Scott
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¡disfruten la lectura!
~*~
Estoy enojado. No, mucho más allá de enojado. No podía creer que Dylan había optado por irse, aun cuando yo no estaba de acuerdo.
—¿Llegará el día en que no tengas ganas de matar a alguien? —Cole suelta, me mira con diversión y eso sólo hace que mi enojo sólo aumente un poco. Observo el aparato entre mis manos.
Tenía ganas de matar a Rachel. Ella era la culpable de todo lo que estaba ocurriendo.
—Rachel envió a Dylan a Nueva York —La risa estrecha que Cole lanza hace que lo fulmine con la mirada. ¡Joder! Había investigado al imbécil desde que el nombre había escapado de los labios de Rachel. Había tenido más secretarias de lo que yo he tenido un vaso de Jack Black en mi mano—. El imbécil con el que trabajará es un patán —escupo, dejando el teléfono de lado.
Dos horas desde que había dejado la casa de Dylan. Ella prácticamente me había corrido para prepararse para su viaje y eso sólo hacía que mi sangre hierva.
—Scott, es sólo trabajo —Luce serio, pero sé que quiere reírse. Tal vez era estúpido y yo también lo sentía así, pero pensar en otro tocando a Dylan... Ni siquiera podía pensar en eso—. ¿En serio crees que Dylan te engañaría?
Su pregunta me golpea con fuerza.
¿En serio pensaba que alguien como Dylan me engañaría? Estaba seguro de que no, sin embargo, la sola idea de ella compartiendo espacio con alguien más no era algo en lo que quería pensar.
—No lo haría —murmuro, con firmeza—, pero ese sujeto es un imbécil. ¿No lo conoces?
Cole niega con la cabeza, haciéndome soltar un suspiro.
—¿No estás siendo paranoico?
—No lo estoy —murmuro—, es uno de los principales beneficiarios de Ferrari, Cole —No dudaba en lo mínimo que él había escuchado sobre Dylan de la misma manera en que yo lo hice.
Ese estúpido narrador con una boca muy grande.
Sin siquiera pensarlo mucho, tomo mi teléfono y busco el número de Rachel en mi agenda. Tres tonos son los necesarios para escuchar su voz.
—¿Ahora qué quieres, Harford?
—¿Naciste para hacerme la vida imposible, Rachel? —digo, sé que suena grosero, pero simplemente no lo entendía. Dylan estaba trabajando en mi proyecto, ¿por qué darle más trabajo? —. ¿Por qué diablos la enviaste a Nueva York?
—No la envié —dice, como si no nada—, sólo hablé del trabajo y ella aceptó. Es bueno para su carrera, Scott, y creo que no necesitaba de tu permiso para dejarle saber que está tomando un buen trabajo, Dylan puede con ambos trabajos, ha hecho más en poco tiempo.
>>Algo de dinero extra no le hace mal a nadie, primo.
—Dylan no necesita dinero extra, me tiene a mí.
—Oh por Dios —Se queja, soltando lo que parece ser una risa sarcástica—, ambos sabemos que sólo estás con Dylan por el sexo, Scott, no es la primera en la lista.
—Rachel yo...
—No me digas que ella no es cómo las demás, Scott —suelta, esta vez suena algo enojada—, ¿necesito recordar a Ana?, ¿o Isabella? Scott, siempre es lo mismo, siempre haces lo mismo. Crees que las mujeres son un juego, pero no sabes todo el daño que eres capaz de causar cuando ilusionas a una mujer.
>>Deja que Dylan haga su trabajo, Scott. Dale un respiro.
Rachel no me da tiempo a decir ni una palabra más y termina con la llamada. Siento la pesada mirada de Cole sobre mí. La tensión rodeándome empezaba a crear un punzante dolor en mi cabeza.
¿Qué diablos tenía que hacer para demostrar que Dylan no era como las demás?
—Entrégate a ella —Cole murmura. Me toma por sorpresa su respuesta y deduzco que he hablado en voz alta—. A mí no me puedes mentir, no después de todo lo que hemos pasado juntos, Scott.
—Dylan es mucho más terca que yo —suelto una risa. Aquella pequeña morena tenía mucha más valentía que muchas otras chicas que había conocido. Era capaz de entregarse a mí sin inhibiciones dentro de la cama, pero una vez fuera de la misma, volvía a ser Dylan Abbot.
La chica dañada que demuestra ser más fuerte que cualquier otra persona. Mi Dylan.
