013.
Seokjin había leído aproximadamente veinte libros desde la primera vez que había visitado la biblioteca. Las veces que habían vuelto eran muchas y gracias a eso, ahora era cercano a la linda bibliotecaria. Su nombre era Youngji, era un año menor que Jin y estaba haciendo su maestría en Literatura Contemporánea por las mañanas y por las tardes trabajaba en la biblioteca.
— ¿Qué libro continuaremos hoy, Jin?— Preguntó mientras la seguía por los pasillos.
Como la frecuencia de Jin había sido notoria y el hecho de que sólo la visitara a ella también, habían formado un grupo de lectura del cuál sólo ellos dos eran miembros. Se sentaban en el sillón de fondo de la sala de lectura y pasaba horas, a veces llegaba el momento de cerrar o los chicos llamaban a Seokjin porque lo necesitaban.
— ¿Qué te parece La luz que no puedes ver?
— En todo este tiempo, puedo asegurar que tus libros favoritos son de aventura y con un poco de acción, incluso le ganaron a las novelas románticas.
Jin soltó un risa tras de ella.
— Tienes toda la razón, creí que nada superaría mi amor por Maravilloso Desastre.
Esta vez fue Youngji la que se rió.
— Vienes muy risueño y sonriente hoy.— Comentó ella cuando llegaron a su sofá habitual.— ¿Puedo saber a qué se debe?
— Es porque estoy contigo.— Le guiñó un ojo y lanzó un pequeño beso, ella rió y negó con la cabeza. Seokjin siempre era así.
— Basta, hablo en serio.
— Yo también.— Contestó él mientras buscaba la página donde se habían quedado, Youngji lo miraba.— Hoy es una fecha triste, por eso quiero estar con todos los ánimos y alegría que se pueda.
Era el aniversario luctuoso de sus padres y hermana.
— Espero te encuentres bien, Jin.— Dijo ella, viéndolo apenada.— No te debiste haber sentido obligado a venir si es una fecha así, puedo sobrevivir un día sin nuestro club de lectura.
— Ese es el problema.— Seokjin señaló con una sonrisa.— Yo no puedo hacerlo. Me gusta estar contigo.
Las mejillas de Youngji se pusieron coloradas, sonrió y negó con la cabeza. Kim Seokjin era alguien simplemente encantador, misterioso, una persona muy enigmática y aunque ella quería saber todo de él, también quería mantener el misterio que lo rodeaba, tal vez por medio a descubrir algo que no quería o tal vez, sólo tal vez que él era lo más sugestivo que le había pasado en mucho tiempo.
El tiempo pasó rápido, habían leído tres capítulos enteros y lamentablemente Seokjin tenía que retirarse.
— ¿En serio te tienes que ir?— Preguntó un poco desilusionada, Jin dio un leve suspiro y asintió apenado.— Sé que eres una persona ocupada, perdón.
— No me quiero ir, pero tengo qué.
— No importa, supongo que a la próxima sí leeremos los cinco capítulos que acostumbramos a leer.
Se pusieron de pie, se adentraron a los pasillos para dejar los libros en su estante correspondiente y salieron de estos. Youngji siempre lo acompañaba hasta su auto y en camino a la salida siempre hacían un juego de apuesta donde ella adivinaba cuál auto había llevado consigo esa vez.
— Entonces, ¿cúal?— Seokjin sonrió, ya estaban en el estacionamiento.
— Hoy también me iré con el GTR.
Jin sacó las llaves y quitó los seguros, las luces de la F-150 se encendieron y Youngji pateó el piso porque una vez más ella había perdido.
— Como sea.— Refunfuñó ella mientras lo seguía hasta el auto, Jin subió al asiento piloto y bajó la ventana para seguir hablando con ella.— Sabes, este es mi favorito.
— Y aun así nunca has querido subirte y dar una vuelta conmigo.
— Es muy atrevido.— Rió por lo bajo.— Ya vete, seguro llegas tarde.
El castaño asintió aunque no hizo nada al respecto. Realmente quería quedarse; todo el estrés que estaban viviendo en casa, este día que marcaba otro año más de la muerte de sus padres y hermana, de verdad que no quería irse.
Youngji era su paz.
— ¿Sabes si hay alguna florería cerca?
— Sube cinco calles y da vuelta a la izquierda.— Dijo ella, conocía toda la zona.— Tienen bonitos arreglos.
*
El par de arreglos de flores que había conseguido eran realmente hermosos y pintorescos, del estilo de flores que su madre y hermana solían plantar y cuidar para posteriormente armonizar su casa con ellas.
Extrañaba a su familia.
Echaba de menos llegar exhausto de la universidad pero motivado porque la deliciosa comida de su madre lo esperaba, también ver a su hermana emocionada para que le platicara qué nuevos temas había aprendido en sus clases y finalmente cómo pasaba las tardes con su padre hablando de cosas triviales mientras él le enseñaba tareas de carpintería, construcción entre otras.
— Aquí estamos.— Seokjin dejó escapar un fuerte suspiró cuando apagó el motor de su auto.
El cementerio lucía solitario. Le gustaba así.
Bajó de la camioneta con las flores en sus manos y caminó hasta la entrada. Le pareció extraño que no estuviera el guardia, pues él siempre se encontraba plantado en la puerta y lo recibía con una sonrisa. Sin enfocarse mucho en eso, siguió su camino hasta la lápida de su familia pues ellos habían sido enterrados juntos a petición de Seokjin, incluso había un espacio para él junto a ellos.
