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✧༄❱ capítulo dos

PARTE II
¡Bae, amamántame!
2016.

Me encontraba en un éxtasis de locura, sin entender del todo lo que estaba sucediendo. Pero lo que sí sabía era que me estaba divirtiendo como nunca. Ver a esa mujer encima de mí, moviéndose y mirándome con una sonrisa malévola, me ponía la piel de gallina. No solo los vellos de mi cuerpo se erizaban, sino que podía sentir el dolor en mi miembro por la intensidad de mi excitación. Empero, en este momento, algo más irrumpió en mi mundo de fantasía, algo que me dejó aún más atónito. La luz de la luna bañaba su cuerpo, acentuando sus curvas y dándole un aura casi etérea. Su risa resonaba en mis oídos, una melodía que amenazaba con enloquecerme.

—¡¡Min Ho!!

—¡¡Yo no fui, fue Tete!!—exclamé, levantándome de la cama sobresaltado. Alguien ha gritado de una forma tan estridente que me sacó de mi sueño. Al mirar a mi alrededor, vi a Bang Chan mirándome con una expresión de confusión..—¿Por qué...?

—¡Mírate!

—¿Qué?—dije tocando mi cara.

—¡Estás al palo!

Dirigí mi mirada hacia mis piernas, constatando que mi ‟amiguito" estaba exactamente como lo había dicho Chan. Erguido. Solo pude mirarlo con una risa nerviosa mientras mis manos se dirigían hacia esa zona afectada.

—Son cosas que pasan, Chancito.

—Pobre de Bae.

—¿Cómo?

—No has parado de gemir su nombre desde que salí del baño, Min Ho.—contó, cerrando su bolso, entre que me veía.—Tienes que calmarte, amigo, porque tendrás muchos problemas si te metes con esa mujer.

—Agh. Fue un sueño, Chan.

—Date una ducha y vamos a dar una vuelta antes de que nos vayamos.—ordenó, saliendo de la habitación, dejándome a solas en la habitación del hotel. 

No pude evitar soltar una carcajada por lo que había pasado. A pesar de todo, me di una ducha y me cambié de ropa para ir con mis amigos una última vez a la playa. Lamentablemente, tuvimos que almorzar con nuestras familias, ya que querían pasar más tiempo con nosotros. Sin embargo, eso duró poco. La hermana mayor de Chang Bin hizo un comentario y se alejó de la mesa, al igual que las hermanas de mis otros amigos, dejándonos solos con nuestros padres.

No lo pensé dos veces y me levanté de la silla color crema, al igual que mis amigos, y nos alejamos del restaurante del hotel para dar una última vuelta por la extensa playa. Podía sentir el sudor recorriendo mi cuerpo y una intensa necesidad de tomar algo fresco.

—Ay, ¿a ti qué te pasó?—indagó Yeo Sang, parando frente a nuestros compañeros de clase.—Pareciera que te atacó un lobo.

—Una loba.—corrigió su hermana, mientras que sostenía una bolsa de hielo en su ojo izquierdo. Se veía del carajo, elevé mis cejas sorprendido de eso, mientras seguía lamiendo de mi helado.

—¿Por qué te hizo eso?

—Solo le hice un cumplido...

—¿«Muéstrame las tetas», es un cumplido para ti?—repitió la rubia, con ironía en su tono de voz.—¿Ves? Por eso te dio esa paliza, eres un idiota.

—¡Pero es verdad!

—¿Crees qué a las mujeres les gusta escuchar ese tipo de comentarios? ¿Qué harías si alguien me dijera algo así? ¿No te molestaría?

—Primero: qué asco.

—Hyun Joon.

—Segundo: lo mataría. Eres mi hermanita...

—Debes de estar feliz porque su hermano no te haya oído o visto, porque seguramente te hubiera matado, oppa.—su hermana comentó, haciendo un puchero.

—¿A quién le dijiste eso?

—¿A quién más? A Bae Min Sun.

Comencé a toser cuando escuché el nombre de la mujer que había estado en mis sueños toda la noche. El único que se dio cuenta de eso fue mi mejor amigo, Bang Chan, quien me lanzó una mirada amenazadora. No obstante, no dije nada y simplemente me concentré en terminar mi helado, entre que seguía oyendo el chisme.

