46.
N/a: Desde ahora empieza la cuenta regresiva para el final de esta historia. Ay, ¡siento que lloraré! Sólo quedan 4 o 5 capítulos para ver que ocurre con Dylan y Scott :(
También quería indicarles que el grupo de whatsapp sigue abierto, no duden en dejar sus número por medio de comentarios o pueden enviarlos por mensajes privados. ¡Otra de mis historias los espera en mi perfil!
Anabelle Collins no sabe qué hacer con su vida, así que empezará a escribir un cuaderno. ¿quieres saber qué pasará con ella? ¡No dude en pasarte por El Cuaderno Secreto!
Pd: Ya sé que en la imagen sale Halsey, pero me imagino a Demi, déjenme ser feliz TnT
Espero disfruten su lectura.
~*~
Siento ganas de gritar, de levantar y correr, sin embargo, en cuanto más lo pienso, todo a mí alrededor se oscurece y la pesadez en cada una de mis extremidades es más de lo que puedo controlar. Escucho voces, pero todo a mi alredor es oscuridad pura.
—Eres un imbécil —Una de las voces suelta. Quiero abrir mis ojos, necesito abrir mis ojos—, gracias a los imbéciles que contrataste casi nos atrapan. Espero que soluciones esto, David. No necesito que un incidente similar al de la fábrica vuelva a ocurrir.
Luego, sin más, la voz guarda silencio.
Siento un extraño pitido en mis oídos y la pesadez de mis extremidades se elimina poco a poco. Ésta vez, cuando intento parpadear, una fuerte luz me pega de seco en el rostro.
—Vigílala —dice—, y esta vez que nadie te dispare.
Una puerta se cierra y, sin más, el silencio vuelve a adueñarse de la habitación. Aún con los ojos cerrados, intento mover mis manos, lo cual hago con un poco de dificultad.
Un quejido brota de mis labios y soy incapaz de reconocer mi propia voz. Tengo la garganta seca y el dolor en mi hombro y mi pierna sólo parecen aumentar.
—Ya despertaste —Es una afirmación más que una pregunta. Como puedo, llevo mi mano sobre mis ojos, tratando de cubrir la luz que me da de lleno. La persona en la habitación parece notar mi molestar y, sólo se necesitan segundos, para que la luz se bloqueada de golpe—, ¿cómo te sientes?
—Mal —musito, tragando duro. Cuando mi vista se acostumbra a la luz filtrándose frente a mí, enfoco con mucha más claridad al dueño de la voz. Él. El mismo sujeto que había cortado mis ataduras... —. ¿Dónde estamos?
—En el Lago Calzada Pontchartrain —dice, con pesar—, no estamos en la ciudad, Dylan. Llevas tres semanas inconsciente...
—¿Qué? —digo, sé que no hay más que confusión en mi rostro y todo eso se debe a la especie de sueño en la cual terminé metida. ¿Quién diablos era esa niña? Y por qué me vi en una cama de hospital—. Yy-o no recuerdo nada...
—Te dispararon —murmura, observando la puerta en repetidas ocasiones—, y tuve que hacer lo mejor para ambos: Tuve que dispararme en la mano —dice, levantando una mano completamente vendada, dónde, al parecer, faltaba uno de sus dedos.
—Estás demente —digo, con algo de horror—, pudiste haberte ido...
—No —murmura, su ceño se frunce y una oscuridad que no había notado en él, brota de repente—, tengo que sacarte aquí. Sana y salva, Dylan, así sea lo último que haga.
—No tienes que hacer nada por mí...
—No lo hago por ti —dice, con una sonrisa amarga—, ojala el agente que estuvo en el caso de mi hermana no se hubiera rendido nunca.
Y con eso, nuestra plática se termina. Él regresa a su pose de no importarle mi vida y yo no puedo evitar observarlo con atención, aún cuando la puerta se abre nuevamente.
—Ya despertaste, cariño —La melosa y baja voz de Margaret resuena en mis oídos y mi atención se dirige completamente a ella—, debes ver toda la locura que hay afuera por tu secuestro. ¿Lo imaginas? Tus padres adoptivos, tu padre, tus hermanas... ¿Qué se siente ser el centro del universo ahora, Delanie?
