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Solo un mal hábito.

Min Yoongi estaba harto de su vida.

Cada mísero día era igual que el anterior, recorriendo el mismo sendero, siguiendo los mismos pasos, tragando con la misma rutina. Y odiaba la monotonía. No le gustaba en absoluto. De hecho, no estaba conforme con nada ni con nadie a su alrededor, pero tampoco movía un músculo por intentar cambiar su situación. Había aprendido a asimilar que su existencia se basaba en un vacío interior, también a tolerar el hastío, el sufrimiento, y a adaptarse a él. Llegó al punto de resultarle exhaustivo el hacer un mero esfuerzo por despreciar su vida o sentirse frustrado.

No merecía la pena.

Al fin y al cabo, ¿a alguien le importaría cómo se sintiese? No, por supuesto que no, porque las personas eran egoístas por naturaleza y miraban por sí mismas. Los colectivos no eran tan importantes como el individuo. Un chico muerto en vida era irrelevante cuando tenías una conciencia totalmente alienada por una sociedad consumista, capitalista y despiadadamente competitiva. A menudo, Yoongi se imaginaba a los señores de las alturas en su lujoso comedor, hinchándose a solomillo y lamiéndose sus grasientos dedos mientras miraban la televisión, donde se anunciaba su propia muerte, y entonces ellos pensarían "Perfecto, uno menos".

No le importaba morir, lo pensaba con frecuencia. Para ser francos, le daba pereza el seguir respirando. Más de una vez reflexionó sobre ello, sobre qué pasaría si un día decidiese acabar con todo de una vez, y llegó a la conclusión de que no ocurriría absolutamente nada, porque el mundo seguiría adelante sin Min Yoongi.

Él no era nadie. Era solo una mota de polvo en medio de un universo plagado de estrellas.

A sus veinticuatro años de vida, no había logrado nada que pudiese destacarse con propiedad. Nació y se crió en Daegu junto a sus padres y su hermano mayor, se graduó del instituto con buenas notas y se fue a Seúl para estudiar en la universidad una carrera de economía, que le sirvió para conseguir un puesto de trabajo en un sector público que no le llenaba en lo absoluto.

Era cierto que al chico no le faltaba de nada. Tenía un buen sueldo, era inteligente, gozaba de independencia y vivía en un apartamento modesto, pero con todas las comodidades habidas y por haber. Sin embargo, consiguió su meta de vida una vez que recibió su diploma universitario tras cuatro intensos años de puro sudor y lágrimas. Al fin había terminado aquel arduo camino estudiantil que se fue forjando desde que era un crío, el mismo que le dijeron que debía seguir si algún día quería ser feliz. Cuál fue su sorpresa al descubrir que tanto esfuerzo había sido en vano, porque Min Yoongi no podía saborear ni un ápice de ese sentimiento tan eufórico y vivaz del que había oído hablar.

Se sintió tremendamente decepcionado.

No supo qué pudo haber hecho mal. Ciertamente, él cumplió con todo lo que se le pidió, ¿por qué entonces fantaseaba cada día con hincharse a pastillas hasta experimentar una sobredosis o aspirar una buena cantidad de gas hasta que su cerebro se diese por vencido?

Nada tenía sentido sin sueños ni aspiraciones. Tampoco ansiaba tenerlas. Sus ilusiones murieron hacía tiempo, y no pretendía recuperarlas para nada, porque sentía que tampoco las necesitaba. Era como un hombre de ochenta años atrapado en un cuerpo de veinteañero. 

Yoongi pensaba que nada ni nadie sería lo suficientemente bueno en esta vida para llamar su atención o para despertar un mínimo de interés en su persona. No era alguien fácil de impresionar, cabía mencionar. Tal y como él lo veía, todo el mundo era igual, estaban cortados por el mismo patrón, regidos por las mismas normas. Eran insulsos y aburridos, gris sobre más gris, y él, poco a poco, se estaba mimetizando. Hacía tiempo que se consideraba a sí mismo una esencia fantasmal, una que en su momento fue un alma colorida y que se había oxidado durante el proceso de crecimiento. Eso era algo que tenía clarísimo, como el cielo despejado en un día de verano y., justamente, el ser consciente de ello, hacía su existencia más inaguantable.

Al menos hasta aquella noche.