—Tiene la mano dura...

¡Chang Binnie!

—Es hora de irnos.—notificó Chang Bin ante el grito de su hermana mayor.—Adiós, chicos.

Nos despedimos de ellos para ir con nuestras familias. Sin embargo, mientras nos acercábamos a las hermanas de mis amigos, pude ver a lo lejos a un grupo de personas riendo, haciendo tonterías y divirtiéndose con sus amigos.No necesitaba ser un genio para saber que era Bae Min Sun. Entre que caminaba, noté cómo sus senos se movían al compás de sus pasos.

Cielos, no podía ser tan hermosa. Pero Jung Woo Young colocó su mano en mi nuca, cambiando la dirección de mis pasos. Estaba a punto de ir hacia ese grupo, necesitaba hablar con esa mujer antes de que alguien más lo hiciera.

Corea del Sur, Seúl.
Lee's House.

—Hijo, no hagas cagadas, por favor.

—Sí, mamá. ¡Adiós! 

Me despedí y salí de la casa antes de que pudiera seguirme, diciendo cosas que seguramente había escuchado de alguna fuente desconocida. Simplemente, me subí al auto de mi padre que me llevaría a la escuela en su camino al trabajo. En ese momento, solo estaba intentando mantener los ojos abiertos. Todavía estoy somnoliento, era demasiado temprano para ir a la escuela.

—Hemos llegado.—anunció mi padre.

—Gracias. Adi...—su voz me interrumpió, deteniendo también mi mano en la puerta del copiloto.

—Min Ho, por favor, hoy no hagas nada raro.

—¿Por qué todos me dicen eso?—pregunté, con una mezcla de sorpresa y frustración.

—Porque siempre tenemos que ir a buscarte a la dirección o sales tarde porque estás castigado. Por eso te lo decimos, hijo.

Abrí los ojos ante su exageración, sorprendido por su dramatismo.

—No pasará.

—De acuerdo, ve.

—Adiós.

—Adiós... Dios mío.

Cerré la puerta del auto tras de mí y me dirigí hacia la entrada de la escuela, desinteresado en lo que sucedía a mi alrededor. Estaba tan perdido en mis pensamientos que apenas me di cuenta de que ya estaba sentado en mi pupitre. Fui sacado de mis ensoñaciones por la voz del profesor, que me regañaba por dormirme en su clase. Y así, una vez más, me encontraba camino a la dirección, frustrado por la idea de tener que decepcionar a mis padres de nuevo.Me senté en las sillas de espera para hablar con los directivos.

Mientras estoy allí, pude ver a otros estudiantes también esperando. Parecía que no era el único que había metido la pata esta mañana y el primer día de clases. Un murmullo de voces llamó la atención de la mayoría de nosotros que estábamos esperando a los rectores, y me di cuenta de que era el mismo hombre de la playa. Su presencia parecía tener un efecto magnético, atrayendo la atención de todos en la sala.

—¡¿Por qué yo?! ¡Ella también me pegó!

—Te lo buscaste.—contestó una voz femenina. Entonces, puedo notar que era la mujer que no salía de mi cabeza desde que la había visto.

—¡Es injusto!

La puerta de los rectores se abre, dejando ver a la directora Yo Sun Eun con la cara menos amistosa de la mañana. Al parecer, escuchar los gritos de Park Hyun Joon no era su fuerte y la ponía de malas.

—¿Por qué están gritando así?

—Son todos suyos, Directora Yo.

—¿Qué han hecho todos ustedes? Uno por uno, empezando por Bang Na Young.

—La profesora Choi me mandó aquí por dormir en su clase.

—Por cortarle el pelo a Lee Chae Ryeong.

—¿Qué hiciste qué?—preguntó confusa, pero negó varias veces para mirar al resto de las personas, hasta que me vio a mí.—Lee, qué sorpresa verte aquí.

—Me dormí en clases de ciencias.—confesé, encogiéndome de hombros.

—¿Ustedes?

—Ella me pegó.

—Porque él se sobrepasó.—aclaró cruzada de brazos, logrando distraerme por sus enormes tetas.

—¿Qué has hecho, Park?

—¡¿Es en serio?! ¡Ella me pegó!

