5.
El ruido proveniente de la oficina en la cual trabajaba me hace fruncir el ceño. No reconozco las voces que cantan animadamente, por lo que decido acercarme con más cautela de la necesitada.
La sorpresa inunda mi sistema cuando me detengo justo en la puerta, la mata de cabello rubio de Alison se sacude con algo de fuerza en el tonto intento de mover su cuerpo al ritmo de la canción.
La estúpida canción seguía repitiéndose en mi cabeza aun cuando había decidido pasar de ella. ¿Quién diablos escribirá algo sobre tocino? Aunque, ciertamente, era pegajosa.
—Bien —hablo, mi voz es alta, logrando resonar por sobre la música, tomando a una Alison con la guardia baja—. ¿Por qué diablos es el festejo? —Greyson, al cual no había identificado al inicio, se levanta de mi silla, en su mano tiene el cuadernillo que siempre llevaba consigo, ¿por qué estaba en mi lugar dibujando cuando tenía el suyo? —. Greyson —saludo, mostrando una sonrisa algo cansada—. ¿También estás en esto con Alison?
—En realidad no —Sacude la cabeza antes de acercarse a mí—. Vi los periódicos —Una mueca se forma en sus labios—, no pensé que conocieras a Scott Harford.
—No lo conozco —suelto un suspiro. Sabía lo que me esperaba el resto del día. Al igual que mis padres, Greyson se había topado con una foto mía completamente vestida de cuero observando como toda una idiota a Scott Harford—. Es una larga historia, todo es culpa de mi mejor amiga.
Alison detiene la música, sonriendo en mi dirección, y me obligo a responder aquel gesto.
—¿Así que Scott Harford, eh? —La rubia se burla, haciendo que suelte un suspiro. No conocía al tipo y, ahora, lo único que quería hacer era olvidarlo y continuar con mi vida—. Es lindo.
—Y un imbécil —respondo, dejando a Greyson de pie en la entrada para hacer mi camino hacía mi lugar de trabajo. Dejo, de muy mala gana, mi portafolio sobre mi escritorio y me dejo caer sobre mi silla—. Es algo que prefiero dejar en el pasado. Necesito terminar con el diseño de la mocosa Coleman.
—La chica amará tu diseño, Dylan —Greyson interviene, caminando hacía mi mesa, en la cual se sienta sin permiso alguno luego de mover un poco mi portafolio—. No debes forzarte demasiado, ya escuchaste a Rachel.
Pongo los ojos en blanco.
—Amo lo que hago, Greyson, dibujar no es ningún esfuerzo para mí, pero quiero que sea algo que merezca la pena, no lo sé, tal vez algo que esté a la altura de una buena diseñadora.
—Bien —Aprieta mi hombre con diversión—. Espero que la niña Coleman te dé tiempo para aceptar otro diseño. Rachel te espera en su oficina.
—Odio esto —resoplo—. Cuando pienso que tendré una semana de descanso, alguien más llega y arruina eso.
—¿Amor por el diseño?
—¡Amor por el diseño! —Me río, dejando de lado mi portafolio para empezar a trazar mi camino hacia la oficina de Rachel.
El piso el cual teníamos por oficina, era más amplio de lo que parecía al inicio. Siempre quise trabajar con Rachel Morgan, ella era una de las mejores diseñadoras que se había graduado antes de mi promoción, y el obtener un puesto entre sus diseñadores, era algo grande para mí. Se empezaba desde poco, pero siempre con cabeza en alto.
Papá me lo había enseñado.
No importaba si eras un barrendero, mientras hagas algo que te apasiona, todo estará bien.
Una vez que cruzo el corto camino a la oficina de Rachel, toco la puerta con algo de apremio. Ese día, durante la tarde, tendría mi última reunión con los Coleman. Esa reunión sería la que me daría el pase libre para decorar aquella pequeña mansión que la hija de aquella pareja tenía.
—¡Está abierto! —La suave voz de Rachel suena detrás de la puerta, por lo cual no dudo en ingresar. Lo primero que me recibe es una amplia espalda cubierta por una chaqueta de cuero, la mata de cabello castaño perfectamente recortada es la siguiente en mi excursión, sin embargo, me veo un poco regañada cuando Rachel aclara la garganta—. Dylan —dice, observándome como si tuviera que decirla algo. ¡Solo estaba observándolo! No era algo tan malo—. Él es Grant Harrison, creo que lo conoces.
Mi ceño se frunce, tratando de recordar aquel nombre, sin embargo, todo indicio de memoria se ve severamente destruido cuando el tipo en cuestión, gira en mi dirección.
—Y-yo...
—Dylan —dice mi nombre como si nos conociéramos de años—. Es un gusto volver a verte —dirige una sonrisa ladea en mi dirección antes de agregar en voz baja—: Al menos no tendré solo fotos de tu trasero.