Su rolex en la muñeca izquierda marcaba casi la una y media de la madrugada cuando cruzaba una de las calles más angostas del barrio de Yeoksam, en el distrito de Gangnam. No habían pasado ni cinco minutos desde que se había despedido de los borrachos de sus compañeros de trabajo. Habían decidido ir todos juntos a por unas copas después de una dura jornada laboral y acabó derivando en el consumo de botellas enteras de soju. 

Yoongi tuvo la suficiente cabeza para no abusar del alcohol, por lo que no presentaba dificultad a la hora de caminar por el asfalto, con una mano metida en el bolsillo de su pantalón de traje azabache, y con la chaqueta del mismo color cargada sobre su hombro, enganchándola por el cuello con un par de dedos para que no se cayese de ahí.

Por fin podía volver a casa y descansar. Se olvidaría de aquel día de mierda y se prepararía para empezar otro en cuestión de horas. Cuando se ponía el pijama y se sentaba en el borde de su cama, solía darse unas palmaditas en el cuello como premio y se decía a sí mismo con cierta ironía "Bien hecho, has vuelto a sobrevivir".

Yoongi pateó una lata vacía que se interpuso en su camino y aprovechó que su mano estaba en el bolsillo del pantalón para rebuscar en este. De él, sacó su mechero. Repitió la acción, pero ahora indagando en los compartimentos de su chaqueta de traje, donde halló su paquete de cigarros. Comprobó que solo quedaban tres, por lo que Yoongi gruñó con fastidio.

Se paró en medio de la calle, fría y húmeda por la lluvia que una hora antes había estado azotando Seúl, con el único fin de poder encenderse el cilindro de nicotina que sostenía ahora con sus labios. El humo no se demoró en recorrer su pulmones, para luego ser expulsado por su boca.

Ni siquiera fumar le hacía sentirse mínimamente vivo. Tampoco el beber. Estaba totalmente insensibilizado ante cualquier vicio humano y eso le jodía a niveles inimaginables. No sabía si cabrearse consigo mismo por ser diferente o, simplemente, cagarse en un ser etéreo y todopoderoso que, según los creyentes, era el encargado de erigir su destino. Se rindió definitivamente y aceptó su forma de ser cuando no encontró nada de placentero en sus primeras y únicas experiencias sexuales.

 Durante su etapa universitaria, tuvo un par de novias, y con ninguna de ellas duró más de tres meses. Yoongi se aburría enseguida de sus parejas, y el sexo no era tan bueno como para sacar la relación a flote. Al principio pensó que el problema estaba en las pobres muchachas, que no estaban a su altura, pero poco después se percató de que, en realidad, el verdadero problema se cernía en su persona. Yoongi sabía que era alguien complicado. Lo descubrió la noche en la que, ya harto, contrató a una prostituta, una supuesta profesional del sexo, y no halló deleite alguno en su servicio. Su cuerpo respondió a los estímulos, por supuesto, pero la excitación, el sentimiento, el juego, la complicidad... Nada era lo bastante satisfactorio para el joven. Faltaba algo, él lo sabía bien. Una especie de chispa, un cosquilleo, la calidez de la supuesta llama que debe encenderse en uno en ese tipo de situaciones.

 Por el momento, para Yoongi, esa sensación era totalmente inexistente y desconocida.

El moreno se sobresaltó, encogiéndose de hombros por un segundo. El sonido sordo de un peso metálico cayendo al suelo le hizo mirar a su derecha. Procedía de una callejuela más oscura, donde había poco más que contenedores de basura y cajas de cartón que dejaban los restaurantes y bares cercanos. 

Frunció su ceño, cubierto por un flequillo compuesto de hebras negras y espesas. 

  — ¿Qué demonios...? —masculló. Aquel puñetero susto casi le hace desperdiciar un cigarrillo. Si hubiese llegado a caerse este, probablemente habría escupido alguna palabrota, pero no fue el caso.

Dio una ansiosa calada sin apartar sus ojos del recóndito espacio y, guiado por su curiosidad, dejó que sus pies echasen a andar sigilosamente hacia el estrecho y apagado camino de donde el ruido había sido evocado. Solo sería echar un vistazo. Solo eso. Luego volvería por donde había venido y se iría a casa. 

Por alguna razón, necesitaba descubrir qué había pasado para quedarse tranquilo... Yoongi no se imaginaba que sus ojos darían con algo tan surrealista en medio de aquella oscuridad apenas alimentada por las luces de neón de los negocios más próximos.

