24.
N/a:
¡Hola!, yo aquí, dando señales de vida. Sé que he estado algo desaparecida, pero hay una explicación: La Universidad. Los últimos meses estuvo a lleno con trabajos, examenes, presentaciones y demás, y, luego de un largo esfuerzo y noches sin dormir, puedo decir que estoy en vacaciones oficialmente, ¿y qué mejor que iniciarlas con un capítulo de Drifting? En serio, lamento mucho la espera y espero que me comprendan.
También quería decir que este capítulo va dedicado a YosoyYanibel ¡Espero que te guste, Yany!
Y... para las personas que aún quieren unirse al grupo de whatsapp, dejaré el link en comentarios.
¡Disfruten su lectura!
~*~
Esperar en el interior del auto de Scott no era lo que tenía en mente cuando me sacó, prácticamente a rastras, de casa. Él mencionó sobre algo que tenía que buscar y no me dio tiempo a decir una sola palabra.
Aún, después de casi diez minutos, no aparecía en la entrada de su casa, la cual había dejado completamente abierta. Suelto un suspiro, algo irritada y bajo del auto con algo de prisas.
Los zapatos deportivos que él me había obligado a colocar eran algo incómodos, sin embargo, no era momento de pensar en ello. Estaba lejos de casa y con un hombre que quería arrastrarme mucho más lejos de la misma.
Sin dudarlo mucho, me encamino hacia la entrada principal. Escucho unas cuantas voces y, cuando logro entrar al interior de la casa, varias voces llegan a mí.
—Te pedí que te largaras, papá —Mi ceño se frunce y me quedo en mi lugar cuando una alta figura, aparte de Scott, entra en mi campo de visión. Éste usa un traje negro y el cabello blanco que cubre parte de su cabeza lo diferencia de Scott.
La tensión que irradian ambos hombres logra penetrar mi cuerpo y de inmediato me doy cuenta de que debí haberme quedado en el auto, sin embargo, ese pensamiento se esfuma con rapidez cuando los ojos del moreno caen sobre mí. Scott me da una dura mirada y eso llama la atención del elegante hombre frente a él, quien no duda en girar y observarme directamente a los ojos con el ceño fruncido.
—Con que es ella.
—Cierra la boca, papá —Scott ladra, haciéndome sentir algo incomoda. A pesar de que él conocía a mis padres, yo no conocía mucho de su familia, sólo lo poco que él había revelado, adjuntando la enfermedad de su madre y la muerte de su hermana—. Dices una palabra más y juro que olvidaré de quien eres.
La sonrisa cínica que se forma en los labios del hombre a unos cuantos metros de mí, me descoloca un poco, sin embargo, cuando una de sus manos se dirige al interior de su saco, frunzo el ceño, observando lo que parecía ser un talón de cheques.
—¿Cuánto necesitas? —dice, escupiendo en mi dirección. Su voz saturada con engreimiento y no puedo estar más confundida por la pregunta—. ¿Eres de las putas de una semana o de un mes?
Estoy a punto de responder y no de la mejor manera, pero el primero en intervenir es Scott, quien sin cuidado alguno lanza uno de los vasos que se encuentran en la mesa de centro, contra la pared.
El eco del vidrio estrellándose y cayendo al suelo silencia el lugar por unos cuantos segundos. Mi boca está abierta y no por las palabras del hombre que aun extiende un fajo de billetes en mi dirección, sino por la reacción de Scott.
Su cuerpo irradia enojo y sé que, si alguien suelta una sola palabra, él terminará por explotar.
—Creo que mil dólares será suficiente para que dejes en paz a mi hijo —Scott intenta acercarse a su padre, sin embargo le envío una dura mirada que hace fruncir su ceño.
—No creo que mil dólares sea suficiente para mantener a un niño, señor Harford —digo, no sé de dónde sale tanta valentía, pero me agradaba saber que mis palabras estaban logrando traer algo de malestar en el moreno frente a mí—. Si no le importa, íbamos con Scott a escoger los bocaditos para la boda.
La sonrisa que ocupaba sus minutos antes, desaparece, dejando a su paso confusión e incredulidad. Sus cejas se levantan y, como si no creyera en mi palabra, gira con dirección a Scott. Éste, como si no estuviera con ganas de hablar, mira a su padre y no dice una sola palabra.
—¿Estás hablando en serio, Scott? —dice, enojado. Sé que no debí decir algo como eso, sin embargo no me arrepentía. Él no tenía derecho alguno de tratarme como una puta, cuando simplemente intentaba entrar a la vida de su hijo.
O al menos intentarlo.
