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23.

~*~


Estoy en una amplia oficina observando como Scott se hace cargo de firmar lo que parece ser una pila de papeles interminables. Sus ojos caen sobre mí cada que puede y sé que, por alguna extraña razón, aquella pelirroja me fulmina con la mirada a causa de eso.

Al parecer estar acompañando al moreno era sinónimo de recibir el odio de las mujeres, algo realmente extraño.

—¿Eso es todo? —Luego de lo que parecen veinte minutos, Scott suelta hacia la pelirroja. Ésta asiente con rapidez y eso alegra al moreno más de lo que debería—. Bien, vámonos, Dylan.

Abro la boca para detenerlo, pero él no me da el tiempo necesario como para hacerlo. Su mano toma la mía y, sin esperarme, tira de mí, colocándome de pie y dejando una nalgada en mi trasero.

—¡Scott!

—¡Oh vamos, mujer! —dice, sus labios tienen una sonrisa enorme y no soy capaz de enojarme del todo con él. Se había esforzado, tenía admitir eso, él había hecho algo difícil para tenerme de vuelta, o al menos tratar de hacerlo, tenía que darle un punto a su favor por eso.

—¿Dónde iremos?

—Comida —Siento una pesada mirada sobre nosotros, pero no puedo evitar fijar mis ojos en Scott—. Tengo hambre, después podemos ir a mi casa, tengo una sorpresa para ti.

Asiento, porque simplemente no podía negarme. Estábamos aquí, de pie, uno frente al otro. Sus ojos lucen divertidos, sin embargo, soy capaz de sentir la promesa detrás de él.

Detrás de su mirada y de esa sonrisa maliciosa que dirigía hacia mí.

Scott coloca un mechón de mi cabello detrás de mí oreja y, sin más, se separa de mí, señalándome con la mirada la puerta por la cual habíamos entrado momentos antes.

Su mano se detiene en la parte baja de mi espalda, guiándome a través de la misma. Mi atención es captada por las personas caminando de allá para acá, todos llevan cosas en sus manos, exactamente medicamentos, algo que, ciertamente, no me gustaba del todo.

Scott estaba ayudando a muchas personas, pero yo seguía sin ser amiga de los medicamentos. Había dejado todo eso atrás y, el ver nuevamente como cada médico o enfermera se dirigía a una habitación, formaba un nudo en mi garganta.

—Pasaremos por una pizza —Scott dice, llamando mi atención. Pongo una sonrisa en mis labios, porque no iba a dejar que recuerdos de varios años atrás arruinen lo que él estaba intentando hacer. Estábamos aquí y, a pesar de toda el aura negativa del lugar, él lo había convertido en algo bueno.

Scott estaba dando oportunidades a las personas que, probablemente, no las tenían.

—¿Sólo pizza? —Él se encoge de hombros, haciéndome sonreír, está vez, un poco más en serio. Sin embargo, nuestro andar se ve interrumpido por los gritos y sonidos extraños que se escapan de una de las habitaciones.

Observo a Scott fruncir el ceño cuando se separa de mí y se encamina a la misma. Sin siquiera pensarlo, hago lo mismo, encontrándome con una escena bastante incomoda.

Una adolescente con cabello maltratado y ojos inyectados en sangre me devuelve la mirada. Luce asustada, como si no tuviera un lugar por el cual huir y sentirse segura.

—¡Quiero largarme de aquí! —Su voz suena horrorizada y, antes de que alguien sea capaz de reaccionar, una de las jeringas termina siendo apuntada a su cuello, exactamente donde se encontraba su yugular—. ¡Déjenme salir de aquí!, ¡no quiero estar aquí!

—Susan —Una de las enfermeras está más allá de asustada, pero se atreve a hablar con la chica. El cabello negro de la chica, Susan, se sacude violentamente cuando gira hacía esta—. Está bien —agrega, sonriendo hacia ella—, no te haremos daño, necesitas la medicina para mejorar.

>>Lo sabes.

—No lo hará —digo, sintiendo el peso de mis palabras en el fondo de mi pecho. La pesada mirada de Scott cae sobre mí y temo a que se enoje por mis palabras, sin embargo, no dice nada—. Tienes miedo, tienes miedo de que toda la mierda que consumiste termine contigo, pero no lo hará. Tu misma acabarás contigo porque eres cobarde.

—Dylan...

—A pesar de lo que piensas, sé cómo te sientes —Ignoro a Scott, quien se mueve a mi lado para impedir que me acerque a la morena. Los ojos café de ésta se abren un poco más y noto el temblor en su mano—. ¿Dónde están tus padres?

—Y-yo... —Su boca se abre, pero ninguna palabra más abandona sus labios—, no tengo padres...

—Baja esa jeringa y te contaré como conocí a mis padres —Extiendo la mano, a pesar de que Scott intenta detenerme.

Los ojos de Susan caen en mi extremidad y luego regresa su atención a mis ojos. Tenía miedo de que no reaccione de la forma en la cual quiero, sin embargo, años atrás, Helen Walker había hecho lo mismo conmigo.