La escena que se le presentaba quedaba muy lejos de lo que el pelinegro había pensado en un principio —que se trataba de alguna rata correteando por allí cerca o un perro callejero hurgando en un cubo de basura—. Más bien, ni se le había cruzado por la cabeza una idea tan atravesada.

Un individuo encapuchado ejercía presión sobre el cuello de un hombre de mediana edad, reteniéndole asfixiantemente contra la pared de ladrillo. A pesar de que la figura del agresor era mucho más pequeña que la de la víctima, resultaba bastante amenazante empuñando un cuchillo Geber G1516, que, aunque era de tamaño compacto, poseía una hoja indudablemente gruesa y filosa. Yoongi estaba seguro de que el instrumento haría justicia a su función.

Ninguno de los dos reparó en él.

  — ¿Sabías que llevándote ese puto kilo de heroína te estabas jugando la jodida cabeza? ¿Acaso eres imbécil? Sí, debes de serlo para robarle a un tipo como Nam.

La voz fue mucho más suave y aguda de lo que Yoongi había esperado. No era una voz masculina. No parecía de hombre.

  — ¡T-Te juro que no fui yo, joder! ¡Lo puto juro! Fue ese desgraciado de Kwan el que se coló en el almacén y se llevó el kilo de heroína para vendérselo a los japoneses, no yo. Por favor, te estoy diciendo la verdad.

 — Hace meses que estás tocándole los cojones a Namjoon con tu juego a dos bandos. No es idiota. Sabe que te has reunido más de una vez con Hayashi y le has estado vendiendo a él nuestra puta mercancía mientras que le dabas mierda barata a los clientes.

Yoongi fue testigo de cómo al hombre le temblaban las piernas, y de no ser porque el otro sujeto le tenía sostenido con tanta fuerza, seguramente se hubiese desplomado.

  — ¡Eso no es cierto! Ni siquiera tenéis pruebas de ello.

 Se escuchó un resoplido burlón, casi irónico.

  — Te vi con mis propios ojos. Te vi entrando en el garito de ese hijo de puta con una sonrisa de oreja a oreja. Le diste la mano. Seguramente estabais cerrando alguna clase de trato, ¿no es así? — Hizo uso de su fuerza para presionar la hoja del arma, fría y cortante, contra la manzana de Adán de aquel traidor. Yoongi pensó que presenciaría un baño de sangre si la arteria carótida era apretada un poco más.

 — ¡No, no! Joder, pues claro que no. Temis, escúchame.

Pero la artífice de toda aquella operación no quiso hacerlo, no le cedió la palabra ni un segundo más.

  — Te has metido en un buen lío, Yongbae. En uno muy gordo. ¿Sabes en cuánto está valorado un solo kilo de heroína? En más de ciento treinta y siete millones de wons, capullo. Has robado toda esa pasta sin contar lo que llevas quitándonos del resto de mercancías. Eso es traición y, por ende, significa muerte.

  — Ya te he dicho que yo no tengo la puta culpa, zorra   — le enfrentó con una soberbia causada por el miedo y el nerviosismo. Yongbae le tenía pánico a la muerte, la oxitocina que expulsaba su cuerpo podía olerse a kilómetros. Sin embargo, su final ya estaba sentenciado y se negaba a aceptarlo. Por ello, se empeñaba en luchar en vano— Que te jodan a ti y al cabrón de Kim. Siempre la habéis tenido tomada conmigo.

  — Esto no es algo personal —le interrumpió la chica con frialdad— Se trata de negocios, siempre se ha tratado de eso. Yo solo hago mi trabajo. No es mi puta culpa si no tienes ni media neurona y no has sabido tomar bien tus decisiones. Actúa por una vez en tu vida como un hombre y asume las consecuencias.

Inesperadamente, Yongbae mostró los dientes en una mueca torcida, desganada, sarcástica. En el fondo sabía que no saldría de allí con vida, y lo único que pretendía era ganar un poco más de tiempo, retrasar lo inevitable.

 — Así que vas a hacerlo, eh. Solo porque crees haber visto algo que claramente has malinterpretado. Mi muerte caerá sobre tu conciencia, al igual que las de todos esos a los que te has llevado por delante. Pero eso te da igual, porque eres una perra sedienta de sangre y que mueve la colita por su amo.

