O7 : 🎁
Cuando Nayeon descubrió que era vecina de Mina, se enojó un poco por no haberlo dicho. Al final, Nayeon le dijo a Mina que ahora no escaparía de ella.
Sí, comenzó a invitarse sola a la casa de Mina a partir de entonces.
Nayeon no estaba segura de sus sentimientos a medida que el tiempo con la japonesa pasaba. Nunca había sentido algo parecido al enamoramiento antes, los muchachos eran lindos pero no más que eso. Mina era diferente y no sólo por ser chica. Mina la escuchaba, la aconsejaba y se reía de sus chistes tontos. Mina respetaba su espacio y tiempo, la esperaba lo necesario y no presionaba. Y lo más importante: Mina la entendía.
—¿Crees que es mucha harina?
Con tan sólo unos días de distancia para Navidad, Nayeon volvió a visitar a Mina a su casa y le propuso cocinar juntas. A Nayeon le habían gustado mucho sus galletas, entonces Mina le dijo que las haría todas las veces que quiera.
Pero Nayeon quería ayudarla. Y Nayeon no era buena cocinera.
Mina se rió y picó su nariz, mostrándole el dedo con una pequeña mancha blanca.
—Va en la mezcla no en tu cara, Unnie.
Nayeon resopló con diversión. —No sirvo para esto, respiro y ya me enuncio.
—Ni siquiera traes el delantal puesto, ven que te ayudo.
Mina agarró la tela de su lugar y se acercó a la mayor. Pasó la parte de arriba y luego se puso a su espalda para atarlo bien, sin notar que estaban bastante cerca. Nayeon quería que Mina la abrazara en la espalda y no sabía por qué ese repentino deseo.
—Listo—Mina carraspeó alejándose—. Y así está bien de harina.
Los sentimientos de Mina eran más fuertes ahora. Pasar tiempo con Nayeon era agradable y se sentía feliz de eso, porque Nayeon quizás no la notó antes pero lo hacía ahora y eso le gustaba.
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