—Estoy cansada, Dahyun~

La menor no sólo la ignoró, sino que también rodó los ojos y continuó tirando de su mano.

—No seas así, Unnie, ven.

Nayeon suspiró y siguió caminando con los pies prácticamente siendo arrastrados. Su hermanita menor era un poco bruta, mas no dijo nada más por dos segundos antes de volver a quejarse.

—¡Ya le hicimos la carta a Santa ayer!

Una vez que llegaron, Dahyun la soltó y le señaló la mesa con papeles y lápices. El centro comercial tenía una zona especial para los niños donde podían hacerle su carta a Santa.

—Yo la hice, Unnie, pero tú no—le dijo la niña de 9 años—. Ahora hazla tú.

—¿Ah?

—¡Siempre me ayudas con mis cartas y no haces ninguna tú!

Nayeon la miró a los ojos. Dahyun utilizó su mirada de cachorrito mojado y funcionó después de diez segundos.

—Bien, la haré—aceptó la adolescente—. Pero no quiero que espíes.

—No lo haré—y se escuchó la voz de la madre de las chicas a lo lejos, la cual llamaba a la menor—. Ugh, quiere comprarme otro suéter. Ya vengo, no tardes.

Nayeon asintió y miró el papel decorado con bastones de caramelo. Se sentía un poco tonta haciendo esto, mas Dahyun lograba hacerla aceptar muchas cosas tontas.

—Uhm, ¿qué debería pedir?—susurró Nayeon. Pocas veces había deseado algo, ya que estaba bastante conforme con lo que tenía y conseguía.

Miró hacia arriba, encontrándose con un chico caminar con una chica, ambos agarrados de las manos y mirando vidrieras. Se veían felices y llenos de amor. Como él decía un chiste y ella se reía con gracia. Como ella se apretaba contra él y recibía caricias en las manos.

—Quiero un romance navideño—se dijo a sí misma. Escribió rápidamente y luego volteó buscando a Dahyun, mas encontró a una trabajadora del centro comercial vestida de duende, se veía bastante nerviosa—. Oye, ¿tú puedes darle esto a Santa?

—O-oh, sí, claro.

—Bien, ¡gracias!

Y Nayeon regresó con su familia, sin saber que aquella duende estaba mirando a la nada perdida en sus pensamientos.