Temis quiso destriparlo como un pez ahí mismo, pero su parte racional hizo acto de presencia, impidiéndoselo. Todavía no era el momento. No podía dejarse llevar por lo que aquel bastardo le dijera, porque, al fin y al cabo, era lo que pretendía él, sacarla de sus casillas. Un capricho antes de morir, supuso.

  — No me hables de moral, Yongbae. Tú no. Acabas de vender a un colega con tal de salvar tu propio culo, ¿y me estás juzgando a mí por hacer mi trabajo? Que te jodan. 

  — ¿Acaso tú no estás haciendo lo mismo que yo? El fin justifica los medios, bonita. El objetivo al terminar el día es siempre el mismo: sobrevivir. 

Hubo un brillo de incertidumbre en los ojos de la asesina, pero, por supuesto, Yoongi no pudo verlo. Solo alcanzó a ser testigo de aquel silencio sepulcral que se prolongó por cinco largos segundos.

  — Lo siento  —pronunció en un susurro.

Antes de que Yoongi pudiese parpadear, la chica hundió el arma blanca en las entrañas de Yongbae e hizo un corte limpio en el vientre, de izquierda a derecha. El hombre gimió, abriendo sus ojos en demasía por la falta de aire tan repentino. Probablemente no se esperaba un método tan directo y agresivo. Por su cabeza había vagado la posibilidad de ser entregado ante Namjoon para que él dictaminase su última sentencia junto a la elección de un castigo. Pero aquello... Aquello fue a sangre fría.

 En realidad, el apuñalamiento tenía un porqué, no fue improvisado; ya estaba perfectamente calculado y meditado. Temis acababa de simular un seppuku, el conocido suicidio ritual japonés que era utilizado antiguamente por los guerreros samuráis para evitar ser atrapados por el enemigo y mantener así su honor. Debida a la relación tan estrecha que Yongbae mantenía con los japoneses, la policía, al encontrar su cadáver, podría pensar que decidió quitarse la vida de esa forma para demostrar su lealtad al clan de Hayashi tras verse arrinconado.

Temis trató de dibujar una hendidura realista para que fuese creíble —dentro de lo posible— que la víctima había ejercido presión con sus propias manos y así dejar libre de culpa a la sicaria, la verdadera artesana de la obra de arte. Sinceramente, la chica no quería cargar con los derechos de autor. No le importaba si alguien salía de la nada y decidía atribuirse todo el mérito. De hecho, le estaría haciendo un favor. Pero, por supuesto, aquello quedaba en una quimera sin importancia, como otras.

 Sus botas negras y parte de sus pantalones se salpicaron de sangre cuando las tripas de Yongbae se liberaron y cayeron al asfalto, mezclándose con el agua embarrada y la suciedad de la calle.

 Era un cóctel nauseabundo pero inapelable.

El hombre de mediana edad se llevó las manos al abdomen por inercia, intentando retener inútilmente el sangrado que en unas horas le dejaría inconsciente, si es que antes no desfallecía por el punzante dolor. Poco a poco, su cuerpo se fue deslizando por la áspera y grafiteada pared hasta dar con el suelo y caer definitivamente, agonizando.

Esa siempre era la peor parte, ver sufrir a la víctima y darse cuenta de que la piel ya no se le ponía de gallina como las primeras veces, que ya no sentía tanta aflicción, que ya no era tan humana.

Temis no separó los ojos de Yongbae ni un segundo y retuvo el cuchillo en su puño, con fuerza. Eso era todo, se acabó. Esperaba que Yongbae dejase de respirar pronto. Con suerte, no lo encontrarían hasta el amanecer y, para entonces, ya se habría exterminado hasta la más mínima amenaza que le acompañase. No podía rematar la faena por sí misma porque la delataría. Tenía que dejarle morir como un perro malherido que había decidido suicidarse para acabar con su desdicha y, en parte, sintió rabia. No era de su agrado dejar un trabajo a medias, después de todo.

Su especialidad era ir directa al corazón, porque no había sufrimiento, solo una quemazón que te llevaba ante las puertas de la muerte de un segundo a otro. Aunque no lo pareciese, era misericordiosa, y le habría gustado darle una muerte limpia a Yongbae, no por pena, sino para ahorrarse ella misma todo aquel desagradable proceso. Pero la decisión no estaba en sus manos, sino en las de quien le daba de comer. Ella solo debía cumplir órdenes.

