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Dos

Despertó gracias al fuerte sonido que provenía de su cocina, su alarma aún no había sonado y notó el porqué; seis y media. Media hora antes de que tuviera que despertar. Se quejó y extendió la mano hasta tomar su celular notando que este no mostraba ningún mensaje, quizás sus amigos no se habían acordado de él. Como sea, cayó de nuevo contra su almohada negándose a despertar. Durmió tarde la noche anterior, demasiado, no podía dejar de pensar y de dar vueltas en medio del desierto esperando encontrarse con algo cálido. Extrañaba dormir con Minghao. Dios, era patético, apenas era su primera noche.

—Levántate de una vez, tu trabajo ya no queda a minutos caminando.— Escuchó cierta vocecilla que le hizo fruncir el ceño. ¿Cómo demonios había conseguido entrar? ¿Cómo demonios lo había encontrado? —Vamos, levántate.

—Déjame en paz.— Se quejó cubriéndose con las mantas.

—¡ya levántate!— Escuchó el grito y rodó en la cama hasta caer, en realidad lo rodaron. Abrió los ojos encontrándose con cierta personita molesta. Le hizo una mueca y se sentó sobre el suelo recibiendo la taza de café que le ofrecían. —Eres un desastre ¿lo sabías? Mira tu cara, ya deberías estar listo para ir a trabajar.

—¿vas a llevarme en tu auto?— preguntó poniéndose de pie y dándole un sorbo a la taza. —Le di el mío a Minghao...

—Lo sé, no lo vi afuera ¿Por qué le regalaste tu auto? ¿y porque te mudaste tan lejos?— Su amigo caminó directo al armario sacando su ropa, incluso se había tomado la molestia de abrir las cortinas para que entrara el sol. Mingyu se sentía como un bebé.

—No quería estar cerca de él... Y creo que despues de todo él necesita más el auto, siempre anda de un lado a otro.

Escuchó un suspiro. Uno de sus mejores amigos, Seungkwan, jamás había terminado de aceptar a su ex pareja, siempre encontraba un defecto, o miles, que lo hacían quejarse día y noche, quizás ahora deberían estar feliz y por eso lo trataba mejor que otros días. Mingyu no podría saberlo. Seungkwan era un grandioso amigo en realidad, alguien que no lo hacía sentirse solo y comprendía cuando quería estarlo. Seungkwan suspiró.

—Minghao me dio la llave, me pidió que te cuidara y que viniera a levantarte los primeros días.— Mingyu suspiró ante la pequeña revelación. No era del todo bueno saber que su ex pareja seguía preocupándose por él, de hecho, hubiera sido mejor que Seungkwan le mintiera y le dijera que en realidad le pidió que fuera a abandonarlo en medio de un bosque en una trampa malévola. —¿sabes? A pesar de que no me agradaba él no era malo para ti.

Sal a la herida. Quizás Seungkwan no fuera tan buen amigo.

—Gracias por aclarármelo, ahora me siento peor.— Sonrió a medias caminando hasta la cocina. —Ahora soy un poquito más miserable que ayer.

—Lo que quiero decir...— La voz de Seungkwan se volvió un poquito más amarga. —No tienes que mudarte tan lejos, puedes volver y quedarte en mi casa por unos días hasta que encuentres un lugar más cerca, a tus padres les gustaría, y mi...y a todos.

Mingyu suspiró dándose la vuelta y caminando hasta Seungkwan. Lo tomó por los hombros y este alzó la mirada. Habían vivido demasiado cerca por muchos años, poco menos que la mitad de su vida, sus madres eran amigas y ellos crecieron jugando y alejándose de las pláticas aburridas de las señoras. Incluso cuando se mudó con Minghao ellos seguían viéndose casi todos los días. Claro que quería regresar, sin embargo, al hacerlo cometería otro de sus tantos errores.

—Es una herida abierta, Seungkwan.— Le recordó Mingyu con la voz suave. —Es mejor que me mantenga lejos, si no lo hago volvería a ese ciclo interminable con Minghao.

—Es que...— Seungkwan torció los labios. —Se siente como si también estuvieras terminando tu relación con todos nosotros. Incluso con tu familia.

Mingyu suspiró para segundos despues sonreír.

—Hey, no me estoy mudando a otro país, simplemente estamos algo lejos entre nosotros. Sabes que puedes visitarme cuando quieras.

Seungkwan no parecía muy convencido, sin embargo no discutió, solo levantó la mirada y sonrió de lado apartándose de Mingyu. Él suspiró.

A pesar de que se fue de la casa de sus padres hace tiempo ahora se sentía como si realmente los estuviera dejando, como un paso a la independización. Una emoción amarga que aun no comprendía. Ellos habían estado preocupados cuando les dio la noticia de que dejaría a Minghao, incluso le insistieron para que regresara a casa, pero no, Mingyu tenía que alejarse lo más posible. Y ahora estaba ahí, varado con todos sus amigos y familiares preocupados por él.

Cuando salió del departamento junto a Seungkwan eran las siete quince. Respiró profundo el aroma de la mañana y giró a su izquierda, la puerta abriéndose.

—Buenos días.— Saludó. Jaejoon -si no recordaba mal el nombre- pasó de largo sin alzar la mirada, con el semblante serio y sombrío. —O quizás solo días.

—Que vecinos tan amables.— Murmuró Seungkwan detrás suyo.

—Si...Creo que no todos amanecen con buen humor.

Su mirada quedó fija sobre el barandal donde descansaba una humeante colilla de cigarro.


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