—Maldita —digo, una vez que esta junto a mí. Sus labios están pintados con rojo y no puedo evitar sentir asco por ella. La pantalla hermosa y serena que demostraba no era más del resultado de la locura y abandono que sentía por el resto de las personas. Cuando estoy a punto de soltar más, una de sus manos se cierra sobre mi hombro y lo aprieta sin ninguna compasión. Un grito se libera de mí, cuando siento que algo se corta contra mi piel.
Lágrimas brotan de mis ojos y, cuando ya no soy capaz de luchar contra ella, me libera, descubriendo su mano llena de sangre. Hace una mueca de asco.
—David —dice y el castaño en una de las esquinas de la habitación se acerca—, que el médico se encargue de su hombro de nuevo.
Y, sin más, se marcha, dejándome nuevamente sola junto a David, quien se acerca con rapidez a mí, suelta una maldición cuando mueve la tela que cubre mi cuerpo y observa la herida.
—Si esto continua así, plantaré una bala en medio de los ojos de esa perra.
—Estoy bien. —digo, alejando sus manos de mí y ese simple movimiento hace que todo mi cuerpo tiemble de dolor. David suelta otra maldición y con rapidez abandona la habitación.
Cuando noto que estoy completamente sola, presiono la herida de mi hombro, tratando de calmar un poco el dolor y, una vez que funciona, me levanto de la cama con cuidado. Mis piernas no tienen la fuerza suficiente para mantenerme de pie pero, como puedo, me obligo a moverlas hasta la ventana que minutos antes David se había encargado de cerrar. Con mi brazo herido, corro las cortinas, encontrándome con la vista de la Calzada del lago Pontchartrain.
Nos encontrábamos lo suficientemente lejos de la casa más cercana, pero lo más cercano posible para que la calzada sea visible. El puente era majestuoso, sin embargo, justo en esta situación, le quitaba toda su majestuosidad.
Trago duro.
El recuerdo de aquella niña de cabello negro se filtra de regreso a mi mente y no puedo evitar llevar mi mano a mi vientre. ¿Será que entendí muy bien lo que quiso decirme?
Esa pequeña niña...
Antes de que siga ahondando en aquel sueño, la puerta se abre y David ingresa seguido de quién parece ser una enfermera. Con cuidado, ambos me obligan a regresar a la cama.
Con cuidado dejo que la enfermera se encargue de remover y colocar nuevos puntos en la herida. Ella es amable y me indica, con mirada cautelosa, que los malos nunca ganan y que estará feliz de verme fuera de este infierno.
Y así, luego de terminar, me inyecta algo para dormir y que el dolor de mi hombro desaparezca casi por completo.
~*~
Más de un mes ha pasado desde la última vez que vi el rostro de Scott. David muchas veces me ha indicado que él está bien, que él sigue buscándome y que, al parecer, ha movido a casi todo el cuerpo de policías de Luisiana, sin contar a todos los hombres que estaban bajo el mando de su hermano.
La herida de mi hombro y pierna se encuentran mucho mejor, aún tengo dolor al caminar o moverme, pero lo podía soportar, Margaret, al saber que aún estaba alargando mi tortura manteniéndome con vida, le indicaba a David y a Anne -la enfermera-, a sacarme de casa para pasear un poco y no estar "encerrada en cuatro paredes".
David, Anne y yo sabíamos que nuestra oportunidad de escapar sería gracias a esos paseos, sin embargo, nunca encontrábamos la oportunidad perfecta.
Un plato es colocado frente a mí, sin embargo, no tengo hambre. Mi apetito había desaparecido por completo y Anne me observa con ojos acusatorios.
—Sólo has comido unas cinco o seis veces desde la vez que te vi, Dylan —dice, con voz baja—, y ya ha pasado un mes desde entonces.
—No tengo hambre —Y, a pesar de no haber comido como normalmente lo hacía, mi estómago se negaba a aceptar cualquier bocado de comida—, puedes dejarlo y lo comeré más tarde.