Después de todo, el muy cabrón tenía razón; cada uno hacía sus mierdas con tal de sobrevivir un día más, ¿y para qué? Para retrasar lo inevitable, porque el ser humano seguía temiendo a lo desconocido.

Yoongi se sintió liviano. De repente, ya no pertenecía a este mundo. Sus huesos estaban huecos y sus pulmones completamente vacíos. El frío había conseguido paralizarle las articulaciones, pero aunque no hubiese sido así, el pelinegro no hubiese huido de allí. Por primera vez en mucho tiempo, Min Yoongi había sentido algo.

Despegó sus ojos del cuerpo de Yongbae y los arrastró con parsimonia hasta su asesina. Sintió un nuevo escalofrío cuando se dio cuenta de que un par de ojos azules, grandes y afilados, ya estaban puestos en él, como los de una gato analizando a una mísera rata en medio de la noche. Tuvo la sensación de que un hormigueo se filtraba por sus venas con la intención de hacer bombear con más fuerza su marchitado corazón. Supuso que el estar expuesto ante tanto peligro provocó la aparición de eso que llamaban adrenalina, y a Yoongi le gustó cómo se sentía.

Joder, era lo mejor que había experimentado en años.

Temis fue rápida. Se abalanzó contra él y lo empujó contra la pared, encarcelando su cuerpo tal y como había hecho minutos antes con el hombre. El cuello de Yoongi se impregnó de la sangre de Yongbae cuando la morena le apuntó con el arma, creando un bonito contraste entre el color níveo y el carmesí.

Yoongi no se inmutó, estaba demasiado intrigado y sumergido a partes iguales por saber qué final tendría todo aquello. Cualquiera le parecería excitante, a decir verdad. Se tomó un momento para apreciar bien a la persona que podría quitarle la vida con un solo movimiento. Era de una estatura media, con rasgos occidentales. Sus ojos eran de un azul índigo, nítido y penetrante, capaces de cortar con más profundidad y malicia que el instrumento que portaba su dueña. Sus cejas estaban definidas y arqueadas, siendo de un color tan negro como la obsidiana, al igual que el poco cabello que su capucha dejaba a la vista. Su piel parecía blanca, casi tanto como la de Yoongi, pero en esos momentos estaba mal alumbrada por un cartel azul de neón. El chico se preguntó cómo sería besar aquellos labios carnosos que se curvaron en una taimada sonrisa.

  — Tú no has visto nada, ¿verdad que no? 

A Yoongi le causó excitación que su voz se dirigiese única y exclusivamente a él, y su timbre se adentró al igual que un encantador intruso en sus oídos, grabando cada una de sus palabras a fuego en su memoria. El moreno quedó absorto, mudo, deleitándose todavía con las facciones de aquella muchacha que, si bien no era la representación de un ángel de la muerte, al menos debería ser sinonímica de uno. A sus ojos, era un ser precioso, el más bello que había podido observar desde su perspectiva pesimista. Ella no era una más. Había algo indescifrable en su esencia, un misterio que la envolvía, un logogrifo hecho persona. Y de repente, Yoongi quiso saber absolutamente todo de ella, desde su cumpleaños hasta su comida favorita, desde su lugar de nacimiento hasta su tipo de sangre.

Temis había despertado el interés de Yoongi.

Una silenciosa batalla visual se estaba llevando a cabo. La asesina estaba dispuesta a aniquilar al chico allí mismo, mientras que este adoptaba una actitud pasiva y flemática. A Yoongi le costó comprender qué era lo que estaba sintiendo, qué demonios era esa sensación que le estaba invadiendo el pecho y que, además, se estaba expandiendo por todo su cuerpo como la metástasis de un cáncer agresivo. No conocía el miedo, pero estaba seguro de que lo que le invadía no se trataba de esa extraña afección, y tampoco de similares. Pavor, espanto, pánico, ansiedad, sobrecogimiento, nervios... Todo eso le era ajeno y vacuo. Y lo sabía porque aquel sentimiento merecía la pena, le gustaba sufrirlo bajo su piel, y deseó que se prolongase hasta el fin de los tiempos.

