Verónica esperó un rato en la cafetería. Dejó a Lance sólo con su conciencia alrededor de media hora.
Era lo mejor. Allura no salió con la mejor cara, y al parecer la conversación no había sido la mejor.
Verónica entró al cuarto que le habían otorgado a Lance con un café en la mano.
-Hola. ¿Se puede, señor salvaje? -bromeó para quitar hierro al asunto. Su hermano estaba de lado, tumbado, con el gotero ligeramente estirado hacia él. Verónica chasqueó su lengua. Dejó el café en la mesa y se acercó a él. -Hey... ¿que ha pasado? -le preguntó en su lengua natal. Lance permanecía de lado. Tenía los ojos abiertos, clavados en algún lugar. -Te han dado calabazas ¿no? -Verónica le acarició el pelo a su hermano. Lance suspiró. La almohada continuaba humedecida.
-Ella... no va a volver. No como antes. -Verónica suspiró. Acariciaba con sus uñas el cabello a su hermano.
-Tienes que pasar eso ya. Fue hace tiempo ya Lance. Hay más gente... - el cubano cerró sus ojos.
No se aguantó las lágrimas. Apretó sus labios y enterró su cara en la almohada. -Lance por favor... -su hermana se abrazó a él por la espalda. - No te tortures así. -beso su cabeza. -¿Te gusta?
-No lo se. -murmuró. Entonces su hermana creyó conectar y relacionar cosas.
-Cuéntame sobre ese chico.
-No vas a salir con él... -murmuró. Seguían abrazados. Bueno, Vero seguía abrazada.
-No. Háblame de él. -Lance cerró sus ojos. Se le escaparon más lágrimas. -¿Te gusta ese chico? -Verónica le acarició el cabello. Ya sabía de la bisexualidad de su hermano, pero no sabía de su necesidad y ansiedad por él. Y aún menos de él.
-Es tatuador... y anillador. -murmuró. Le enseñó los tatuajes que le había hecho. Verónica se quedó fascinada. Le parecía tan tierno...
-¿Entonces?
-Nada. -susurró. Su hermano maldijo en voz baja. Dejó que más lágrimas cayeran en la almohada.
Verónica sabía los límites de su hermano. No iría a más.
-Vale. Vas a relajarte, respirar hondo y comerte la caña de chocolate que te voy a traer ahora. -beso su mejilla varias veces. -Eres el mejor chico del mundo, y eso nadie lo cambiará. -Lance sonrió de manera rota y algo triste. -Vuelvo en nada.
Verónica cogió un dulce en una de esas máquinas expendedoras.
Lance no debía comer nada fuera del menú del hospital pero que les jodan, su hermano estaba triste y no le dejaría comer un puré de patatas sin sal.
Eran cerca de las nueve de la noche.
Shiro fue de nuevo al hospital. Y Keith también. Sabía de sobra que la situación entre ellos era incómoda y rara, pero no quitaba que quisiera verle. Quería asegurarse de que estaba bien.
Entró Shiro primero.
Una conversación segura y de buen rollo, amistosa, sin mucho más. No tenían tampoco mucho que decirse.
No le contó nada de Allura, nada de nada. Tampoco tenía por qué hacerlo.
Tampoco preguntó por Keith, que estaba afuera, asomado a uno de los balcones cerrados de la sala de espera.
Vió a Shiro salir después de dejar entrar a una mujer con un carrito.
Se acercó a él.
-Esta bien Keith. -asintió. -¿Quieres que nos vayamos? -negó.
-Voy a verle. -Shiro alzó sus hombros.
-Estaré en la cafetería. -suspiró y revolvió la melena ajena. Keith se peinó el pelo como pudo. Respiró hondo.
Ahora le imponía ver a Lance.
Le imponía esa puerta del hospital. Le imponía hasta el olor.
Tocó a la puerta y la abrió ligeramente.
-¿Se... puede? -ante esa voz se asomó Verónica la primera. Keith tragó saliva. -Puedo volver más tarde.
-No, pasa. -el coreano entró cabizbajo. Verónica se lo habría comido enterito se no ser por su hermano, allí presente.
Keith observó como le tomaban la tensión, como le cambiaban las bolsas del gotero y como le dejaban la cena en la mesa.
Verónica y el resto miraron a la mujer del carrito irse. Y la hermana del cubano se levantó.
-Me voy a pedir mi cena. No tardo. -Verónica alborotó el pelo de su hermano, igual que Shiro con Keith.
Lance suspiró.
Sentía un vacío horrible.
Y encima la cena no se veía bien.
-Hey.. como... ¿estás? -Lance suspiró.
-No lo se. -otro silencio horrible. Keith observó la cena de Lance. Frunció su ceño.
-¿Eso... es carne?
-El que ¿esa bola con salsa? -ambos miraron el plato. -Pretende serlo. -Keith soltó con un suspiro una sonrisa. Lance le imitó. -¿Cómo estás tú? -Keith le miró sorprendido.
-Ah, pues... no lo se. -ambos se quedaron callados. Ambos pensaban en lo mismo.
-¿Que tal el local? -Keith suspiró. Estaba de pie, en los pies de su cama.
-No estoy yendo a currar. -Lance frunció el ceño.
-¿Como que no? -negó.
-No puedo tío. No ahora. - Lance entendió esa mirada y esa respuesta. Cogió aire como pudo, hasta que le llegó la tos. Esa puta tos.
-¿Recuerdos?
-Muchos. -murmuró en voz baja. Lance se quería enterrar bajo tierra. ¿Quien hace semejante pregunta, por dios? Sólo si eres imbécil. Keith miró a Lance a los ojos. Ambos lo hicieron. Se necesitaban.
Pero es que Lance era sólo miedo. Su cuerpo estaba lleno de miedo.
-¿Quieres que te deje cenar tranquilo? - Lance negó.
-No. -otro pequeño silencio. -Quédate.
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