Sé que mis palabras la calman un poco y, en silencio, me deja nuevamente sola en la habitación.
Mi ceño se frunce ante el par de botas en el rincón de la habitación. Eran las mismas botas que usé la última vez que estuve junto a Scott. Casi por inercia, muevo el plato y me levanto, cojeando un poco, pero me dejo caer al piso frente a las botas.
Las levanto, porque algo dentro de mi mente grita "Hazlo" y, cuando intento sujetar ambas botas, una de ellas cae al suelo y, lo que parece ser una pequeña cámara, cae al suelo. Una pequeña luz brota del diminuto aparato y trago duro cuando veo de qué se trata.
Un rastreador.
—Demonios...
Con rapidez, lo coloco en el interior de mi sujetador. Sí sabía cómo era Scott, él mismo habría mandado a colocar el rastreador y, si era así, sólo hacía que mi amor por él creciera.
Si el aparato funcionaba, sólo era cuestión de tiempo para que él esté aquí.
—Dylan, cariño —Margaret entra en la habitación, lleva un vestido negro que cumbre completamente su cuerpo del sol. Por alguna extraña razón, ella odiaba la luz solar—, saldré con el imbécil de Welter, esa basura dice que es necesario cubrir todas nuestras pistas y debemos deshacernos de la fábrica, ¿estarás bien con el perro y la enfermera?
—Ya lo sabes —digo—, ellos prefieren matarme en lugar de dejarme escapar.
—¡Lo sé! —dice—, eso hace mucho más divertido todo esto, la emoción de saber si te encontraré viva o muerta cada vez que salgo.
La ignoro y me coloco de pie, lista para regresar a la cama. Margaret observa cada uno de mis movimientos y le da un vistazo a las botas. Algo parece cruzar por su mente, pero la abandona casi de inmediato.
—Como sea —dice—, ¿quieres que te traiga algo de comer?
—Sí —digo, sonriendo con falsedad—, un poco de veneno en una gaseosa, beber eso es mucho mejor que ver tu cara llena de arrugas.
La sonrisa de sus labios decae y, luego de lanzarme una mirada amenazadora, abandona la habitación.
Un suspiro abandona mis labios cuando estoy completamente sola y ruego internamente para que Scott sea capaz de encontrarme antes de que algo malo ocurra.
No sé cuánto tiempo transcurre hasta que Anne regresa a la habitación, indicando que era tiempo de tomar mi medicina contra el dolor, lo cual hago sin rechistar, unos cuantos minutos transcurren hasta que me dejo cubrir por el manto del cansancio y del sueño.
—¡Dylan! —Un par de ojos verdes me observan con cariño—, ¡será mejor que cambies de parecer o te quedarás soltera!
Sarah me grita, empujando a un chico en mi dirección. El luce tan incómodo como yo, sin embargo, antes de que sus amigos y Sarah diga más, él me toma de la mano, y me saca de aquella casa. Su mano era suave, aunque estaba un poco húmeda, sin embargo, antes de que diga algo y estemos afuera, él me libera de su agarre y se sienta en el césped, para luego invitarme a sentar con una simple mirada.
—No muerdo, lo prometo — Asiento, completamente nerviosa y, en silencio, me siento junto a él—. Lamento eso de allá, ellos suelen ser unos imbéciles.
—No es tu culpa —digo, simplemente. El invierno en Avondale había llegado con fuerza y el haber venido con únicamente con una blusa de cuello alto no me ayudaba en mucho. Tratando de atraer calor a mí cuerpo, me envuelvo entre mis brazos, pensando en que había sido una mala idea venir.
El silencio nos envuelve y, cuando voy a posar mi vista en el chico a mi lado, una chaqueta cubre mis hombros, con rapidez.
—Eres una tonta —dice—, ¿Quién usa algo así durante el invierno?
—Idiota —musito, deshaciéndome de la chaqueta, para luego lanzársela y colocarme de pie—. Me largo, si Sarah pregunta por mí, dile que me fui a casa.
—¡Ey, tonta! —La voz del chico me llama y, como una completa estúpida me detengo y lo observo—, ¡despierta!