Min Yoongi abrió la boca y soltó una gran carcajada. Sonaba enfermo, perturbado, pero él, sin embargo, se sentía mejor que nunca. La adrenalina estaba tomando control de la situación, y el joven solo respondía ante unos estímulos que pocas veces en su vida había experimentado. Se sentía jodidamente vivo por una vez en su asquerosa y miserable existencia. Dudaba que incluso el efecto de la heroína pudiese superar su euforia en aquel momento.

Por supuesto, Temis quedó desconcertada. La reacción que estaba acostumbrada a ver tras disparar una sutil amenaza era una de auténtico terror en los ojos de las víctimas, inseguridad, sumisión, y, algunos, incluso se meaban encima. Pero, ¿desternillarse delante de sus narices? Eso era bastante inusual. 

  — ¿Qué pasa? ¿Te resulta divertido?  —preguntó con una socarronería mordaz para mantener oculta su irritación.

Yoongi echó la cabeza hacia atrás, uniendo su coronilla al ladrillo de la pared, pero sin dejar que sus miradas tomasen caminos distintos, más bien todo lo contrario; el contacto visual se había intensificado. Su lengua viperina acarició sus dientes superiores lentamente, simulando una sonrisa insana. Respiró profundamente antes de dejar escapar su ronca voz.

  — Sí, la verdad es que sí.  —Y después, con un orgullo que surgió de la nada, añadió:— Es la primera vez que me amenazan. Deja que me recree en este momento un poco más.

La morena percibió que algo no estaba bien con aquel chico. Saltaba a la vista que no era normal. Podía estar riéndose de ella, podía ser un suicida, alguna clase de masoca, o un tonto fanfarrón que no era consciente de la seriedad del asunto. Fuera como fuese, a Temis no le gustó de primeras esa temeridad, y se lo hizo saber a Yoongi empujándole con más fuerza contra la pared. El muchacho se mordió el labio inferior, ocultando un suspiro de satisfacción que le provocó con ese simple gesto, pues avivó su epinefrina. A continuación, la asesina acercó su rostro al de él con un semblante fiero.

  — ¿Te crees que esto es un juego? Tengo una jodida navaja contra tu garganta. Si aprieto un poco más, te desangrarías como un cerdo. 

Para reafirmar lo dicho, movió su muñeca, recordándole que el filo estaba a nada de cortar su pálida piel. Después de ejecutar una muerte, la chica no tenía ganas de ser la responsable de otra por segunda vez en la misma noche; odiaba los asesinatos que no eran imperiosos. Pero si Yoongi no demostraba su inocuidad, no podría pasar por alto su deber.

  — ¿Como al que acabas de destripar? —La provocó Yoongi, con una medio sonrisa permanente en sus labios— Presiona más, venga.

La seguridad de Temis flaqueó, porque no divisó vacilación alguna en los ojos de aquel desconocido. Podía jurar que sus palabras iban totalmente en serio, aunque era un juicio hecho a partir de la convicción de su voz, ya que su mirada era ilegible. Neutro y frívolo, imposible de penetrar, como una fortaleza: totalmente inexpugnable. ¿Era acaso humano? Una corriente de puro terror invadió a Temis. ¿Quién era aquel tipo que no temía a la muerte?

  — Estás loco —murmuró.

  — Qué irónico. Tú no debes estar mucho más cuerda. 

Por un segundo, su aplomo experimentó el pánico. No se esperaba que aquellas palabras pudiesen calarla tan hondo. Ella no estaba loca. Al menos, intentaba mantener la cordura, porque si algo le daba miedo en la vida era perder totalmente la humanidad. Todavía era capaz de sentir compasión, y de llorar, y de ser atormentada por la culpabilidad. Y, a pesar de que su trabajo le seguía pareciendo repugnante, cada día le era más fácil de llevar. Habiendo sido criada en un entorno tan hostil, era imposible mantenerse sensible ante los hechos. Debía pulir su armadura hasta que quedase tan resistente como la superficie de un diamante. De lo contrario, no sobreviviría en el mundo en el que le había tocado ganarse el pan.

Su mente comenzó a trabajar a la velocidad de la luz. Namjoon siempre le decía que estaba bien tener debilidades, pero que bajo ningún concepto permitiese que estas fueran visibles para los demás. Así que, eso hizo. Fingió que las palabras de aquel malnacido no le dolieron y se permitió lanzar una carcajada que quedó de lujo para hacer convincente su indiferencia.

