cuatro.
𝟶𝟺.| UNFORGIVABLE CURSES
SU MENTE SEGUÍA PERDIDA EN LOS PENSAMIENTOS SOBRE SU HERMANO. Freya sabía que no iba a poder concentrarse en sus clases porque su hermano podría ser capaz de meter su nombre en el Cáliz de Fuego. ¿Y cómo podría detenerlo? Nunca fue capaz de impedirle hacer nada cuando tomaba su decisión sobre cualquier cosa, y cuando estaba drogado con cualquier brebaje de hierbas que habían creado él y sus amigos? No había forma de que ella y Cybele pudieran hacer nada al respecto, y lo odiaba. Odiaba no poder hacer nada por lo que estaba pasando a su alrededor.
Incluso cuando entró en Defensa Contra las Artes Oscuras, sintió que no iba a poder concentrarse en nada. Que su mente iba a seguir recayendo en Flynn. El imbécil de su hermano que iba a seguir haciendo lo que le diera la gana, sin importar la opinión de los demás. Probablemente no serviría de nada que enviaran una lechuza a sus padres, porque apenas podían mantener las riendas sobre él. Era un insurgente en su casa y no había manera de mantener el control sobre él; era como si ya fuera un adulto listo para irse.
—Alastor Moody —habló la voz del profesor, que la sacó abruptamente de sus pensamientos, y ella inhaló mientras le prestaba atención. Miró la clase durante unos segundos, antes de encorvarse ligeramente en su asiento mientras el hombre del extraño ojo mecánico se volvía hacia la pizarra—. Ex auror. . . Tormento del Ministerio. . . os enseñaré Defensa contra las Artes Oscuras. Estoy aquí por pura iniciativa de Dumbledore, ya está, punto y final. ¿Alguna pregunta?
La habitación permaneció en silencio mientras él echaba un vistazo alrededor, y había una buena razón para ello. Intimidaba a los estudiantes, incluida Freya. No se atrevía a decir que era valiente, porque había pequeñas cosas en el mundo que la rodeaban que la asustaban, y el hombre que tenía delante era una de ellas. Habría hecho lo que fuera para salir de esa aula e ir a otro sitio. Pero eso no era lo que le esperaba, ni a ella ni a los demás estudiantes que la rodeaban. Todos tenían que quedarse allí y soportar lo que Alastor Moody les tenía reservado, y tenía miedo de lo que les iba a mostrar.
—En lo referente a las Artes Oscuras. . . yo me inclino por un enfoque práctico —continuó Moody mientras se llevaba las manos a la espalda, con los ojos echando un vistazo a cada uno de ellos. Freya apretó la mandíbula mientras miraba al hombre y sacudió ligeramente la cabeza—. Pero antes, ¿quién podría decirme cuántas Maldiciones Imperdonables hay?
Hubo una ligera pausa antes de que Hermione fuera la primera en atreverse a hablar.
—Tres, señor.
—¿Por qué llevan ese nombre? —preguntó Moody, que se apresuró a volverse hacia la pizarra para anotar en ella.
—Porque son imperdonables —volvió a responderle Hermione y Freya pudo notar que su amiga no estaba dispuesta a responder las preguntas, aunque sabía que alguien tenía que hacerlo. De lo que estaba segura Freya, era que no iba a responderlas porque eso supondría que el profesor pusiera su atención en ella y eso era lo último que quería de él—. El uso de cualquiera de ellas--
—Se condena con el ingreso en Azkaban, correcto —la cortó Moody para terminar su respuesta y se dio la vuelta para dirigirse de nuevo a la clase. Se quedó de pie frente a la pizarra durante unos segundos mientras terminaba de escribir la palabra en la pizarra, y fue entonces cuando se apartó—. El Ministerio os considera menores para ver sus efectos. ¡Mi criterio es otro! ¡Necesitáis saber a qué os enfrentáis! Necesitáis estar preparados —se dio la vuelta para volver a enfrentarse a la pizarra, pero seguía siendo muy rápido de reflejos con todo lo que ocurría en la clase—. ¡Necesita otro lugar para desechar sus chicles que no sea bajo el pupitre, señor Finnigan!