Abro la boca para decir algo, sin embargo, la cierro, sabiendo a la perfección que a Rachel no le gustaría conocer todo mi amplio vocabulario en insultos.
—Dylan lo ayudará con la nueva decoración —La morena interviene, sabiendo perfectamente que alguna palabrota saldría de mi boca en cualquier segundo—. Está en buenas manos, señor Harrison.
—Grant —Interrumpe el castaño—. Solo dime Grant.
—Bien —Rachel interviene nuevamente—. Tienes la mañana libre, Grant se encargará de darte las indicaciones que necesitas y luego podrás ir a reunirte con los Coleman.
—Vale —Accedo, observando únicamente a Rachel—. ¿Eso es todo?
—Sí.
Antes de que la morena pueda agregar algo más, abandono su oficina, sabiendo perfectamente que él castaño venía detrás de mí, observándome con más atención de la que necesitaba.
—Harford tiene muy buenos gustos después de todo —dice, detrás de mí—, pensé que nunca dejaría a las escuálidas con las que folla todos los días.
—No tengo nada que ver con el señor Harford —digo, ingresando nuevamente a la oficina que compartía con Alison. Esta me observa, y su boca cae abierta cuando posa sus ojos en el hombre detrás de mí—. Hasta mañana, Alison, iré a tomar apuntes.
—V-vale...
Abandono con rapidez la oficina, teniendo a Grant pisándome los talones. Mi auto no estaba tan lejos de la oficina, sin embargo, quedarme en el interior de un vehículo junto al castaño, parecía un error.
—Iré por mi auto —dice, una sonrisa baila en sus labios—. Espera aquí dulce dama.
—No —mi ceño se frunce—. Hay una cafetería a una cuadra, estará bien para tomar unos cuantos apuntes.
—Bien —Accede con rapidez—, pero no te quejes cuando alguna multitud caiga sobre nosotros. No quisiera ponerte en el mismo lugar que Scott te puso en la fiesta.
—¿Puede dejar de llamar a colación al señor Harford? —Mis ojos caen en los suyos, y es la primera vez que noto el tono castaño en ellos. Con la luz del sol chocando contra ellos, parecían un verde similar al de Meghan—. Justo ahora no me interesa quién sea él, solo quiero hacer mi trabajo y claramente Scott Harford no es mi trabajo.
—Bien —dice, soltando un suspiro—. Intenté detenerte pero me entretuve viendo tu trasero. La reunión será esta noche —saca lo que parece ser una tarjeta de su chaqueta y la tienen en mi dirección, no dudo en tomarla porque, principalmente, era trabajo—. Sé que es salir conmigo y no me gusta poner incomodas a las demás personas. Llámame en cuanto termine la reunión que tengas y te daré las ideas que tengo.
—¿Vino aquí solo para decirme eso? —digo—. Pudo haberle entregado la tarjeta a Rachel.
—Sí —Se ríe—. Eso no suena muy divertido que digamos —Se gira sobre su eje, no sin antes darme una última mirada y agregar—: Lamento si pensaste que soy un patán, solo quería saber que tan inteligente eres. Me agradas, Dylan.
Mis hombros caen, como si la tensión en ellos desapareciera de un momento a otro mientras observo como Grant se marcha caminando como si nada.
—Los hombres suelen ser idiotas —Un suspiro se elimina de mis pulmones y luego suelto una risa, sabiendo que todo lo que me estaba ocurriendo desde la noche de la carrera era culpa de Meghan.
~*~
—¡Felicidades! —Los gritos y la explosión de lo que parecía ser tiras de papel recortadas estallan en mi rostro, haciendo que mi reacción no sea más que gritar a todo pulmón.
—¡¿Qué diablos está mal con ustedes?! —Pregunto, apretándome el pecho con la palma de mi mano. Mi ritmo cardíaco está acelerado, haciendo que respire con un poco de dificultad—. Casi me da un ataque, por el amor a Dios.
—Estás exagerando por mucho —Hazel se queja, tirando de mi mano para envolverme en un fuerte abrazo—. Meghan llamó y nos contó sobre la mocosa Coleman, felicidades, cariño.
—Sí —me separo a regañadientes de ella, pasando a los brazos de mis padres, quienes se encargan de sacar el aire restante de mis pulmones—. Fue algo difícil, pero le gustó, y estoy bien con eso.
—Mi niña es excelente en su trabajo —Papá dice, luego de haberme liberado de sus fuertes brazos—. Felicidades, cariño.
—¡Mi Delanie es la mejor! —Esta vez mamá intercede, haciendo que mis ojos se pongan en blanco—. No quiero saber nada sobre tener un rostro de Dylan —dice, apretando mi hombro—. Ese es tu nombre y debes vivir con ello, cariño.
—Sí, pero tengo cara de Dylan —Papá y yo hablamos al mismo tiempo, soltando una risa cuando vemos a mamá resoplar.
