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🌹18🌹

Keith acabó con una rodilla entre las piernas de Lance, cogiendo el cuello de su camiseta para asegurarse que no se alejaba de él.
Se separó y cogió aire. Miró su cara con rabia. Gruñó.

-Ahora mismo yo... te pegaría una puta paliza.

-Pero no lo vas a hacer. -Keith negó. Gruñó de nuevo y besó su boca con más rabia.
Se dirigió a quitarle la camiseta pero Lance se separó.
-Eh eh, para. -murmuró.

-Ya empezamos... -el coreano rodó sus ojos.

-No es eso. Estas currando. -miró su alrededor. -Y venía a por un piercing. -Keith soltó el aire lentamente.

-Llevas razón. - se alejó de él tras observar sus ojos y su cara de nuevo. Estaba peor de como le vió la última vez. O eso le parecía a él.
-¿Donde sería? -Lance carraspeó.

-Pues... - se quitó la camiseta.
Keith ladeó su cabeza. Le observó el torso. Quería morderlo y lamerlo como un puto helado. -Pezón. -murmuró como si nada.
Keith se ahogó la risa y después la dejó en el aire en una sonora carcajada.

-El pezón duele, Lance.

-Me la suda. Me mola. Házmelo: te pago 30.

-No me pagues nada. -dijo riendo. Se giró y se puso los guantes. De quedó pensando. Le miró. -Con que me des 15 y quedes conmigo está noche me vale.

-Hecho. -murmuró sonriendo. Pasó sus manos tras su cabeza.
Observó como el abdomen y torso de Lance se hundía y le daba una imagen de chico más delgado.
Bueno, aún más. Lance era bastante delgado.
Como él, más o menos.

El cubano dirigió sus orbes azules al azabache.

-Voy eh. -murmuró. Limpio la zona con alcohol y buscó la aguja. Lance miraba en todo momento a Keith. No miraba la aguja. Mejor no hacerlo.
-Vale, esto te va a doler como un puto infierno. Pero merece la pena. -Keith se subió su propia camiseta.
Su pezón también estaba agujereado: tenía dos bolitas plateadas a casa lado.

-Vaya vaya.

-Hay que trabajar y ser trabajado. -sonrió y por ende le mostró el smiley.
Se acercó a Lance. El cubano se acomodó. -Voy. -y acercó la aguja.
El acero afilado y fino traspasó el pezón del cubano. Lance se mordió el labio y ahogó un sonoro gemido de dolor.
Apretó con sus uñas la piel de la camilla.
Keith se echó a reír. Enganchó el piercing a la aguja y la hizo pasar por su pezón.
Lance soltó otro gemidito de dolor al sentir como el otro acero pasaba.
Le puso la bolita y se alejó.
-Y ya está. Anda que... - se quitó los guantes. -Un día te corres con un piercing. -murmuró.

-Si, seguro. -dijo irónico. - se miró al espejo y sonrió. -Genial.

-Quiero ver tu culo a las diez de esta noche en el portal de mi casa. - Lance abrió la boca. La cerró y asintió. -No Lance. No van por ahí los tiros.

-Vale vale. Estaré ahí. -dijo aún sentado en la camilla. Se levantó y antes de ponerse la camiseta se quedó mirando al azabache. Keith le miró de arriba a abajo. Y por primera vez, se tragó el orgullo.

-Perdóname.

-Perdóname tu a mi. -murmuró el contrario.

-Yo ya lo he hecho. -tiró el aire de forma pesada. -Fui un completo gilipollas.

-Yo tampoco ayudaba. Pero está solucionado. - Lance le mostró una sonrisa amable.

- Joder. -murmuró en un suspiro. Se dejó llevar por esa tensión tan extraña y se abrazó a el.
Lance le abrazó de vuelta.
Hasta oírle gemir de forma aguda.

-¡El pezón, el pezón! -Keith se separó con las manos levantadas.

-Mierda joder, joder. - se separó y le miró. Lance riendo se colocó la mano cerca del lugar. -¿Bien?

-Bien. -murmuró con unas suave sonrisa.

Salió de la sala tras el coreano.

-Nada de vetadine: agua oxigenada y si lo soportas alcohol. Pero mejor agua oxigenada. Y si no tienes más remedio, vetadine, aunque no te recomiendo que lo explotes mucho. -Lance asintió.
Tosió de esa forma tan desagradable. Carraspeó y le miró. Keith frunció su ceño. -¿Quieres un caramelo o algo?

-Que soy ¿un crío de 5 años que ha sobrevivido a una vacuna? -bromeó.

-Por tu garganta imbécil. Eso ha sonado mal.

-Todo va bien. -dijo sonriendo. Keith alzó sus hombros.

-Ya sabes: a las diez.

-En tu casa.

-En mi casa. -dijo con una sonrisa. -Lance sonrió y se acercó a la puerta.

-Seré puntual. -y tras ello, se fue por la puerta.
Keith contempló su culo moverse al llegar a la puerta.

Sonrió y se colocó de pie tras el mostrador de nuevo, apoyado por los codos.

Escuchó la puerta abrirse.
La de la sala 2.
Sólo Shiro.
Se apoyó en el marco y le miró.

-Hacía dias que no te veía con esa sonrisa tan tonta.

-No se de que coño hablas.

-Esa sonrisa de imbécil. -y empezó a jugar con el fuego. -¿Es que el gatito se ha enamorado? -Keith gruñó en voz baja. Dejó un boli con fuerza contra la mesa. Fuerza retenida, pero fuerza.

-No, yo no me enamoro.

Eso se prometió.
Que no se enamoraría.

-Ya ya... -dijo sonriendo. Se incorporó y se dirigió al mostrador. - Eso dice todo el mundo. Hasta que pasa Keith. Entonces... -sacó de la nevera una cerveza. Y sin demasiada vergüenza pasó su mano por su trasero sutilmente. Keith no estaba sentado.
El azabache se apartó con una mueca de desagrado. -... de esa mierda no sales tan rápido. -dijo sonriente. Abrió su cerveza y se alejó. -No te quiero despistado Keith. No aquí y aún menos por eso.

Keith suspiró y se echó el pelo hacia atrás.

Se volvió a acordar del culo de Lance.
Ahora recordó como era su voz, y por ende como eran sus gemidos.
Sus orgasmos.
Se mordió el labio.
Se pasó el canto del cristal del boli por el cuello, imaginando sus dientes.
Y cuando se dio cuenta tenía la piel de gallina y la polla dura.

Y el corazón a mil.
Y las mejillas rojas.

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