—¿Por qué le has pegado, Bae?

—Me dijo cosas morbosas en la clase de literatura. Es un... pajero... con todas las letras, rectora.

—¡Bae!

—Tengo derecho.

—Okey, tranquilos.—alzó las manos impaciente la Rectora Yo.—Bang Na Young, Lee Young Ha, Kim Seung Jin, vayan a sus clases respectivas ahora y que no vuelva a pasar. Park Hyun Joon, Ji Jun, Lee Min Ho y Bae Min Sun se van a detención.

—¡¿Por qué?!

—¡Yo no hice nada!

—Has golpeado a un compañero.

—Porque dijo cosas morbosas de mi cuerpo. ¡No tengo por qué aguantar eso, Rectora Yo!

—Y lo entiendo, soy feminista también.

Observé cómo Bae abría los labios, claramente ofendida por lo que la mujer estaba diciendo. Podía sentir una punzada de empatía por ella, aunque no compartía completamente su dolor. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y disgusto, y sus ojos brillaban con una chispa de desafío. A pesar de la situación, no podía evitar sentir una especie de admiración por su espíritu indomable.

—¡¿Eso qué tiene que ver?!

—No diré nada más, vayan ya a detención al finalizar las clases. Adiós.

—Imbécil...—susurró molesta, alejándose del pasillo en donde estábamos.

Sin embargo, ahí estaba yo, siguiéndola, pero justamente cuando quería hablarle, siento la mano de uno de mis amigos, porque ya estábamos en receso. Desde ese momento, no la volví a ver en ningún otro lugar, excepto cuando llegamos a la sala de detención. Pero por alguna extraña razón, no podía acercarme a ella ni hablarle.

Mis piernas temblaban solo con verla y no podía entender las emociones que recorrían mi cuerpo. Era como si una barrera invisible me separara de ella, una barrera creada por mis propios miedos e inseguridades. Cada vez que intentaba acercarme, algo en mi interior me detenía. Era una sensación extraña, una mezcla de nerviosismo y ansiedad que nunca antes había experimentado.

Corea del Sur, Seúl.
GWONHA ESCUELA.
12:00 a.m

—¿A ti qué te pasa?

Salí de mi burbuja al escuchar la voz de Chan, se encontraba comiendo de su almuerzo en la cafetería de la escuela, mientras que yo estaba jugando con mi comida, porque la cabeza no me dejaba tranquilo.

—Nada, ¿por qué?

—Estás jugando con el pudín. Tú amas el pudín.—recordó Chang Bin, dando un sorbo a su jugo.

En ese minuto, me di cuenta de que mis amigos tenían razón. Me encontraba simplemente jugando con el pudín que tenía entre mis manos, sin comerlo. Me odié a mí mismo por jugar con algo tan delicioso como el pudín. Era como si toda mi atención se hubiera desviado hacia mis pensamientos internos, dejando de lado incluso las cosas que normalmente disfrutaba.

—Carajo...

—Te vuelve loco, ¿no?—cuestionó Yeo Sang con una media sonrisa en su faz.

—¿Quién?

—Alguien se adueñó de la cabeza de nuestro amigo.—burló Bang Chan.

—Cállate, no me gusta nadie.

—Sí, tienes razón. Ella te calienta.

—Dios mío, Bang Chan.—abrí mis párpados enormes por su comentario tan agresivo.

—¿Qué?—rio Yeo Sang.

—¿De quién hablamos?

—No lo sé, míralo por ti mismo.

Ante la pregunta de Chang Bin, Bang Chan asintió con la cabeza hacia la puerta detrás de mí. Al girarme, pude notar que por la puerta trasera de la cafetería entraba la mujer que no dejaba de rondar en mi cabeza, Bae Min Sun. Tenía a dos chicos detrás de ella, pero por su expresión, parecía que no estaba muy contenta con su compañía. Su rostro, normalmente brillante, parecía tenso y su sonrisa forzada. A pesar de la distancia, podía sentir su incomodidad.

—¿Te gusta Bae?

—Te he dicho que las chicas del 6J están locas, Min Ho. Aléjate.—Woo Young habló.

—Mejor cállate, que el día de la fiesta en la playa te acostaste con Kim Min Jeong.—replicó uno de mis amigos, con una sonrisa burlona.

Decidí ignorar a mis amigos y concentrarme en terminar el pudín que tenía entre mis manos. Pero durante todo el día en la escuela, no podía dejar de pensar en proponerle algo a esa mujer. Sin embargo, el miedo que sentía era tan grande que no podía ni siquiera hablarle. Después de mi última clase de matemáticas, me dirigí al gimnasio para ver a mis mejores amigos practicar. Tenían un juego importante en unos días, solo que a mí no me importaba mucho. Mientras caminaba lentamente por el pasillo, sencillamente podía escuchar el sonido de mis pasos. No hay absolutamente nadie, ya que la mayoría de los estudiantes no se han tomado el tiempo para ir a ver a los chicos practicar.

Bueno, solo las chicas iban. Estaban muy ‟enamoradas" de los deportistas. Sin embargo, en un instante, me detuve en seco, haciendo un ruido fuerte en el pasillo que llamó la atención de una mujer que salía de una sala. Llevaba la camisa de la escuela desabrochada, dejando a la vista su generoso escote. No podía apartar la vista de ella.

—La puta madre...

—Lo que me faltaba...—farfulló, mientras que se tapaba con sus brazos o algo así.

—Amh. ¿Necesitas...?

—No, no necesito nada.

—Parece que tienes un problema ahí.

—¿Y qué podrás hacer tú? ¿Ah?—replicó, moviendo su cabeza en un gesto de agresividad. Su tono era desafiante, como si estuviera lista para enfrentar cualquier cosa que yo pudiera decir.

—Puedo darte mi camisa.

—¿Estás bromeando?—expulsó una risa nasal. Al parecer, no creía en mis palabras.

—Tengo otra camisa en mi casillero, pero parece que tú no. ¿Verdad? De lo contrario, no estarías así en pleno pasillo.—mencioné, señalándola con un gesto. Mi tono era tranquilo, pero mis palabras estaban cargadas de una leve provocación.

Bae miró a un lado, sin decir nada, y luego sus ojos se encontraron con los míos. Con una expresión decidida, comenzó a caminar con firmeza, como si cada paso que daba estuviera cargado de un propósito claro.

—Okey.

—De acuerdo.

—Entra al salón del conserje.—ordenó, señalando con su cabeza. 

No me opuse, porque si esa mujer me pedía que me quitara toda la ropa, lo habría hecho con gusto. Así que, una vez dentro del salón, me quité la chaqueta y desabroché la corbata que llevaba alrededor del cuello. Cuando tuve la camisa en mis manos, simplemente me puse la chaqueta y abrí la puerta, encontrándome con la mujer apoyada contra la pared.

—Toma.

—Gracias, Lee.

—Oh, me conoces...—acoté sorprendido.

—Obviamente, ¿cómo no conocer al chico rebelde de la escuela Gwonha? Siempre estás en detención—contestó, entrando a la sala del conserje. Pasé unos minutos esperando a que saliera, y cuando finalmente lo hizo, no pude evitar notar lo increíblemente atractiva que se veía con mi camisa puesta. Eso me volvía loco—. Gracias por el gesto.—agradeció, con una sonrisa que parecía tanto agradecida como burlona.

—No hay de qué.—sonreí apenas, dando un paso atrás.

—Ya, solamente dilo.

—¿Decir qué?

—¿Quieres algo a cambio, no? Siempre quieren algo a cambio, dilo si es así.—dijo ella, cruzándose de brazos y mirándome con una mezcla de desafío y cautela. Podía ver que estaba preparada para cualquier propuesta que yo pudiera hacer.

—Hmh, no.

—¿Seguro?—asentí. Pero me arrepentí de inmediato. Pero ya era demasiado tarde, porque ella había abierto la boca para despedirse de mí. Parecía que cualquier oportunidad que hubiera tenido para hablar se había desvanecido en el aire.—Mañana te entregaré la camisa. Adiós.

No obstante, no podía abrir la boca para decirle algo como eso. Era muy probable que terminara de la misma forma que uno de mis compañeros de clase y no era una buena idea. Sencillamente que ahí estaba Lee Min Ho, sin ningún reparo.

—¡Bae, amamántame!

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