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39.



~*~

La idea de pasar el cumpleaños de Scott distanciados, no era algo que podía imaginar, sin embargo, luego de la pequeña sorpresa que yo había arreglado en la cabaña, todo había salido bien. Habíamos regresado a la casa para compartir con el resto de los chicos, los regalos no habían tardado en llegar y, entre ellos, una caja de condones, que el propio Lucas Abbot le regaló, además de un juego de cubiertas para los asientos de su auto, algo que Scott amó mucho más que la caja de condones.

La noche había pasado tranquila, sin el recuerdo del extraño comportamiento de Scott cuando descubrió la sorpresa, sin embargo, aun sabiendo que su cumpleaños era algo frágil, él no se había cerrado en el recuerdo amargo de la muerte de su hermana.

—¿En qué piensas?

—Nunca pensé que mi papá te regalaría una caja de condones —digo, sonriendo cuando él pone los ojos en blanco—, aunque creo que seguirán dentro de la caja.

—¿No sabe de tu alergia al látex?

—No —digo, haciéndole un lugar en la cama al moreno, éste se recuesta junto a mí y no duda en envolver uno de sus brazos a mi alrededor, mi cabeza descansa en su pecho y siento como un suspiro se escapa fuera de él—. ¿Cómo podría decirle algo así a mi papá? ¡Hey, papá, ¿adivina qué?, Soy alérgica al látex!

>>Conociéndolo terminaba encerrándome en mi habitación de por vida.

—Sí —dice, soltando un risa—, creo que seas virgen fue lo mejor para mí.

Me remuevo, para poder observar su rostro y no puedo evitar sentirme feliz cuando veo una sonrisa decorar sus labios y, simplemente, puedo decir—: ¿Por qué lo dices?

—Porque ahora eres completamente mía —murmura, acariciando con suavidad mi mejilla—, no dejaré que te marches de mi lado nunca, aunque así tenga que amarrarte a mí.

—Estás loco —murmura, reacomodándome nuevamente y, esta vez, dejando que el sueño se apodere de mi cuerpo, no sin antes escuchar un: Hablo muy en serio, de parte de Scott.

—Sigo pensando que esto es una muy mala idea —Scott murmura, por lo que parece ser la quinta vez desde que salimos de casa, su ceño se mantuvo todo el camino hacía mi trabajo fruncido, completamente convencido de que salir de casa no era seguro, sin embargo, yo no podría aguantar un día más encerrada. Tal vez no me aburría del todo, pero tampoco estaba acostumbrada a estar en casa todo el día.

Necesitaba salir, al menos unas cuentas horas.

—Estaré bien —musito, obligándolo a que pose su mirada sobre mí—. Rick y Jack estarán aquí y si siento que algo no está bien, te llamaré, ¿sí?

El moreno suelta un suspiro y asiente a fuerzas, sus labios se cierran sobre los míos y antes de que pueda profundizar el beso para hacerle saber que estaré bien, él se separa, agregando que tenía trabajo que hacer. Rick y Jack se detienen unos cuantos pasos detrás de mí y los tres observamos como Scott se marcha en su auto.

El sonido de los neumáticos sonando contra el pavimento me hace negar con la cabeza. Scott pensaba que podía conducir igual que lo hacía en una competencia. Estaba tan preocupada como él lo estaba de mí. Sólo que un accidente en el auto era más probable, que alguien me haga daño a mí.

—Vamos chicos —digo, dirigiéndome a los guardaespaldas que Scott había escogido. Ya tenía cierta confianza con Rick, sin embargo Jack era mucho más reservado, algo que me dificultaba las cosas al querer comunicarme con él.

—Jack se quedará en la entrada —Rick dice, informándome mientras hacemos nuestro camino al interior del edificio—, pedido del señor Harford.

No digo nada. Scott había aceptado mi regreso a la oficina con la única exigencia de tener conmigo dos guardaespaldas, algo que pensé era excesivo.

—Bien —murmuro, entrando al ascensor cuando Rick presiona el botón de acceso—. Para el almuerzo iremos al restaurante de la vuelta, yo invito.

La mueca de Rick me hace saber que no está de acuerdo, pero no hace nada para contradecirme, algo que me hace sonreír y olvidar el pequeño problema de estar vigilada más de la cuenta.

Cuando pongo un pie fuera del ascensor, una efusiva Rachel prácticamente se lanza sobre mí, luego, mucho confeti y lo que parece ser un cartel de bienvenida invade mi campo de visión una vez que Rachel me libera de su desastroso abrazo.