Ella me había tendido la mano cuando todas las personas del orfanato se habían rendido conmigo. Donde todos vieron oscuridad, ella logró rescatar aquella luz que creí muerta desde que tuve memoria.

Gruesas lágrimas descienden por las mejillas se Susan y, cuando la imagino clavándome la jeringa a mí, la misma cae al suelo y junto a ella, Susan termina sobre la cama, llorando con fuerza.

Todo sucede con rapidez: La enfermera más cerca de la chica la sujeta, alejándola de la jeringa, Scott es el siguiente que tira de mí, sacándome prácticamente a rastras de esa habitación.

Mi corazón late con fuerza, pero no soy capaz de desviar mi atención de la pelinegra, ésta me observa de vuelta, pero no es capaz de soltar una sola palabra y, cuando creo que puedo acercarme nuevamente, la puerta se cierra, alejándonos por completo.

—¿Me dirás que mierda fue eso?, ¡¿estás loca o qué?! —Parpadeo, moviendo mis ojos hacia el moreno frente a mí. Scott se encuentra colérico, sin embargo, no soy capaz de decir nada—. ¿Dirás algo, al menos? —Ladra, haciéndome regresar en sí.

—¿Puedes llevarme a casa? Quiero irme.

Su ceño se frunce y pienso en que continuará preguntando qué ocurre, sin embargo, suelta un suspiro y, con algo de irritación, dice—: Vamos.

~*~

Luego de dos horas de haber llegado a casa, seguía en el mismo lugar, con la cabeza en las piernas de mamá, mientras ella masajeaba mi cabello con cariño, tal y como lo hacía cada vez que yo simplemente no podía más.

—Es algo que no puedes dejar atrás tan sólo porque sí, Dylan —dice, en voz baja. Estamos en mi habitación y le había terminado de contar todo lo ocurrido en la clínica. Desde que Scott me sacó del supermercado, hasta que me dejó en la puerta de casa. Él estaba preocupado, me había hecho prometerle que lo llamaría. Sea la hora que sea—. Tuviste un problema con las drogas y es algo de lo que no puedes culparte, cariño.

>>Tu vida antes de conocerte era horrible, lo sabes, pero es hora de que hagas un paso adelante y sepas que todo lo que ocurrió pasó por algo.

—Lo sé —Mi voz está ronca, por la cantidad de lágrimas que me había tragado. Quería llorar, sin embargo, eso no llenaría el vacío que sentía en mi pecho—, pero Susan me recordó todo lo que ocurrió.

>>Me vi ahí, sujetando un cuchillo y amenazando mi vida.

Nuevamente el silencio nos invade. Era difícil para ambas. Tanto Helen Walker como yo seguíamos afectadas por lo ocurrido. Mis primeros años en casa de los Abbot no había sido fácil, mucho menos al no sentirme como en casa.

El tiempo de adaptación fue como toda una eternidad. Tenía miedo de hablar, miedo de acercarme a ellos y que por cualquier cosa ellos decidieran regresarme al agujero del cual me sacaron.

—Hablaré con Theo —dice, en voz baja—, tal vez sea bueno verlo de nuevo... No lo sé, te ayudará a resolver lo que necesitas.

—Theo... —murmuro, sin embargo, la idea de verlo nuevamente no me gustaba del todo. Eres una persona genial, sin embargo, no me gustaba hablar de cómo me sentía, no a alguien que no me conocía del todo—. Lo pensaré —agrego, sorbiendo por la nariz—, ¿me dejas sola? Llamaré a Scott.

Mamá se remueve y no dudo en facilitar su trabajo quitándome de encima de ella. Cuando está de pie, me observa con una sonrisa en sus labios.

—Se está esforzando dice —guiñándome un ojo—, su auto no se movió de enfrente desde que te trajo. Tal vez siga ahí.

Mi ceño se frunce y, sin dudarlo, me coloco de pie y me dirijo a mi ventana. Cuando muevo las persianas, me encuentro con el gran auto negro de Scott. Sigue estacionado ahí, sin embargo, no logro descubrir si está dentro del mismo.

—No veo nada —murmuro—, iré a ver si está dentro del auto.

—Espera —dice, observándome con atención. Sus ojos me escanean, como si intentara encontrar algo que no es simple a la vista—. No le has dicho nada —Afirma, un poco sorprendida.

—Mamá...

—Nada de mamá —dice—, estoy tan segura como que Hazel está loca, de que su extraña relación no funciona porque ninguno de los dos quiere soltar más que el otro.

>>Discúlpame, cariño, pero eso no es amor.

—Nunca dije que lo fuera —Las palabras me abandonan con rapidez y me arrepiento de inmediato. Sabía que, a pesar de que Scott y yo nos negáramos, había algo entre ambos que nos obliga a estar cerca el uno del otro, pero que no estábamos dispuestos a aceptar—. Lo que él y yo tenemos no se puede considerar una relación, mamá.