—Eso es trampa —murmuró Seamus mientras todos los alumnos giraban la mirada hacia él y Freya se quedó boquiabierta mirando al chico, antes de volver a mirar al profesor—. Ese vejestorio puede ver de espaldas.
Moody se apresuró a darse la vuelta y a lanzar su trozo de tiza al otro lado de la habitación, haciendo que todos los alumnos que se encontraban en el camino se agacharan para evitar la línea de fuego.
—¡Y prestar atención en clase! —gritó y se calmó, o todo lo que pudo para ser clasificado como tranquilo, lo suficiente como para poder hacer su siguiente pregunta a la clase—. Bien, ¿por qué maldición empezamos? ¡Weasley!
—¿Sí? —preguntó Ron, sobresaltado, mientras se daba la vuelta para mirar a Moody.
—En pie —ordenó Moody, y Freya se asustó por su amigo. Miró al chico pelirrojo y negó con la cabeza mientras miraba cómo se levantaba lentamente de su asiento, no tuvo que ver su cara para saber que tenía una expresión de miedo escrita en su rostro—. ¿Sabes alguna maldición?
—Pues, mi-mi padre me ha hablado sobre una —le respondió Ron en voz baja mientras levantaba su atención hacia el hombre que tenía delante—. La maldición Imperius.
—Oh, sí, tu padre la conoce muy bien —repuso Moody, mirando a Ron directo a los ojos. Freya quiso consolar a su amigo mientras este le devolvía la intensa mirada al profesor. O, lo intentó en lo que estaba de pie frente a él—. Trajo de cabeza al Ministerio hace unos años. Tal vez esto os explique por qué —Alastor Moody se dirigió hacia la parte delantera del aula, donde se encontraban todos los frascos de bichos y arañas, antes de abrir uno de ellos. Sonrió a uno antes de sacar su varita y realizar el hechizo Engorgio, y fue entonces cuando se volvió hacia el resto de la clase—. ¡Imperio!
Fue entonces cuando empezó a elevar la araña por el aula. Pasando de un pupitre, hacia Crabbe, aterrizando en su cabeza, haciendo que el pobre chico se asustara y apretara los ojos.
—Tranquilo, es absolutamente inofensiva —entonces, Moody hizo que la araña se dirigiera hacia las gemelas Patil, haciendo que se asustaran tanto como Crabbe. Freya sacudió la cabeza mientras se echaba hacia atrás en su asiento, observando con atención a la araña mientras Moody la hacía recorrer la habitación. Estaba absolutamente horrorizada con lo que el profesor estaba haciendo, y si la araña se dirigía hacia ella, iba a gritar.
»Su mordedura. . . —Moody la mantuvo sobre la cabeza de Ron mientras se reía, haciendo que el pobre chico Weasley lloriquease al hacerlo, antes de dejarla caer sobre él—. . . es letal —pudo oír el sonido de la risa de Draco, y fue entonces cuando desvió su atención hacia él—. ¿De qué te ríes tú? —Freya no pudo soltar una pequeña carcajeada mientras veía que Draco entraba en pánico y se giraba hacia Goyle, negó con la cabeza al mismo tiempo que reía ligeramente—. Tiene talento, ¿eh? ¿Qué le ordeno ahora? ¿Saltar por la ventana? —fue entonces cuando las risas se apagaron de golpe. Moody lanzó la araña hacia la gran lupa y luego hacia el cubo lleno de agua—. ¿Ahogarse?
Volvió a llevar la araña a su mano, manteniéndola allí mientras volvía a prestar atención a la clase.
—Una veintena de brujas y magos, afirman que sólo se doblegaron a la voluntad de Quién-Ya-Sabéis bajo. . . la influencia de la maldición Imperius. Pero yo pregunto: ¿Quién está mintiendo y quién no? Otra, otra. Arriba, vamos —entonces todos empezaron a levantar la mano lentamente, pero fue Neville quien llamó la atención de Moody al levantar la mano—. Longbottom, ¿no? En pie —el muchacho se levantó, algo acobardado—. La profesora Sprout me ha contado que se te da muy bien la herbología.