Greyson es el siguiente en acercarse a mí y darme un abrazo.

—¿Qué es todo esto? —digo, completamente sorprendida—, no tuve un accidente...

—No —Greyson dice, sonriendo de oreja a oreja—, pero si te extrañamos mucho, pensamos que no volverías.

—¡Nadie me creyó cuando les dije que no dejarías que mi primo te sometiera!

—¿Qué?

—Pensamos que una vez novia del gran Scott Harford nunca más volverías a trabajar.

No puedo evitar fruncir el ceño, sin embargo, antes de que sea capaz de decir algo, una mujer castaña, con cabello largo, vistiendo un vestido algo ajustado y unos tacones de infarto, capta mi atención. Está de pie, observando todo el revuelo que se ha armado con mi llegada y, con voz suave, dice—: ¿Dylan Abbot me atenderá?

Rachel frunce el ceño, pero su boca se abre cuando reconoce a la dueña de la voz.

—Lo hará, señorita McMahon —La morena me observa y, con voz baja, dice hacia mí—. Al parecer tus diseños terminaron de boca en boca hasta llegar a Londres.

—¿Qué?

—Masen —dice—, quedó encantado con el diseño que hiciste para su oficina que no dudó en compartir tu nombre con todos sus contactos.

No sé qué decir, pero cuando la voz de la mujer vuelve a preguntar, no dudo en dejar de lado toda la bienvenida e invitarla a la oficina que compartía con el resto de las diseñadoras.

Todos regresan a su lugar de trabajo, no sin antes decir que comeríamos algo de pastel después. Alison, Greta y otra chica que parecía ser nueva ingresan a la oficina, cada una ocupando su lugar. La extravagante castaña ocupa el lugar frente a mi escritorio y en ningún momento quita su mirada de mí.

—Bien... —musito, no sabiendo por dónde empezar—, ¿hay algo en concreto en la que puedo ayudarla?

—He visto su trabajo —dice, con calma, haciéndome sentir mucho más mayor de lo que era.

—Por favor, puede llamarme Dylan.

—Tú puedes llamarme Scarlett.

Asiento, sintiendo como el ambiente se torna un poco extraño. Ella no quita sus ojos café de mí y logra ponerme algo nerviosa, sin embargo, observando la manicura que adornan sus uñas, la manera en la que sienta y la contextura de su cuerpo, me hace saber que podría defenderme si intentaba atacarme.

—Eres hermosa.

No soy capaz de ocultar la sorpresa que causan sus palabras y no puedo evitar soltar una risa algo nerviosa.

—Scarlett, sé que recién nos conocemos pero debes saber que...

—Tienes novio —dice, como si nada—, Scott Harford. Todo el mundo lo conoce. No soy lesbiana, Dylan, sé reconocer cuando una mujer es hermosa, y no puedo evitar callarme ante eso.

—Bien... —me aclaro la garganta—, ¿podrías decirme en qué puedo ayudarte?

—Conocí a tu madre.

¿Qué?

Siento mi corazón latir con fuerza, mis manos empiezan a sudar y me empujo a no mostrarme histérica ante las palabras de la mujer delante de mí.

—Eres igual a ella... es sorprendente.

—Lamento mucho esto, pero quiero que se marche.

—Dylan...

—Le pido que se marche o me veré obligada a llamar a seguridad.

Scarlett, quien parecía no demostrar expresión alguna en su rostro, parpadea, como si estuviera regresando en sí. Sus ojos cafés se cargan de lágrimas, pero que no se liberan por completo.

—Sólo quiero hablar contigo...

—No tengo nada que hablar —digo, con toda la calma que puedo—, mi madre es Helen Walker y mi padre Lucas Abbot, no necesito que nadie mencione la mierda de un pasado al cual no pertenezco.

La castaña rebusca en su bolso, y saca una pequeña tarjeta de su interior.

—Estaré en la ciudad hasta cuando quieras conocer a tu familia biológica. A tu padre biológico y a tus hermanas.

Un pequeña tarjeta es dejada sobre mi escritorio y, sin más, Scarlett se marcha, dejando consigo un huracán de sentimientos encontrados dentro de mí. ¿Quién diablos era ella?

Tomo la tarjeta, frunciendo el ceño ante lo profesional y diseñada que era. El nombre Scarlett McMahon resaltado con dorado y, bajo su nombre, resaltaba en letra cursiva Vicepresidenta de Tecnologías McMahon.