>>Él quiere a alguien que esté detrás de él, siguiendo sus órdenes, y yo no soy esa persona.

—No quiero que sonar como un estúpida, pero tal vez necesitas un poco de lo que él te ofrece —dice, su sonrisa crece y no puedo evitar poner los ojos en blanco—, ¿Quién sabe? Puede quitarte lo terca.

—¡Mamá!

Helen Walker huye antes de que sea capaz de quejarme con más fuerza, las carcajadas que suelta solo me irritan, sin embargo, no puedo evitar reír cuando en cierto punto le doy la razón.

Cuando seguía las órdenes de Scott –a mí manera, claro está–, me sentía bien. Me sentía cómoda.

Sentía la misma sensación que me abordaba cuando empecé a sentirme cómoda en casa. Cuando me sentí parte de la familia Abbot.

Scott, a pesar de a veces ser un estúpido, no me hacía sentir extraña por ser adoptada. Él sabía aquel pequeño secreto gritado a los cuatro vientos, pero no parecía importarle en lo absoluto.

Tomo una lenta respiración, sacudiendo las últimas horas fuera de mi cabeza. Todo estaba bien hasta que vi a Susan. El verla de esa manera, sólo me hizo regresar a aquel tiempo en el que era una chica insegura, una sin hogar y una adolescente que se metía en más problemas de los que podía recordar, el mayor de ellos fue la droga y, que con el paso del tiempo, había logrado superar.

Por eso había pasado de una adolescente adoptada, a una hija modelo.

Los Abbot no necesitaban toda la mierda en la que me había envuelto años atrás, ellos querían formar una familia feliz y, a pesar de todo el sufrimiento que pasé, lo había hecho.

Me había convertido en el orgullo de una pareja que me había dado la oportunidad de tener una vida mejor. Cuando estoy a punto de llegar a mi puerta, ésta suena, haciéndome detener. Mi ceño se frunce, pero no me tardo mucho en reaccionar y abrirla, una vez que lo hago, el iris café de Scott cae sobre mí.

—¿Qué haces aquí?

—Cosas —dice, sus ojos se pasean por detrás de mí y, sin pensarlo mucho, me hago a un lado, dejándole el camino libre para que entre. Sabía que, el hecho de que Scott estuviera en mi habitación era culpa de mamá. Ella haría todo lo posible por mantenerme al lado del moreno a pesar de que yo le gritara no a los cuatro vientos—, ¿podemos hablar?

—¿Sobre tu problema de acoso? —Mi voz está cargada de diversión, sin embargo, Scott no parece nada alegre. Su ceño continua fruncido y, cuando voy a abrir la boca para disculparme, el me interrumpe.

—¿Me dirás que ocurrió allá? —dice, luce preocupado pero la seriedad no abandona su expresión—. Estoy tratando de unir todo, pero simplemente no puedo.

>>¿Qué diablos ocurrió, Dylan?

—Nada importante —digo, tragando con fuerza—, sólo déjalo estar.

Con rapidez, camina hacia mí, sin importarle mucho lo que hace, me toma por la parte trasera del cuello y me obliga a observarlo. Su agarre es fuerte, sin embargo, no me lastima.

El hecho de esconder mis secretos de él, es difícil, porque lo que estaba sintiendo por él crecía y no sabía si podría continuar controlándolo.

—Dylan...

—No te lo diré —digo, interrumpiéndolo, con tono duro—, no ahora.

Su agarre se afloja y me observa con el ceño fruncido. Sabía que estaba retándolo, sin embargo no iba a ladra cada vez que él me diera una orden. No estaba programada para eso.

—Eres terca.

—Y tu un idiota —Se ríe y, a pesar de que soy algo grosera, él se acerca un poco más a mí, obligándome a retroceder hasta que mi espalda termina contra la pared.

—Tengo un condón en el bolsillo —dice, se agacha un poco para que sus labios prácticamente rocen los míos, sin embargo no me besa. Su mano derecha termina en mi trasero y me aprieta con algo de fuerza—, tengo ganas de usarlo contigo, pero no creo que sea el momento.

—¿Qué? —Cierro la boca, tan rápido las palabras me abandonan.

Una sonrisa adorna los labios de Scott y, cuando estoy a punto de insultarlo, dice—: Oh, cariño. No te tocaré hasta que me digas todo lo que ocultas.

—No te diré nada —digo, intentando acercarme a él, sin embargo, su brazo me mantiene en mi lugar, impidiéndome acercar mis labios a los suyos.

—No hoy —murmura, con cuidado, clava sus dientes en mi labio y, con un simplemente empujón, se separa de mí, sonriendo cuando me observa desde uno cuantos metros—. ¿Te darás prisa? Quiero llevarte a un lugar.

—T t-engo trabajo —Él se encoje de hombros.

—Sólo serán unas horas, puedes descansar por un rato, Dylan.

Me mantengo en silencio, observándolo por unos minutos, hasta que parpadeo, tratando de regresar en sí.

—¿A dónde iremos?

—A la pista —dice—, quiero que me acompañes a probar un auto.

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