  — Tu nombre —exigió, con un tono seductor pero demandante. Sus orbes azulados viajaron desde la escalofriante mirada que ocultaba el universo retorcido del chico hasta sus labios rosados. Yoongi los lamió, dándose cuenta de lo que provocaba en ella tal gesto.

 — ¿Vas a matarme? —preguntó el moreno, atraído por su peligroso juego.

Temis sonrió, tratando de imitar aquella locura que desprendía él.

  — Si te cuento el desenlace de esto, ¿dónde estaría la gracia? —Ahora, ambos estaban sumergidos en la boca del otro, compartiendo un mismo pensamiento y deseo, pero ninguno se atrevía a romper la tensión que había entre ellos. La sicaria debía reconocer que aquella osadía ligada a la singularidad lo hacían odiosamente atractivo— Tu nombre —exigió una vez más, provocando que la navaja se hundiese en la carne del muchacho. Un fino hilo de sangre comenzó a brotar, pero Yoongi ni siquiera se enteró, pues solo sentía una afilada y excitante presión que acompañaba a su obsesión con la joven asesina. Temis alcanzó a ver su sangre mezclándose con la de Yongbae.

 — Min Yoongi —gimió, con la garganta seca.

Habiendo recibido lo que quería, sonrió complacida. Alejó el arma de su víctima y, en su lugar, agarró la nuca del moreno con vehemencia para que sus labios colisionasen. Yoongi se sorprendió, pero no puso resistencia, más bien se abrió como si hubiesen introducido la clave correcta en su dispositivo, y permitió a la asesina lamer su lengua, junto a otras parte de su cavidad bucal. Arrugó la nariz cuando sintió algo frío y duro rozando su paladar, pero que, al mismo tiempo, despertaba un cosquilleo agradable en su sistema. Supuso que se trataba de un piercing , y no de una bola, sino de dos. Yoongi no estaba puesto en aquellas modas, pero no le desagradó en absoluto que Temis sí; es más, le pareció excitante el detalle en la lengua de ella, toda una sorpresa.

El beso fue duradero y hambriento. No había cabida para la delicadeza, la ternura ni la compasión. Se probaron mutuamente como si tuviesen una cuenta atrás pisándole los talones, como si una bomba pudiese explotar si no exploraban la boca del otro en un determinado tiempo. Sin embargo, sí había sentimientos ligados a aquel acto que era necesario para ambos. Ira, ambición, placer, pasión, disconformidad, curiosidad, peligro, apetito.

Después de unos minutos, Yoongi se atrevió a acercar una mano a su cintura. Necesitaba tocarla, aunque fuese de una forma meramente superficial. Ojalá pudiese desnudarla allí mismo y apreciar cada centímetro de su cuerpo, averiguar si quedaba algún piercing más por descubrir, o tal vez algún tatuaje comprometido. El joven no podía creérselo, pero ahí estaba, dándole la bienvenida a su libido después de darlo por perdido. Lo mejor era que, parecía con intenciones de quedarse.

Temis mordisqueó traviesamente el labio inferior de Min Yoongi, pero este, no estando conforme, invirtió los papeles sin dudarlo. Quiso dominarla, tomar el control, desafiar a aquella chica que era puro éxtasis y saborear el riesgo. En cuanto sus lenguas se toparon, el joven atrapó la punta de la de ella con sus dientes y presionó. La asesina se deshizo en jadeos y trató de liberarse, pero Yoongi no estaba dispuesto a dejar escapar su aliciente con tanta facilidad. La cogió firmemente por la cintura con ambas manos y la pegó a él para que notase su creciente erección mientras devoraba su boca sin piedad.

Finalmente, los jóvenes se vieron como dos pececillos fuera del agua cuando se separaron en busca de aire. Sus pechos subían y bajaban, frenéticos y gozosos. Sin duda, había sido una buena terapia para canalizar el estrés y frustración que cada uno cargaba en su día a día. Eran como dos piezas de puzzle perdidas que, de pronto, se habían dado cuenta de que podían encajar.