—Como sea —rueda los ojos—. Hazel me ayudó a preparar un pastel de chocolate para festejar. ¿Quieres un poco?
—En realidad no —suelto un suspiro, recordando la llamada que le había hecho a Grant—. Tengo una reunión justo ahora y él llegará en cualquier minuto.
—¿Aquí? —El ceño de Lucas Abbot se frunce—. ¿Él? ¿debo preocuparme por eso, Dylan?
—En realidad no —digo, cruzándome de brazos—. Sigo siendo virgen, papá, no tienes nada de qué preocuparte, lo digo en serio.
—Demasiada información, Dylan —Finge una cara de horror antes de girar sobre sus pies y alejarse de nosotros—. ¡No quiero ser un abuelo tan viejo, Dylan, recuerda eso!
—Será divertido ver a Lucas siendo abuelo de algún perro o un gato —Hazel se burla—. ¿Lo imaginan cambiándole el pañal a un cachorro?
—Gracias por el pequeño vistazo a mi futuro, tía —pongo los ojos en blanco para luego dejar mi portafolio junto a la puerta principal, esta continua abierta, y me apresuro a cerrarla, pero una gran bota se interpone en mi meta.
Grant la vuelve a abrir, mostrando una amplia sonrisa mientras da una rápida mirada por sobre mi cabeza.
—Buenas noche —dice, en dirección a mi madre y a mi tía—. Soy Grant Harrison.
—Oh por Dios... —Hazel murmura detrás de mí, y de inmediato sé que está a punto de convertirse en una salvaje copia de Meghan. Mamá me observa, como leyendo mi mente, y desaparece de la escena tan rápido que no soy capaz de detenerla—. E-es...
—Grant Harrison —La corto, invitando a pasar al castaño—. Él quiere una remodelación para su casa.
—En realidad es para mi madre —corrige, observándome mientras me encargo de cerrar la puerta principal—, estará de cumpleaños en unos meses y quiero darle una sorpresa.
—Está bien —empujo a Hazel, quien está completamente hipnotizada por Grant—. ¿Puedes traerle algo de comer a Grant, tía?
—¿Qué?
—Cocina, vete, ahora.
Esta sacude la cabeza, observándome como si fuera su mayor enemiga, pero termina marchándose, dejándome completamente a solas con Grant.
—¿Es tu tía? —dice, observando el camino por donde se había marchado Hazel. Sus ojos no se despegan del camino hasta que aclaro mi garganta—. Es demasiado joven.
—Lo sé, todo el mundo lo dice —tomo de vuelta mi portafolio, señalándole el camino a la sala. Este no duda en seguirlo, y debo caminar detrás de él, guardando mi distancia respectiva. Todo lo referente a carreras de velocidad era muy bien recibido a cierta distancia—. Bien, ¿tienes algunas ideas en mente para lo que quieres?
—En realidad no —dice, sentándose cuando señalo el sillón. Sus piernas son largas, y la duda de cómo entrará en aquel auto me invade, sin embargo, descarto ese pensamiento con rapidez—. Pedí la mejor diseñadora y terminamos aquí.
—Necesito alguna pista de lo que quiere —índico, tratando de sonar cortes mientras ocupo el sillón solitario frente al que él ocupaba—. ¿Algo que le gusté? No sé, necesito pistas.
—Le gustan las galletas —frunce el ceño—, en realidad es lo que hace desde hace unos años. ¿Te sirve de algo?
—En realidad no —niego, algo irritada—. ¿Puede darme algo con lo cual pueda trabajar? Si no es así no llegaremos a nada y me hará perder el tiempo.
—¿Por qué Scott Harford? —dice, suena pensativo, sin embargo, la curiosidad rebosa en su voz—. Es la personas más... inestable que he conocido y todas están detrás de él, pero tu no. Es extraño.
—No necesito perder mi dignidad por un hombre, señor Harrison —Aquel tema me tenia sin cuidado. Había olvidado aquel nombre hasta que él lo volvió a mencionar—. Estuve en esa fiesta por mi mejor amiga; no soy fan de las carreras de autos ni de formula 1, solo pagaba un favor.
—La velocidad es divertida —dice.
—No cuando puedo perder mi vida en un accidente —ataco, haciendo que él arquee una ceja—. Prefiero estar tranquila en la comodidad de mi habitación haciendo dibujos en mi cuaderno.
—Bien —dice, sonriendo ampliamente para luego colocarse de pie—. Dejaré todo en tus manos. Vendré en una semana para revisar tus avances.
Y se marcha mucho más rápido que una ráfaga de viento. Lo último que soy capaz de escuchar de su parte es la puerta principal cerrándose detrás de él y, minutos después, Hazel ingresa en la sala, cargando un trozo de pastel junto a lo que parecía ser gaseosa.
—¿Ya se marchó?
—Sí —digo—, y me dejó mucho trabajo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro