se saliera con la suya.

Sin embargo, nunca me planteé esa pregunta en mi mente, mucho menos lo he visto desde esa perspectiva. Pero supongo que Yi Zhuo hizo algo bien antes de desaparecer de mi vida para siempre. Comencé a darme cuenta de que mi visión de Bae iba más allá de su apariencia física. No la veía simplemente como un par de tetas, sino que realmente me importaba como persona. Quizás, siempre me ha gustado, solamente que nunca he podido descifrarlo hasta este momento.

Exhalé un suspiro, una mezcla de alivio y confusión.

—Gracias, me has hecho darme cuenta de algo que nunca pensé que me sucedería. Tienes mucha razón, Bae Min Sun me gusta. Es por eso que incluso me alejé de mis amigos, pensando que uno de ellos me había traicionado. Pero, al parecer, la única persona que lo hizo fuiste tú. No te preocupes, Ning, ella se enterará de esto.—le aseguré.

—¿Ah, sí? ¿Cómo?

—Puede que me cueste, pero lo haré.

—Ella no quiere verte cerca, Lee.

Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. Sabía que tenía razón, empero, eso no iba a detenerme. Tenía que hacerle saber a Bae Min Sun la verdad, sin importar lo que costara.

—Park Ji Hyo es la hija de la amiga de mi padre, y tengo mucha influencia sobre ella—mentí descaradamente. No tenía ningún poder sobre Ji Hyo, pero necesitaba convencerla de que no ganaría esta vez—. Espero que comprendas bien lo que te voy a decir ahora. No quiero verte cerca de mí. Si te atreves a molestarme una vez más, tus padres conocerán la verdad. Y también Jacob. No creo que le agrade la idea de que su cuñada fue la responsable de arruinar la vida de su hermana pequeña.

Mis palabras resonaron en la sala con la fuerza de un trueno, llenando el aire con una tensión palpable. Cada palabra está cargada de intención, de amenaza. No había lugar para malentendidos. Quería que ella supiera que está jugando con fuego, que si seguía por ese camino, las consecuencias serían graves. Esas fueron mis últimas palabras, las dejé flotando en el aire como una advertencia, como una promesa. Y con eso, di por terminada la conversación.

PARQUE WANG
Corea del Sur, Seúl.
16:30 p.m

Me quedé inmóvil, como una estatua en medio del bullicio del parque. Estaba reuniendo todo mi valor para acercarme a mis amigos. Lo primero que quería hacer era disculparme con ellos. Sabía que me entenderían cuando les contara la verdad, pero aún así, me dolía admitir que he sido un completo idiota al no confiar en ellos, mis mejores amigos de toda la vida. Chan fue el primero en darse la vuelta.

Está en medio de un juego de baloncesto con nuestros amigos, su concentración centrada en embocar el balón en la canasta. Pero en el instante en que me vio, su atención se desvió. Chang Bin, que yacía a su lado, también se giró para mirarme. Su rostro inicialmente serio se transformó en una sonrisa, aunque parecía más una mueca de resignación que de alegría. Y así, nos encontramos sentados en el césped del parque, bajo la sombra de un viejo roble, mientras les contaba lo que me sucedió ese día con mi vecina, la mujer cuya cordura siempre ha estado en tela de juicio.

Para mi desgracia, Chang Bin no tardó en recordarme que había sido una mala idea acostarme con ella desde un principio. Todos sabíamos que ella no está bien, pero yo, impulsivo como siempre, ignoré las señales de advertencia. No era la primera vez que cometía un error así. Mi tendencia a actuar antes de pensar me había metido en problemas más de una vez. Empero, esta vez, las consecuencias de mis acciones eran más graves que nunca. Y ahora, tenía que enfrentar a mis amigos, admitir mi error y esperar que, de alguna manera, pudieran perdonarme.

—¿Cómo harás para que te crea?

—Sabemos que Ning Yi Zhuo está mal de la cabeza, pero ella tiene un punto a su favor.—recordó Kang Yeo Sang, sosteniendo el balón en sus manos con una expresión pensativa.—Bae Min Sun no quiere verte ni en pintura.

Sus palabras resonaron en el aire, creando un silencio tenso. La mirada de mis amigos se centró en mí, sus ojos llenos de curiosidad y expectación. Podía sentir sus miradas pesadas sobre mí, como si estuvieran esperando que sacara un conejo de la chistera, que de alguna manera lograra resolver el enigma que era Min Sun. Pero, ¿cómo podía acercarme a ella? ¿Cómo podía intentar disculparme cuando cada vez que intentaba hablar con ella, parecía que quería asesinarme? Cada intento de acercamiento parecía empeorar las cosas. La frustración me consumía, como una llama que se alimentaba de mi impotencia.

No sabía cómo manejar la situación, cómo acercarme a ella sin provocar su ira. Cada vez que pensaba en ella, un nudo se formaba en mi estómago, un recordatorio constante de la tensión entre nosotros. Esto me frustraba. La incertidumbre, la tensión, la ira no resuelta. Todo se mezclaba en un cóctel de emociones que me dejaba agotado y confundido. No obstante, sabía que tenía que hallar una manera de resolverlo, de acercarme a Bae Min Sun y disculparme. Solo tenía que averiguar cómo.

CASA LEE'S
Corea del Sur, Seúl.
19:30 p.m

La señora Lee estaba en la cocina, terminando de preparar la cena para esa noche. Sus manos se movían con habilidad entre los ingredientes y utensilios, pero su mente se encontraba en otra parte. No podía dejar de pensar en la situación en la que su hijo estaba. Los rumores en la escuela sobre Min Ho la han dejado más que inquieta. Sabía que su hijo no era el tipo de hombre que divulgaba sus encuentros íntimos, pero también sabía que Min Ho era un poco peculiar. Tenía sus momentos de impulsividad, pero aún así, era su único hijo y está dispuesta a apoyarlo en todo momento. Después de todo, eso es lo que una madre hace por sus hijos.

—¡Timbre!—gritó la señora Lee, lavándose las manos. Su esposo llegó hace media hora, pero no respondió al llamado. La señora Lee refunfuñó mientras se secaba las manos con un paño de cocina y se dirigía a la puerta principal. Al abrir la puerta, se encontró con una cara familiar.—Bae Jin Ha.

—Hola, Lee Seung Yi. ¿Podemos hablar?

—Claro, pasa.—respondió, abriendo la puerta para dejar entrar a la madre de la chica que ha capturado el corazón de su hijo.

La tensión se podía cortar con un cuchillo mientras ambas mujeres intercambiaban miradas. Ambas sabían que la conversación que estaban a punto de tener podría cambiarlo todo.

(...)

—Lo sé, y te entiendo.

—Conozco muy bien a mi hijo, sé que él no tuvo nada que ver con eso, Jin Ha.—aseguró la señora Lee con firmeza, su rostro marcado por la determinación. Estaba cansada de escuchar a todas las familias hablar mal de su hijo, de tildarlo de degenerado, abusivo, acosador. De que se esparciera el rumor de que era un completo pervertido.

Pero ella sabía la verdad.

—Es por eso mismo que estoy aquí, Seung Yi. Estoy convencida de que esto tiene que ver con una de sus amigas, por eso vine.—confesó Jin Ha, su voz tranquila pero llena de seriedad.

—¿Q-qué? ¿No has venido para...?

—Nunca vendría para decirte que creo que Min Ho tuvo algo que ver con ese rumor. Además, si fuese así, no estaría aquí contigo, compartiendo un café.—expresó Jin Ha, esbozando una media sonrisa. Hay una seguridad en sus palabras que era difícil de ignorar.

—¿Qué amiga?

—Escuché por el profesor Go Kyun Wong que tu vecina de enfrente tiene cierta obsesión por tu hijo.

—¿Yi Zhuo?

—Sí, la conozco muy poco, lo único que sé es que su hermana está saliendo con mi hijo.

—Oí algo así—admitió Seung Yi, su mirada perdida en la distancia—. Pero, ¿piensas qué ella tuvo algo que ver con el rumor y con mi hijo?

—No lo pienso, estoy segura de que es así. Estoy aquí porque es muy probable que nuestros hijos vayan contra ella.

—¿Cómo?

La señora Lee parpadeó un par de veces, incapaz de creer lo que está escuchando. ¿Estaba sugiriendo Jin Ha que su propia hija se vengarían de Ning Yi Zhuo?

—Conozco a mis hijos, y sé que cuando Min Sun sepa que Ning Yi Zhuo fue la culpable de que ese rumor se divulgue, intentará vengarse de la peor manera posible—suspiró Jin Ha, su rostro reflejando la preocupación—. No quiero que mi hija cargue con eso toda su vida, sé que le dolió las palabras que han llegado a sus oídos, pero la venganza no es la solución a eso. ¿Puedes ayudarme?

ESCUELA GWONHA
Corea del Sur, Seúl.
10:30 a.m

Se suponía que hoy sería el día. Mis amigos me habían prometido que me ayudarían a acercarme a Min Sun durante el partido amistoso de baloncesto. ¿Qué mejor oportunidad para hacerlo, verdad? Sin embargo, cuando llegó la hora, todo se desvaneció. Busqué a Min Sun por todas partes, pero no hay ni rastro de ella. Ni siquiera sus amigas más cercanas están en el gimnasio del establecimiento.

Un escalofrío de miedo recorrió mi espina dorsal. La noche anterior, mi madre se había acercado a mí con una súplica en sus ojos. Me rogó que hablara con Min Sun antes de que fuera demasiado tarde. Según la señora Bae, su hija ya sabía quién ha sido el culpable de todo. Al principio, no le creí, pero ahora, con Min Sun desaparecida, le estaba empezando a creer. Fue entonces cuando me levanté de las gradas.

Estoy decidido a encontrar a Bae Min Sun, pero justo cuando me puse de pie, las luces de la cancha se apagaron de repente. Un murmullo de confusión llenó el gimnasio.

—¿Qué pasó?

Fue cuando en la oscuridad vimos algo inesperado. Ning Yi Zhuo estaba allí, observando a varios grupos de hombres con una mirada llena de lujuria. Entre esos hombres, me encontraba yo. No obstante, no era la típica mirada lasciva que uno podría esperar en los pasillos de la escuela. No, ella me estaba observando desde mi ventana y alguien la está grabando mientras lo hacía. Entonces, en las paredes del gimnasio, imágenes de ella sin ropa interior, videos de ella duchándose, se proyectaban sin cesar.

Todas esas imágenes íntimas, expuestas sin piedad, atrajeron la atención de los hombres de la escuela. Sus groserías y comentarios lascivos llenaron el aire, creando una atmósfera incómoda y repugnante. Yi Zhuo, incapaz de soportar más, salió corriendo del establecimiento. A mi lado, una mujer veía la escena con una mirada seria, llena de desconcierto y preocupación. Me quedé atónito, sin entender qué estaba sucediendo.

—Perdóname.

—¿Umh?—pregunté, desconcertado.

—Por todas las cosas que te dije ese día, por no creer en tus palabras y por hacer que mi madre te eche de mi casa cuando intentaste explicarte.—demandó, mirándome a los ojos.

—Puedo ser muchas cosas, incluso un pervertido, pero nunca un degenerado.—intenté defenderme, y ella soltó una risa.

Su risa, en medio de todo ese caos, parecía fuera de lugar, pero también era un recordatorio de que éramos capaces de reír y perdonar, incluso en los momentos más oscuros.

—Adiós, Lee.

—¿Sabes qué esto no acaba así, verdad?—respondí, mi tono desafiante, tratando de ocultar el temor que sentía por su abrupta despedida. Sin importar que en esa despedida tenía una media sonrisa.

—No sé de qué hablas.

—Aún así, no me voy a rendir contigo.—declaré, mi voz firme a pesar de la turbulencia emocional que sentía. Ella se volvió a reír, un sonido agridulce que resonó en el silencio entre nosotros.

—Creo que jamás podría desacostumbrarme a que dejes de hacer eso. Adiós.—dijo, su voz suave pero firme, llena de una tristeza que me partió el corazón.

—Aún tenemos un trato.—protesté, agarrándome a la última esperanza de que pudiera cambiar de opinión.

—¡Claro que no!—respondió, su tono de voz llena de frustración, pero con diversión. Sin decir nada más, se alejó de mí, dejándome solo con mis pensamientos y una enorme sonrisa en mi cara.

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