  — Min Yoongi... —murmuró Temis, saboreando el nombre lentamente, a escasos centímetros del perfil del chico. Sus dedos agarraron con brusquedad el cabello que nacía de su nuca y estiraron. Yoongi no profirió queja alguna, pero llegó a entreabrir los labios, expectante— Escúchame bien: te estaré vigilando. Si me delatas, me enteraré e iré a por ti. Eso te lo aseguro —A continuación, fue empujado sin consideración ninguna, haciendo que su espalda rebotase contra la pared, pero lejos de molestarse, sonrió a la chica con prepotencia y vanidad. Curiosamente, a Temis le pareció divertida su reacción

— ¿Tanto miedo tienes de que te delate? —Se humedeció los labios en una clara suscitación; no había tenido suficiente, necesitabas un poco más.

— No hagas que me arrepienta de dejarte con vida —advirtió, con un grado de severidad mayor.

— No te quedes con las ganas.

Temis bufó, alejándose y creando un espacio entre ellos. Yoongi se sintió un poco más vacío cuando lo hizo.

— He tenido suficiente por esta noche... Pero recuerda lo que te he dicho: no te olvides de mí.

Aquello estaba muy lejos de sonar romántico. Fue un claro apercibimiento. Yoongi infló su pecho y ensanchó sus fosas nasales para inspirar profundamente justo antes de liberar su resignación en forma de suspiro. 

La verdadera noche había terminado incluso antes de empezar.

— Imposible hacerlo —dijo Yoongi roncamente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y pateando la chaqueta que se le había caído nada más entrar al callejón de la estupefacción. Con un movimiento apenas perceptible de cuello, se apartó el molesto flequillo que se empeñaba en irritar sus globos oculares—.  Solo dame un nombre.

La morena sonrió con los ojos, los cuales brillaban como los de un felino en la oscuridad, pero la mueca en sus labios era mucho más maliciosa. 

  — No lo necesitas. Créeme, por tu bien, mejor que no volvamos a vernos.

Yoongi se quedó clavado en su sitio, sin intentar detenerla cuando la desconocida con la que había compartido saliva se dio la vuelta y se sumergió en la oscuridad de la noche. No pudo dejar de mirar en su dirección, como si estuviese contemplando un rastro que flotaba en el ambiente al igual que la neblina de madrugada. De repente, hallándose solo de nuevo, volvió a su realidad, a ser Min Yoongi, un tipo con vida aburrida, con la pequeña anomalía de estar acompañado de un cadáver en medio de un callejón.

Había perdido absolutamente la concepción del tiempo, pero no se molestó en mirar su reloj para averiguar cuánto tiempo le había llevado aquel fortuito encuentro. Le bastó con tomarse un par de minutos para asimilar lo que acababa de pasar y, cuando sus glúteos tocaron el suelo, dejándole sentado con la espalda contra el muro, juntó sus manos y se las puso en la barbilla.

Sonrió sin poder evitarlo.

Aquella noche, casi por un golpe de gracia, había encontrado lo que llevaba persiguiendo con tantas ansias toda su vida, pero que hasta ahora no había encontrado por buscar en los lugares erróneos. Después de veinticuatro años esperando, al fin se le había presentado un incentivo, una razón para seguir viviendo en aquel mundo lleno de desesperanza y rebosante de penurias.

Y a partir de aquel día, se dedicaría a pensar en aquella asesina, y no descansaría hasta hallar su paradero, porque, al contrario de lo que Temis creía, Yoongi estaba seguro de que volvería a verla. Cierto era que el chico jamás fue la clase de persona que dependía de otra, pero no le costó nada darse cuenta de que necesitaba que esa mujer formase parte de su vida, al igual que el adicto estaba convencido de que necesitaba de una sustancia tóxica para seguir adelante.

No podía dejarla escapar. No lo haría.

Volvió a casa con una reflexión ocupando su mente y sin ser consciente de una realidad inminente...

 Acudir a ella se convertiría en un mal hábito.













Este one shot que me ha costado sangre, sudor y lágrimas se lo dedico a mi bellísima TypicalStoned18 , que que le va mucho el rollo este oscuro con drogas y muertes de por medio, rollo House of Cards (?). ESPERO QUE LO HAYAS DISFRUTADO, BEBÉ <3 (lo mismo para el resto de lectorxs, por supuesto, hue).

Echaba de menos escribir una de mis idas de olla perturbadoras, pero esta vez entrando en detalles, así que este es el resultado, ¿qué os parece? asdfghjklñ

Quizá en un futuro me atreva a hacer un ff con este tipo de temáticas 🔥🔥🔥

Eso es todooooo. Nos vemos, gente bonita 💕

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