—¿Puedes largarte ahora? —Scott suelta, luego de unos minutos, totalmente aburrido con la presencia de su padre—. Tengo muchas cosas que hacer con Dylan y no te necesito aquí para eso.
>>Nunca te necesité para nada, papá.
—Eres un imbécil, Scott —suelta—, eres igual a tu madre, nunca supiste cómo hacer las cosas bien.
En un parpadear de ojos, veo como Scott se mueve de su lugar y termina frente a su padre, lo tiene sujetado con fuerza del cuello del saco y el enojo que había desaparecido por unos cortos segundos, regresa con mucha más fuerza.
—Tú no tienes el maldito derecho para hablar de mi madre —escupe, complemente cabreado. Tengo miedo de acercarme, mucho más cuando él me lanza una mirada asesina, obligándome a quedarme en mi lugar—. Lava tu asquerosa boca cuando te refieras a ella, James Harford.
Cuando creo que va a golpearlo, lo libera, dándole un fuerte empujón que logra alejarlo de él. James, como Scott lo llamó, se arregla el saco, para luego darme una mirada cargada de odio. Luego, sin decir una sola palabra, se marcha, dejando un incómodo silencio entre Scott y yo.
Acercarse a él en el estado en el que se encontraba, no era buena idea, sin embargo, no dudo en dar el primer paso hacía el moreno.
—¿Scott?
—Cierra la boca y coge un maldito condón del florero.
Sus palabras son duras, sin embargo, en lugar de hacerme enojar, me hace soltar una risa. Sus ojos se detienen sobre mí y su ceño se frunce.
—No voy a tener sexo contigo, Scott.
—¿Qué?
—No voy a tener sexo contigo —repito, tratando de controlar mi risa—. Me trajiste aquí porque necesitabas algo para llevar a la pista.
Su boca se abre, pero la cierra de nuevo, mirándome mal, para luego decir—: Suena mejor algo de sexo en un auto pequeño.
—Imbécil.
—Tanto como lo desees, nena.
~*~
—Te tardas más que una mujer —suelto, observando como Scott se coloca el traje que lo vi usar aquella noche que vine por primera vez a la pista. Luce mucho más alto en el traje, como si con sólo usarlo, cambiara al Scott con el que había llegado aquí. Está serio, sin embargo, la pequeña sonrisa que se desliza en sus labios me hace saber que está de humor para bromear—. ¿Qué?
Sus ojos se pasean sin vergüenza alguna sobre mi cuerpo y me siento algo extraña al usar un traje similar al suyo. Donde a él le queda suelto, a mí se me aferra al cuerpo. Mis pechos parecen listos para escapar fuera de él, sin embargo, cuando intento arreglar aquel problema, Scott se acerca a mí y tira de la cremallera, dejando a la vista el colorido sujetador rojo.
—¿Podemos tomarnos diez minutos? —murmura, tirando de mi barbillas cuando se acerca mucho más a mí. A pesar de que estamos cerca, no logro igualar su estatura y, sin dudarlo mucho, Scott se agacha un poco, enganchando sus manos en mi trasero para levantarme sin dificultad alguna. Sus labios se cierran sobre los míos y él no duda en saquear mi boca sin permiso alguno.
Mis manos terminan en su cabello y no me preocupe en desarreglar el perfecto peinado que él había logrado en cinco minutos. Un gruñido se libera de lo profundo de su pecho cuando me acorrala contra una pared.
—Detente... —suelto, sé que estoy pidiendo a gritos que continúe, sin embargo, tiro de su cabello, alejándolo un poco de mí. Sus ojos se encuentran con los míos y luce completamente confundido—. No voy a tener sexo contigo.
>>No aquí.
Él intenta acercarse de nuevo a mis labios, pero está vez es interrumpido por una ronca voz.
—¡Scott, date prisa! —Una mueca aparece en sus labios, pero él no parece dispuesto a dejarme ir.
—Tú —dice, sujetándome con más fuerza mientras lleva una de sus manos a mis labios—, me estás volviendo loco.
—Creo que deberías bajarme —musito, sintiendo la falta de aire afectar mi voz—. No deberíamos hacer esperar a tu amigo...
—Él puede esperar.
Detengo su mano cuando intenta tirar más de la cremallera, haciendo que otro gruñido se libere de su pecho. Con cuidado me deja en el suelo y sin vergüenza alguna pasea sus dedos por el borde de mi sujetador.
—Te follaré —murmura—, con éste sujetador puesto.