El lema de su familia era siempre estar juntos, tal como el de Bangtan lo era. Por eso es que Seokjin estaba tan encariñado con esos seis chicos, ellos le recordaban a su hogar y le ofrecían la misma felicidad y calidez.
Mientras caminaba por el sendero de piedras pensaba en lo que les platicaría hoy, sin duda les diría que había retomado la lectura como su madre, pues a ella le encantaba deleitarse de literatura y por supuesto que les hablaría de Youngji, si ellos siguieran con él Jin estaba seguro que la amarían pues la chica era de lo más dulce.
La sonrisa en él castaño crecía, emocionado por sus pensamientos y ansioso de contarle todo a sus padres y hermana. Pero entonces, la sonrisa cesó... Y él no podía creer lo que estaba viendo en ese momento.
Algo dentro de él se quebró.
La lapida de la familia Kim estaba destruida, no tenías que ser un experto para saber que había sido molida con un maso, además que pintura en aerosol hasta en el césped.
Las lágrimas de Seokjin se derramaron por sus mejillas, sentía el calor en su cuerpo por la furia, impotencia y frustración que sentía en ese momento. Su corazón estaba destrozado, las flores cayeron de sus manos, lentamente camino hasta la piedra hecha pedazos y se dejó caer de rodillas.
— ¡Hijos de puta!— Gritó, sus entrañas apretadas, casi podía sentir el sabor de la bilis en su boca.
Sin pensarlo comenzó a golpear lo que quedaba de la lapida, sus nudillos sangraban pero no le importaba. Nada era comparado con la rabia que sentía.
Se habían metido con lo más sagrado en su vida.
La BGH52 iba a pagarla caro.
Seokjin se puso de pie y corrió a su auto, subió a la F-150 lo más rápido que pudo y arrancó el motor, salió derrapando por el estacionamiento del cementerio. Ahora entendía por qué no estaba el guardia, pero sinceramente no le importaba qué había sido de él, sus pensamientos no estaban siendo claros.
Volaba por la autopista sin importarle las patrullas con las que podría cruzarse. En menos de lo esperado llegó a casa, no se tomó la molestia de meter su auto a la cochera, simplemente lo dejó en la acera y se echó a correr dentro de la casa. Cuando cruzó por la puerta, una consternada Leehi lo miró desde la sala, preocupada se puso de pie para seguirlo, pero Hoseok que justo bajaba por las escaleras, la detuvo al ver la sangre en las manos y ropas del mayor.
— Mierda, hyung ¿qué pasó?
Seokjin no respondió, se dirigía a su oficina sin preámbulos.
En ese instante Taehyung y Liah entraron a la casa.
— ¿Qué sucede?— El chico preguntó.— Alcanzamos a ver a Jin llegar, él ni siquiera apagó la camioneta.— Sacudió las llaves de ésta.
Un portazo se escuchó al fondo, Seokjin ya estaba en la oficina.
— ¿Pasó algo malo?— Liah estaba preocupada.— ¿Están todos en casa?
— Ahora sí.— Liah respondió. Los únicos que estaban fuera eran ellos tres, los demás se encontraban en algún lugar de la casa.
Hoseok, Leehi, Taehyung y Liah compartieron miradas y como si se hubieran comunicado a través de la mente, corrieron a la oficina y pegaron sus orejas a la puerta, lo cual no era necesario pues los gritos de Seokjin eran muy altos y nunca lo habían escuchado tan enojado.
Algo malo debió haber pasado y ellos no se imaginaban qué era.
— Escucheme bien, Choi.— Estaba hablando con el comandante de la policía.— ¡Quiera redadas en todos sus putos talleres!— Los cuatro tras la puerta no entendían.— ¿Pero?— Soltó una carcajada amarga.— Ningún maldito pero, me importa una mierda que estén limpios, quiero que les planten cualquier cosa.
Y lo siguiente que se escuchó fue el asote del teléfono y segundos después como muebles se movían con brusquedad y vidrios se quebraban.
— Mieeeerda.— Susurró Taehyung.— ¿Qué lo tiene así?
— Lo único que puede desatar el diablo en él es su familia.— Dijo Hoseok y fue entonces que captó que él mismo dijo la respuesta.— Esos hijos de puta... ¡Vamos a buscar a Namjoon y Yoongi ahora!
Fue inútil, ninguno de los dos logró que Seokjin abriera la puerta de su oficina. Hoseok se ofreció a dar una vuelta al cementerio, cuando vio lo que la BGH52 había hecho su sangre hirvió, volvió a casa furioso. Toda la familia a excepción de Seokjin se encontraban en la sala viendo la televisión, precisamente el canal de noticias donde daban la nota que absolutamente todos los talleres mecánicos de los bastardos habían sido abatidos por la policía, habían encontrado droga y armas no registradas en estos.
— No sé si esto está a nuestro favor o no.— Yoongi meditaba la situación.
Hoseok pateó un cesto de basura que estaba cerca, seguía encabronado hasta las venas.
— Es lo menos que pudo hacer Jin hyung después de que esos hijos de puta le faltaran el respeto a su familia de tal manera.
Había sido un golpe fuerte por parte de Seokjin pero sin duda no los detendría.
Y Bangtan tenía que estar preparado.
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