Antes de que sea capaz de notarlo, mis manos tiemblan y Rachel entra apresurada hacia mí. Su rostro denota sorpresa y duda, sin embargo, cuando suelta un—: ¿Qué ocurrió? No sé qué responderle.

Siento que ha pasado más de cinco horas desde que Scarlett se marchó, Scott cruza la puerta de la oficina de Rachel junto a su hermano, quien no parece nada contento cuando deja caer la mirada sobre su hermano.

—¿Qué diablos ocurrió? —Scott suelta, con dirección a Rachel, ignorándome por completo, sin embargo, niego con la cabeza cuando la rubia posa su mirada sobre mí.

—Una mujer vino aquí —digo, haciendo que todos pongan su atención sobre mí—, Rachel me dijo que Ian había compartido mi nombre con sus conocidos...

—Le encantó el trabajo que hizo con su oficina —La rubia asegura, con tranquilidad—, Scarlett McMahon llegó unos minutos antes que Dylan llegara. Quería una remodelación de su oficina, pero no pensé que la cosa sería mucho más... extraña.

—Dijo que conoció a mi madre.

—¿Helen? —Niego ante su pregunta, haciendo que el moreno frunza el ceño.

—Dijo que soy igual a ella...

Scott parece entender mis palabras y la sorpresa desaparece de su rostro.

—¿Cuál es el nombre de la mujer?

—Scarlett McMahon —Rachel dice—, es hija de Robert McMahon, el dueño de Tecnologías McMahon y uno de los hombres más ricos del mundo.

Esas palabras ya no me sorprendían, cuando tuve la oportunidad, luego de que Scarlett se hubiera marchado, busqué su nombre en internet, encontrándome con mucha más información de la que hubiera deseado.

Había miles de fotos y, en varias de ellas, Scarlett McMahon salía con una mujer, muy parecida a mí y, luego de haber llenado mi mente con más imágenes de aquella mujer de la que deseaba, llamé a Scott.

—Conozco a Robert McMahon —dice—, hace tres años secuestraron a la menor de sus hijas y terminó en la agencia. Al parecer está dentro del círculo de amistades del presidente.

—Vi muchas fotos de Scarlett con ella —digo, observando a Scott—. Sí la conoce.

El moreno toma la tarjeta que aún sostenía entre mis manos, soltando un suspiro cuando se la entrega a su hermano.

—Iremos a verla si eso es lo que quieres —dice, observándome con atención—, no quiero que salgas más lastimada de todo esto, Dylan.

Antes de que el moreno continuara, Rachel se levanta, disculpándose con que nos dejaría hablar con calma y llevándose consigo a Cameron, quién no parecía querer marcharse.

La puerta se cierra detrás de ellos, dejándonos a Scott y a mí completamente solos.

—Pensé en que sería mejor para los dos marcharnos —dice—, irnos a otro lugar dónde nada de esta mierda te persiga, Dylan.

—Mi familia y mi trabajo están aquí, Scott.

—Lo sé —dice—, mi madre también está aquí, pero no nos iríamos por completo. Podremos volver siempre cuando quieras, pero no quiero que sigas pensando en un pasado que no es tuyo, un pasado que dejó de serlo desde el momento en que pasaste a ser una Abbot. Tus únicos padres son Lucas y Helen, el resto no importa una sola mierda, Dylan.

>>O bien podemos quedarnos y averiguar todo lo que quieras saber de tus padres biológicos, Dylan. Tú decides.

Suelto un suspiro.

Sabía que Scott tenía un buen punto para querer marcharse, sin embargo, al hacer eso, ambos estaríamos dejando de lado a nuestras familias, nuestros trabajos y todo lo que habíamos conocido aquí, sin embargo, empezar de nuevo no sonaba tan mal. Seríamos él y yo en otro lugar, ajeno de todo lo malo que podía ocurrirnos aquí.

—Quiero quedarme —musito, observándolo—, quiero saber qué ocurrió con ella... necesito saber por qué me abandonó, también quiero saber qué pasó con mi padre.

Scott asiente, para luego colocarse de pie. Su mano se extiende, invitándome a tomarla, lo cual no dudo ni un solo instante.

—Iremos a ver a esta tal Scarlett —dice, con tono serio y una expresión totalmente indescifrable—, acabemos con esto de una vez por todo.

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