38.
Otra larga semana había pasado y no había pista de Cole y Meghan desde la última vez que Scott y yo hicimos el intento de unirlos. Ambos eran tercos y podían sacar de paciencia al otro. Las noticias por parte de Cameron no habían llegado, algo que, hasta cierto momento, me mantenía tranquila, al igual que Scott. Luego de tres largas semanas encerrada en casa del moreno, por fin podía sentirme libre.
Sin embargo, el amargo ambiente no ayudaba con mi estado de ánimo. La larga investigación detrás de la muerte de los abuelos, había abierto cierto caso de venta de drogas, algo que mantuvo los cuerpos de ellos en la morgue para algunas investigaciones. Luego de que dieran todo por cerrado y culparan a la empresa que le alquiló el auto a los abuelos como el causante principal de todo, los cuerpos fueron entregados a mamá, quien había viajado a Washington junto a papá y Hazel.
Ellos esperaban que fuera con ellos, pero sabían a la perfección que nunca encajé en ese lado de la familia. Al parecer, ser adoptada era algo malo para ellos. La primera vez que pisé la casa de los abuelos en Washington, todos habían girado a verme, al parecer, tener el cabello azul era símbolo de rebeldía y, desde ese entonces, siempre giraron a verme con odio.
A partir de ese día, mamá empezó a alejarse de ellos y así nunca más fuimos a navidades, mucho menos cumpleaños. Desde ese día, éramos tres contra el mundo y, de vez en cuando, Hazel se nos unía.
—¿A dónde irá, señorita Abbot? —Rick pregunta, de pie junto al auto de Scott, el mismo auto que él había cambiado después de haber encontrado la fotografía de la mujer a la cual tendría que haber reconocido como madre, sin embargo, luego de lo que sabía, no sabía qué pensar, por lo que, decidí seguir con mi vida. Yo sólo tengo una madre, y ella es y será Helen Walker.
No puedo evitar sonreír hacía Rick, quien me observa con algo de diversión.
—Debemos buscar un pastel —digo, no pudiendo ocultar la emoción que sentí—, es el cumpleaños de Scott y él no quiere que lo sepa, creo que olvidó que se puede encontrar información de él en internet.
Rick asiente, sin mostrar ninguna emoción en su rostro, lo que me hace poner los ojos en blanco. Él abre la puerta trasera del auto y no dudo en subir al interior, esperando a que él rodee el mismo y ocupe el lugar del piloto.
Mi teléfono suena y no dudo en responder cuando el nombre de Scott se refleja en la pantalla.
—¿A dónde irás? —dice, con tono serio—, prométeme que tendrás cuidado.
—Lo prometo —digo, sin querer iniciar otra pelea, otra de las cuantas terminaba con Scott sobre mí, en una cama y él disculpándose de la única manera en la que le parecía correcto—, necesito nuevos lienzos y una libreta, algunos marcadores y lápices.
—Sabes que puedes enviar a Cole por eso, ¿no? —dice, suena algo apresurado, pero se toma su tiempo para darme el sermón que, al parecer, se había aprendido—, no es necesario que salgas.
—Iré con Rick —digo, sonando tranquila. Después de todo lo que había ocurrido, hoy me había permitido olvidar todo lo malo. Quería volver a ser yo y salir como lo hacía siempre: Sin tener que mirar detrás de mi hombro cada cinco minutos—. No tardaré demasiado.
Un suspiro se escucha del otro lado de la línea y con ello sé que él no está de acuerdo con mi idea, sin embargo, no me iba a detener. Iría a por ese pastel cueste lo que cueste. No quería dejar que mi vida dependiera del desconocido siguiéndome, no cuando no había dado señales de querer lastimarme.
Sin saber qué más decir, tomo una respiración y digo—: Te amo, Scott.
—Te amo, Dylan —Él responde, luego de unos segundos—, te llamaré cada que pueda —agrega, con un tono algo brusco—, hoy están siendo un grano en mi trasero y no puedo permitírselos.
—Ve a trabajar —digo, soltando una risa. No le doy tiempo a responder y termino con la llamada. Rick me observa por el espejo retrovisor y, cuando asiento, él no duda en arrancar y sacarnos de la calle en la cual vivíamos.
Mi atención se posa en las calles que pasan frente a nosotros cuando abandonamos el apartado de casas. Hay gente caminando, como si nada y una sensación extraña se apodera de mi pecho.
Me había escondido por semanas en casa de Scott, había leído sinfín de teorías sobre mi desaparición, adjuntando un embarazo a la misma y, ahora que logré salir de casa, me sentía como si no fuera yo, como si me hubieran arrancado de la realidad para lanzarme de lleno dentro de una vida que no era la mía, me sentía prófuga, encerrada en una burbuja que no podría romper hasta encontrar al responsable de haberme colocado en esta situación.