Mi ceño se frunce y, cuando estoy a punto de decir algo, todo a mi alrededor se vuelve oscuridad.
—¡Maldita Sea, Dash! —Un grito retumba en mis oídos y mis parpados se abren de golpe. Estoy de vuelta en la habitación, la cual se encuentra cubierta en tinieblas, salvo por las voces discutiendo en voz baja—, ¿puedes cerrar la maldita boca?
—¿Quién está ahí? —murmuro—, ¿David?
—¿Quién diablos es David? —La luz se enciende de golpe, cegándome por unos cortos segundos. Aún me encuentro aturdida, pero, cuando me obligo a concentrarme, un par de ojos café me observan con atención.
Piel blanca, cabello negro algo largo, pero peinado de la manera en la que él sólo podía hacerlo.
—Scott...
—Mi amor —dice, sin dudar en acercarse a mí, sus brazos me rodean con fuerza y un quejido brota de mis labios cuando aprieta mi hombro. Él se separa con rapidez—, ¿qué ocurre?
Me separo de él y niego con la cabeza.
—No ocurre nada.
—Será mejor que dejen la sesión de besos y saludos para mañana, alguien se acerca —Dash, quien hasta el momento no había notado, indica. Está completamente vestido de negro y sus tatuajes sólo lo hacen ver más aterrador que la primera vez que lo conocí—, tengo a una mujer esperándome en casa, mueve tu maldito trasero, Harford.
La puerta se abre y, antes de que sea capaz de decir algo, Scott y Dash apuntan un par de armas directo en la cabeza de Anne y David. Ambos se quedan congelados y sé que esto podría terminar mal si no los detengo.
—Scott —digo, tratando de llamar su atención, lo cual obtengo con rapidez—, ellos no son malos —murmuro y, cuando Anne nota el dolor en mi hombro, se acerca, sin siquiera preocuparse en el arma de Dash, la cual aún la apunta—, me han ayudado todo este tiempo.
David, en silencio, se encarga de cerrar la puerta de habitación.
Anne, en silencio, se encarga de revisar mi herida y, con una simple mueca, me hace saber que algo no andaba bien.
—Dylan debe ir a un hospital —dice—, he tratado de mantener su herida lo mejor que pude, pero los ataques de Margaret han ido desgarrando mucho más allá del musculo. No puedo hacer nada más. Debes irte.
—No me iré sin ustedes —digo, observando a Scott—, no podemos dejarlos aquí.
—Eres tonta —David murmura—, será mejor que te largues de una vez por todas de aquí. Si tu sales con vida, sabré que cumplí con mi misión.
—¡Ey, tonta! —La voz del chico me llama y, como una completa estúpida me detengo y lo observo—, ¡despierta!
—Eres tú... —murmuro—, él chico que me sacó de aquella casa...
—Cierra la boca —dice, sin amabilidad en su tono—, será mejor que te la lleves, Harford, si no lo haces ahora, te arrepentirás por el resto de tu vida.
Scott no responde, simplemente se acerca a mí, alejando a Anne, quien me deja ir sin luchar. Sus brazos terminan bajo mis piernas y me levanta con facilidad de la cama.
—Scott, no hagas esto, ¡los matará!
—No matarán a nadie —Dash responde—, ¿crees que dejaría a este corredor de cuarta venir sólo? ¿Sabes sujetar un arma, niño bonito?
—Soy un agente de la CIA, Dash Barton, sé usarlas desde que tengo memoria —dice, luego de unos segundos—, será mejor que salgamos de aquí justo ahora, esos animales no tardarán en volver.
—Necesito medicina para Dylan —Anne murmura, está en la cocina.
—Ve por ellas, Anne, si vamos todos, será peor, tienes dos minutos.
Antes de que el castaño diga algo más, Anne abandona la habitación a toda prisa. Justo ahora, a pesar del dolor que amenazaba con hacerme perder el brazo, estar junto a Scott, valía la pena.
Valía la pena haber estado separados por todo un mes.
Ahora, sólo nos quedaba salir de aquí sanos y salvos.
>SZ
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