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SIRIUS ESCAPÓ DE CASA

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El verano había llegado, Irena sabía que las cartas llegarían dentro de dos semanas anunciando el nuevo año, su sexto año. Era de noche, la hora de la cena había llegado en la casa Black,  e Irena odiaba que eso sucediera, debido a que tenía que usar estupidos vestidos con corset.

Unos golpes en su puerta la hicieron mirar en esa dirección, dejó entrar a la persona que estuviera tocando.

- Ama Black - habló Kreacher. - La Ama Walburga me pidió informarle que la cena está lista.

- Bajaré enseguida, Kreacher.

Irena vio al elfo salir, rodó sus ojos al saber que la cena había llegado. Su madre le había dejado un espantoso vestido en su cama que quería que usara. La chica se quitó sus pantalones para colocarse aquel vestido que deseaba quemar con un hechizo, pero no quería otra sección de crucios en su cuerpo por aquel día.

Cuando estuvo lista, Irena bajó a las escaleras, observó los cuadros que habían causándole una repugnacion. 

- Al fin bajas, Aquila, es tarde - murmuró Walburga al verla.

- Lamentó la demora, madre - respondió con voz fingida bastante notable.

Tomó asiento junto a sus hermanos, quienes habían estado esperando a que llegara, lo único que se escuchaba en la mesa era el golpeo de los cubiertos y las copas al ser dejadas en la mesa, nadie hablaba a menos que Orion lo permitiera, o incluso solamente si estaban hablando de algo y los adultos les preguntaban.

- He pensado en casarme - miró Sirius como si fuera una noticia que se da todos los días.

Walburga se sorprendió, debido a la confesión de su hijo mayor.

- Vaya, ahora no serás una decepción a esta familia, Sirius - respondió Walburga. - La conozco, es de alguna familia importante, tenemos que saber quien será la persona que te regrese un poco de tu honor.

Una sonrisa apareció en los labios de Sirius, había estado deseando molestar a sus padres de alguna forma durante todo el verano. Se acomodó mejor en su silla, cruzando sus manos sobre la mesa y mirando a Orion primero, para luego dejar su vista en  Walburga.

- Lily Evans - respondió el pelinegro. - Una chica de mi casa, una nacida de muggles.

Aquello fue la gota que derramó el vaso en Walburga Black. La mujer se puso de pie rápidamente haciendo caer su copa al suelo logrando que se rompiera, no le importó del vino que manchó la alfombra.

- ¡Aquila! ¡Regulus! ¡A sus habitaciones! ¡Ahora! - grito Walburga.

- Madre, ya conoces a Sirius, solo intenta hacerte enojar - hablo Regulus intentando defender a su hermano.

Orión fue quien miró a sus hijos, volviendo a repetir las palabras de su esposa. - Dijo a su habitación, Regulus, sin excepciones. ¡Ahora!

Irena iba a protestas, pero Regulus la tomó del brazo sacándola del comedor, ambos subieron las escalera encerrándose en la habitación del menor, pudieron escuchar los gritos de sus padres seguidos de los provenientes de Sirius.

Irena sabía que aquello no iba a terminar bien, que iban a castigar a su hermano de la manera más cruel, y más teniendo en cuenta que sus padres habían organizado el hecho de que Sirius recibiera la marca tenebrosa en contra de su voluntad antes de partir a Hogwarts.

A la media noche los gritos habían parado, Irena salió de la habitación de Regulus dejándolo completamente dormido, camino hacia la habitación de Sirius la cual tenía la luz encendida, al entrar descubrió el rostro de su hermano con marcas de sangre, sabía que sus padres lo habían castigado.

Sirius estaba tomando sus cosas rápidamente guardándolas en una pequeña maleta, había tomado la decisión de irse de casa, no solamente por el regaño que sus padres le habían, o las maldiciones que habían lanzado a su cuerpo a modo de tortura, sino por que le habían confesado los planes que tenían para él antes de volver al colegio, diciendo que era la única manera que  recuperará un poco de estatus.

- ¿Te vas? - cuestionó Irena. - Nos dejarás a nosotros, sabes que ellos van a buscar una forma de castigarnos por esto, no puedes...

- No voy a irme solo, Aquila - respondió Sirius mirando a su hermana quien lo miró mal al mencionar su nombre. - Ven conmigo, ambos, tu y Regulus.

- ¿Y a donde iremos, Sirius?

- Con los Potter, ellos nos apoyarán, estoy seguro.

Una sonrisa, una de las pocas que Irena sacaba se formó en su rostro al escuchar sus palabras, abrazó a Sirius.

- Iré por Regulus.

- Los estaré esperando abajo.

Irena corrió hacia la habitación de Regulus, tomó algunas prendas de su hermano para después ir a sacudirlo un poco.

- ¿Reggie? - murmuró. - Regulus despierta, levántate Arcturus o te lanzaré un balde de agua.

El pelinegro se despertó de a poco, miró a su hermana quien parecía sonreír feliz, algo que lo hizo sentirse extraño.

- ¿Qué sucede, Irena?

- Ven conmigo, toma tu varita.

No tardaron más de seis minutos, pero cuando ella bajó las escaleras no había señal de Sirius, y la puerta estaba abierta donde pudo observar la lluvia caer.

Sirius los había abandonado, escapó de la Noble casa de los Black dejando a sus dos hermanas atrás, Irena sabía que Sirius terminaría escapando algún día, pero le había prometido que no los dejaría, pero no cumplió su promesa.

Sirius se fue, dejando a Regulus e Irena en la casa de los locos, con las peores personas en el mundo.

🐺

Una semana había pasado desde que Sirius escapó de casa, Irena no sabía nada de él, pero cuando subió a su habitación nuevamente aquella noche descubrió una carta de su hermano mayor, la cual quemó después de leer.

La cena se estaba llevando a cabo, el silencio incómodo era nuevamente presente, desde que Sirius se había ido, Walburga y Orión actuaban como si solo tenían dos hijos.

- ¿Saben algo de Sirius? - cuestionó Irena.

Walburga dejó caer su cuchara haciendo un golpe en la mesa, Regulus cerró los ojos.

- Te he dicho que ese nombre no se menciona en esta casa, Aquila.

- Es tu hijo, sigue siendo tu hijo, Walburga.

- No lo es, dejó de serlo desde que quedó en esa casa de traidores.

- Entonces deberías de quemarme a mi también del árbol familiar, es mi gemelo, tenemos los mismos genes.

Walburga se puso de pie lanzándole la maldición cruciatus a su hija, Irena no gritó, aguantó cada una de los crucios de su madre, el menor quería levantarse y defender a su hermana, pero no podía hacerlo durante la mañana había recibido un par de crucios por parte de su padre y le dolía todo el cuerpo, solo pudo ver como su progenitora torturaba a su hermana delante de sus ojos. Regulus fue quien la tomó en brazos cuando todo terminó, para subirla a su habitación y curarla.

Regulus curaba en silencio las heridas de Irena, quien mordía sus labios intentando aguantar los gritos debido a la piel expuesta y sangre que tenía.

- Descuida, Reggie. Necesitan algo más que unas heridas para derribarme.

Regulus abrazó a la chica con cuidado de no lastimarla. Un abrazo que le demostraba que él estaría a su lado sin importar nada, que él no iba a abandonarla.

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