—¿A dónde quiere ir? —Rick pregunta, sacándome de mis pensamientos—, conozco varias pastelerías que pueden gustarle.
—Bien —digo—, no estoy acostumbrada a comprar pasteles, siempre terminaba haciéndolos, pero ésta vez es más especial.
Por primera vez, logro visualizar una amplia sonrisa en el frío rostro de Rick, él, al parecer, le gustaba la idea de acompañarme a comprar un pastel, tal vez también se había aburrido de estar vigilando la casa de día y noche.
Eso me hacía preguntar algo.
—Rick —digo, llamando la atención del pobre hombre—, perdón que pregunte algo así, pero tengo curiosidad. ¿No tienes familia?
Su ceño se frunce por un segundo y observo como sus manos se aprietan alrededor del volante. Abro la boca para disculparme e indicarle que no tenía que responder, pero él es mucho más rápido y responder—: Tengo una mujer.
El tema parece algo delicado, pero mi lado curioso no me permite cerrar la boca, por lo que, con algo de cautela, agrego—: Haré una pequeña fiesta por el cumpleaños de Scott el sábado, podrías traerla.
—Muchas gracias, pero no se va a poder, señorita —Él dice, observándome a través del espejo retrovisor—, sufrió un grave cuadro de depresión y está internada en el hospital —suelta, sin girar a verme—, el Señor Harford me ayudó a internarla y cuidar de usted es lo mínimo que puedo hacer después de todo lo que él hizo por mí.
Sé que mi boca está abierta y me he quedado sin palabras, Rick me da una mirada rápida a través del retrovisor y, con una sonrisa algo tensa, agrega—: Los médicos dijeron que se recuperará, sólo está en shock.
Asiento, sin saber qué más hacer y, luego de eso, ambos seguimos el camino a la pastelería en completo silencio.
~*~
—¿Estás segura de esto? —Meghan pregunta, comiendo otro de los chocolates que había comprado para decorar la mesita de centro. Observa a Hazel, quien come un poco de macarrones con queso que encontró en la nevera—. No creo que a Scott le gusten las sorpresas.
—No me interesa —digo, tomando una última foto del pastel. Ciertamente había sido un milagro que Rick me haya llevado a una pastelería donde podían recrear casi cualquier objeto y hasta ciertas personas—. Tendrá que aceptarla, además, me ayuda a distraerme.
—El ponche está listo —Brit dice, levantando la jarra para que podamos observarla—, tiene todo lo que le gusta.
—Bien —suelto, levantándome del suelo, satisfecha conmigo misma al haber tomado una buena foto del pastel. Sólo esperaba que a Scott le gustara. Él no había mencionado nada, pero, no podía cruzarme de brazos y dejar que su cumpleaños se sintiera como un día más, no cuando yo podía ser algo al respecto—. El llegará dentro de poco con Cole.
—Tus padres vendrán dentro de un rato —Hazel habla, comiendo otra cucharada de macarrones—. Lucas no sé decide por un regalo. ¿Qué tan difícil es comprarle algo a un hombre?
—Depende —Meghan responde—, he tenido que hacer muchos regalos para hombres, nunca sabes qué regalar, son peor que nosotras, y nosotras somos fáciles de complacer. Ellos lo hacen difícil.
—Nunca sé qué regalarte —digo, dejando de lado mi teléfono—, en realidad, creo que mi época más difícil del año es cuando tengo que comprarte un regalo.
—No es tan difícil —dice, señalándome con el dedo—, lo que una mujer soltera busca siempre es placer. ¿Qué tan difícil es comprarme un vibrador?
—Rezaré por ti, Meghan —Brit dice, haciendo que estallemos en risa ante la extraña mirada que la rubia le da. Ciertamente, mi mejor amiga no iba a cambiar y creo que por eso seguíamos juntas. Meghan decía las cosas sin detenerse ante qué pensaban los demás, era sincera y era lo que necesitaba en mi vida.
La puerta suena y Brit decide pasar del tutorial de Meghan de cómo usar un vibrador, llevándose consigo el ponche. Hazel se ríe, levantándose y haciendo su camino a la cocina cuando acaba con todo los macarrones del plato. Luego de unos segundos, Rachel cruza la sala, deteniéndose a observar el pastel en forma de automóvil.
—Scott no se querrá comer eso —dice, sonriendo ampliamente, luego, camina hacia mí y me rodea con sus brazos, apretándome con algo de fuerza—. Haces demasiado falta en la oficina —murmura—, espero que regreses pronto.