—¿Puedes averiguar en qué hotel se encuentra? —pregunto. Quería tener un ojo sobre ella a pesar de que se encontraba unos cuantos kilómetros lejos de mí. Cole asiente y, sin decirme más, se levanta del sillón y lleva consigo mi laptop.
Suelto un suspiro antes de tomar un trago del vaso que tengo frente a mí en la mesa de centro. Mi garganta quema cuando el líquido ámbar y, sin seguir pensándolo mucho, busco el número de Dylan en mi teléfono.
Cuando escucho el primer pitido, siento mis manos sudar, sin embargo, no cuelgo la llamada. Cuando ella responde, no puedo controlarme y simplemente suelto—: Tomarás un maldito avión de vuelta justo ahora, Dylan Abbot.
—Vete al diablo —sisea, sin embargo, su tono de voz no se eleva—, no puedes controlarme, Scott. Es mi trabajo y no voy a dejarlo sólo porque crees que me acostaré con el primer imbécil que se me cruce en el camino.
—Si no vienes por tu cuenta iré por ti, Dylan.
—Inténtalo —suelta, su enojo se hace más palpable en la línea, pero en lugar de irritarme, sólo logra que de un suspiro complacido. Ella era mía, a pesar de querer pelear contra ese sentimiento. Me pertenecía—, y con lo único que regresarás será con un ojo morado, Harford.
Una sonrisa se desliza en mis labios y no puedo evitar negar un poco divertido. Dylan no podría golpearme, aunque lo intentara. Ella no me lastimaría, porque era el único que lograba hacerla temblar con sólo poner un dedo sobre ella.
Esa era una de las razones por las cual no iba a dejarla ir. Ella respondía tan bien a mí, como yo lo hacía con ella.
—No soy una cualquiera, Scott, creo que lo notaste la primera vez que tuvimos sexo —La escucho tomar una lenta respiración, como si ya no pudiera seguir hablando—. Si no puedes confiar en mí y crees que terminaré acostándome con el primero que encuentre será mejor que las cosas termines, Scott —silencio es lo único que escucho y tengo ganas de gritarle, de decirle que lo nuestro nunca iba a terminar, sin embargo, guardo silencio cuando siendo su voz temblar cuando dice—: Te amo, Scott, creí que ya lo sabías.
Sus palabras me golpean con fuerza y mis ojos se enfocan en el vaso sobre la mesa. ¿Dylan me ama? No sé qué responder, siento que mi lengua se a pegado a mi mandíbula y me es imposible moverla.
Es como si no tuviese lengua.
—Tengo que irme, tengo trabajo que hacer.
La línea muere y con eso la esperanza de escucharla decirlo nuevamente. Cole entra a la habitación y sus ojos se encuentran con los míos, me observa algo confundido.
—¿Qué diablos te ocurre, idiota?
—Y-yo... —Trago duro, observando la pantalla del teléfono. Está negra, como si nunca lo hubiese usado, sin embargo, las palabras de Dylan siguen retumbando en mi cabeza.
—¿Tendrás un colapso ya estás borracho?
—Necesito un vuelo a Nueva York.
—¿Qué?
—Necesito hablar con Dylan —Me levanto de un salto, del sillón y corro hacía Cole únicamente para golpear su hombro y soltar una risa—, por Dios, mueve tu culo y ponte a trabajar, perra.
—No creo que haya droga en tu casa, Scott —dice, alejándose de mí. Luce confundido, pero lo único que hago es tomarlo por la cabeza y plantar un beso en su frente.
—Dylan me ama, ella jodidamente me ama.
—Dios, eres asqueroso —Se aleja, limpiándose la frente de una manera dramática, sin embargo, se detiene cuando parece entender mis palabras—. ¿Ya te lo dijo?
—¿Qué?
—Es decir, ya era hora. —Mi ceño se frunce cuando noto la diversión en sus palabras y el añade como si nada—: Meghan y yo ya lo sabíamos. Bueno, ella lo sabía y me lo dijo a mí.
>>Dylan nunca se acostó con nadie. Nunca. Creo que al hacerlo contigo es por algo.
—¿Qué?
—No puedo creer que seas tan imbécil —Niega divertido, para luego señalar las escaleras a mi habitación—. Ve por tu ropa, te conseguiré un vuelo.
—Gracias, hermano —digo, sin perder mucho tiempo, Cole asiente con la cabeza, señalando las escaleras.
—Soy tu mejor amigo, Harford, estoy aquí para salvar tu trasero.
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