🌹51🌹
Keith fue el último en entrar. Miró si alrededor. Hacía mucho que no pisaba la casa de Shiro, y continuaba como la recordaba.
-Ponte cómodo anda. - el coreano se sentó en el sofá. Suspiro y echó su espalda hacia atrás. Vale Keith, relájate, se dijo a sí mismo. Relájate: la has cagado, mucho, vale. Pero se puede arreglar... seguro que si. Nada es eterno en esta vida, algo podrás hacer.
Entre autoayudas volvió Shiro, con ropa cómoda y algunas prendas en sus antebrazos.
-Toma, empanado. -con una suave sonrisa se fue a la isla de la cocina. -¿Tienes hambre?
-No... -murmuró.
-Da igual, te haré algo de cena. ¿Eso de la carne... vas igual no? -Keith asintió. -Pues vamos bien... sólo tengo pan de molde y... ¿el aguacate sigue gustandote? -Keith miraba un punto fijo, de espaldas a Shiro. - Joder... -se acercó a Keith. Alborotó su cabello y se sentó en el brazo del sofá. -Despierta ya anda. Tienes que cenar algo. -murmuró el mayor. Keith suspiró y se levantó.
-¿Tienes aguacate o queso de untar?...
- Si Keith, si. -murmuró negando, soltando el aire. No tenía remedio.
Lance terminó fregando los platos con su hermana.
- Que te sientes. -murmuró Verónica.
- Que estoy bien, déjame. - el moreno mantenía los ojos en el agua que resbalaba por el plato. Tosió varias veces, y por muy cerdo que fuese, apartaba los cubiertos y el plato y escupia hacia el desagüe. Y Vero se dió cuenta.
-Lance...
-Qué. -murmuró sin mirarla, fregando los platos.
-¿Eso... era sangre? -murmuró su hermana, un poco asustada.
-No, bueno, no se. -murmuró como si nada. No le daba importancia, o al menos no quería.
-Pero... ¿pero por qué?
-De toser tan fuerte, imagino. -Verónica se quedó mirándole durante unos minutos.
-Lance, eso deberías mirartelo eh...
-Que pesadilla... -rodó sus ojos.
-Mañana vamos al médico.
-Si, y después a la peluquería y al cine. No te rayes tía. -murmuró cerrando el grifo y secándose las manos. Detectó con los ojos caja de tabaco que tenía el lado y a por un cigarro que fue. Verónica negó.
-No no, tu delante mía no fumas chaval. -le quitó la caja. Su hermano bufó.
-No me jodas, va. Uno sólo. -murmuró ansioso. Verónica negó con una ceja alzada. -Vero por favor.
-Que no, que me da asco el olor y me toca dormir contigo. Que no. -se guardó la caja de tabaco entre las tetas.
-Sabes que me la suda que te lo guardes ahí ¿no?
-Tocame un trozo de teta y te parto la mano. -murmuró mientras guardaba los platos secos. Lance se quejó en voz alta.
-Ahora si que no vamos a ningún lado. -sentenció Lance.
Y no hizo falta.
En un viaje de Lance hacia el baño se tomó el capricho de llamar al médico. A las once menos cuarto tocaron al timbre. Lance sintió su corazón salir del pecho. Se levantó antes que su hermana.
-Donde vas tan acelerado. -Lance se giró y miró a su hermana. Es verdad... no sabía nada de Keith... mierda.
-No, nada...
-Algo te callas tú.
-Si, que te odio. -murmuró con otra nueva de cansancio. Miró a través de la mirilla. Un hombre de edad avanzada de cabello pelirrojo estaba tras la puerta. -¿Quien es este? -susurró.
-Anda quita. -la morena abrió la puerta. -Adelante, pase. - Lance observó al hombre entrar. Miró a su hermana.
-Mi casa no es un picadero, pedazo de guarra. -obviamente esas palabras no eran enserio. Jamás llamaría eso a una chica, que no son objeto a sexuales por dios...
Pero era su hermana. Habia mucha confianza. Y esa misma le pellizcó el brazo.
-Calla gilipollas. Ven. -cerró la puerta y se sentó junto al hombre. -Buenas noches doctor. -murmuró al hombre. Lance miró a su hermana incrédulo. La mato, pensó.
Le contaron al médico que ocurría. Lance trató de contarle sobre los dolores y el malestar.
El doctor diagnosticó como realmente pudo.
Keith cenó junto a Shiro, viendo la tele.
Se acabó una tostada y soltó una bocanada de aire por la nariz. Shiro miró al de la melena.
-Cambia la cara ya por dios. No es tan grave. -Keith levantó su cara y miró hacía un lado.
-Ya pero... joder, la he cagado.
-Bueno, mañana le llamas y ya está. No pasa nada. Pero hoy tranquilito, a dormir y a descansar. -Shiro se comió el último cacho de alimento que le quedaba en el plato y se levantó. -Acábate eso anda. -Keith cogió la tostada y se la comió.
-¿Tu crees que estará enfadado? -murmuró Keith. Shiro soltó una risilla al aire.
-¿Sinceramente? Dudo que se plantee no matarte. Te ha tirado un cubata a la cara. -Keith miró el suelo. -Pero creo que todo irá bien. -murmuró el mayor. Se giró y vio a Keith hacerse una coleta. Tan joven y tan roto. Tan tonto y tan débil. Intentando parecer de hierro cuando era puro cristal.
Que complejo, que complejidad tan salvaje y bella.
Shiro sonrió y miró el suelo. Más le valía solucionar todo.
Era de noche, más noche aún.
Keith no podía dormir.
Tenía a su lado a Shiro, de espaldas. Le habría encantado sentirse bien, calentito entre sus brazos, protegido. Pero el no quería esos brazos. Si los queria, pero no como el los quería. Es decir... quería sentirse un poco mimado.
Se estaba ahogando en el maldito mar que el mismo, días antes, había advertido de peligroso. El de la bandera roja, ese mismo.
Se levantó de la cama, con el pijama puesto, y se salió al balcón. Ese mismo balcón que unos pies descalzos e indefensos habían pisado antes.
Saco un cigarro y lo encendió.
Escuchó algo similar a un coche de policías al fondo. Un coche de policías o una ambulancia, el caso es que oía una sirena.
Se acomodó en las barras del balcón y miró el horizonte. Oscuro, pero iluminado por pequeñas farolas que, en la lejania, parecían hasta estrellas.
¿Como se sentirían las farolas al ser definidas como estrellas minúsculas? ¿Cual sería su reputación?
Keith no tenía claro nada a estas alturas.
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