—Pensaba regresar el lunes —digo, una vez me libera—, creo que trabajar desde casa acabó con mis ánimos para dibujar, necesito regresar al trabajo. Los extraño demasiado.
Antes de que Rachel pueda decir algo, la puerta suena nuevamente, Brit se acerca y observa por el orificio de la misma y, en silencio, hace la señal para que nos colocáramos en nuestros lugares. Una vez que lo hacemos, ella abre la puerta y, un malhumorado Scott entra, soltando unas cuantas maldiciones hacía Cole.
—¡Feliz cumpleaños, Scott! —Hazel, Meghan, Brit, Rachel y yo gritamos al unísono, dejando sorprendidos a Scott y Cole. El segundo traga saliva duro y una expresión de tristeza y enojo se apodera de su rostro. Mi vista viaja a Scott quien observa su alrededor, sin saber qué decir y, cuando estoy a punto de acercarme a él, y abrazarlo, él se aleja, negando con la cabeza y haciendo su camino hacia la piscina.
Toda la habitación se queda en silencio, salvo la maldición que Cole suelta antes de irse con dirección a la cocina. Los ojos de Hazel, Meghan, Rachel y Brit están sobre mí, pero ninguna dice una sola palabra.
—Creo que tenía razón... —Meghan musita, la sorpresa tiñe su tono de voz—, no le gustan las sorpresas.
No digo nada y voy detrás de Scott. Este ha pasado de la piscina y, cuando no lo veo por ningún lado, tomo el camino que lleva a la pequeña cabaña. Mi corazón late con fuera y sabía que tenía que llegar antes de él o todo estaría arruinado, por lo que decido correr. Cuando logro dar con él, lo observo sentado fuera de la cabaña. Sus manos tiran de su cabello y un grito brota de su garganta.
Siento mi corazón romperse cuando veo la expresión de amarga tristeza plasmada en su rostro. Él no me observa, pero sé que nota mi presencia.
—¿Scott? —musito, llamando su atención.
—Ve a casa, Dylan —dice, con tono ronco y pronto reconozco la lucha contra las lágrimas en su voz—, quiero estar sólo.
—No quiero dejarte solo —digo, caminando hacia él y sentándome con cautela a su lado—, tu no me dejaste sola durante todo este tiempo —murmuro—, haz estado junto a mí durante estos meses y, a pesar de que varias veces me porté como toda una bruja, no te rendiste. ¿Por qué tendría que rendirme yo?
Scott no dice nada y, como si nada, su cuerpo se dobla y termina, prácticamente, recostado sobre mis piernas. Un sollozo escapa de lo profundo de su pecho y, luego de unos segundos, dice—: Todo el día traté de olvidar que era mi cumpleaños, hasta que llegué aquí...
Una pequeña sonrisa tira de mis labios y no dudo en acariciar su cabello. Entendía perfectamente a qué se refería.
—Tengo una sorpresa para ti —digo, acariciando su cabello—, está dentro de la cabaña.
—No quiero una sorpresa, Dylan —suelta, con tono ronco—, sólo quiero olvidar el día de hoy. No me gusta mi cumpleaños.
—Pero a mí sí —Lo obligo a enderezarse y, sin quitar la sonrisa de mi rostro, me levanto y extiendo la mano hacía él para que se coloque de pie. Él lo piensa, pero no rechaza mi invitación. Una vez que ambos estamos de pie, ingresamos a la cabaña. La luz tenue llega a nosotros y, no puedo evitar observar la reacción de Scott cuando observa el pastel de tres pisos en forma de pirámide con el gato Silvestre sobre el más pequeño de todos.
No dice nada, pero sé que está sorprendido, más aún cuando se acerca a la mesa y abre la bolsa junto al pastel, del interior saca el gato Silvestre en miniatura, el mismo que estaba roto en la habitación de Elisa.
—Sabía que era un día importante para ti —digo, llenando el sepulcral silencio que llena el cabaña—, también era importante para Elisa —no sabía que reacción tendría hacía mí por haber entrado a la habitación de su difunta hermana, sin embargo, era algo que quería hacer. Elisa era parte importante de la vida de Scott y no quería que él olvidara eso a pesar de que ella ya no se encontraba entre nosotros—, pensé que no querría ver al pequeño Silvestre sin su cabeza.
No recibo respuesta alguna por parte del moreno, él se gira sobre sus talones y, cuando intento decir algo, sus brazos me rodean con algo de fuerza y su rostro se esconde en mi cuello. Me quedo de pie, parpadeando con algo de sorpresa y, cuando logro procesar lo que pasa, levanto mis brazos para rodear a Scott con los mismos.
—Feliz cumpleaños, cariño.
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