Neville le miró durante unos segundos a la vez que asentía con la cabeza de forma vacilante antes de empezar a hablar con voz temblorosa
—Es-Está también. . . la maldición Cruciatus. Es-
—Correcto, correcto. Ven, ven —le habló Moody mientras le indicaba a Neville que lo siguiera hacia el frente de la sala, mientras colocaba la araña sobre la mesa donde están los frascos—. Realmente molesta —los ojos de Neville miraban fijamente a la araña, y Freya no pudo evitar sentirse mal por el chico; sabía exactamente lo que Moody iba a hacer delante de él—. La maldición tortura —pasó un segundo antes de que Moody pronunciara la maldición—. ¡Crucio!
Todos los presentes en el aula empezaron a ver cómo la araña gritaba sobre la mesa. Chillaba en agonía mientras el profesor hacía ver a Neville, y Freya negaba con la cabeza mientras se clavaba las uñas en la palma de la mano, que mantenía debajo de su pupitre. Sus ojos estaban fijos en Neville todo el tiempo, observando como la Maldición le causaba bastante daño, y antes de que pudiera decirle algo al profesor, fue Hermione la que decidió hablar primero, afortunadamente.
—¡Ya basta! —gritó mientras miraba fijamente al profesor—. ¿No se da cuenta de que lo está pasando mal? ¡Pare!
Moody levantó la cabeza y miró a Hermione antes de detener la maldición. Neville permaneció en su posición al frente de la habitación mientras Moody recogía la araña y se dirigía hacia Hermione, colocando la araña frente a ella. Freya miró a su amiga desde el otro lado de la habitación y apretó la mandíbula mientras la miraba fijamente. Sus ojos parpadearon entre ella y el profesor antes de que el hombre comenzara a hablar.
—Tal vez usted podría aportar la última maldición imperdonable, señorita Granger —sugirió Moody, pero ella negó con la cabeza. Sin perder más el tiempo, ejecutó la última maldición, pronunciando las palabras—: Avada Kedavra —y los ojos de Freya se dirigieron inmediatamente hacia Harry cuando el hombre pronunció el hechizo. Apretó los labios mientras miraba al azabache, que estaba mirando la araña muerta en los libros de Hermione—. La maldición asesina. Sólo una persona ha sobrevivido a ella. Y está en esta aula.
Freya se quedó mirando a los dos mientras Moody bajaba la mirada hacia Harry, tragando lo que fuera que tuviera en su misteriosa botella antes de que se acabara la clase. Todos se apresuraron a recoger sus libros y Freya esperó a sus amigos, queriendo asegurarse de que Hermione estaba bien. Apoyó una mano en el brazo de la castaña mientras la miraba y le preguntaba si estaba bien, pero ella se limitó a encogerse de hombros mientras todos empezaban a bajar la escalera de caracol y a salir de la torre.
—Alucinante, ¿verdad? —preguntó Ron con una sonrisa, y Freya no supo decir si lo decía en serio o estaba siendo sarcástico—. Está como una cabra, eso sí, y asusta estar en el aula con él. . . pero sabe de lo que habla, miró al miedo de frente.
—Por algo esas maldiciones son imperdonables —espetó Hermione mientras lo miraba por encima del hombro y Freya asintió con la cabeza—. Realizarlas en un aula. . . ¿vísteis qué cara puso Neville?
—A decir verdad, no es lo más inteligente que se puede hacer en una clase de alumnos impresionables —comentó Freya, y fue entonces cuando Harry les dio un codazo a las dos para que vieran dónde estaba Neville. Todos lo miraron y Freya respiró hondo mientras miraba al chico de pelo oscuro apoyado en una de las paredes, viendo cómo las gotas de lluvia se deslizaban por los cristales del ventanal.
—¿Neville? —preguntó Hermione, justo cuando Moody se abrió paso hasta ellos desde atrás.
—¿Hijo? —le preguntó Moody al mismo tiempo que apoyaba la mano en su hombro—. ¿Estás bien? —Neville miró al hombre durante un segundo, antes de asentir—. Ven. Te daré una taza de té. Quiero enseñarte algo.
Neville miró a los cuatro, y Freya se acercó a él para darle un apretón tranquilizador en el brazo antes de que siguiera a Moody, subiendo otra vez las escaleras. No pudo evitar sentir pena por él, y sólo deseó que no tuviera que volver a ver lo que vio en clase. Aunque todos tenían que ser testigos del flamante estilo de enseñanza de Alastor Moody, tenía la sensación de que no iba a desaparecer pronto.
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