Sus palabras me hacen vibrar por dentro, sin embargo, me las arreglo para alejar sus manos de mi cuerpo y re-colocar el incómodo traje en su puesto. Scott me observa, pero no me detiene. Cuando termino de arreglarme, sus ojos están llenos de diversión y, algo confundida, suelto—: ¿Qué?
—¿Por qué le dijiste a James que estabas embarazada? —Su pregunta me toma por sorpresa, pero la diversión no se elimina de su rostro, en lugar de ello, una sonrisa adorna sus labios—. Pensé que lo golpearías o algo, sin embargo estabas bastante tranquila.
—Me cansé de pelear —digo—, todo este tiempo he leído comentarios y mensajes sobre mí...
—Nada de eso es importante, Dylan.
—Lo sé —Aseguro, soltando una risa—, pero antes lo era. Nunca me gustó ser el centro de atención, Scott, y contigo es lo que tengo. Eres un jodido corredor de fórmula uno, es algo lógico que la gente se interese en la chica que está contigo.
—No me gusta la idea de otros hombres observándote, Dylan —Mi ceño se frunce y noto algo de seriedad en su tono de voz, estoy a punto de abrir la boca, algo incrédula, sin embargo, él se adelanta y dice—: ¿No te has dado cuenta cómo te observan?
>>Joder, él imbécil de tu trabajo quiere meterse en tus bragas, Dylan.
—Greyson sabe que no siento nada por él, Scott, es sólo un amigo.
—Pues él no lo tiene claro —murmura, para luego negar con la cabeza—. Acabaré con él si intenta acercarse a ti —Su voz es baja y sé que la promesa latente en ella es verdadera—. Tú eres mía.
—¿Ahora serás un troglodita? —bromeo, recibiendo una mala mirada por su parte—. Debes tener en claro que soy una persona no un objeto, Scott.
—Sigues siendo mía, Dylan —Se acerca, sin embargo no me muevo ni un solo centímetro. Una de sus manos se encarga de sujetarme por la barbilla y me obliga a levantar la mirada—. Digas lo que digas, mujer, eres mía desde el día que decidiste entregarte a mí.
Pongo los ojos en blanco, alejando su mano de mi barbilla y, sin decir más, giro sobre mis talones, dirigiéndome a la puerta por la cual habíamos ingresado momentos antes.
Scott suelta una maldición y lo escucho cerrar con fuerza el casillero que mantenía abierto y, sin esperar más tiempo, me alcanza con rapidez. Su brazo termina alrededor de mi cintura y me obliga a acercarme más a él cuando el sin fin de muchachos y hombres vistiendo un traje similar a los nuestros aparecen en nuestro campo de visión. Todos nos observan y cuando somos capaces de llegar a ellos, estos enfocan su mirada confundida en mí.
—¿Quién es ella? —Uno de ellos, al que reconozco como la voz de los cambiadores, suelta, parece enojado, sin embargo, su enojo no es dirigido a mí—. ¿Es la de esta semana? No pensé que la traerías aquí.
>>Nunca traes a una mujer aquí.
—Lo sé —Scott responde, con tranquilidad—, tampoco necesito tu permiso para traer a alguien.
El sujeto frente a nosotros no parece sorprendido por la forma en la que Scott se dirige a él, en lugar de eso, posa su mirada acusatoria sobre mí y dice—: Será mejor que no intentes nada en contra de Scott, niña.
—¿Habla de embarazarme y querer quitarle su dinero?
Un poco de silencio nos aborda hasta que Scott suelta una larga risa. Al parecer, la mención de un bebé no era sólo divertido para mí. El hombre me observa con la boca abierta, como si creyera todas las palabras que salen de mis labios.
—¿Tú...
—No, ¡por Dios! —digo, poniendo los ojos en blanco—. Es una broma, pero puede quedarse tranquilo. Lo último que quiero es el dinero del idiota a mi lado.
>>Puedo ganármelo sola.
El sujeto suelta una risa y regresa la mirada a Scott, y luego dice—: Te llamó idiota. Me agrada.
La mano de Scott que estaba en mi espalda, se desliza a mi trasero, obligándome a darle una dura mirada, sin embargo, la pequeña sonrisa en sus labios, me hace arquear las cejas.
—Creo que me quedaré como idiota —dice—, o tal vez más tarde te haré cambiar de opinión.
—¡Basta! —risas y aclaramientos de gargantas es lo que escucho, por parte del hombre al cual no le conocía el nombre, antes de que Scott me tome con rapidez y me lance sobre su hombre—, deben encontrar un hotel, chicos.
—¡Deja de ser tan imbécil y bájame, Scott!
—Te ensañaré cómo se conduce un maldito auto, Dylan.
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